viernes, 11 de septiembre de 2015

ARTÍCULO XX. (ESTANCAMIENTO). ITALIA BELIGERANTE. LAS PRIMERAS BATALLAS DEL RÍO ISONZO

En 1914 Italia era un país joven; aun teniendo siglos de historia a sus espaldas, Italia había nacido como nación hacía escasamente unos años. Fue en 1861 cuando se fundó el Reino de Italia, tras los movimientos nacionalistas impulsados por el Conde de Cavour y Giusseppe Garibaldi, entre otros, movimientos que serían conocidos como el Risorgimento Italiano.

Su alianza con el Reino de Prusia de 1866, que acabó con la independencia del norte de Italia y su anexión al Reino, llevó a que Italia se sintiese muy próxima al Imperio Alemán, aun más joven que ella, ya que fue declarado en 1971. Esta sintonía con la joven nación alemana, llevó al gobierno italiano a aventurarse a firmar una serie de acuerdos de colaboración a tres bandas con Alemania y el antiguo enemigo, Austrohungría, firmando la denominada “Triple Alianza”.

Sin embargo, la desconfianza existente entre la opinión pública y el gobierno italiano hacia el Imperio Austrohúngaro convertía el pacto en “antinatura”; dicha desconfianza sería aprovechada por otro rival tradicional, Gran Bretaña, para comenzar a tantear a Italia con vistas a mantenerla alejada de Alemania ante un futuro y previsible conflicto bélico. Los cantos de sirena que emitieron los miembros de la futura Entente sobre Italia, ofreciendo territorios (reclamados a Austrohungría por el gobierno italiano; Trieste, Istria, Zara y Dalmacia, entre otros) en pago a su neutralidad o apoyo, dieron lugar a que, en una fecha tan temprana como fue 1902, se cerrase un pacto secreto entre Italia, Francia y Gran Bretaña, que los ligaba de forma común ante un futuro conflicto con las Potencias Centrales.

Antonio Salandra, Presidente Italiano
El pacto permanecería en secreto, con Italia bailando sobre la cuerda del difícil equilibrio de su pacto público (La Triple Alianza) y su acuerdo con las naciones de la Entente. El 3 de agosto de 1914, siendo ya la guerra inevitable, el presidente italiano, Antonio Salandra, mostraba sus cartas (marcadas), y declaraba la neutralidad de Italia, argumentando que la Triple Alianza era un pacto defensivo y Austrohungría era el agresor, lo que eliminaba cualquier obligación italiana.

A pesar de las presiones y reclamaciones de Alemania para que cumpliesen con la Triple Alianza lo antes posible, el gobierno conservador italiano inició una investigación sobre cual de las opciones que se le planteaban, la intervención a favor de la Triple Alianza o el cumplimiento de su pacto secreto con Francia y Gran Bretaña, les repercutía mayores beneficios. Con el Ministro de Asuntos Exteriores, Sidney Sonnino, a la cabeza, comenzaron a realizar una serie de reuniones de alto nivel a fin de asegurarse que los miembros de la Entente estaban dispuestos a cumplir la palabra dada.

Benito Mussolini
Según la guerra avanzaba y el estancamiento en los frentes de guerra era más obvio, nació entre grupos de intelectuales de la izquierda italiana una disposición favorable a una intervención armada. El principal impulsor de los movimientos intervencionistas sería el Partido Socialista Italiano, especialmente mediante la presión de figuras notables como las de Leonida Bessolati y Benito Mussolini. Aunque dicha posición belicista fue rápidamente apoyada por los nacionalistas de derecha italiano y por el Partido Liberal, en la oposición, las verdaderas intenciones que buscaba la entrada en guerra de Italia para los socialistas pasaba por armar al pueblo buscando la revolución, haciendo caer al gobierno conservador y poniendo en el gobierno al Partido Socialista, con poderes plenipotenciarios.

Conocedor de estos acontecimientos, y manteniéndose firme a las presiones de la oposición, el gobierno italiano no tenía intención de consultar con su parlamento sobre el futuro de Italia en la guerra, ya que, probablemente, la unión de partidos de la oposición podría obligarles a tomar decisiones que no deseaban aplicar. Siguió, por tanto, con sus negociaciones secretas, mostrando a sus conciudadanos un rostro de neutralidad que estaba convencido de cambiar pronto.

Sydney Sonnino - Ministro de Asuntos Exteriores
La investigación iniciada por el Ministerio de Asuntos Exteriores llevó a determinar que la oferta de los aliados de la Entente era mejor que la de la Triple Alianza. El Pacto secreto fue hecho público cuando, el 26 de abril de 1915, se selló el Tratado de Londres, aun cuando sus términos finales seguirían secretos hasta el final de la guerra.

El Tratado de Londres sería firmado entre el Gobierno Italiano, representado por el Ministro Sonnino, y los representantes de la Triple Entente, Reino Unido, Rusia y Francia. Según el acuerdo firmado, al finalizar la guerra con la victoria de la Entente, Italia obtendría el Trentino y el Sud Tirol, el litoral austriaco, incluyendo Trieste, Gorizia y Gradisca, así como Istria, Idrija y el noroeste de Dalmacia (Zara). También obtendría réditos en la provincia turca de Antalya y en las colonias alemanas de África.

Vittorio Emmanuelle III
Rey de Italia
Italia se comprometía a declarar la guerra a los Poderes Centrales, aunque se mostraría reacia a una declaración de Guerra a Alemania, a la que seguía considerando como una nación amiga. Como paso previo, el 3 de mayo de 1915, Italia revocaba el pacto de la Triple Alianza. A raíz de esta revocación, la decisión de entrar en guerra parecía obvia para la opinión pública italiana. Se inició un fuerte debate en el Parlamento Italiano, en la que los partidarios del Acta de Neutralidad, muchos de ellos dentro del mismo gobierno, como era el Primer Ministro Giolitti, se mostraron muy activos. El gobierno italiano intento retrasar lo máximo posible la aplicación de su acuerdo secreto, permaneciendo neutral, pero la presión de  los nacionalistas y socialistas, convocando protestas y revueltas callejeras a favor de la entrada de Italia en el conflicto bélico, provocó que el presidente Salandra presentara su dimisión al rey Vittorio Emmanuelle III, intentando eludir la responsabilidad de la entrada en Guerra de Italia. Sin embargo, el rey rehusó la dimisión, y Salandra se vió obligado a actuar.

Finalmente, el 23 de mayo de 1915, Italia declaraba formalmente la guerra al Imperio Austrohúngaro. Ante las enormes dudas que generaba el conflicto en el Gobierno Italiano, conocedor de la debilidad demostrada en los años anteriores al conflicto por el ejército, no sería hasta agosto de 1915 cuando se declaraba la guerra al Imperio Otomano, mientras que a Alemania no se declararía hasta el 28 de agosto de 1916.

Formalmente, Italia estaba en guerra. Cosa diferente es que estuviese preparada para ella.

EL EJÉRCITO ITALIANO AL COMIENZO DE LA GRAN GUERRA:

El Ejército Real Italiano se fundó hacia finales del siglo XIX, como una fuerza de defensa y con capacidad para apoyar a la nación en sus aventuras colonialistas. Sin embargo, era una fuerza pequeña, por lo que, viendo la degradación de la situación europea, el Gobierno Italiano declaró el Servicio Militar Obligatorio en 1907, a fin de crear un cuerpo de reclutas que ayudase a cubrir las necesidades del ejército regular. Sin embargo, la burocracia y los retrasos en la implantación de la norma, provocaron que, para 1912, apenas un 25% de los reclutas, hubiese recibido el oportuno entrenamiento.
Tropas italianas desplazándose al frente

Además, el tamaño y formación del Ejército era tremendamente deficiente. En 1912, apenas contaba con 300.000 hombres, entre los cuales había un enorme déficit de oficiales y suboficiales competentes y entrenados.

En estas circunstancias, el Ejército Italiano invadió Libia, provocando un sangriento conflicto con el Imperio Otomano que duraría un año (entre septiembre de 1911 y octubre de 1912). Durante el conflicto, aunque los soldados italianos dieron muestras de gran valentía, se descubrieron graves deficiencias a la hora de cubrir las líneas de comunicación, en la dirección de guerra, en el equipamiento y suministros, etc… Además, incapaces de hacer frente a una guerra irregular, mostraron una cara extremadamente cruel con los civiles, lo que les granjearía un odio creciente en la región. La guerra finalizaría con el Tratado de Lausanne (Ouchy) sin un ganador claro, pero dejando dos tercios de bajas italianas sobre el terreno, muchos de ellos por enfermedad, ante la deficiente capacidad logística y sanitaria italiana.

La pésima dirección de la Guerra Turco-Italiana, y la proximidad de un conflicto bélico europeo hicieron que en Julio de 1914 fuese nombrado como Jefe de Estado Mayor el General Luigi Cadorna, quien, a pesar de la anunciada neutralidad alemana, y sin conocer las acciones secretas del Gobierno, esperaba la entrada en guerra de Italia. A fin de prepararse para esta eventualidad, tomó la determinación de reconstruir el ejército, convirtiéndolo en una fuerza de combate “moderna”, mientras concentraba las fuerzas ya existentes en las fronteras con el Imperio Austrohúngaro, que prevía como posible contendiente.

General Luigi Cadorna
Mientras el Gobierno Italiano avanzaba en sus negociaciones secretas, Cadorna lo hacía en la creación de un ejército competente, pero sin demasiado éxito. Para la primavera de 1915, contaba con una fuerza de 25 divisiones de infantería y 4 de caballería, cerca de 400.000 hombres. Pero apenas contaba con artillería, sólo 120 piezas de grueso calibre, y muy escasas municiones. Tampoco tenía suficientes ametralladoras (700) para equipar a todas las unidades convenientemente.

Sus peticiones al Gobierno para la adquisición de nuevos cañones pesados eran retrasadas, mientras inexorablemente, se avanzaba hacia la guerra. Así en mayo de 1914, Cadorna apenas disponía de fuerzas relevantes para entrar en el conflicto, sobre todo cuando el Gobierno le exigiría una ofensiva rápida que demostrase a la Entente el compromiso de Italia con la victoria final.

Pero esta situación era imposible sin inversiones en nuevo material y un reclutamiento y entrenamiento eficiente. Y aunque este se lograse, se carecían de mandos intermedios de calidad para cubrir todas las unidades. De hecho, cuando el 26 de mayo fue declarada la guerra, Cadorna había conseguido reformar el Ejército, incluyendo 35 divisiones regulares y 12 de Reservistas, cuatro de caballería, una de Bersagleri y dos grupos con 52 batallones de Cazadores Alpinos (Alpini), con cerca de 900.000 hombres, aunque tan sólo contaba con 23.000 oficiales y suboficiales. Tampoco disponía de suficientes cañones, contando con sólo 2.000, entre obuses y cañones de todos los calibres. Tenía escasos medios en cuanto a ametralladoras, morteros y aviones.

Con todas sus deficiencias, Cadorna se vió obligado a elegir un punto para su ofensiva. Teniendo que enfrentarse a los austriacos en una zona extremadamente montañosa, se fijó en la única área que veía factible romper al Ejército enemigo: la región de Gorizia, junto al río Isonzo.

PRIMERA OFENSIVA ITALIANA: LA PRIMERA BATALLA DEL ISONZO.

Campo de Batalla del Isonzo - 11 batallas lo contemplarán
En este lugar de la tierra es donde, a lo largo de los siguientes dos años, austrohúngaros, alemanes e italianos, iban a despedazarse en una serie de inútiles ofensivas, y a desangrarse en una esteril lucha de trincheras. Pero esta primera ofensiva, libre de las cadenas del aprendizaje de las tropas del Frente Occidental, que Cadorna había preferido ignorar (al igual que otros generales en su situación habían ignorado en situaciones prevías), iba a servir para que las tropas italianas se fogueasen y avanzasen al desastre.

Cuando se cumplía el primer mes de guerra sin que las tropas italianas hubiesen visto acción, más que por una serie de movimientos menores en el área del Trentino y en los Alpes, el 23 de junio de 1915, Cadorna ordenaba a las fuerzas acantonadas en la línea del Río Isonzo que iniciasen las operaciones contra los austriacos. Estos, habían tenido tiempo de sobra para prepararse, habían cavado posiciones fortificadas entre los riscos y preparado su artillería.

Los italianos contaban con una gran superioridad numérica; los ejércitos 2º y 3º habían reunido a cerca de 200.000 hombres para la operación, una proporción de 2:1 sobre el V Ejército austrohúngaro. Sin embargo, las erráticas tácticas utilizadas por Cadorna, los tradicionales y desastrosos asaltos frontales, supondrían una sangría para los italianos.

Artillería Austrohúngara en el frente del Isonzo
Se habían desplazado a la zona 200 cañones pesados, que realizaron un bombardeo de una semana sobre las posiciones austriacas; sin embargo, lo escarpado del terreno, y la necesidad de ahorrar municiones para apoyar los ataques de la infantería, hicieron que el fuego fuese poco efectivo. Cuando la infantería avanzó, las posiciones austriacas continuaban indennes.

Además, los austriacos ocupaban posiciones fortificadas en tierras altas, lo que ponía todo el despliegue de asalto italiano en el punto de mira de la artillería y ametralladoras austriacas. Aun cuando los italianos darían muestras de valor, consiguiendo algunos avances en las proximidades de la ciudad de Gorizia, los contraataques del V Ejército austriaco, mandado por el General Svetozar Boroevic, expulsaron a los italianos de las posiciones conquistadas, poniendo fin al ímpetu de los asaltos iniciales. La línea quedaría pronto restablecida, con muy escasas ganancias para los italianos, que perderían un 40% de su fuerza, 60.000 hombres (15.000 muertos), durante la batalla; las operaciones se dieron por finalizadas el 7 de julio.

LA SEGUNDA BATALLA DEL RÍO ISONZO.

Bajas italianas tras el primer Isonzo
La necesidad de aliviar la presión sobre el ejército ruso, que estaba siendo vapuleado por las Potencias Centrales en Galitzia y Polonia (según vimos en la anterior entrada de este blog), hizo que las potencias de la Entente solicitasen un mayor compromiso  militar a Italia, que comprmetiese las posibilidades defensivas de Austrohungría.

Consecuencia directa de las presiones fue que, pocos días después del fracaso de la primera ofensiva italiana, aprovechando su clara ventaja numérica, incrementada con la finalización de la movilización italiana, Cadorna volvía a la ofensiva. El 18 de julio de 1915, lanzó un nuevo intento de ruptura de las (aun) débiles líneas austriacas. Para conseguirlo, necesitaba incrementar el apoyo artillero. Al reducir la actividad durante las dos semanas anteriores, y con la recepción de nuevos cañones y municiones, disponía de suficiente apoyo para el ataque inicial, aunque la deficiente capacidad logística del Ejército Italiano, impedía garantizar un apoyo completo a lo largo de toda la batalla.

Caos logístico italiano camino del frente del Isonzo
El final de la movilización había permitido la llegada de un refuerzo de más de un cuarto de millón de soldados italianos. Para Cadorna, su peso numérico desequilibraría la balanza a su favor, por lo que la táctica que emplearía no sería novedosa: un gran bombardeo artillero seguido de un asalto frontal de la masa de tropas italiana contra las trincheras austriacas, superando las largas líneas de alambre de espino y la temida tierra de nadie para conquistarlas.

Sin embargo, los fríos números ocultaban una oscura realidad. Sobre el terreno, Cadorna había incrementado su fuerza en un 150%, recibiendo numerosos suministros; sim embargo, la realidad era que muchas de las nuevas tropas carecián de equipo, al ser enviadas con premura a la primera línea, incluso muchas unidades carecían de rifles o no habían recibido municiones para los mismos. Escaseaban las ametralladoras, y el almacenamiento de munición de artillería seguía siendo insuficiente, lo que limitaba drásticamente las posibilidades de reducir la resistencia austriaca bajo el peso del fuego artillero.

Alpinos austriacos escalan uno de los montes en los Alpes
En la madrugada del 18 de julio de 1915, los cañones italianos machacaron un frente de 36 km. El principal objetivo de la nueva operación era el Monte San Michele, situado en la llanura de Karst, al sur de Gorizia. Tras el bombardeo, la zona de Karstse cubrío con la masa de tropas italianas al asalto de las alturas en las que se encontraban las trincheras austriacas. La zona se encontraba defendida por la 20ª División de Infantería Húngara, del V Ejército, que aguantó estoicamente la posición durante varias horas, aunque tras los terribles combates a bayoneta que sucedieron, y la continuación constante de los ataques italianos, perdió más del 60% de su tropa y se vió obligada a retirarse en desorden.

La batalla continúo durante días. El 20 de julio, la presión italiana les permitió ocupar el Bosque de Cappuccio, en la ladera sur del Monte Sant Michele, y comenzaron a subirlo, amenazando todo el despliegue austriaco en la zona, ya que desde el monte se controlaban la zona de Gorizia y los pasos sobre el río Isonzo utilizados por los refuerzos austriacos. El alto riesgo de perder una posición tan estratégica, obligó al General Boroevic, comandante en jefe del V Ejército, a organizar un contraataque a la desesperada con tropas de montaña, la élite del ejército austrohúngaro. Comandados por el Coronel Richter, el contraataque resultó exitoso, y las posiciones fueron retomadas a lo largo del día 21.
Italia se prepara para el ataque

Más al sur, en el entorno de Monfalcone, el Tercer Ejército Italiano sufrío graves bajas cuando intentaba conquistar el Monte Cosich. Sin apoyo artillero efectivo, las tropas fueron enviadas contra las posiciones austriacas, fortificadas y equipadas con suficientes ametralladoras y cañones. Mismo destino correrían los asaltantes en el área de Gorizia, que intentaron conquistar Monte Sabotino y la Cota 383, fracasando por completo.

En la zona de los Alpes Julianos, el ejército italiano lanzó diversos ataques con el objetivo de conquistar el Monte Batognica, que cubría la ciudad de Caporetto, punto estratégico en los siguientes enfrentamientos. Sin embargo, la velocidad en la que se consumía la munición y las crecientes bajas, impidieron a los italianos alcanzar sus objetivos.

La ofensiva se detuvo tres semanas más tarde, sin importantes ganancias italianas, y con unas bajas elevadísimas; cerca de 45.000 italianos y 50.000 austriacos, de los que aproximadamente un tercio serían fallecidos.

LA TERCERA BATALLA DEL RÍO ISONZO. REPITIENDO ERRORES:

Observatorio de artillería austriaco entre los riscos
Las dos primeras batallas del Isonzo habían obtenido muy pocos éxitos, mucho menos de los esperados por Cadorna y el Gobierno italiano. Se había observado la absoluta falta de preparación del Ejército italiano para confrontar una guerra como la que enfrentaban, una guerra de posiciones que no iba a durar poco tiempo. La frustración y la preocupación habían comenzado a calar en Cadorna y el Estado Mayor italiano, ante la imposibilidad de conseguir cumplir en el corto plazo asignado con sus objetivos.

Por tanto, con vistas a las nuevas ofensivas que habían de venir, Cadorna decidió reorganizar sus fuerzas, dándoles un descanso que permitiese reequiparlas con material adecuado y suficiente. Durante el mes de septiembre la actividad fue escasa en el frente principal, más allá de acciones puntuales para probar la resistencia enemiga. Si se insistió más en la zona de Trieste, aunque con resultados desalentadores.

Con vistas a la nueva operación en el río Isonzo, se detuvieron finalmente todas las operaciones a finales de septiembre, y comenzó a perfilarse la nueva estrategia italiana. Habiendo fracasado en ocupar las alturas entorno a Gorizia, Cadorna decidió marcar como nuevos objetivos las cabezas de puente austriacas sobre el río Isonzo, en Plezzo (Bovec) y Tolmin, aprovechando el previsible éxito de atacar a lo largo de la llanura de Karst para tomar la misma ciudad de Gorizia.

General Svetozar Boroevic, jefe del
V Ejército Austriaco
Cadorna conseguiría reunir 1.300 piezas de artillería para la acción, esta vez con municiones suficientes para prestar un amplio apoyo artillero. El 18 de octubre, la tercera batalla del Isonzo comenzaba con el tronar de los cañones, que comenzaron un intenso bombardeo de las líneas austriacas a lo largo de un frente de 50 km., desde los Alpes Julianos a Monfacone. Aunque el ataque implicaba una amplia área, los objetivos se encontraban dentro de un estrecho perímetro, lo que iba a favorecer las opciones de defensa de los austriacos.

A pesar de los éxitos iniciales en los ataques entre los Montes Mrzli y San Michele, los feroces contraataques de las fuerzas húngaras y dálmatas que se encontraban en el área de Gorizia, detuvieron el ímpetu italiano y obligaron a las divisiones italianas a retornar a sus posiciones de partida.

La misma situación se viviría en el resto de zonas implicadas en la acción, en los ataques sobre la llanura de Karst, desde Monte Calvario hasta Monfalcone; el único éxito consolidado a un enorme coste humano, fue la conquista de algunas trincheras austrohúngaras en Monte Sai Busi. Sin embargo, diez días de sangrienta batalla no dieron mayores resultados, frustrando intensamente al Alto Mando Italiano, especialmente por la elevadísima cifra de bajas: 67.000 soldados italianos, con 11.000 muertos, frente a los 40.000 austriacos (9.000 muertos).

Unidades completas habían sido exterminadas, como le pasó al Batallón Cantazaro en su asalto frente a Monte San Michele. El día 4 de noviembre, con el suelo ya embarrado por las lluvias y comenzando a congelarse, la tercera batalla del Isonzo se daba por finalizada.

LA CUARTA BATALLA DEL ISONZO. OBSTINACIÓN:

Destrucción de Bovec
La enorme frustración que sufría Cadorna y su Estado Mayor ante la ineficacia de sus operaciones, dio como consecuencia una obstinación que rozaba lo absurdo. Nuevamente, comenzó a preparar planes de urgencia que aliviasen la premiante necesidad de obtener resultados positivos que mostrar al Gobierno italiano y a sus aliados de la Entente.

Cadorna, instalado comodamente en su residencia de Udine, a muchos kilómetros del frente, era incapaz de tener una visión real de la situación en las trincheras del Isonzo. El Estado Mayor estaba convencido que las crecientes bajas estaban a punto de desmoralizar al V Ejército Austrohúngaro, quién recibia refuerzos muy limitadamente, ante las operaciones austriacas en otros frentes (la gran retirada rusa estaba en su fase final, y los ejércitos de las Potencias Centrales estaban conquistando enormes cantidades de terreno que era necesario guarnecer) y había asumido enormes bajas en las tres batallas anteriores.

Sin embargo, la realidad era que los soldados húngaros y dálmatas que componían el V Ejército, habían construido refugios y fortificaciones, habían recibido raciones para el invierno y mantenían una moral alta, bien preparados para el inminente invierno alpino, mientras que los soldados italianos se encontraban desmoralizados por las continuadas y elevadísimas bajas, por la falta de éxitos notables en sus operaciones y, lo que es peor, por la situación en las trincheras.

Gorizia y el Isonzo
Construidas como refugios temporales, ya que se esperaba un rápido avance a través del Isonzo y los Alpes Julianos, se asemejaban a las trincheras de la primera fase de la guerra en el Frente Occidental, agujeros gigantescos que se inundaban con las lluvias del otoño y se congelaban con las primeras heladas, repletos de piojos y ratas, donde la enfermedad se extendía como una plaga bíblica. Los primeros hielos incrementaron el malestar de los soldados italianos, carentes de refugios adecuados para soportar temperaturas de muchos grados bajo cero. Las manos y pies se les congelaban, y muchos se encontraban con los miembros entumecidos antes de los ataques, lo que les limitaba en batalla; eso cuando no eran víctimas de congelaciones graves que les causaban amputaciones.

La nieve llega al frente
Ignorando las penurias de sus hombres, como otros altos mandos harían una y otra vez en esta guerra, Cadorna ordenó reanudar las operaciones el 11 de noviembre de 1915. Prácticamente, puede considerarse una continuación de la tercera batalla, ya que no se cambio nada estratégicamente, simplemente se dio un descanso a las tropas, buscando que se recuperasen para tomar impulso y lograr los objetivos antes de la llegada de lo más crudo del invierno, aunque el resultado fue completamente adverso.

El asalto se concentró principalmente en dirección a Gorizia, sobre la llanura de Karst, aunque a fin de cubrir el principal movimiento, se atacó todo el frente del Isonzo. El 2º Ejército italiano, avanzó hacia los objetivos principales, siendo capaz, a costa de graves pérdidas, las elevaciones de terreno en la zona de Oslavia y San Floriano del Collio, lo que le permitía alcanzar la orilla derecha del río Isonzo y tener una completa visión de Gorizia y los pasos del Isonzo.

Sin embargo, el 3º Ejército Italiano no consiguió avances significativos a pesar de librar las más sangrientas contiendas. En Monte Sei Busi, que ya había visto algunos de los más terribles combates de la campaña, se intentó profundizar en las líneas austrohúngaras, pero todos los asaltos que se lanzaron fracasaron, convirtiéndose en un baño de sangre.
Destrucción de Gorizia, la Niza del Isonzo

Las operaciones se alargarían durante todo el mes de noviembre, de forma cada vez más cruenta; la cabeza de puente de Tolmino fue escenario de terribles combates, que únicamente servirían para incrementar la factura del carnicero. Además, el 18 de noviembre se produjo uno de los acontecimientos más polémicos de la campaña cuando, instigado por el Comnadante Supremo Francés, Joseph Joffré, Cadorna ordenó el bombardeo de Gorizia, considerada la Niza del Isonzo. La espléndida ciudad sufrío enormes desperfectos entre sus bellísimos edificios, aunque las bajas humanas fueron limitadas al haberse evacuado a la población. Además, el resultado estratégico fue insignificante, lo que hace la medida aun más controvertida.

Continua la matanza
La llegada de las heladas más fuertes fue reduciendo la actividad hasta que la llegada de refuerzos austriacos (12 nuevas divisiones), la falta de suministros y, sobre todo, las intensas heladas, hicieron que estas se suspendiesen completamente el día 5 de diciembre de 1915.

La cuarta batalla del Río Isonzo les había costado a los italianos cerca de 50.000 bajas y 8.000 muertos, mientras los austriacos habían perdido unos 30.000 hombres (5.000 muertos).


UNA SANGRÍA INÚTIL. CONSECUENCIAS:

Muerte en la trinchera
Para ganar unas pocas millas de terreno, Luigi Cadorna había sacrificado una enorme cantidad de tropas y suministros. Durante las cuatro primeras batallas del Río Isonzo, los ejércitos italianos 2º y 3º habían sufrido la escalofriante cifra de 235.000 bajas, con cerca de 55.000 muertos, más de un tercio de las fuerzas implicadas. De ellas, más de la mitad habían en las batallas del otoño, lo que provocó una ola de indignación entre las tropas y la opinión pública italiana, que empezó a respirar un ambiente de insurrección muy preocupante.

Las bajas austrohúngaras no fueron tan grandes, unos 130.000 hombres, aunque si enormemente preocupantes para el Estado Mayor Austriaco. Conrad, ante las bajas, se vió obligado a enviar 12 nuevas divisiones para cubrir el área, unas reservas con las que contaba en otros frentes. No obstante, la derrota de Serbia aliviaba su situación, eran más necesarios los refuerzos entre las dañadas tropas que se enfrentaban a los rusos que en el frente italiano. Presionado por la escasez de fuerzas, Conrad solicitó ayuda a los alemanes, con los que colaboraban en otros frentes de forma abierta. Sin embargo, como ya vimos, la situación era diferente… Alemania seguía en paz con Italia, lo que hizo que el Estado Mayor alemán evitase el envío de fuerzas a este frente hasta la 11ª Batalla del río Isonzo, conocida como la batalla de Capporeto, y que veremos en su momento.

La situación era de estancamiento total, pero, lejos de cambiar su estrategia hacia otros frentes, el General Cadorna estaba obcecado en provocar la ruptura en el frente del Río Isonzo, lo que llevaría a que este escenario viese siete ofensivas más, que estudiaremos en posteriores entradas de este blog.



Ahora caia el invierno sobre los Alpes. Tocaba curar las heridas y prepararse para las futuras sangrías.