lunes, 30 de marzo de 2015

ARTÍCULO XVI. (LA PRIMERA GUERRA MODERNA). ARMAS QUÍMICAS

Con este artículo inauguramos una nueva sección del Blog, en la cual iremos mostrando, una por una, las mejoras (por llamarlas de alguna manera) tecnológicas que introdujeron nuevas y terribles formas de destrucción, cambiando para siempre el sentido de la palabra “Guerra” y convirtiendo los campos de batalla en lugares cada vez menos habitables, más inseguros.
La primera de las “Nuevas Armas” que presentaremos serán las armas químicas. Hoy tristemente conocidas por la constante amenaza de su uso por parte de organizaciones terroristas, han sido ampliamente usadas en la Historia por dictadores durante Genocidios y represiones sangrientas (Saddam Hussein en el Genocidio Kurdo [Gas Mostaza], Adolf Hitler en los Campos de Exterminio [Gas Zyklon B], …) o Guerras cruentas (Saddam Hussein en la Guerra Irán-Iraq, o recientemente, Bashar Al-Asad en la Guerra Civil Siria); se han iniciado conflictos armados e invasiones para eliminar supuestos arsenales (Segunda Guerra del Golfo contra Saddam Hussein), etc. Han estado mucho más presentes en nuestras vidas de lo que hubiésemos querido, y, lamentablemente, lo seguirán estando mientras exista alguien dispuesto a utilizarlas.
Pero hubo una época en la que, aunque se conocía la posibilidad de utilizar determinados gases nerviosos, nunca se habían usado en combate; de hecho, había sido terminantemente prohibido su uso en convenciones y leyes internacionales (en 1899, se prohibió el uso tácito de ese tipo de armas en la Convención de La Haya). Ambos bandos estaban desarrollando arsenales de armas venenosas, de gases químicos que se negaban a usar… algunos habían sido experimentados en animales, con terribles resultados, por lo que se desaconsejaba su uso; otros no habían sido probados aun, por lo cual se desconocía su resultado. Pero el conflicto se enquistó...
Las enormes matanzas causadas en los primeros cinco meses de conflicto, con terribles masacres que causaron cerca de dos millones de bajas combinadas, o lo que es lo mismo, tasas de bajas diarias de unos 13.000 seres humanos, situaron a los ejércitos contendientes al borde de su resistencia. El enorme poder destructor de la artillería, de las ametralladoras, etc… obligó a los ejércitos a enterrarse en una vasta red de trincheras de más de 500 kms. de largo, desde la frontera Suiza hasta el Canal de la Mancha.
Enterrados los ejércitos, la guerra se estancó. Nadie sacaba ventaja ante la imposibilidad de romper las defensas con los medios conocidos… Los asaltos masivos de infantería precedidos de horas de bombardeo artillero no conseguían el esperado resultado de una ruptura, de una victoria decisiva y de un fin pronto a la guerra. En este ambiente, los comandantes alemanes encontraron el caldo de cultivo necesario para utilizar nuevas armas que desequilibrasen la contienda a su favor. El uso de Submarinos y Dirigibles, de la Aviación como arma ofensiva, comenzó a hacerse habitual (como ya veremos posteriormente)… Pero el arma definitiva, el arma que cambiaría la faz de la guerra, sería el arma química, los gases venenosos. Pero el problema era que nadie sabía que efectos reales tendrían; se tenía miedo a que los gases lanzados con artillería dispersasen su carga mortal e, impulsada por el viento, acabase eliminando a las tropas propias, o que fuesen inefectivos y las tropas que seguían a su uso fuesen masacradas por los defensores.
Por tanto, el primer uso documentado de gases químicos fue mediante el bombardeo con obuses de largo alcance sobre las posiciones rusas en el Río Rawka, cerca de Varsovia, el día 31 de enero de 1915. Pero el ataque fue un fiasco… Los obuses, rellenos de Bromuro de xilio líquido, al estallar liberaron la sustancia, pero esta se congeló y no consiguiendo expandir su nube mortal.
Fritz Haber, Padre de la Guerra Química
Sin embargo, ese uso estaba prohibido por las Convenciones internacionales. Alemania se salvó de una denuncia internacional debido al fallo en su uso. La amenaza de una acción internacional en su contra invitó a los desarrolladores alemanes a investigar en la dirección de una artimaña legal para saltarse la Convención, evitando el uso de proyectiles.
Por tanto, se decidió desarrollar el arma encapsulada e impulsada hacia el enemigo utilizando el aire favorable. Se prepararon cerca de seis mil contenedores con 168 toneladas de Gas de Cloro (descubierto por Fritz Haber*) que serían enviados al Frente Occidental, donde, el 22 de abril de 1915, serían utilizados en la apertura de la Segunda Batalla de Yprès. El Gas de Cloro era un gas devastador, con forma de una nube gris-verdosa, especialmente cuando era enfrentado a soldados inexpertos en la Guerra Química… Quemaba las membranas blandas, obstruyendo las vías respiratorias y los pulmones, lo que provocaba que los afectados muriesen asfixiados a los pocos minutos (debido a la creación de ácido clorhídrico en los pulmones). Muchos hombres trataban de huir de la muerte arrojándose al suelo, pero al ser más pesado el gas que el aire, esto sólo servía para que muriesen de cara al barro.
Sin embargo, rápidamente se descubrió que era fácil reducir los efectos, cuando algunos oficiales británicos indicaron a sus hombres que orinasen sobre pañuelos, piezas de tela o de uniformes y lo colocasen sobre la boca;  al reaccionar el cloro con el ácido úrico, se eliminaban sus características dañinas.
La nube venenosa se extiende en Yprès el 22 de abril de 1915
Aun así, su primer uso fue un éxito. Los alemanes utilizaron miles de contenedores para cubrir el asalto de la infantería sobre las trincheras de la 45.º división de infantería argelina (ejército francés) y de la 1.ª división de infantería canadiense. Los argelinos fueron sorprendidos por la nueva arma, abandonando sus trincheras, que fueron temporalmente ocupadas por los alemanes con pocas bajas. Se realizaron varios ataques a lo largo de la batalla utilizando Gas Cloro, aunque los aliados pronto desarrollaron primitivas máscaras anti gas (en ocasiones apenas unos trapos húmedos que reducían los efectos), evitando un mayor éxito de esta nueva arma.
En el curso del primer operativo con gases, el éxito no fue completo al sorprender el resultado a los propios organizadores alemanes, quienes no habían previsto reservas para explotar la brecha, por lo que finalmente las cosas volverían a su sitio.
Aun así, en el curso de la Segunda Batalla de Yprès, los ataques con gas de cloro causarían 5.000 muertos y cerca de 60.000 heridos. Aunque su efecto fue realmente doble, ya que fue mayor la conmoción y el miedo que provocó que el resultado final en muerte…
LA CAJA DE PANDORA. LA ESCALADA ARMAMENTÍSTICA QUÍMICA:
El uso de Gas Cloro por parte de Alemania sólo sirvió para que las acusaciones de uso de un arma ilegal de las naciones aliadas, acabase impulsando el desarrollo de armas y contramedidas por parte de todos los contendientes. Alemania utilizaría el Gas Cloro, ya sin tapujos, utilizando proyectiles de artillería, contra los rusos en el Río Rawka.
Se inició una carrera armamentística buscando quién de los contendientes conseguiría el mayor horror, una forma de hacer la guerra poco honorable y decorosa, pero eficiente por el pánico causado. Pocos meses después ambos bandos ya estaban usando gas, sin respetar ningún tipo de convención, llevando la muerte a las posiciones enemigas con proyectiles de artillería o contenedores químicos.
Los franceses introducirán un nuevo tipo de gas, el Fosgeno, incoloro e inodoro, que llevaba la muerte de forma silenciosa a las filas enemigas. Se comenzó a usar en el verano de 1915 por todas las nacionalidades; los alemanes lo añadieron a sus reservas de Gas de Cloro para incrementar su efecto, mientras británicos y franceses lo utilizarían puro. El Fosgeno tenía características similares al Cloro, aunque sus efectos se retrasaban en el tiempo en 24 horas, lo que hacía que no fuese efectivo en el momento. Sin embargo, garantizaba que los soldados que lo aspiraban, estarían muertos o heridos al día siguiente.
El primer ataque con Gas Fosgeno llevado a cabo por los británicos fue un auténtico desastre. Copiando la técnica utilizada por los alemanes, a fin de cumplir con las convenciones internacionales, lanzaron toneladas de Fosgeno desde contenedores, aprovechando la brisa favorable. Sin embargo, esta cambio repentinamente, y el gas acabó sobre sus propias trincheras. Fue a raíz de este incidente en que la escalada armamentística dio otro paso adelante, ignorando ya las convenciones internacionales y pasando a utilizar proyectiles todos los bandos.
Uso de lanzallamas alemanes en 1917
También fue en 1915 cuando apareció una nueva arma, en este caso terrible por las consecuencias de su uso: El Lanzallamas. Fue el 30 de julio de 1915, cuando los alemanes, aprovechando un ataque con gases, lanzaron tras ellos a un grupo de soldados portando esta innovadora arma. El Lanzallamas consiste en una mochila repleta de gases inflamables, unidos a un tubo lanzador con una espita que es abierta por el manejador para lanzar gas ardiendo a cierta distancia. El ataque cayó sobre los británicos en el área de Hooge, cerca de Yprès, con resultados demoledores. Los soldados británicos vieron acercarse sobre ellos un muro de fuego; muchos resultaron abrasados, y el resto, aterrorizados, huyeron, abandonando las trincheras en manos alemanas.
El lanzallamas es un arma destinada a sembrar el terror, el dragón escupefuego medieval pasado al siglo XX, pero que, como aquel, tenía sus puntos flacos. Los soldados británicos, indignados por el uso de un arma tan brutal, giraron las armas y comenzaron a disparar sobre los responsables de su sufrimiento, descubriendo la vulnerabilidad del arma: cualquier impacto en la mochila convertía al portador del lanzallamas y aquellos que le rodeaban en una bola de fuego, al estallar los gases que el contenedor transportaba.
Esta vulnerabilidad haría su uso peligroso, reduciendo su impacto en el resto de la guerra.
Un nuevo giro en la guerra se dio con la evolución del fosgeno por parte de Alemania. Fritz Haber desarrolló una mejora del gas, llamado Bifosgeno, que producía un efecto adicional, al destruir los filtros de las máscaras anti-gas convencionales, extendiendo su efecto lesivo. El gas sería empleado por primera vez en el curso de la demoledora batalla de Verdún, cuando Falkenheyn ordenó el bombardeo de las líneas francesas con 116.000 obuses de gas bifosgeno. Ocurrió el 22 de junio de 1916, y su efecto no fue más que limitado.
Parecía que la Guerra Química, aunque hubiese cambiado el rostro de la guerra, tampoco sería el arma decisiva para romper el estancamiento y lograr la Victoria Final.
CONTRAMEDIDAS Y EL APOCALIPSIS: LA MÁSCARA ANTIGAS Y EL GAS MOSTAZA:
Cuando se produjo el primer ataque con gases venenosos en el Frente Occidental, en abril de 1915, hubo oficiales que, sobre el terreno, rápidamente se percataron de lo que confrontaban. Como hemos contado anteriormente, colocaron sobre sus vías respiratorias (y ordenaron a sus soldados proceder igualmente) paños húmedos para evitar o reducir los efectos dañinos del gas.
A partir de ese momento, se comenzaron a desarrollar contramedidas, inicialmente poco más que capas de tela humedecida con ácido úrico, sobre la boca y nariz, y, posteriormente, dando lugar a elaboradas máscaras anti-gas, que no abandonarían a los soldados hasta acabada la Segunda Guerra Mundial, en 1945.
Los británicos fueron los que realizaron mayores avances en estas contramedidas, diseñando una máscara que se ajustaba perfectamente a la cara, cubriéndola completamente, incorporando una boquilla que el soldado sujetaba en su boca, y que, mediante un largo tubo que llegaba a una bolsa que el soldado portaba, y que contenía los filtros, purificar el aire.
Los alemanes, por su parte, desarrollaron un sistema similar, pero con los filtros incorporados en un pequeño contenedor al final de un corto tubo. La máscara era transportada en un contenedor redondo metálico, que se haría una visión habitual en la Segunda Guerra Mundial.
Los franceses desarrollaron sus propias máscaras, inspiradas en las británicas.
Los filtros de las máscaras también evolucionaron, junto con su diseño. Si al principio se utilizaba tela humedecida con ácido úrico, rápidamente pasaron a usarse tiosulfato de Sodio, fenato hexamina y hexametilentetramina, siempre buscando una protección adicional a las mejoras del fosgeno.
Herido por Gas Mostaza
Sin embargo, todos los avances en las contramedidas quedaron en la nada con la aparición del arma definitiva, un arma tan brutal y demoledora que actualmente sigue nutriendo los arsenales químicos de la mayor parte de las naciones que incumplen la normativa sobre armas de destrucción masiva. El gas Mostaza (Senfgas en alemán) fue desarrollado por los equipos de Fritz Haber, y utilizado para responder al inicio de la 3ª Batalla de Yprès por parte de los británicos, en julio de 1917.
El gas Mostaza es un agente químico vesicante, en la forma de un líquido viscoso marrón que se deposita sobre el terreno contaminándolo durante días. No está diseñada como un arma letal, si no incapacitante, al provocar quemaduras y ampollas graves en la piel, especialmente en las zonas blandas, axilas e ingles, conjuntivitis grave e incluso ceguera (temporal o permanente). En altas concentraciones puede resultar letal, aunque lo realmente terrible son las graves heridas que causa.
Británicos cegados por el Gas Mostaza
Durante la Passchendaele (la Tercera Batalla de Yprès) los alemanes prepararon y utilizaron 50.000 proyectiles de Gas Mostaza, marcados para su identificación con cruces de color amarillo. Su resultado fue demoledor, frenando el ímpetu ofensivo de canadienses, australianos y británicos, sufriendo cientos de soldados terribles heridas.
En enero de 1918, se utilizó gas mostaza contra tropas americanas. Aun no enfrentados al gas venenoso, los americanos, sin protecciones adecuadas, sufrieron cerca de 70.000 bajas.
Para el final de la guerra, 90.000 hombres habían muerto por la acción directa de los gases venenosos, y cerca de 1.000.000 habían sido heridos. Los muertos apenas suponen un 3% del total de caídos en la Primera Guerra Mundial; sin embargo, el resultado real de las armas químicas es mucho más inquietante, implantando el terror sobre el terreno, terror a padecer terribles heridas difícilmente curables, terror a morir asfixiado, terror a las siguientes evoluciones en la escalada de muerte abierta.
Para evitarla, las naciones firmaron la Convención de Ginebra en 1929, que prohibía tácitamente el uso de armas químicas.
La Segunda Guerra Mundial, que vería horrores inimaginables entre 1939 y 1945, incluido el primer (y único) uso de armas nucleares, se salvó de ver el uso de armas químicas (con excepción del Fósforo Blanco, utilizado por Estados Unidos) “gracias” a las heridas sufridas por Adolf Hitler mientras era cabo del Ejército Alemán, siendo gaseado con fosgeno en 1918 (durante las ofensivas de pacificación). Ordenó no usar armas químicas en el campo de batalla, aunque uso letalmente las mismas en los campos de exterminio.
Imagen del Horror en Vietnam. Población civil atacada con Napalm
Posteriormente, las armas químicas han estado muy instaladas, de forma contenida o desproporcionada, en numerosos conflictos de los Siglos XX y XXI. Estados Unidos hizo uso de Fósforo Blanco en Corea y Vietnam, utilizando en este último conflicto armas demoledoras, como el Napalm, defoliantes y herbicidas como el Agente Naranja, etc. En 1981 Iraq resucitó el Gas Mostaza durante la guerra con Irán, para utilizarlo posteriormente para reprimir a la población kurda, causando un auténtico genocidio; la eliminación de los arsenales de armas químicas fue el principal argumento utilizado por Estados Unidos para atacar Iraq en 2003.
También se acusó a la Unión Soviética de utilizarlo en Afganistán, y a Rusia en su guerra latente en Chechenia. El último uso documentado fue en 2014, por parte de Siria en Damasco.
El mayor riesgo en la actualidad es su uso por parte de organizaciones terroristas contra la población civil. Pasados cien años de su primer uso, ya va siendo hora que las naciones se planteen la eliminación de los arsenales químicos y su erradicación de la faz de la tierra.
Tropas con equipo químico
Nota*: Fritz Haber, padre de la Guerra Química, obtendría el Premio Nobel de Química en 1918, por su desarrollo de la síntesis del amoniaco, importante para el desarrollo de fertilizantes y explosivos. Haber, junto con Max Born, propuso el Ciclo de Born-Haber como un método para evaluar la energía reticular de un sólido iónico. Su esposa, Clara Immerwahr, se suicidó en 1915 tras comprobar personalmente los efectos de la Guerra Química desencadenada por su esposo. Su hijo Hermann, también se suicidaría por la vergüenza del legado químico de su padre.

viernes, 13 de marzo de 2015

ARTÍCULO XV. (ESTANCAMIENTO) ANZAC*. LA BATALLA DE GALLIPOLI

Soldados del ANZAC
*Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, los territorios del Imperio Británico, algunos de ellos elevados recientemente a Estados, se apresuraron a formar soldados voluntarios para enviar a combatir por el Rey, a salvar a la Madre Gran Bretaña. Australia, Estado formal desde 1901, y Nueva Zelanda, dominio británico, carecían aun de una identidad nacional que les uniese. Esta se forjaría en los lúgubres parajes de los Dardanelos, durante la primavera y verano de 1915, cuando el Cuerpo del ANZAC (Cuerpo de Ejército de Australia y Nueva Zelanda) se enfrentó a un desafío que uniría los corazones en un destino común, el de sobrevivir a la carnicería o morir frente a un enemigo enconado que defendía su territorio. Los regimientos australianos acudieron representando cada uno a una región, y salieron de Gallipoli como hermanos, unidos en una nación: Australia.

SITUACIÓN GEOPOLÍTICA; ORIGEN DE LA CAMPAÑA DE LOS DARDANELOS:
Jóvenes oficiales turcos, incluido Atätürk, Mustafá Khemal
Cuando el Imperio Otomano se decidió a intervenir en la Guerra a favor de las Potencias Centrales, se planteo entre los miembros de la Entente la necesidad de eliminar rápidamente a un enemigo que amenazaba por el oeste con desestabilizar el Frente de los Balcanes, y por el este con dominar el Mar Negro, amenazar el Caúcaso ruso y los territorios británicos en el Norte de África y Oriente Medio. El desconocimiento sobre la capacidad real del Imperio Otomano de los miembros de la Entente les hizo presuponer una amenaza mayor de lo que realmente suponía su débil ejército.

La sensación de amenaza se acrecentó con la ofensiva turca en el Caúcaso a finales de 1914. Aunque la campaña, como ya hemos visto, acabaría en un desastre absoluto para las armas otomanas, Rusia ya había solicitado formalmente a sus aliados la apertura de un segundo frente que expulsase al Imperio Otomano de la Guerra.

Lo cierto era que ambos poderes, la Entente y los Imperios Centrales, tenían necesidad de tener la Península de Anatolia y el Cuerno de Oro en su bando. Los primeros sabían que, eliminando la amenaza del Imperio Otomano, podrían llevar suministros a Serbia y Rusia, participando activamente en la campaña de los Balcanes, provocando la intervención de Bulgaria, Rumanía y Grecia, con consecuencias decisivas para el Imperio Austrohúngaro. También eliminarían la amenaza sobre la frontera rusa desde el Caúcaso, liberando a decenas de miles de hombres que serían muy necesarios en el Frente Oriental; y, además, darían un golpe de timón a favor del Zar, que se encontraba en situación muy delicada tras la derrota de Tannenberg; presionado por los revolucionarios bolcheviques y por los sectores más retrógrados del ejército desde el interior, la victoria en Galitzia fue un bálsamo temporal.

Los temores sobre un levantamiento bolchevique y sobre la estabilidad del gobierno ruso, impulsaría a los aliados a tramar un plan estratégico con el que responder a la petición de su aliado. También influía el deseo británico de establecerse en el Oriente Medio otomano, garantizándose los pozos de petróleo tan importantes en la zona. De hecho, rápidamente inició movimientos con vistas a levantar a las tribus árabes contra los turcos, como ya analizaremos más adelante cuando tratemos al aventurero Lawrence de Arabia.

Winston Churchill
El encargado de diseñar y defender la operación sería el Primer Lord del Almirantazgo británico, Winston Churchill. Joven político de gran carácter, Churchill vería una gran oportunidad para afianzar su carrera política, y pondría en juego su prestigio en la estrategia para forzar el Estrecho de los Dardanelos y tomar Constantinopla, objetivo final del operativo que se desarrollaría en la Campaña.

Los planes fueron rápidamente desarrollados. Se basaban en que la Flota Combinada Franco-británica sería capaz de forzar el Estrecho de los Dardanelos, eliminando las baterías costeras y permitiendo el desembarco de las fuerzas británicas y del Imperio desde Egipto, y las fuerzas francesas del Norte de África. El desembarco se realizaría al sur de Constantinopla, desde donde las unidades aliadas avanzarían para conquistar la ciudad.

El escaso tiempo de preparación y el desconocimiento de las capacidades defensivas del Ejército Otomano, jugarían en contra de los aliados.

ASALTO NAVAL A LOS DARDANELOS:
Todos los planes estaban dispuestos de forma urgente para comenzar a operar antes del final del invierno. Así, la flota combinada, comandada por el Almirante Sackville Carden, y compuesta por 18 acorazados aliados, comenzó la labor de destrucción de los fuertes a partir del 17 de febrero de 1915. El HMS Queen Elizabeth inició el bombardeo de las batería costeras en Kum Kale y Sedd el Bahr, las puertas de los Dardanelos. Sin embargo, el mal tiempo y la movilidad de  las baterías otomanas, forzó a los británicos a tener que desembarcar infantería para acabar de limpiar esas posiciones. El 25 de febrero, con mucho retraso, las baterías más sureñas quedaron silenciadas y los dragaminas consiguieron abrir un camino para la flota.

Aun así, el camino que quedaba por limpiar era muy largo, y el ritmo muy lento. Las baterías de largo alcance otomanas bombardeaban los intentos de los dragaminas aliados por ampliar el pasillo, y el fuego artillado aliado apenas conseguía silenciarlas unas horas.

La lentitud era exasperante. Churchill, acuciado por la oposición y el gobierno, necesitaba progresos, así que presionó a Carden para que incrementase los esfuerzos de la flota. Carden trazó nuevos planes, garantizando que la flota llegaría a Constantinopla a mediados de marzo. Las noticias que Churchill recibió, referentes a que las posiciones otomanas andaban cortas de munición, le invitaron a aprovechar la oportunidad, por lo que mando órdenes a Carden para que lanzase un asalto a mayor escala a mucho tardar el 17 de marzo. Las evasivas de Carden para organizar dicho ataque ante el temor de perder parte de su flota, hizo que Churchill forzase su relevo, oficialmente por enfermedad, y que entregase el mando de la flota al Almirante John de Robeck.

Se reorganizó nuevamente la Flota, y el 18 de marzo, sin apenas preparación, se lanzó el ataque principal.  Este se dirigiría hacia el punto más estrecho de los Dardanelos, donde apenas kilómetro y medio separaba ambas orillas. Encabezados por los 18 acorazados, la flota inició el movimiento. Se lanzo a los dragaminas por delante, ignorando el daño que los fuertes, aun plenamente operativos, podrían ocasionar. Los dragaminas, manejados heroicamente por civiles, apenas conseguían avanzar, bajo el constante fuego de los cañones otomanos; lucharon hasta que este se hizo insostenible, obligándoles a la retirada.

Acorazado francés Bouvet, el primero en hundirse
Esto ocasionó las primeras pérdidas serias entre las fuerzas aliadas. El acorazado francés Bouvet se fue a pique con gran parte de su tripulación, tras chocar con una mina.

La flota siguió avanzando y bombardeando, ya sin la protección que le aportaban los dragaminas en su desesperado intento por limpiar el camino. Consecuencia rápida fue el grave daño encajado en muy poco tiempo por los acorazados británicos HMS Irresistible y HMS Inflexible tras chocar con sendas minas. El Irresistible quedó varado, por lo que se envío el HMS Ocean en su ayuda, recibiendo un impacto directo que provocó que quedase varado también. Ambos barcos resultarían finalmente hundidos.

También fueron dañados gravemente los acorazados franceses Suffren y Gaulois, que entraron de lleno en una línea de minas que no tenían prevista, al haber sido colocada tan sólo unos días antes por los dragaminas otomanos.

Con un tercio de sus buques hundidos o gravemente dañados, Robeck se vio obligado a ordenar la retirada sin conseguir sus objetivos.

Aunque las bajas habían sido previstas, y por ello se había enviado al combate a algunos de los acorazados más antiguos, lo cierto es que la operación naval terminaba en un gran fiasco. De hecho, los turcos lo celebraron como una gran victoria… Tal vez un poco pronto… la Campaña de los Dardanelos no había hecho más que comenzar.

LOS DESEMBARCOS EN GALLIPOLI. COMIENZA LA LEYENDA DEL ANZAC:
Tras el fracaso y las fuertes pérdidas sufridas por la flota, Churchill se encontraba presionado en el Parlamento. Se ponían en tela de juicio sus decisiones y la utilidad del plan. Fracasado el asalto naval, sólo quedaba forzar el Estrecho por tierra.

El Secretario de Estado Británico, Lord Kitchener, cursó órdenes al General Sir Ian Hamilton, a fin de formar con tropas de los Dominios, británicos y franceses, una fuerza terrestre que contaría inicialmente con unos 78.000 hombres, que, bajo la designación de Fuerza Expedicionaria del Mediterráneo, cumpliese con la labor requerida. En total contaría con cinco divisiones, una de Nueva Zelanda, la 1ª División Australiana, la 29ª División británica y las dos divisiones del Cuerpo Oriental francés, compuesto a medias por tropas coloniales y metropolitanas. Fuerzas muy escasas teniendo en cuenta la tarea que les esperaba, un desembarco en una región rocosa, con un avance por un terreno complejo y ante unas fuerzas desconocidas.

Operaciones Terrestres. La Batalla de Gallipoli.
Por ello, y no habiéndose previsto desembarcos bajo fuego, se decidió el desembarcar más al sur de lo lógico, en la Península de Gallipoli. Siendo un área inhóspita, se esperaba escasa resistencia y poder avanzar hacia el norte para capturar Constantinopla. Las derrotas del Ejército Otomano en la Campaña del Caúcaso habían llevado a los comandantes británicos a una errónea valoración de la capacidad combativa de los soldados turcos; este fallo de apreciación de la inteligencia militar británica habría de costar muy cara a los soldados aliados.

De hecho, la preparación de las fuerzas que estaban asignadas a los desembarcos era bastante deficiente. En Egipto la instrucción fue muy laxa, y la logística ignorada, lo que lastraría a los combatientes aliados durante meses, en ausencia de material, repuestos, comida, etc… No se estudiaría correctamente el terreno, provocando que ciertos accesos desde la playa a los puntos de asalto estuviesen enfilados por los cañones turcos y sometidos la llegada de refuerzos y suministros a constante bombardeo. Además, los transportes tuvieron que ser trasladados desde otros teatros, lo que originó un notable retraso en las operaciones, obligando a retrasar los desembarcos hasta finales de Abril, cinco semanas después del fracaso de la flota.

Mustafa Khemal "Atätürk"
Ese tiempo fue crucial para las armas otomanas. El Estado Mayor Turco cursó instrucciones para crear posiciones fortificadas a lo largo de toda la Península de los Dardanelos, desplazando fuerzas de la reserva para guarnicionar toda la costa y repeler cualquier intento de desembarco. Se destinó a la zona al 5º Ejército, conformado especialmente por reclutas, hasta sumar cerca de 60.000 hombres comandados personalmente por Otto Liman von Sanders. Desplegó a la 19ª División, comandada por el Teniente Coronel Mustafá Khemal en Cabo Helles, y a la 9ª División guarnicionando la Costa del Egeo, manteniendo en reserva a las restantes tres divisiones de la formación. Se hizo un gran esfuerzo por mejorar las comunicaciones internas y la logística, habitualmente desastrosa, de tal suerte que cuando se produjesen los desembarcos, la llegada de material y refuerzos fuese lo más adecuada posible.

Las cartas estaban echadas. Sólo faltaba ver las apuestas.

El día 25 de abril, tras varios retrasos debido al mal tiempo, comenzaron los desembarcos a lo largo de la costa de los Dardanelos. Las tropas habían estado esperando pacientemente este grave momento, primero acantonados en Egipto, y  posteriormente en la isla griega de Lemnos.
A la 29ª división británica se le asignó el desembarco en el sector de playa de Helles, a fin de avanzar desde allí en dirección a Kilitbahir y su complejo de fortalezas.

El Cuerpo ANZAC desembarcaría a lo largo de la costa del Egeo, con la 3ª Brigada de infantería en cabeza. Desde allí avanzaría para cortar la retirada a las fuerzas turcas en Kilitbahir. En el área de desembarco se ubicaba una pequeña cueva, que sería nombrada “Anzac Cove” (La Cueva del Anzac), y que sería escenario de algunos de los más encarnizados combates.

Los franceses desembarcarían en el lado asiático de los Dardanelos, en una maniobra de distracción, reembarcando posteriormente para trasladarse al sector oriental de Helles.

La 29ª división, bajo el mando del General Mayor Aylmer Hunter-Weston, tras reorganizarse, inició el día 27 de abril, tras los desembarcos en Helles, y ante la escasa oposición enemiga, un avance hacia el interior. Elementos de la división avanzaron sobre los escasos defensores del pueblo de Krithia, ocupando la población brevemente, ya que la falta de órdenes desencadenó en la retirada de las unidades implicadas hacia las playas antes de finalizar el día. Si lo hubiesen sabido, no habrían abandonado, ya que nunca estarían tan cerca de ocupar esa posición en los meses posteriores, y cada asalto lanzado costaría cientos de vidas.

Los principales desembarcos tuvieron lugar en las playas V y W, situadas junto a la antigua fortaleza de  Seddülbahir. Allí, los otomanos habían establecido sólidas posiciones defensivas, lo que causaría estragos entre los británicos al desembarco; de 200 ingleses e irlandeses de la primera oleada, sólo 21 alcanzaron las playas.

En toda la costa los defensores otomanos, aunque sobrepasados en número y cortos de munición, hicieron acopio de valor y frenaron el ímpetu inicial de los aliados. Especialmente notable sería el acto de sacrificio del 57º Regimiento de la 19ª división de Khemal; destinada a las alturas de Chunuk Bair por Ätätürk, recibió órdenes de no retirarse. Todos los hombres del Regimiento fueron muertos o heridos.

Las bajas crecientes entre los atacantes no les impedían avanzar, ante el escaso número de sus adversarios. Las tropas de Lancashire, que desembarcaron en números de 1.000 hombres en la playa W de Helles, sufrieron un 60% de bajas. Los batallones desembarcados en la playa V se aproximaron al 70%; del millar de Dublineses que desembarcaron el día 25 de abril, sólo 11 sobrevivirán a la campaña.

Sin órdenes para penetrar tierra adentro, las fuerzas aliadas se establecieron firmemente a lo largo de las playas, perdiendo de esa forma la capacidad de sorpresa y permitiendo a los otomanos reorganizarse y recibir refuerzos.

LA CAMPAÑA TERRESTRE. PRIMEROS CHOQUES:
Ante la falta de actividad de los aliados, preocupados por reorganizarse y asentar sus posiciones en las playas, los primeros en mover ficha serían los turcos. Mustafá Khemal recibió varios batallones de refuerzo que, junto a sus tropas de la 19ª división, conformarían una fuerza de 18 batallones, unos 15.000 hombres. Al amanecer del 27 de abril, se lanzarían al asalto de las posiciones en el entorno de la Cueva del Anzac. El apoyo naval resultaría vital para evitar el éxito del asalto turco, y los ANZAC consiguieron mantenerse en sus posiciones.
Ghurkas de la 29ª División India

El primer gran avance aliado no sería lanzado hasta el día 28. Entonces, prepararon una maniobra de pinza utilizando las exhaustas fuerzas de la 29ª división británica, y elementos de las fuerzas francesas desembarcadas en Morto Bay, al noreste de Helles. El objetivo era tomar la población de Krithia, conquistada y abandonada los primeros días. Pero como ya dijimos previamente, el retraso en las operaciones y el abandono de la posición había permitido a los defensores asentarse firmemente en el terreno, preparar trincheras y defensas. El avance fue detenido en seco a medio camino entre las playas y Krithia, sufriendo los aliados más de 3.000 bajas en pocas horas. La primera batalla de Krithia había sido un fiasco.

Después del asalto del 28 de abril, la 29ª división, ya exhausta por los combates del desembarco, quedó prácticamente inutilizada para el ataque. Los franceses no contaban con suficiente fuerza y los australianos habían sufrido fuertemente tras el contraataque de Khemal. Además, Liman von Sanders había comenzado a enviar refuerzos a la zona, mientras que los refuerzos aliados llegaban con cuentagotas… Las posibilidades de una rápida victoria aliada se evaporaban, apuntando a una larga campaña de desgaste, en la que las fuerzas de ambos bandos se aniquilarían inútilmente.

El 30 de abril desembarcaría en Helles la División Naval Real británica.

La situación de las fuerzas aliadas era bastante delicada… Incapaces de abrirse paso desde las playas, los hombres comenzaban a acumularse en una estrechísima franja de terreno. Esto era especialmente cierto en el sector de ANZAC. Khemal, sabiendo de estas penurias, pero considerándolas mayores de lo que realmente eran, reunió a su división, recibiendo además varios batallones de la reserva, y se lanzó al amanecer del día 30 a una ofensiva general contra la cabeza de playa del ANZAC, entre el sector de “Lone Pine” y “Wire Gulley”… Muchas localizaciones recibirían los nombres de accidentes del terreno (Anzac Cove, Lone Pine, …) o de los primeros hombres que la ocuparon (Wire Gulley) a fin de identificarlas… El caso es que la ofensiva otomana, aun poniendo al ANZAC en una situación crítica, no consiguió un gran éxito, ante la obstinación de los australianos… las bajas otomanas, más de 4.000 hombres, les obligaron a detener su ataque, pero al mismo tiempo obligó a que los aliados iniciasen un proceso de atrincheramiento que convertiría la Península de Gallipoli en un Frente Occidental en miniatura.

Nadie Queda Atrás. El Anzac
Aun así, el Teniente General Birdwood, comandante del ANZAC, ordenó a la División 1ª Australiana y a la Brigada de Nueva Zelanda el asaltar el 1º de mayo, partiendo del “Alto de Russell” y del “Puesto de Quinn”. Encabezados por los neozelandeses, avanzaron una corta distancia bajo la cobertura de la artillería naval, pero rápidamente fueron detenidos por el extremadamente intenso fuego sobre su flanco izquierdo. Las tropas se retiraron tras sufrir más de 1.000 bajas.

La evidencia que se habían planificado los desembarcos con escasos medios se hizo notoria con las primeras bajas sufridas. La experiencia de estos escasos días de combate, determinó a los aliados a movilizar hacia los Dardanelos nuevas unidades. El 5 de Mayo fue enviada la 42ª División de East Lancashire desde Egipto a Helles. Mientras, para cubrir a la debilitada 29ª División, y pensando que tras el fracaso de Khemal en su ataque a ANZAC el 30 de abril, las posiciones de ANZAC estaban aseguradas, Hamilton desplazó la 2ª División Australiana y la Brigada de Nueva Zelanda al sector de Helles, a fin de participar como reservas en el siguiente asalto sobre Krithia.

El 6 de mayo, tras una corta preparación artillera, 20.000 hombres se lanzaron al asalto en el área de Krithia. Los franceses avanzarían hacia Kereves Dere, mientras los británicos y ANZAC atacarían Krithia y Achi Baba. Aunque los franceses consiguieron algunas pequeñas ganancias, las fuerzas aliadas se vieron sometidas, nada más superar su línea de trincheras y hondonadas que les protegían, a un nutrido y potente fuego de artillería pesada y ametralladoras que les obligó a pegarse al terreno. Con las tropas incapaces de seguir avanzando o de retroceder ante la intensidad del fuego, se decidió el esperar refuerzos. Al amparo de los refugios naturales que fueron encontrando, de los parapetos formados con los cadáveres de los caídos o de los cráteres causados por la artillería, esperaron la amanecida.

Al asalto
El día 7 de mayo, encabezados por los neozelandeses, los aliados volvieron al asalto. Las tropas neozelandesas subieron la meseta hacia Krithia, mientras los restos de la 29ª división intentaban aproximarse a la población desde el sur. El avance fue duro y lento, y sólo al atardecer la 2ª Brigada australiana consiguió situarse en el centro de la línea británica para asaltar la población. A un coste enorme, consiguieron ganar la mitad del terreno que les separaba de su onjetivo. Los franceses en el flanco derecho se encontraban exhaustos, incapaces de mantener la defensa ante un previsible contraataque. La 29ª estaba destrozada y los australianos y neozelandeses habían sufrido fuertes bajas… incapaces de avanzar el terreno que restaba, las fuerzas aliadas iniciaban la retirada hacia las playas sin haber logrado ninguno de sus objetivos, dando por finalizada la Segunda Batalla de Krithia.

Se hacía imperioso un periodo de reposo… Los arsenales de munición aliados estaban agotados. Había que esperar la llegada de la 42ª División y de los nuevos refuerzos australianos, en la forma de elementos de los regimientos de caballería ligera (este episodio está reflejado en la película “Gallipoli”, dirigida en 1981 por Peter Weir, e interpretada por Mel Gibson y Mark Lee). Los otomanos aprovecharon el descanso para reorganizar su línea, retirando tropas del frente ANZAC al sector crítico de Krithia, y aprovechando para reforzar su artillería.

LA CAMPAÑA TERRESTRE. LA CONTRAOFENSIVA TURCA:
Este tiempo de parada permitió a Liman von Sanders distribuir tropas de la reserva en Constantinopla hacia el frente. El objetivo de von Sanders era arruinar cualquier intento ofensivo desde Helles o ANZAC, pero Enver Pasha, tomando el mando sin permiso específico de von Sanders, ordenó un contraataque inmediato sobre las débiles posiciones del ANZAC. Así, el 19 de mayo se reinició la acción, cuando 42.000 turcos descendieron hacia la Cueva del Anzac sobre los 17.000 australianos y neozelandeses que, a duras penas, se sostenían en las playas. Enver esperaba que, ante la falta de municiones, cortadas por von Sanders para impedir la ofensiva, el peso numérico fuese suficiente para doblegar a los ANZAC. El ataque fue un absoluto fracaso, sufriendo los otomanos más de 10.000 bajas con cerca de 3.000 muertos, por menos de 700 bajas ANZAC.

Las bajas Otomanas fueron tan grandes que solicitaron una tregua que permitiesen retirar y enterrar los miles de cadáveres que se pudrían al sol. Este hecho, el de los cadáveres insepultos y la invasión de moscas (moscas de los cadáveres) que se produciría, y que amargaría la existencia a los soldados de ambos bandos, sería una constante en la campaña. La tregua, realizada el 24 de mayo, dio lugar a escenas que se asemejaron a los ocurridos meses antes en el Frente Occidental, durante la Tregua de Navidad, y permitió comprender a los australianos que se enfrentaban a hombres muy alejados de los “Abdul” que la propaganda aliada mostraba.

En el mar, la situación aliada se deterioraba rápidamente… Las torpederas turcas y los submarinos alemanes dieron buena cuenta de varios buques principales. La caída en desgracia del máximo defensor del cruce de los Dardanelos e instigador de la batalla terrestre, Winston Churchill, le había obligado a dimitir. Parte de la flota regresaba a casa, privando a los hombres desembarcados de buena parte de su apoyo.

Trinchera turca frente a Anzac Cove
Por su parte, la falta de munición en el bando otomano era crítica. El fracaso del ataque instigado por Enver, permitió a Liman von Sanders recuperar plenamente el control, prohibiendo los costosos asaltos frontales, pero aun así, carecía de suficientes recursos para aguantar una defensa al menos hasta junio, cuando preveía recibir nuevos materiales.

Aun así, se realizó algún intento durante mayo por avanzar en el sector del ANZAC. Se usaron técnicas de mina y contramina, para intentar conquistar las trincheras en el entorno del “Puesto de Quinn”, pero no se consiguieron ganancias sustanciales en ninguno de los bandos.

El resto de la vida hasta junio se limitó al incesante fuego de los francotiradores, y a pequeños encuentros con granadas de mano (había puntos donde las trincheras de ambos bandos se encontraban tan cerca que podían alcanzarse con el lanzamiento de granadas… Respecto a ellas, los otomanos contaban con buenas armas, pero los australianos no habían sido provistos de granadas, por lo que improvisaron algunas con latas de comida repletas de dinamita y metralla).

A partir del 4 de junio se reanudó la actividad. Ambos bandos habían aprovechado la parada para establecer una densa red de trincheras, que harían más complejo cualquier avance. Se habían tendido alambre de espino y se habían acondicionados puestos avanzados para los observadores, francotiradores y puestos de ametralladoras. El 4 de junio los aliados desencadenaron la 3ª Batalla de Krithia, juntando para el ataque a las divisiones 29ª y 42ª, la División Real Naval y dos divisiones francesas. El avance, como era de esperar, resultó calamitoso… para un avance insignificante, los británicos sufrieron 4.500 bajas y los franceses 2.000, entre el 20 y el 25% de la fuerza atacante. Significativamente, los otomanos sufrieron mayores pérdidas, debido sobre todo a la acción de la artillería aliada, tal vez 9.000 hombres. Nuevamente el ataque terminaba en fracaso.

Las posibilidades de una ruptura se había evaporado definitivamente, por lo que los mandos aliados comenzaron a tejer nuevas estrategias que permitiesen romper el estancamiento imperante, en un terreno infecto, pedregoso, sin cobertura para el ardiente sol, repleto de moscas y del hedor de los cadáveres insepultos.

Se dispuso una nueva división, la 52ª Lowlander para atacar el 28 de junio a lo largo del “Gully Ravine” hacia la izquierda, en la costa del Egeo. Los otomanos no esperaban un asalto en esa zona, lo que permitió una ganancia significativa de terreno para los aliados a un coste relativamente bajo.

A partir del 1 de julio, Liman von Sanders ordenó una serie de contraataques contra las nuevas posiciones aliadas. Oleada tras oleada, los turcos se estrellaron contra las defensas británicas, sufriendo entre el 1 y el 5 de julio cerca de 15.000 bajas, lo que les dejó exhaustos y decididos nuevamente a retomar la estrategia defensiva.

Un corto periodo de inactividad permitió reforzar nuevamente las defensas de ambos bandos y reorganizar las dañadas formaciones. La tranquilidad finalizaría el 12 de julio, cuando tropas frescas de la 52ª división, asaltaron frontalmente el Valle de Achi Baba Nullah, frente a la zona de Krithia, y que sería conocido como el “Bloody Valley”. El ataque se coordinó con un asalto de la brigada Naval desde ANZAC al este, y de los franceses desde el oeste. Las dos brigadas de la 52ª División participantes, con 7.500 hombres, consiguieron avanzar unos pocos metros a un coste enorme… Al acabar el día 2.500 bajas de la división, un tercio de los atacantes, reposaban sobre el terreno, junto con 800 franceses y 500 hombres de la Brigada Naval. Aun así, los turcos sufrieron mayores pérdidas en su desesperada defensa, casi 10.000 hombres.

Con este ataque finalizaban las operaciones de julio, en medio de un claro estancamiento donde ningún bando obtenía ninguna ventaja. A los ingleses les estaba costando un enorme esfuerzo bélico, y sólo estaban obteniendo réditos de su campaña submarina, ya que algunos submarinos habían conseguido atravesar los Dardanelos y estaban causando fuertes bajas entre los buques otomanos en el Mar del Mármara. Pero el esfuerzo era excesivo… O se rompía el frente o sería difícil sostener una posición tan arriesgada durante el mal tiempo.

LA CAMPAÑA TERRESTRE. LA OFENSIVA FINAL:
Cartel de la película de Peter Weir (1981)
Los continuados fracasos aliados en conquistar los objetivos en Helles y Krithia, obligaron a Hamilton a cambiar su estrategia. Era necesario y urgente el conseguir una ruptura, por lo que se realizó un nuevo plan de operaciones para conquistar en Agosto las posiciones de Chunuk Bair y la Colina 971.

En el periodo de descanso previo, ambos bandos se reforzaron enormemente. De hecho, los británicos contaban ya con 15 divisiones, mientras los otomanos habían duplicado sus fuerzas en la península. Como apertura de operaciones, se planeó un desembarco en la Bahía de Suvla, situada muy al norte de ANZAC; el objetivo de la operación era colocas a dos divisiones del IX Cuerpo británico en una posición de amenaza del flanco otomano avanzando sobre Sari Bair al noroeste, lo que les obligaría a retirar fuerzas del frente principal. Además, ANZAC atacaría a modo de distracción la posición fuerte conocida como “Baby 700”, utilizando a la 3ª Brigada de Caballería Ligera de Australia Occidental (hecho que también se refleja en el film “Gallipoli”) mientras los neozelandeses atacaban la fortaleza de Chunuk Bair, y fuerzas de la 4ª Brigada Australiana y la 29ª División India avanzarían hacia la Colina 971.

Los desembarcos en la Bahía de Suvla se realizaron en la noche del 6 de agosto, sin encontrar oposición. Comandados por el Teniente General Frederick Stopford, nuevamente las tropas no habían previsto desembarcos sencillos, por lo que, cuando se decidió a avanzar hacia el interior, fracasó en conseguir sus objetivos, ya que dieron tiempo a los turcos a ocupar las altura de Anafarta, cubriendo los accesos desde las playas hacia el interior, y machacando a las unidades que intentaban avanzar.

La Caballería Ligera espera la muerte. Fotograma "Gallipoli"
A alguien se le olvidó informar a los ataques de diversión que los desembarcos se habían logrado en la noche, así que se iniciaron los asaltos al mediodía, tanto desde Helles como desde ANZAC. En Helles, los ataques hacia Krithia fueron nuevamente rechazados sangrientamente. En ANZAC, la 1ª Brigada de Infantería Australiana abandonó las trincheras desde “Lone Pine” para apoyar el ataque principal sobre Chunuk Bair y la Colina 971, capturando de forma sorpresiva la principal trinchera turca, aunque su esfuerzo sería inútil, ante el gran fracaso en los ataques principales.

La Brigada Neozelandesa consiguió ganar a gran coste 500 metros hacia el Chunuk Bair, pero tuvo que atrincherarse al ser incapaz de ganar la cima, preparando su asalto para el día 7 de agosto. El retraso en la operación (y su no suspensión, recordemos que era un ataque de diversión) tuvo fatales consecuencias para la Caballería Ligera Australiana. Su ataque se retrasó para hacerlo coincidir con el de los neozelandeses, ya que debían caer sobre la retaguardia de las fuerzas que estos enfrentaban. Fueron los primeros en salir de la trinchera el día 7, sufriendo un enorme castigo; apenas eran capaces de avanzar unas decenas de metros antes de caer acribillados por las ametralladoras otomanas; todo había salido mal, ya que la preparación artillera fue insuficiente, sólo sirvió para alertar a las tropas otomanas, y los ataques se espaciaron mucho, permitiendo la llegada de refuerzos turcos.

Además, las tropas que debían atacar la Colina 971, fueron incapaces de iniciar su ataque, lo que permitió que los turcos se concentrasen frente a “Neck” y Churuk Bai.

Los neozelandeses conservaron un par de días sus posiciones próximas a Chunuk Bair, antes que las fuerzas de refresco que les sustituyeron fuesen expulsadas el día 10 de agosto por un enérgico contraataque liderado por Mustafá Khemal, dejando en nada las posibilidades de victoria aliada.

Las fuerzas participantes habían sufrido enormes pérdidas. Uno de los batallones neozelandeses que atacaron el Chunuk Bair, el Batallón de Wellington, sufrió 711 bajas de 760 hombres. La 3ª Brigada de Caballería Ligera de Australia Occidental fue deshecha perdiendo dos tercios de sus hombres.

La aventura en Suvla continuó. Con la llegada de nuevos refuerzos, se inició un nuevo asalto a través de la Planicie de Anafarta el día 18 de agosto; la 54ª División intentó alcanzar Kavak Teppe con desastrosos resultados, tanto que el Alto Mando empezó a considerar la evacuación de Suvla y ANZAC. Entre las unidades perdidas en el curso de los ataques en Suvla estaba el famoso Regimiento de Norfolk, conocido como el “Regimiento perdido”; en el curso de la batalla, avanzó el 12 de agosto, quedando aislado y siendo destruido completamente. Surgieron numerosas leyendas al respecto, desde que fueron ejecutados hasta que desaparecieron en una extraña niebla; lo cierto es que los que no murieron fueron capturados.

Siguieron llegando refuerzos desde Egipto, intentándose un nuevo asalto desde Suvla y ANZAC, a fin de conquistar la Colina de la Cimitarra y la Colina 60, lo que permitiría unir ambas playas, pero el ataque del 21 de agosto resultó otro sangriento fracaso.

Recreadores turcos
Hamilton solicitó 95.000 nuevas tropas para continuar la ofensiva, pero el anuncio francés de una ofensiva en el Frente Occidental para el otoño impedía la llegada de tantas fuerzas. La entrada en guerra de Bulgaria permitiría a los alemanes armar y reforzar a los otomanos, por lo que Kitchener retiró tres divisiones del frente de los Dardanelos para proteger su despliegue en Salónica, Grecia.

Esto, sumado a la epidemia de disentería que asolaba las trincheras, daba por finalizada las opciones de continuar con éxito la campaña terrestre.

LA EVACUACIÓN:
Los reiterados éxitos del Ejército Otomano y las cuantiosas bajas entre las tropas de los Dominios y británicas crearon una corriente negativa en la opinión pública británica sobre la continuidad de la ofensiva. El Alto mando británico comenzó a trazar planes para la evacuación general, aunque Hamilton lo paralizó, temiendo el descrédito que la derrota supondría para las armas británicas.

Se apoyó para mantener las posiciones en los éxitos de la campaña submarina en el Mármara, aunque no era suficiente bagaje teniendo en cuenta la entrada en guerra de Bulgaria a favor de los Poderes Centrales. Esto obligaría a los aliados a abrir un nuevo frente en Grecia, ante la amenaza sobre el importante puerto de Salónica. La retirada de tres divisiones del Frente de Gallipoli y el desvío de refuerzos hacia el nuevo frente a primeros de octubre, sentenció definitivamente la necesidad de evacuar un terreno en el que no se obtendrían réditos.

Buques británicos apoyan la evacuación en Suvla
A través de la nueva ruta a través de Bulgaria, comenzaron a llegar toneladas de armamento alemán a reforzar las armas turcas. La intervención de artillería austrohúngara en las operaciones en Gallipoli impulsó al nuevo jefe operacional Aliado, General Monro, a recomendar la inmediata evacuación. Tras una visita al frente a principios de noviembre, y entrevistarse con los comandantes aliados en Helles, Suvla y ANZAC, Kitchener se rindió a la evidencia y solicitó al Gabinete de Gobierno autorización para la evacuación.

Se previó que las bajas en la evacuación, debido a la proximidad del enemigo, podían ser cuantiosas. El mal tiempo alcanzó las trincheras, inundándolas primero y congelándolas después, causando numerosas muertes entre los aliados. Se hizo imperioso el desalojo, el cual se inició el 7 de diciembre. Inicialmente se retiraron gradualmente pequeñas unidades, a fin de no atraer el fuego otomano; en Suvla y ANZAC las últimas tropas abandonaron las playas el 20 de diciembre, en la única parte de la operación bien planeada y desarrollada.

Aunque apenas se sufrieron bajas, se perdieron toneladas de suministros, que en su mayoría quedarían en manos otomanas. En el sector de ANZAC los ingenieros cavaron una mina que hicieron estallar cuando los soldados otomanos tomaban las trincheras en el entorno del “Neck”, matando cerca de un centenar de hombres, siendo la última acción de guerra en la zona.

Cementerio en Gallipoli
En Helles no se inició la evacuación hasta finales de diciembre. Los turcos estaban alertados de la retirada, por lo que comenzaron a presionar inmediatamente. La evacuación comenzó el día 28 de diciembre, bajo los constantes ataques turcos. Liman von Sanders organizó un gran asalto para el 7 de enero de 1916, pero el ataque fue un fracaso muy costoso, que permitió al anochecer del mismo día la retirada de las posiciones de Helles sin mayores contratiempos, aunque al igual que en los otros sectores, abandonando enormes cantidades de suministros en manos turcas.

La batalla de Gallipoli había finalizado.

BAJAS:
La campaña fue costosísima en relación al tamaño de la misma. Miles de hombres de ambos bandos murieron o fueron heridos, para una ganancia nula de terreno. En la siguiente tabla se pueden ver las bajas detalladas:

Bajas en Gallipoli (no incluidas las causadas por enfermedades)
Muertos
Heridos
Desaparecidos y
prisioneros
Total
Imperio Otomano
56,643
107,007
11,178
174,828
Gran Bretaña
34,072
78,520
7,654
120,246
Francia
9,798
17,371
27,169
Australia
8,709
19,441
28,150
Nueva Zelanda
2,721
4,752
7,473
India
1,358
3,421
4,779
New Foundland
49
93
142
Totales Aliados
56,707
123,598
7,654
187,959


Monumento a los Caídos (Gallipoli)
La campaña de los Dardanelos finalizaba como una de las más inútiles y costosas maniobras militares de la Historia. Ahora había que mirar de nuevo al Frente Occidental.