martes, 18 de octubre de 2016

ARTÍCULO XXVIII. (ESTANCAMIENTO). EASTERN EUROPE WAR*. RUMANIA Y LOS BALCANES. LA CAMPAÑA DEL CAÚCASO

Recreación en Rumanía, agosto de 2.016.
*El Apocalipsis continuaba extendiéndose por la vieja Europa con un manto de muerte y destrucción, atrayendo, como si fuese un agujero negro, a nuevos actores a la tragedia que se llevaba escribiendo desde 1.914. Rumanía, nación floreciente del sureste europeo, no supo quedarse al margen de la carnicería, y reclamó, durante el verano de 1.916, su cuota de muerte, ligando su destino al de las naciones de la Entente. En esta entrada del blog analizaremos los porqués de la entrada de Rumanía, y conoceremos cual fue su participación en el conflicto. Pero, como el título indica (La Guerra en el Oriente Europeo), trataremos también como se desarrolló el conflicto en las zonas próximas de guerra; en los Balcanes, donde la entrada en guerra de Rumanía animaría la misión aliada en Salónica, o en el Caúcaso, donde el ejército ruso desarrolló una eficiente campaña contra las fuerzas otomanas, mientras estas se esforzaban por encontrar culpables a sus fracasos militares en ese frente y decidían masacrar al pueblo armenio como cabeza de turco (nunca mejor dicho).

Espero que disfrutéis de la entrada, tanto como yo escribiéndola.

LA RUMANÍA MODERNA. DE LOS PRINCIPADOS A LAS GUERRAS BALCÁNICAS:
La Europa de 1.648, ya reflejaba a los principados rumanos.
Fuera de Rumanía, la historia rumana es muy desconocida, y la mayor parte de los profanos apenas conocen leyendas, como la del príncipe valaco Vlad Tepes, conocido como Drácula; sin embargo, la Historia rumana puede extenderse largamente en el tiempo, hasta la época de las tribus dacias del Danubio que se enfrentaron al Imperio Romano; una historia plagada de personajes singulares, batallas y luchas civiles que se alargaron durante muchos siglos. Nuestro análisis, no obstante, va a iniciarse durante el Renacimiento rumano, durante el periodo de ocupación por parte del Imperio Otomano, al que las regiones rumanas, Valaquia, Moravia y Transilvania, rendirían vasallaje o serían conquistadas.

Fue en 1.541 cuando el Imperio Otomano, tras una larga lucha con el Sacro Imperio, obtuvo el control sobre la práctica totalidad de los Balcanes e importantes territorios de Hungría. Entre los territorios balcánicos se encontraban los principados de Moravia y Valaquia, que disfrutaban de independencia dentro del Imperio Otomano, prestándoles vasallaje a cambio de su protección, mientras la sumisión y el pago de impuestos se cumpliesen. Los principados rumanos, amparados por los otomanos, fueron dejando atrás la economía feudal propia de la Edad Media, e integrándose en un sistema económico y social más moderno, basado en un floreciente comercio, convirtiéndose en potencias económicas y comerciales entre las naciones balcánicas.

La región de Transilvania, por su parte, que había sido conquistada por el Imperio Otomano y recuperada posteriormente por el Imperio, fue entregada por a Juan II de Hungría, quién creará el principado de Transilvania, del que será el primer titular. Juan I de Transilvania llevará a su pueblo importantes mejoras, tanto a nivel comercial como militar; además, trajo nuevas ideas religiosas, imponiendo el calvinismo tras emitir el Edicto de Turda (1.568). Durante años los calvinistas gobernarán Transilvania, hasta que, poco a poco, vayan cediendo su puesto al protestantismo centroeuropeo.

Los tres principados rumanos tenían muchas cosas en común; desde tradiciones hasta el idioma, sólo hacía falta algo de tiempo para que comenzasen a pensar en que juntos serían más fuertes. El primer intento de conformar una nación unida y poderosa se remonta al año 1.600, cuando el príncipe de Valaquia Mihai Viteazul, conocido como Miguel el Bravo, se convirtió en regente de los tres principados. El experimento tan sólo se alargó un año, ya que en 1.601 la unión se disuelve. Los intereses comerciales de cada uno de los principados les motivará para disolver la unión; Moldavia y Valaquia permanecerán como principados independientes durante casi dos siglos; por su parte, Transilvania se convertirá en Reino, viviendo una auténtica época dorada durante el reinado de Gabor Bethlen.

Rumania tras proclamarse reino independiente.
En 1.699, el Imperio Austrohúngaro se enfrentó nuevamente al Imperio Otomano, al que derrota con cierta facilidad. En pago a su victoria, reclama para si el reino de Transilvania, convirtiéndolo en una provincia más bajo control austriaco. Austria atraviesa durante el siglo XVIII un periodo expansionista, fijándose en los territorios bajo control otomano, cuyo poder se ha ido debilitando al ritmo que sus rivales fronterizos, Austria y Rusia, crecían a su costa. En 1.718 la mayor parte de Valaquia pasa a ser provincia austriaca, perdiendo su independencia; años después, su avance llega hasta Moldavia, ocupando la región de la Bukovina; años después, en 1.812, el Imperio ruso se hace con la Besarabia.

El férreo control que ejercían las autoridades austriacas sobre las regiones más orientales de su imperio, junto a la desconsideración que tienen hacia los ciudadanos rumanos, considerados parias para las autoridades austriacas, harán surgir en las provincias rumanas un sentimiento nacionalista que, pronto, comenzará a dar firmes pasos hacia su unificación e independencia.

En 1.829 se firma el Tratado de Adrianápolis, que finalizará la guerra ruso-turca y devolverá el control de los vitales puertos rumanos en el Mar Negro y parte de la provincia de Valaquia al Imperio Otomano. Los territorios rumanos que se encontraban bajo dominio ruso serían gobernados hasta 1.834 por Pavel Kiselyov, gobernador que impulsó la redacción y aprobación de la primera constitución rumana, apoyado por los principales señores (boyardos) rumanos.

En 1.848, Rumanía no sería una excepción a la ola revolucionaria que se extiende por Europa. Aun cuando la revolución no llegó con la intensidad que a otras naciones, tanto Valaquia como Moldavia intentan aprovecharse de la misma forzando su independencia, mientras que en Transilvania la población intenta forzar su emancipación del Imperio Austrohúngaro, fracasando ante la represión ejercida sobre los impulsores por las autoridades austriacas. Sin embargo, este fracaso fue un acicate para que los habitantes de las provincias rumanas, oprimidos en su propia tierra, sintiesen aun más la necesidad de guiar su propio destino. El nacionalismo rumano comenzó a cobrar fuerza tanto en el campo como en las ciudades, aprovechándose de las ventajas que la Revolución Industrial aportó para la rápida transmisión de una idea.

Las peticiones de las naciones rumanas a las grandes potencias para que apoyasen la unificación e independencia del Imperio Otomano de los territorios de Valaquia y Moldavia caen en saco roto. En respuesta, la represión otomana creció, subiendo los impuestos y reprimiendo violentamente las manifestaciones nacionalistas rumanas.

Domnitor Alexandru Ioan Cuza
En 1.859 los representantes de las provincias de Valaquia y Moldavia eligen un Domnitor, un regente, en la figura de Alexandru Ioan Cuza, quién solicitó la independencia de las provincias rumanas del Imperio Otomano, que se encontraba en una profunda crisis, pero no consiguen el apoyo internacional necesario para lograrlo; los intentos de Valaquia y Moldaviapor agruparse en un único gobierno hace surgir sentimientos nacionalistas en Transilvania, a la que el Imperio Austrohúngaro sujeta bajo su control con férrea mano.

En 1.866, el ejército, apoyado por asesores austriacos, da un golpe de estado contra Cuza. El puesto de Domnitor es entregado a Carlos de Hohenzollern-Sigmaringen, quién se otorgará a si mismo el rango de Príncipe, siendo conocido como Carol de Rumanía. El nuevo príncipe introdujo reformas en la administración del Estado y en el ejército, modernizándolo y dirigiéndolo personalmente al combate contra sus antiguos opresores, el Imperio Otomano. El 9 de mayo de 1.876 estalló la Guerra de Independencia Rumana; el príncipe Carol, al frente de sus fuerzas y las de sus aliados rusos, dirigió personalmente el sitio de Pleven, en el curso de la guerra contra el Imperio Otomano. En 1.877 la guerra finalizó, con la victoria rusa, que solicitó, entre las reparaciones de guerra, que el Imperio Otomano reconozca la independencia rumana.

Al siguiente año, 1.878, la firma del Tratado de Berlín obligó al Imperio Otomano a reconocer la independencia de Rumanía. Las grandes potencias europeas también reconocen el derecho de autodeterminación del pueblo rumano. Como pago por el apoyo durante su guerra de independencia, Rumanía obsequia a Rusia con la Besarabia, obtieniendo a cambio una salida al Mar Negro y la zona norte de la región de Dobruja.

Karl (Carol) I de Rumanía
El 14 de marzo de 1.881, el príncipe Carol es nombrado rey, gobernando el reino con el título de Carol I de Rumanía. Su reinado marcará un periodo de gran desarrollo económico, político y social para Rumanía, aprovechando el viento favorable creado por la revolución industrial. El único problema interno relevante que debió afrontar fue el levantamiento campesino de 1.907, impulsado por los bolcheviques, que sería violentamente reprimido por el ejército rumano.

Mientras tanto, la tercera provincia de la actual Rumanía, Transilvania, vivía su propio Via Crucis. Reprimido el nacionalismo rumano por las autoridades austriacas, que actuaban con mano de hierro ante cualquier intento de levantamiento o reclamación, sometiendo a la población rumana a difíciles condiciones de vida. El caso más conocido fue en 1.894, cuando importantes miembros de la jerarquía social transilvana, enviaron un memorándum a las autoridades austriacas, demandando derechos para la población de origen rumano; sin más contemplaciones, el gobernador de Transilvania los juzgó y condenó por traición.

Las buenas relaciones de Rumanía con sus vecinos la alejaron de la complicada situación que la desintegración del Imperio Otomano causó sobre los países balcánicos, con el estallido del conflicto territorial entre Bulgaria, Serbia y Grecia contra el Imperio Otomano, en la que sería conocida como la Primera Guerra Balcánica. Esta neutralidad le otorga fuertes réditos, ya que reclamó a su aliada Rusia un “premio” por no intervenir, aun cuando las presiones otomanas, que necesitaba de aliados, fueron muy notables; el premio tenía nombre, la parte sur de la región de Dobruja, en manos búlgaras. La reclamación no prosperó, aunque si que consiguió la ciudad de Silistra, ante la sorpresa e indignación búlgaras.

La reina y el rey Carol pasan revista a las tropas en 1.913
La relación entre ambos países (Rumanía y Bulgaria) se enturbió prácticamente sin solución, aunque Rumanía ratificó su neutralidad cuando Bulgaria fue a la guerra contra sus antiguos aliados, Grecia y Serbia, a consecuencia de unas discusiones territoriales sobre la posesión de la Macedonia, iniciándose la Segunda Guerra Balcánica el verano de 1813. Dicha posición cambiará rápidamente, ya que la dimisión del gobierno Danev en Bulgaria y la llegada del gobierno Radoslavov no consiguen detener la guerra con Grecia y Serbia, que se apresuran a golpear a Bulgaria, infringiéndoles serias derrotas en la Macedonia.

El rey Carol y su gobierno, viendo que podían obtener importantes réditos de una intervención en el conflicto, deciden emitir una nota diplomática en la que “declaran la guerra a su vecina Bulgaria”, pero dejando claro que “Rumanía no tiene intención de subyugar o dominar a Bulgaria, si no de obtener los territorios bajo su reclamación sin más perjuicio” para su rival. El 10 de julio de 1.913, el ejército rumano, que se ha movilizado cinco días antes, invade Bulgaria. El 5º Cuerpo de Ejército, con 80.000 soldados comandados por el heredero al trono, el príncipe Fernando, atraviesa la frontera del sur de Dobruja, desde Tutrakan a Balchik. No existe apenas oposición por parte de la guarnición búlgara, y el cuerpo de caballería rumano ocupa pocos días después el vital puerto comercial de Varna. Completada la ocupación de Dobruja, el príncipe Ferdinand dirige su atención hacia la misma Bulgaria, atravesando la frontera entre ambos países la noche del 14 al 15 de julio.

Las victorias rumanas se suceden ante la escasa oposición búlgara, cuyo grueso del ejército se encuentra enfrentado en precaria situación a las tropas serbias y griegas. El 18 cae la población de Ferdinand, y el 20 de julio lo hará Vratsa, a poco más de 100 km de la capital búlgara, Bucarest. El 25 de julio su avance hacia el oeste les lleva a unirse con el ejército serbio, que avanza desde la Macedonia, poniendo en peligro todo el sistema defensivo búlgaro. Sofia es declarada ciudad abierta, y Bulgaria se rinde, dando por finalizada la segunda Guerra balcánica.

La familia real rumana
El Ejército rumano sufrió muy pocas bajas en combates, apenas unos pocos miles de hombres, aunque la enfermedad, en concreto la epidemia de cólera que afectó a los Balcanes en estas fechas, se cobró la vida de 6.000 soldados. La guerra se cerrará definitivamente con la firma del Tratado de Bucarest, donde Bulgaria renunciará a sus derechos sobre el Sur de Dobruja, en favor de Rumanía.

Rumanía salía triunfante, y se preparaba para vivir un nuevo periodo dorado, pero los acontecimientos del trágico verano de 1.914 iban a cambiar por completo la historia europea, y por consecuencia, la historia rumana.

EL LARGO CAMINO DE RUMANÍA HACIA EL ABISMO DE LA GUERRA:
La policía bosnia detiene a Gavrilo Princip tras asesinar
al Archiduque Francisco Fernando, el 28 de junio de 1.914
Cuando Gavrilo Princip asesinaba al archiduque Francisco Fernando y a la archiduquesa Sofía, no podía prever las trágicas consecuencias que el magnicidio que acababa de cometer tendría en el devenir de la moderna historia europea. Las decisiones que las diversas naciones europeas tomaron en las siguientes semanas o meses, supondrían la diferencia entre el sufrimiento extremo de sus sociedades o el mantenerse al margen de la matanza.

Rumanía tenía la fortuna de contar con un consejo real cabal e inteligente, que valoró mucho las sugerentes opciones que le mostraban tanto las Potencias Centrales como las de la Entente, decidiendo hacer oídos sordos a los cantos de sirena que les presionaron durante la Crisis de Julio de 1.914.

En los años previos, como todas las naciones europeas, el gobierno rumano se movió entre dos aguas, firmando acuerdos públicos y secretos. La antipatía hacia los Romanov y la prepotencia con que trataba el gobierno ruso a los países balcánicos, hicieron que el rey Carol firmase a comienzos del siglo XX una Triple Alianza con Austria y Alemania. Sin embargo, las noticias que procedían de Transilvania y el deterioro de la situación social y política en el Imperio Austrohúngaro, junto con la negativa austriaca a apoyar las reclamaciones rumanas al final de la Primera Guerra Balcánica, hicieron crecer la antipatía hacia sus vecinos.

Ion Brâtianu, primer ministro
rumano, partidario de la
entrada en guerra de Rumanía
a favor de la Entente.
Cuando la guerra estalló entre las Potencias Centrales, Francia y Rusia, el rey Carol convocó a su consejo real. El 3 de agosto de 1.914, mientras los alemanes se dirigían hacia la frontera belga, el rey Carol puso toda la carne en el asador, al ser el único miembro en el consejo que defendió la postura de cumplir su tratado con las Potencias Centrales y atacar a Rusia, a fin de recuperar la Besarabia. El temor invadió a los miembros del consejo, que preveían una airada reacción rusa sobre sus fronteras, y descreídos de la ayuda austriaca en ese caso, por lo que todos, salvo el rey, votaron a favor de permanecer neutrales. El rey Carol aceptó la decisión del consejo, comunicando a los representantes de las Potencias Centrales que su alianza era firme, pero que no podía “desenvainar la espada sin el beneplácito del pueblo”.

La realidad es que Carol no tenía muchas fuerzas para imponer su voluntad. La mayor parte del gobierno era partidario de una alianza con la Entente y atacar a Austria para recuperar la Bukovina y Transilvania, y había comenzado a movilizar al pueblo para que apoyase esta opción; además, Carol se encontraba gravemente enfermo, y no deseaba pasar a la historia por imponer su voluntad, aun cuando sus familiares austrohúngaros le presionaban abiertamente para que lo hiciese, desoyese al pueblo y cumpliese los compromisos firmados.

El rey Carol I, no tuvo fuerzas para oponerse a la decisión de
su pueblo. De ascendencia austrohúngara, era partidario de
apoyar a las Potencias Centrales. Falleció el 3 de octubre de
1.914, tras padecer una larga enfermedad.
En septiembre, tras la derrota alemana en El Marne y los avances rusos en Galitzia, la agitación pública a favor de la Entente llegó al máximo. El rey, en un intento por calmar al pueblo y al gobierno, solicitó a las autoridades austrohúngaras que cediesen a Rumanía parte de la Bukovina, y que realizasen reformas que mejorasen las condiciones de vida de la población rumana en Transilvania, con escaso éxito. Deprimido por su enfermedad y por los problemas generados por el conflicto entre la monarquía y el gobierno, el rey Carol se planteó la abdicación. Sin embargo, sería la muerte quién lo encontrase antes de tomar una decisión; el 3 de octubre de 1.914, Carol I, primer rey de Rumanía, fallecía en su cama.

Tras las protocolarias exequias, el príncipe heredero Fernando fue nombrado rey, con el título de Fernando I de Rumanía. Carente de experiencia e indeciso en el gobierno, a pesar de su carrera militar y de su tirunfante campaña contra los búlgaros, tuvo que poner en manos del primer ministro del gobierno búlgaro, Ion Brátianu, la dirección de la diplomacia y el buen gobierno de Rumanía.

Conmemoración centenario de entrada en guerra de Rumanía.
Agosto de 2.016.
El primer ministro Brátianu había sido elegido en febrero de aquél año. Era el líder del PNL (Partido Nacional Liberal), y era un francófilo declarado, aunque también un antisemita notable. Aunque había decidido, con el apoyo del rey Fernando, entrar en guerra a favor de la Triple Entente, el ejército rumano era deficiente para el tipo de guerra que se estaba viendo, además de no contar con planes de movilización nada más que para confrontar la amenaza rusa en la Besarabia.

El alto mando del ejército rumano comenzó a diseñar un plan de acción contra Austrohungría en la Bukovina, mientras la diplomacia comenzaba a dar pasos para afianzar la alianza rumana. El gobierno rumano alcanzó un acuerdo con el italiano para avanzar en paralelo en el proceso de incorporación de ambas naciones a la Entente. También obtuvo de Rusia garantías de respetar los derechos de Rumanía sobre las provincias austriacas de mayoría rumana, a cambio de mantener la neutralidad y no intervenir a favor de las Potencias Centrales.

Cementerio judío en Rumanía. La persecución de la población
judía le causó numerosos problemas al gobierno rumano.
La compra de material bélico a Francia y Gran Bretaña a comienzos de 1.915, dejaba bien claro hacia donde se dirigían las preferencias rumanas. Sin embargo, la persecución y expulsión de judíos rumanos por parte del gobierno, muchos de los cuales huyeron a Estados Unidos, hizo que tanto esta nación como Gran Bretaña paralizasen la venta de armamento a Rumanía y protestasen abiertamente sobre su política interior. Los judíos eran considerados ciudadanos de segunda clase; carecían de derechos civiles y no tenían acceso a trabajos ni ayudas estatales, por lo que muchos de ellos vieron en la emigración la única salida a la opresión a que eran sometidos.

Los intentos rumanos por llevar una política diplomática paralela a la italiana hasta entrar ambos en guerra, quedo en el olvido cuando Italia firmó en secreto el Tratado de Londres, que le obligaba a entrar de forma inmediata en guerra. Brátianu, contrariado, decidió alejarse de Francia y aproximarse a Rusia, donde creía que podría encontrar mayor sensibilidad en aquellos momentos a sus demandas. Por tanto, el 3 de mayo de 1.915, los delegados rumanos en San Petersburgo presentaron al gobierno ruso un memorándum con sus demandas, que a todas luces era exagerado, tanto que el gobierno ruso se vio forzado a denegarlas.

Las negociaciones continuaron, y a mediados de julio, cuando la ofensiva alemana en Gorlice-Tarnow se encontraba en pleno auge y el ejército ruso corría el riesgo de ser completamente destruido, las tornas se cambiaron; las reclamaciones rumanas fueron aceptadas, a cambio que Rumanía entrase en guerra de forma inmediata. Sin embargo, el 3 de agosto de 1.915 las fuerzas alemanas tomaban Varsovia, lo que daba un vuelco a la situación del Frente Oriental, y Brátianu, con inteligencia, decidió retrasar la entrada rumana en el conflicto hasta que se diesen las circunstancias adecuadas.

El rey Fernando sella la declaración de guerra al Imperio
Austrohúngaro (26 de agosto de 1.916)
Este hecho fue interpretado por Alemania como un signo de debilidad o duda en el gobierno rumano, lo que aprovechó para explorar las posibilidades de una nueva alianza con Rumanía. La negativa del gobierno Brátianu a valorarlo, impulsó la petición alemana de permitir el tránsito de suministros hacia el Imperio Otomano, como muestra de buena voluntad por parte de Rumanía, a lo que también obtuvieron una respuesta negativa. A cambio, y en contra de los más recalcitrantes defensores de la intervención a favor de la Entente, decidió mantener la neutralidad rumana durante 1.915, no haciendo nada cuando Bulgaria se unió a la guerra y Serbia fue completamente derrotada por las Potencias Centrales. Además, restauró la venta de grano a las Potencias Centrales, suspendida en 1.914, aunque a cambio de un alto precio.

Para comienzos de 1.916, los planes militares rumanos contra Austrohungría estaban ya finalizados, por lo cual el gobierno retomó las negociaciones pasa su adhesión a la Entente; 1.915 había sido un mal año para las naciones orientales de la Entente, con la caída de Serbia y la grave derrota rusa en Polonia y Galitzia, por lo que el gabinete de Brátianu no pensaba prestar su apoyo sin un firme compromiso aliado en la neutralización de Bulgaria. Solicitó a Rusia el envío de un ejército de 200.000 en su apoyo a la apertura de hostilidades, y a los aliados occidentales una reactivación de la campaña de Salónica que pusiese a los búlgaros contra las cuerdas.

La negativa rusa a prestar tal cantidad de hombres, indispensables en la ofensiva que estaba preparando para el verano de 1.916 (la que sería la Ofensiva Brusilov), ocasionó un nuevo retraso en la firma de un acuerdo. Las victorias rusas durante la campaña de verano, especialmente la penetración en la Bukovina, permitió, finalmente, que el rey Fernando y el ejecutivo Brátianu diesen su autorización para sellar, el 17 de agosto de 1.916, el Tratado de Bucarest, que vincularía su destino al de las naciones de la Triple Entente.

Rey Fernando I de Rumanía
El tratado constaba de dos partes, una política y otra militar; la parte política incluía el reconocimiento por parte de las potencias de la Entente de las reclamaciones rumanas sobre los territorios de Transilvania, el Banato, la Bukovina, Crisana y Maramures, así como el compromiso de ser tratada en igualdad en unas posteriores negociaciones de paz con las Potencias Centrales; por su parte, la convención militar determinaba que el ejército rumano atacaría en un plazo de cinco semanas al Imperio Austrohúngaro en la Transilvania, mientras que Rusia profundizaría su ofensiva en la Bukovina y enviaría un cuerpo de ejército a Dobruja, a fin de oponerse a cualquier intento de intervención búlgara. Además, Francia y el Imperio Británico se comprometían a reactivar su campaña en Salónica, a fin de obligar al ejército búlgaro a retorceder y amenazar Bulgaria desde el sur.

Los profundos avances rusos en el frente de Bukovina a finales de agosto, obligaron al gabinete Brátianu a acelerar los preparativos para forzar su entrada en guerra, ante el riesgo que suponía la penetración rusa para sus aspiraciones territoriales. Por tanto, aun cuando el estado mayor declaró que el ejército aun tardaría algunas semanas en estar completamente movilizado, Brátianu se reunió con el rey Fernando, y ambos decidieron presentar antes de finales de agosto la declaración de guerra al Imperio Austrohúngaro.

El 26 de agosto de 1.916, los representantes rumanos en Viena entregaban la declaración de guerra formal al gobierno austriaco. Rumanía había entrado en el conflicto y pronto conocería las consecuencias.


RUMANÍA DURANTE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL. DEL EFIMERO ÉXITO AL DESASTRE:
Oficiales rumanos antes de un desfile previo a la guerra.
Aun cuando Rumanía no entró en el conflicto hasta finales de agosto de 1.916, la realidad decía que el pueblo rumano llevaba en guerra mucho tiempo; numerosas tropas de origen rumano combatían en el ejército austrohúngaro desde el comienzo del conflicto. Hasta 150.000 de ellos morirían en los campos de batalla antes que la guerra acabase; y ahora se encontraban ante la perspectiva de enfrentarse cara a cara con sus compatriotas.

Durante la noche del 27 de agosto de 1.916, los ejércitos rumanos I, II y Norte, siguiendo las guías maestras del Plan Z desarrollado por el Alto Mando rumano, invadieron Transilvania a través de los montes Cárpatos. Los austrohúngaros no se encontraban preparados para repeler una invasión de tres ejércitos, y sólo disponían en el sector del débil I Ejército, que descansaba en la zona tras participar contra los rusos en las semanas previas. El ímpetu de los ejércitos rumanos fue suficiente para empujar al ejército austrohúngaro hacia Hungría, perdiendo en muy pocos días las ciudades de Brasov, Fagaras y Miercurea Ciuc.

Soldados rumanos en un descanso en los avances iniciales.
Avanzando por territorio mayoritariamente de etnia rumana, la población civil recibió a los invasores como libertadores, proveyendo a las fuerzas rumanas de suministros, proporcionando guías en los pasos de montañas, y prestando asistencia a los heridos. El rápido avance de las fuerzas rumanas, que amenazaban con entrar en Hungría, alarmó al Estado Mayor alemán, ya en manos del dúo Hindemburg – Ludendorff, tras haber obtenido la destitución de Erich von Falkenhayn el 29 de agosto de 1.916. Con notable celeridad, despacharon importantes refuerzos a la zona, algo con lo que los aliados de la Entente no habían contado; la Ofensiva Brusilov, en el este, y la Ofensiva del Somme, en el oeste, deberían haber retenido suficientes refuerzos alemanes como para colapsar su sistema defensivo. Sin embargo, la realidad es que Falkenhayn, primero, y Ludendorff, más tarde, habían creado un importante núcleo de refuerzos estratégicos que comenzaron a mover entre los diferentes frentes.

Falkenhayn fue degradado al mando del IX Ejército,
tras su destitución como comandante en jefe alemán.
Dirigirá sus tropas a una inconclusa victoria
en el Frente Rumano.
A mediados de septiembre, el antiguo Comandante en Jefe del Ejército Alemán, Erich von Falkenhayn, fue despachado al mando de ocho divisiones de infantería y el cuerpo alpino con destino Transilvania; allí se unirían a cuatro divisiones de refresco austriacas, para conformar el IX Ejército alemán, y detener en seco los progresos rumanos.

Desde el primero de septiembre, los alemanes iniciaron maniobras que impidiesen que el avance rumano consiguiese sus objetivos; el primero en intervenir fue la fuerza multinacional mandada por August von Mackensen, compuesta por el III Ejército búlgaro y varias divisiones alemanas y turcas, que atacaron Rumanía a través del río Danubio, avanzando hacia Constanza. La guarnición rumana de Turtucaia aguantó cercada por tropas búlgaras antes de rendirse el 6 de septiembre, sin que el III Ejército rumano, que intentaba defender todo el sector, consiguiese rescatarles. Todos los intentos del III Ejército por detener a las fuerzas de Mackensen fracasaron, siendo derrotados en las batallas por Silistra, Dobrich o Amzacea, y viéndose obligado a replegarse ante la potencia de fuego desplegada por las tropas de las Potencias Centrales.

Mientras tanto, los aliados occidentales incumplían sus compromisos con el gobierno Brâtianu, ya que no consiguieron orquestar una ofensiva desde Salónica que presionase a los búlgaros en un plazo tan corto de tiempo, mientras que los rusos, enfrentados ahora a la contraofensiva alemana en Bielorusia, tampoco cumplieron con sus compromisos de  fuerzas. Esto favoreció los éxitos que las fuerzas de Mackensen estaban consiguiendo, ya que las tropas rumanas, obligadas a defender ahora un frente de 1.600 km de largo con fuerzas muy insuficientes, tanto en su número como en su preparación, apenas podían contenerlos.

Dos semanas después del inicio de la ofensiva en Transilvania, se hacía obvia la necesidad de suspenderla para concentrarse en detener la penetración del Grupo de Ejércitos de von Mackensen al sur. El Consejo de Guerra rumano ordenó la detención de operaciones en Transilvania el 15 de septiembre. Mientras, el estado mayor exploraba las opciones para enfrentarse a las Potencias Centrales al sur de Rumanía, desarrollando un arriesgado plan para cruzar el Danubio en Flámânda, desde donde atacarían la retaguardia de las fuerzas de las Potencias Centrales. Para enmascarar el movimiento, tropas rumanas y rusas atacarían en dirección a las poblaciones de Cobadin y Kurtbunar, a fin de fijar a las fuerzas de Mackensen.

El General August von Mackensen
dirigió un combinado multinacional
que derrotó a los rumanos en Dobruja
y los pasos del Danubio.
Entre el 20 y el 23 de septiembre, las fuerzas rusas mandadas por el General Andrei Zaionchkovsky, se enfrentaron en violentos ataques y contraataques a las fuerzas de las Potencias Centrales, impidiendo que cortasen la línea férrea entre Bucarest y Constanza. Esta acción, unida a la derrota sufrida por el III Ejército búlgaro frente al III Rumano en la primera batalla de Cobadin el 19 de septiembre, sirvió para que el frente se estabilizase hasta mediados de octubre.

El primero de octubre, dos divisiones rumanas ponían en marcha el plan previsto sobre Flámânda, cruzando el Danubio y estableciendo una amplia cabeza de puente; sin embargo, el deterioro de la situación en Transilvania, donde los ejércitos rumanos comenzaban una precipitada retirada, obligó a detener la operación apenas un par de días después de su inicio.

En Transilvania, la llegada de Erich von Falkenhayn con su ejército supuso un fuerte revés para los planes rumanos. Falkenhayn no necésito de todas sus fuerzas para iniciar la contraofensiva el 18 de septiembre, atacando al I Ejército rumano cerca de Hateg, deteniendo en seco su avance. Los choques se sucedieron sin grandes ganancias durante varios días, y a partir del 27 de septiembre, los alemanes lanzaron una contraofensiva que tomó por sorpresa a los rumanos en Sibiu y en los pasos de montaña de Vulcan y Turnu Rosu. En este último punto, la batalla se intensificó el 29 de septiembre, y los continúos contraataques rumanos consiguieron recuperar el paso, perdiendo más de 3.000 hombres ante las fuerza bávaras que lo defendían.

Para el 17 de octubre, tras cubrir una amplia retirada en todo el frente, el alto mando rumano ordenó a su II Ejército lanzar un ataque sobre las fuerzas austrohúngaras en Brasov, pero fueron rechazados con numerosas bajas. El fracaso de este último movimiento provocó el derrumbe de las defensas rumanas en Transilvania, que iniciaron una rápida huida hacia sus fronteras; incluso el poco presionado IV Ejército (el ejército del norte) se replegó hasta sus posiciones de partida, más allá de la frontera rumana.

Tropas alemanas preparan un asalto en el Frente Rumano.
Durante el mes de octubre, el ejército rumano, a fin de preservar la contención de las fuerzas de las Potencias Centrales más allá de los pasos de montaña de los Cárpatos, mientras contenían y derrotaban a las fuerzas de Mackensen en Dobruja y el sur de Rumanía, organizaron una operación a gran escala en todo lo ancho del frente. La batalla rugió durante días desde el valle del Prahova, donde los combates fueron tan intensos que recordaron a los del frente occidental, con dramáticas pérdidas por ambas partes, a lo largo de la línea del río Jiu, hasta la región de Bran-Câmpulung.

Especial interés se demostró en el área del río Jiu, donde se encontraban los principales pasos de montaña de los Cárpatos. En este punto, los alemanes disponían de una gran concentración de fuerzas, con el objetivo de abrirse camino hacia el sur, a través de las montañas. Frente a ellos, las tropas del I Ejército rumano, comandado con firmeza por el general Ion Dragalina, ofrecieron una resistencia feroz, en la que los soldados rumanos fueron apoyados por civiles armados. Ejemplo de la lucha de los civiles, en apoyo del ejército, fue la heroica defensa de la población de Târgu Jiu; a comienzos de septiembre la ciudad fue defendida por sus habitantes, hombres, mujeres, niños o ancianos, con el apoyo de algunas pocas unidades militares; la heroica resistencia cobró personificación en la figura de Ecaterina Teodoroiu, enfermera con el rango de segundo teniente, que falleció el 3 de septiembre de 1.916 encabezando un contraataque contra las fuerzas de las Potencias Centrales; sería nombrada “Heroína de Rumanía” al acabar la guerra, y un monumento se erige en Târga Jiu en su recuerdo.

Un ejemplo de heroísmo rumano. Ecaterina Teodoriu, enfermera
dirigió a sus tropas hasta su muerte en la defensa de Târga Jiu.
Las dificultades del terreno y el planteamiento defensivo del general Dragalina, convertirían la lucha por los pasos en una de las operaciones militares más complejas de la Primera Guerra Mundial para las Potencias Centrales, de la que extraerían valiosas lecciones para posteriores enfrentamientos.

Una vez que el ejército rumano consiguió detener el avance de las fuerzas alemanas en los Cárpatos, Falkenhayn decidió realizar un descanso para reagrupar sus fuerzas, dispersas entre los pasos de montaña. El 29 de octubre de 1.916, el comandante alemán cursó órdenes para crear un nuevo Grupo de Ejércitos, bajo el mando del General Viktor Kühne y con base en Petrosani, disponiendo para el de dos divisiones maltratadas por los combates en el valle del Jiu, dos divisiones de refresco llegadas del frente de Riga, más el 58º Cuerpo de Caballería; junto a las tropas de reserva, Kühne contaba con 80.000 soldados y 30.000 jinetes, una fuerza que sobrepasaba con mucho a las unidades rumanas que se encontraban frente a ellos. El ataque sorprendió por su intensidad a las fuerzas rumanas, que se vieron obligadas a replegarse; durante muchos días combatieron a las fuerzas de Kühne, replegándose cada día unos kilómetros más, sin encontrar un punto donde contener la marea a la que se enfrentaban.

El ejército rumano se retira. La presión ejercida desde los
montes Cárpatos por Falkenhayn y desde el Danubio por
Mackensen fue excesivo para los bravos soldados rumanos.
El 21 de noviembre, sobre la nieve otoñal, la caballería alemana entraba en Craiova, sin que las tropas rumanas pudiesen hacer nada por impedirlo, ya que continuaban en franca retirada, perdiendo cada día cientos de hombres. El objetivo de las fuerzas rumanas estaba puesto en alcanzar la línea del río Olt, donde esperaba poder establecer una línea defensiva; a fin de ganar tiempo, sacrificaron su caballería, que realizó operaciones de apantallamiento y hostigamiento de las fuerzas alemanas en avance. Todos los intentos por retrasar la oleada de soldados alemanas fracasaron, arrollando a las fuerzas rumanas que intentaron oponérseles (como ocurrió en la batalla de Robanesti).

Los prisioneros de guerra rumanos se contaron por millares.
Mientras tanto, el Mariscal von Mackensen y el general búlgaro Stefan Toshev, lanzaron una ofensiva coordinada el 19 de octubre, avanzando paralelos a la costa del Mar Negro, y obteniendo una decisiva victoria durante la segunda batalla de Cobadin, en la que derrotaron a las fuerzas combinadas ruso-rumanas, obligándoles a retirarse hacia Constanza, que sería conquistada apenas tres días después, el 22 de octubre. Pocos días más tarde caía Cernadova, y los rumanos abandonaban a los soldados rusos en la defensa de Dobruja, retirándose hacia Rumanía, ante el temor del alto mando de que fuesen acorralados contra el mar, y el camino de Bucarest quedase expédito.

Sin embargo, este movimiento demostraría ser un gran fallo estratégico. Aun cuando las fuerzas rumanas ocuparon excelentes posiciones defensivas en el área pantanosa que rodeaba al Danubio, las fuerzas rusas que defendían Dobruja quedaron desmoralizadas y sin suministros, lo que las convirtió en fácil presa para las divisiones de Mackensen, quién, advirtiendo el error, retiró numerosas tropas hacia Bulgaria, donde comenzó a planificar el cruce del Danubio, mientras una fuerza limitada se preocupaba de liquidar a las unidades rusas en Dobruja.

El rey Carol entrega condecoraciones en un intento por subir
la moral de sus tropas. La suerte está echada.
Mientras tanto, a mediados de noviembre de 1916, tras la derrota táctica alemana en su intento de cruzar los pasos carpáticos, Falkenhayn decidió concentrar las fuerzas de élite alpinas en atacar un solo paso, siendo el elegido el Paso de Vulcan. El 10 de noviembre, la élite alemana asaltó con decisión las posiciones rumanas, derrotándolas tras varias agotadoras jornadas de combate. Entre los asaltantes se encontraba la compañía alpina de Württemberg, que estaba dirigida por un joven teniente que tendría un papel fundamental en el futuro del ejército alemán durante la siguiente guerra, bajo el título de Mariscal de Campo, Erwin Rommel. La compañía de Rommel recibió órdenes de ocupar el monte Lescului, lo que lograría sin excesivas complicaciones.

El ejército rumano se prepara para defender Bucarest.
Posición de ametralladoras.
Tras quince días de combate entre las alturas, los alemanes obligaron a los defensores rumanos a abandonar sus posiciones, persiguiéndolos en terreno más llano. La pérdida de las posiciones entorno a el Paso de Vulcan, obligó a que todo el ejército rumano se retirase, permitiendo al IX Ejército alemán atravesar los Cárpatos y obligando a los defensores a un constante combate que les llevaría a una posición crítica; exhaustos y sin apenas suministros, el colapso rumano se encontraba próximo.

Volviendo al frente del Danubio, la ofensiva de Mackensen estalló el 23 de noviembre, cuando las unidades de élite alemanas cruzaban el río en Svishtov. El ataque sorprendió por completo a los defensores rumanos, que se creían a salvo en sus posiciones defensivas tras el Danubio; las fuerzas de Mackensen penetraron las trincheras rumanas en diferentes puntos y apuntaron en dirección Bucarest, enfrentados a una débil resistencia enemiga, y amenazando con cercar a la mitad del ejército rumano entre Bucarest y el Danubio.

El alto mando militar rumano, muy presionado por el gobierno, decidió lanzar una ofensiva contra la punta de lanza alemana, dando inicio a la batalla de Bucarest. El general Constantin Prezan sería el encargado de lanzar la contraofensiva, cerca del río Arges. El plan consistía en un ataque en dos direcciones; se frenaría a las fuerzas de Falkenhayn, el IX Ejército, fijándolas al terreno y coartando sus posibilidades de avance desde el noroeste, mientras un ataque contra el flanco izquierdo de las unidades de Mackensen aislaría a las fuerzas multinacionales enemigas entre el Danubio y Bucarest, aniquilándolas. Los objetivos del ataque eran excesivamente ambiciosos para las tropas de reserva rumanas, necesitando de la colaboración de las exhaustas fuerzas rumanas ubicadas frente a Falkenhayn y Mackensen, así como de las prácticamente inexistentes unidades rusas en el frente del Mar Negro.

La caballería de Falkenhayn entra en Bucarest.
El primero de diciembre, la reserva del ejército rumano encabezo el ataque a lo largo de los ríos Arges y Neajlov; el ataque sorprendió por su potencia a los alemanas, consiguiendo algunos éxitos y permitiendo capturar un importante número de prisioneros; sin embargo, la falta de implicación de las fuerzas rusas al este, desmoralizadas y al borde de la aniquilación, permitió a Mackensen mover rápidamente sus reservas, mientras que Falkenhayn ordenaba a su IX Ejército responder a cada asalto enemigo con un contraataque. Encarando a un enemigo mucho más numeroso, la débil línea defensiva rumana se quebró. Las unidades del general Prezan se vieron amenazadas con ser cercadas si continuaban su asalto, mientras que el resto del ejército rumano huía, ya sin remisión.

El seis de diciembre, Bucarest caía en manos de la caballería del IX Ejército alemán, que avanzaba por delante del grueso de la infantería y artillería. De nada sirvieron los actos individuales de heroísmo, como la carga lanzada por el 2º Regimiento de Caballería de Rosiori en Prunaru, donde sería virtualmente aniquilado. Ya nadie podía detener al enemigo. El gobierno rumano, junto con buena parte de la población, huyeron de Bucarest antes de su caída. El Gobierno se instalaría en Lasi, donde permanecería hasta el final de la guerra.

Mackensen llega a Bucarest. Rumanía ha sido derrotada... O no?
Aun así, el 2º Ejército Rumano, o más bien, lo que restaba de el, se retiró sin perder la cara al enemigo, combatiendo cada paso, en dirección a la línea defensiva en el río Siret. Las defensas en esta zona apuntaban en dirección a una eventual amenaza rusa, por lo que se encontraban situadas en dirección errónea; sin embargo, las posiciones de hormigón permitirían una valiosa cobertura a los defensores rumanos, protegidos por un lado por el delta del Danubio, y por el otro por los Montes Cárpatos.

Mackensen atacó la ciudad de Râmnicu Sârat entre el 22 y el 26 de diciembre, conquistándola finalmente tras fieros combates el día 27. La amenaza de una ruptura completa en el área de Modavia obligó al mando general ruso a enviar un gran contingente de tropas a la Besarabia y Moldavia, en un intento por evitar que las Potencias Centrales, que ya ocupaban Oltenia, Muntenia, Dobruja y el sur de Moldavia, avanzasen al norte y entrasen en Ucrania.

En Dobruja, los restos del ejército ruso, con algunas guarniciones rumanas, continuaba su retirada hacia el norte, intentando salvarse y cruzar el delta del Danubio cuando este se congelase. El 23 de enero de 1.917, tras una marcha de más de un mes, los supervivientes intentaron cruzar el delta por la zona pantanosa en Tulcea, pero los defensores rumanos, bien creyendo que eran alemanes, bien en represalia por su falta de colaboración, los diezmaron e impidieron el cruce.

La llegada del crudo invierno de 1.917 hizo que los defensores tomasen un respiro. Las fuerzas de las Potencias Centrales fueron rechazadas en sus intentos de cruzar el Delta del Danubio, que quedaría en manos rumanas hasta el final de la guerra. También en la zona de los Cárpatos los combates cesaron, especialmente tras la caída de Focsani y el intento fallido, el día 19 de enero, de cruzar el río Siret. Tras estas acciones, el frente rumano quedaría estabilizado, lo que permitiría la reconstrucción del maltrecho ejército rumano, que había sufrido en cinco meses cerca de un cuarto de millón de bajas, un tercio de las fuerzas movilizadas a finales de agosto de 1.916. Sin embargo, aun habiendo perdido gran parte de su territorio, el ejército rumano aun mantenía suficiente entidad para suponer una amenaza para los Poderes Centrales, lo que les obligaría a mantener importantes fuerzas frente a ellos, permitiendo ganar tiempo a los aliados occidentales de la Entente.

RUMANÍA EN LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL. DE LA RECUPERACIÓN AL ARMISTICIO:
Recreación de agosto de 2.016. Soldados rumanos yacen
junto a sus piezas de artillería. Rumanía sucumbió, aunque
fue capaz de recuperarse con sus tropas a salvo tras el
Delta del Danubio.
Rumanía entró en el año del apocalipsis, el terrible 1.917, con la necesidad de que sus aliados se mantuviesen en el conflicto a cualquier coste. Tras intervenir en el verano de 1.916 a favor de la Entente, su inicial triunfo se volvió amarga derrota, con los ejércitos de las Potencias Centrales acorralando al ejército rumano entre el delta del Danubio y los Montes Cárpatos, con la mayor parte del reino en manos enemigas, y con los rusos presionando en el este de Moldavia, lo que consideraban una amenaza para la supervivencia misma de la independencia rumana.

Aun cuando el ejército rumano se había rehecho, y había contenido la marea tras las batallas del río Siret y del delta del Danubio, concentrando la mayor parte de su industria y comercio en el territorio libre rumano, apenas contaban con petróleo y alimento, ya que la mayor parte de los campos de cultivo y la ganadería, habían quedado en campo alemán.

El gobierno Brâtianu, que se traslado a Lasi a finales de 1.916, prestó especial atención a desarrollar nuevos campos de cultivo en la zona no ocupada, intentando garantizar los suministros mínimos para el mantenimiento de la población. También puso su énfasis en intentar levantar la moral de los ciudadanos y soldados, introduciendo el sufragio universal como medio demostrativo de que el gobierno contaba con su gente. El periodo de tregua forzada por el crudo invierno de 1.917, fue aprovechado por el ejército rumano para rearmarse y modernizarse. Ante todo, remarcó la independencia de su mando, rehusando los intentos rusos por retirar al ejército rumano más allá del río Dniester, abandonado lo que restaba de Moldavia.

Los restos del ejército rumano, marcho sobre la nieve y el
hielo del invierno de 1.917, para alcanzar la seguridad del
delta del Danubio.
Las unidades de combate, que mantenían prácticamente intactas sus estructuras de mando, fueron reorganizadas para crear una reserva divisional más eficaz. A la caballería se la equipó con un mayor número de ametralladoras, equiparándola a las unidades de infantería. Por su parte, la artillería se modernizó, reorganizando su estructura y adquiriendo nuevos y más efectivos cañones.

Se entrenaron unidades de ingenieros de combate, se evolucionó la fuerza aérea y se mejoraron las condiciones de la marina fluvial. Se mejoró en general el equipo de las unidades de infantería con la adquisición de material francés y británico, lo que permitiría al ejército rumano equipararse a sus contrapartidas de las Potencias Centrales.

Tropas rumanas se atrincheran para repeler los asaltos enemigos.
1.917 presentó a las potencias de la Entente una situación extremadamente compleja, especialmente debido a los movimientos revolucionarios en Rusia y a la insubordinación del ejército francés en la primavera de ese año. Rumanía, viendo la situación estratégica, determinó una política militar basada en sus intereses nacionales, aunque intentando ajustarlos a las operaciones generales diseñadas por sus aliados. Así, a finales de mayo de 1.917, cuando la fuerza militar rumana había crecido, nuevamente, hasta alcanzar los 700.000 hombres, se diseñó una ofensiva general en el sector entre Focsani y Namoloasa, coordinada con la Ofensiva Kerensky, que el gobierno provisional ruso lanzaría durante el verano. El objetivo de la ofensiva rumana era la de fijar, primero, envolver, segundo, y destruir, posteriormente, al IX Ejército alemán.

El ataque principal lo ejecutaría el I Ejército rumano, mientras el II Ejército rumano y el 4º Ejército ruso, que apoyaba las acciones rumanas, atacarían al norte para atraer al combate las reservas enemigas. Sin embargo, el plan de operaciones no contaba con el hecho que Hindemburg, el Jefe de Estado alemán, había decidido volcar el centro de gravedad de la campaña militar durante 1.917 al este, en la seguridad que podía derrotar a Rumanía y obligar a Rusia a firmar un armisticio, y que estaba preparando operaciones ofensivas para el verano de 1.917, focalizándose en Moldavia, donde estaba enviando grandes cantidades de hombres y material bélico.

A comienzos de julio de 1.917, las Potencias Centrales habían concentrado en el frente rumano cerca de dos millones de soldados, incluyendo 80 divisiones de infantería. Las batallas que vendrían determinarían el futuro de la nación rumana.

Joseph Joffré visita a sus aliados en Rumania.
El 24 de julio de 1.917, los rumanos desencadenaron la ofensiva prevista en el sector de Marasesti, cuando el 2º Ejército rumano y el 4º ruso, tras una gran preparación artillera, atacaron con tres divisiones a las bien organizadas defensas autrohúngaras. La sorpresa inicial permitió un avance bastante profundo, conquistando buena parte de la primera línea de defensa, y empujando al I Ejército austrohúngaro hacia su retaguardia. El avance rumano parecía demoledor, imparable; el 25 de julio los austriacos no fueron capaces de contener la oleada rumana y se retiraron en desorden de toda la primera línea, lo que parecía crear la situación idónea para profundizar la brecha y, virando hacia el sur, envolver a las fuerzas defensoras, aniquilándolas.

Tropas rumanas durante la ofensiva de Marasesti. 1.917.
Sin embargo, el tremendo fracaso de la Ofensiva Kerensky, que ponía en serio riesgo a las fuerzas rusas en Bukovina y Galitzia, hizo que el mando ruso en Rumanía suspendiese la ofensiva, dejando a los hombres del 2º Ejército rumano en inferioridad ante los refuerzos de las Potencias Centrales. El contraataque enemigo puso contra las cuerdas al mando estratégico rumano, que se debatía entre continuar la ofensiva sobre la brecha lograda entre los Cárpatos y el Mar Negro, o bien replegarse a sus líneas de defensa. Mientras tanto, el 30 de julio el general Alexandru Averescu, de quién dependía el mando del 2º Ejército, ordenó mantener la ofensiva en el área de Marasti; sus tropas habían infligido cuantiosas bajas entre las tropas austriacas y alemanas que se eles enfrentaban, penetrando casi 20 km de profundidad en un frente de 35 km. Habían capturado un gran número de prisioneros, cañones y suministros, lo que inclinaba a pensar que, aun atacando solos, podrían lograr la victoria decisiva que todos buscaban.

Bajas rumanas tras un asalto en Marasesti.
Sin embargo, la realidad dictaba que lo que habían formado era un gran saliente en las líneas de las Potencias Centrales, separando al I Ejército Austrohúngaro del IX Ejército alemán, lo que hizo cambiar los planes estratégicos de las Potencias Centrales, que vieron la posibilidad de cercar y destruir a las fuerzas rumanas y rusas en esa zona de Moldavia. Por tanto, suspendieron la prevista ofensiva en el sector de Focsani a Namoloasa y concentraron sus fuerzas entre Focsani y Adjud, atacando también desde los Cárpatos en dirección al valle de Oiutz. La ofensiva comenzó el 6 de agosto, cuando el IX Ejército, que formaba parte del Grupo de Ejércitos mandado por von Mackensen, atacó al 4º Ejército ruso en el río Siret. Los rusos esperaban ser relevados por el 1º Ejército rumano para reforzar a las fuerzas rusas del norte de Moldavia, por lo que fueron sorprendidos por la entidad y potencia del asalto alemán. Durante un mes, hasta el 3 de septiembre, el sector sería testigo de las más feroces batallas de la campaña de Rumanía durante 1.917.

Durante la primera fase de la ofensiva alemana, entre el 6 y el 12 de agosto, los rusos, con el apoyo de los rumanos del 1º Ejército, dirigido por el general Constantin Cristescu, consiguieron aguantar la presión de las fuerzas alemanas, conteniendo sus avances iniciales y obligándoles a cambiar la dirección de su avance. Sería el 12 de agosto cuando el mando del 1º Ejército rumano cambiaría, tomando el General Eremia Grigorescu el mando general de operaciones, incluyendo el de las fuerzas rusas en el sector. El combate entorno a Marasesti se volvió salvaje, llegando a su clímax el 19 de agosto, cuando un gran asalto alemán fue rechazado por los defensores, causando enormes bajas, lo que provocaría una paralización de las operaciones. Los alemanes intentarían nuevas rupturas entre el 20 de agosto y el 3 de septiembre, con escaso éxito.

Un regimiento rumano avanza hacia la línea de frente.
Al mismo tiempo que las operaciones se desarrollaban en Marasesti, los alemanes y austriacos asaltaron el valle de Oituz. El Grupo Gerok atacó en superioridad el 8 de agosto, pero fue incapaz de conseguir una ruptura, tan sólo pequeños avances, que para el 30 de agosto ya estaban agotados. El 3 de septiembre, el mando estratégico de los Poderes Centrales ordenaba el cese de operaciones en el Frente Rumano, considerando que habían sufrido una seria derrota que había debilitado seriamente sus fuerzas en el sureste europeo. Obligados a mantener un enorme contingente de más de un millón de hombres frente al obstinado ejército rumano, las operaciones ofensivas de las Potencias Centrales durante el otoño de 1.917 quedaban seriamente comprometidas.

Lenin encabezó la Revolución de Octubre de 1.917. Rusia
acabaría fuera de la guerra, tras el armisticio sellado por
el nuevo gobierno bolchevique, sellando el futuro de Rumania.
Sin embargo, la tragedia aun no había finalizado. La situación cambió drásticamente para la Entente cuando, a principios de noviembre de 1.917 (octubre en el calendario juliano), los bolcheviques ocupan el poder en Rusia, a través de la Revolución de Octubre. El nuevo gobierno bolchevique sacará a Rusia de la guerra, preparándose para su sangrienta guerra civil, mientras que Rumanía, heroica en su defensa, queda rodeada de enemigos y se ve abocada a negociar un armisticio, que será sellado en la ciudad de Focsani el 9 de diciembre de 1.917.

Alemania, deseosa de volver las tropas atrapadas en el avispero rumano hacia el Frente Occidental, obligaría al gobierno rumano a firmar un posterior tratado de paz, que será sellado en Bucarest el 7 de mayo de 1.918. Las Potencias Centrales impondrán duras condiciones al gobierno rumano, aunque a cambio reconocerán la Besarabia como territorio rumano; impondrán un primer ministro germanófilo, en la persona de Alexandru Marghiloman, quién se ocuparía de gestionar el cumplimiento de las sanciones ligadas al acuerdo de paz, que incluían el uso de los pozos petrolíferos de Ploesti, o la entrega de dos millones de toneladas de grano, materiales que permitirían a Alemania mantenerse en pie hasta el final del conflicto. El rey Fernando se negó a ratificar el tratado de paz.

La guerra continuaría en Europa, con Rumanía como espectadora, hasta el 10 de noviembre de 1.918. El día antes del armisticio que finalizaría el conflicto, Rumanía regresaba al mismo, en un intento de imponer sus reclamaciones como aliado de la Entente.
A Rumanía su victoria final le había costado más de medio millón de bajas, de ellos 335.000 hombres muertos en combate, de frío o enfermedad. Las Potencias Centrales acumularon algo más de un cuarto de millón de bajas.
LA ENTENTE EN SALÓNICA. LA CAMPAÑA DE MACEDONIA:
La retirada serbia, campaña de los Balcanes.
Como recordaréis de nuestras anteriores entradas sobre “Bulgaria” y “Gallipolli”, en el otoño de 1.915, tras la entrada en guerra de Bulgaria a favor de las Potencias Centrales, los aliados desembarcaron tropas francesas y británicas, salientes del desastre de Gallipolli, en un intento de evitar la caída de Serbia, atacada desde todos los flancos por búlgaros, alemanes y austriacos.
A primeros de octubre de 1.915, el Mariscal Putnik ordenó al ejército serbio la retirada general, para evitar quedar copados, retirándose a través de las montañas hacia Albania. Los serbios encaraban severas dificultades, no sólo derivadas de la presión de enfrentarse sólos a tres ejércitos enemigos, si no derivadas de la falta de suministros, de la extrema meteorología y de la necesidad de ayudar a los cientos de miles de refugiados que huían junto con ellos. De hecho, tan sólo 125.000 soldados serbios conseguirían llegar al final del camino, a los puertos del Adriático donde, embarcados en mercantes italianos, abandonaron los Balcanes para dirigirse a Corfú y otras islas griegas, donde quedarían refugiados.
Tropas búlgaras, ociosas tras la derrota de Serbia.
Los aliados de la Entente, a modo de respuesta a la agresión búlgara, y ante el riesgo de caída de Serbia, desembarcaron, aprovechando la crisis política que asolaba el gobierno griego, en el puerto de Salónica, a fin de conformar un frente que abarcase desde la costa adriática en Albania, hasta el río Struma, al este. Para formar ese frente, los aliados contaban con que los serbios aguantasen su parte del mismo, entre Albania y la frontera con Grecia, mientras los franceses y las tropas del Imperio Británico, avanzaban en la región de Tesalónica para atacar al ejército búlgaro. Tras desembarcar en septiembre, retirando fuerzas de la desastrosa misión en los Dardanelos, las divisiones francesas y británicas, dirigidas por los generales Maurice Sarrail (francés) y Bryan Mahon (irlandés), marcharon hacia la frontera búlgara, al norte de Salónica. A primeros de octubre, las divisiones francesas se dirigieron hacia el río Vardar, al noreste, mientras los británicos se mantenían en reserva, hasta la completa evacuación de Gallipolli (que no finalizaría hasta diciembre de 1.915). El movimiento alejaba a los aliados de la posibilidad de apoyar a los serbios, anulando la posibilidad del anhelado frente continuado. El ejército búlgaro, liberado de la presión serbia, se concentró al sureste, frente a los franceses, combatiendo durante un par de meses en la que será recordada como la Batalla de Krivolak, donde el avance francés se detuvo prácticamente por completo.
Tropas de diversas nacionalidades quedaron empantanadas
en Salónica. Franceses, tropas del Imperio británico,
serbios, rusos y griegos, conformarían el Ejército de Oriente.
A finales de noviembre, la situación para los franceses, poco acostumbrados a la extrema meteorología del otoño balcánico, empeoró rápidamente; estancados, sin posiciones preparadas, la necesidad de buscar refugio para el invierno obligó al general Sarrail a ordenar la retirada. El alto mando búlgaro, intuyendo que podía sacar rentabilidad de la retirada francesa, hostigó a la fuerza de Sarrail constantemente, con asaltos masivos de infantería. La retirada francesa arrastró a las fuerzas británicas, que habían ocupado posiciones en Kosturino a primeros de noviembre; la retirada no finalizaría hasta que todas las unidades se encontrasen a salvo en Grecia, que a pesar de verse obligada a ceder el puerto de Salónica para el operativo, continuaba siendo un país neutral.
Tropas británicas toman posiciones. Frente de Salónica.
Los búlgaros protestaron ante la inoportunidad que suponía no poder mantener su persecución, pero Alemania no quería más enemigos en su contra, y prefería mantener a Grecia neutral, por lo que impidió la aniquilación de la fuerza expedicionaria en Salonica. Los aliados comprenderían las consecuencias de esta decisión, y actuarían consolidando su posición y enviando refuerzos al frente de Salónica. Entre los refuerzos que llegarían durante 1.916 de encontrarían los restos del ejército serbio, aun cuando su comandante, el Mariscal Putnik, no podría dirigirlos, ya que falleció en el otoño de 1.916, mientras era atendido de una grave enfermedad en un hospital francés.
El 5 de enero  de 1.916, el ejército austrohúngaro atacó Montenegro, aliado de Serbia. El pequeño ejército del país balcánico presentó una fiera resistencia, apoyado en sus posiciones defensivas en un área montañosa y muy quebrada, en el entorno de la población de Mojkovac, pero la superioridad austrohúngara era tan enorme que las defensas acabaron colapsando y Montenegro se rendía el 25 de enero. El ejército austrohúngaro avanzó por la costa del Adriático hasta la Albania controlada por los italianos, cuyo diminuto ejército fue obligado a embarcar para evitar ser destruido, imposibilitando de forma definitiva el plan previsto por los aliados, de un frente amplio. Las Potencias Centrales habían ganado la campaña de los Balcanes, aunque aun quedaba un ejército en Salónica, dispuesto a defender la Macedonia.
Durante la conferencia de Chantilly de finales de 1.915, el estado mayor británico abogó por abandonar Salónica, disolver el Ejército de Oriente, y enviar las tropas a puntos donde serían más necesarias, principalmente para apoyar el próximo asalto del verano de 1.916 en Francia. Sin embargo, el gobierno francés, que presionaba a Rumanía para unirse al conflicto, consiguió imponer sus tesis, por lo cual, la campaña de Salónica permanecería activa.
El rey Constantino de Grecia. Se opuso
a una intervención griega en la guerra,
acusando a la Entente de ocupar Salónica
por la fuerza.
Los ejércitos aliados se atrincherarían en la frontera de la región de Tesalónica con Bulgaria. Se creo un campamento fortificado, donde las fuerzas que componían la misión en Salónica podían descansar tras pasar semanas en el frente; el campamento sería conocido como “Los Jardines de Tesalónica”. Allí llegaría el resto del ejército serbio, desde sus refugios en las islas griegas, mandado ahora por el general Petar Bojovic, para incorporarse a la defensa del frente Macedonio.
La presencia de los aliados en Salónica era un constante dolor de cabeza para la neutral Grecia. El enfrentamiento entre el rey, Constantino I, germanófilo, y el primer ministro griego, Eleftherios Venizelos, francófilo, y responsable de la invitación a la ocupación de Salónica por parte aliada, provocaba constantes problemas gubernamentales en Grecia. Los aliados no sabían si serían expulsados en breve espacio de tiempo, o si el ejército griego se uniría a su causa. Pero el general Sarrail, ahora comandante del ejército de Oriente, no podía esperar a que se aclarase la situación.
A mediados de agosto de 1.916, acorde a las negociaciones llevadas a cabo para la entrada en guerra de Rumanía, Sarrail inició los preparativos para reactivar la campaña aliada en la Macedonia, con el objetivo de atacar al ejército búlgaro y fijarlo al terreno, impidiendo que se volviese contra sus nuevos aliados. Sin embargo, las filtraciones eran algo normal en una zona neutral, como seguía siendo Salónica; los espías alemanes averiguaron las fechas del ataque planeado por Sarrail, que comenzaría días después de la entrada en guerra de Rumanía, por lo que el estado mayor alemán diseñó su propio plan de ataque.
Tropas coloniales francesas en Salónica.
El ataque de las Potencias Centrales, ya que la mayoría de las fuerzas (salvo una división alemana) eran búlgaras, llegó el mismo día de la declaración de guerra rumana, el 17 de agosto, tres días antes del previsto ataque francés. El ataque se realizó desde dos frentes, a lo largo de la frontera griega. Al este, sobre la línea del río Struma, las Potencias Centrales conquistaron el territorio griego sin complicaciones; el rey Constantino había ordenado a su ejército no oponerse a los ejércitos de las Potencias Centrales, haciendo recaer la culpabilidad de la invasión sobre las tropas aliadas que llevaban un año ocupando una región de Grecia. Al oeste, el ataque sorprendió a las divisiones aliadas preparándose para su propio ataque, forzándolas a la retirada. Las unidades aliadas intentaron reorganizarse, presentando batalla y ralentizando el avance búlgaro, hasta conseguir estabilizar el frente y formar una línea defensiva, apenas dos semanas después del inicio de la ofensiva.
El 12 de septiembre, los aliados iniciaron la contraofensiva, atacando a las divisiones búlgaras, que habían ocupado terreno rocoso, complicando los avances aliados. Poco a poco, ataque tras ataque, los aliados fueron ganando terreno, lo que obligó a Hidemburg a despachar refuerzos alemanes a la zona. Ni la nieve, ni la llegada de tropas alemanas impidieron que el 19 de noviembre las tropas serbias y francesas capturasen Kaymakchalan, en el primer gran éxito de la campaña aliada en la Macedonia. Los alemanes y búlgaros se vieron obligados a retroceder cerca de 40 km. 60.000 soldados de las Potencias Centrales fueron capturados o muertos en la persecución.
Elifterios Venizelos, primer ministro griego,
enfrentado con el rey por la participación en
la guerra, invitó a los aliados a ocupar el
puerto de Salónica, dando, posteriormente,
un golpe de estado para derrocar al rey.
La ocupación búlgara del este de la Macedonia griega ahondó seriamente en la crisis política griega. El rey ordenó la desmovilización del IV cuerpo griego y su retirada hacia el puerto de Kavala para ser embarcado y repatriado; sin embargo, cuando llegaron al puerto, las tropas encontraron que no había buques dispuestos para su traslado. Parte de las tropas griegas, no dispuestas a entregarse ante quién consideraban enemigos, organizaron un amago de defensa, siendo rápidamente derrotadas. El grueso del IV cuerpo griego, incluyendo a su comandante, se rindieron a las tropas de las Potencias Centrales, siendo internados en Görlitz, Alemania, donde pasarían el resto de la guerra. La pérdida de un territorio que había costado mucha sangre conquistar durante la segunda guerra balcánica, en 1.913, fue el límite para los seguidores de Venizelos en el ejército griego.
Apoyados por los aliados, Venizelos dio un golpe de estado en la zona de Tesalónica. Desde ese momento, Grecia contó con dos gobiernos: El oficial, mandado por el rey Constantino, que mantenía la neutralidad griega desde Atenas, y un gobierno revolucionario, que bajo el nombre de “Gobierno Provisional de Defensa Nacional”, dirigido por Venizelos, desde Tesalónica, unió las tropas rebeldes al ejército de Oriente.
A finales de 1.916, los italianos desembarcaron en Albania, lanzando un asalto sobre las tropas austrohúngaras desplegadas en la zona, intentando, con escaso éxito, empujar a sus enemigos por un terreno cuya orografía hacía complejo el avance, en el entorno del Lago Ostrovo.
Tropas griegas (Evzones) en Salónica.
Durante la primavera de 1.917, con vistas a lanzar una nueva ofensiva, el Ejército de Oriente del general Sarrail, fue reforzado hasta contar con 24 divisiones multinacionales, que incluían seis divisiones francesas, seis serbias, siete británicas o de sus territorios, una italiana, tres griegas y dos brigadas rusas. El Ejército de Oriente atacó en todo el frente macedonio a partir de finales de abril, sufriendo una grave derrota y muchas bajas, lo que obligaría a detener la ofensiva apenas un mes después de su inicio, el 21 de mayo de 1.917. El disgusto reinante en Salónica, impulsó que los seguidores de Venizelios atacasen Grecia, con apoyo aliado, ocupando Tesalia y el istmo de Corinto, dividiendo el país en dos. El rey había ordenado no oponerse a las fuerzas leales, a fin de evitar una guerra civil.
Tanque británico Mk. IV capturado por los búlgaros.
Aun así, los rebeldes continuaron presionando, e intentaron tomar Atenas a la fuerza, lo que causó la reacción de las fuerzas leales al rey, que infringieron una seria derrota a los rebeldes en Noemvriana, en diciembre de 1.917. Seis meses más tarde, cuando las opciones de victoria de las Potencias Centrales se extinguían en sus inútiles ofensivas en Francia, el gobierno provisional envió un ultimátum, que sería asumido por el rey Constantino, quién partiría al exilio el 14 de junio de 1.918, delegando el gobierno en su hijo, el Rey Alejandro. El país quedaría reunificado bajo la dirección política de Venizelos, quién declaró la guerra a las Potencias Centrales y creó un nuevo ejército.
La campaña militar se reanudaría el 30 de mayo de 1.918, cuando los aliados lanzaron una gran ofensiva sobre el saliente de Skra. Incorporando tropas francesas y griegas, y tras una gran cobertura artillera, la fuerza combinada avanzó rápidamente sobre las trincheras búlgaras, conquistando Skra y rodeando su sistema de fortificaciones y a su guarnición. Con apenas 2.500 bajas, en su mayoría griegos, los aliados consiguieron capturar cerca de 2.000 prisioneros, incluyendo varios ingenieros y artilleros alemanes, así como una considerable cantidad de material. Los intentos del mando de las Potencias Centrales por reconquistar Skra quedaron en nada, ya que las tropas búlgaras, hartas de guerra, se negaron a avanzar.
Tras la batalla de Skra, el número de prisioneros búlgaros
se disparó. El Coronel griego, Christodolou, conversa con
algunos de ellos durante el verano de 1.918.
La caída de Skra marcó definitivamente el devenir búlgaro en la guerra. Vasil Radoslavov, el primer ministro búlgaro, dimitió con su gabinete, arrastrados por el “desastre de Skra”. Su puesto fue ocupado por Aleksandar Malinov, quién inició inmediatos contactos con la Entente, a quién ofreció la salida de Bulgaria de la guerra a cambio de retener Macedonia. Sin consultar con sus aliados, el primer ministro británico, David Lloyd George, aseguró al embajador griego que Gran Bretaña no actuaría contra los intereses griegos, rehusando un acuerdo que incluyese las exigencias búlgaras sobre Macedonia.
Fue a finales de septiembre de 1.918 cuando el Ejército de Oriente, esta vez comandado por el general Franchet d’Esperey, retomaría la ofensiva. El 15 de septiembre, siguiendo a un intenso bombardeo artillero, la infantería aliada atacó a los búlgaros en Dobro Pole, derrotándolos rápidamente y ocupando sus objetivos. Tres días más tarde, el 18 de septiembre, un importante contingente anglo-griego atacó Dorian, pero fue derrotado con graves pérdidas. Aun así, en el sector francés el avance resultó imparable, y para el 19 de septiembre comenzó la rendición de las unidades búlgaras, forzando al resto de su ejército a retirarse para evitar su destrucción.
Tropas australianas se relajan en el frente de
Salónica. La guerra toca a su fin.
Skopje cayó el día 29 de septiembre, marcando el punto límite para el gobierno búlgaro. La revolución comenzaba a hacerse notar en las calles de Sofia, donde el día 27 la Unión Nacional Agraria había tomado el control de las tropas que defendían la capital y proclamado la República de Bulgaria. Enviados del gobierno legal firmarían el mismo día 29 de septiembre el Tratado de Tesalónica con el general d’Esperey, por el cual Bulgaria cesaría su resistencia el día 30 de septiembre de 1.918.
El Zar Fernando I abdicaba el 2 de octubre y partía al exilio el día siguiente.
El ejército de Oriente continúo operando, con los británicos apuntando al este, para atacar al Imperio Otomano, y los franceses y serbios dirigiéndose al norte, para liberar Serbia, Albania y Montenegro. Los británicos llegarían a las mismas puertas de Constantinopla sin apenas oposición, obligando a firmar a los otomanos el armisticio, que se sellaría el 26 de octubre en la ciudad de Mudros. Austrohungría firmaría un primer armisticio el 3 de noviembre, tras la reconquista aliada de Nis; el 10 de noviembre las tropas de d’Esperey cruzaban el Danubio y entraban en suelo húngaro, forzando a Austrohungría a firmar un armisticio definitivo, que se sellaría en Belgrado, finalizando de esta forma las campañas de Macedonia y los Balcanes con la completa derrota de las Potencias Centrales.

LA CAMPAÑA DEL CAÚCASO. DEL GENOCIDIO ARMENIO A LA REVOLUCIÓN DE OCTUBRE:
Campaña del Caúcaso 1.914-1.915.
Como vimos anteriormente en la entrada de este mismo blog sobre el Imperio Otomano, el desastre del III Ejército turco en su ataque sobre Serikamis, supuso un cambio de estrategia en el mando ruso; habían decidido actuar pasivamente en este frente, pero la nueva situación les decidió a pasar a la ofensiva. El 3 de enero, los rusos llegaron tan próximos a la retaguardia del III Ejército que el cuartel general del mismo fue bombardeado, an te lo cual, su comandante Hafiz Hakki Pasha, ordenó la retirada total hacia Erzurum. Tan sólo el 10% de la tropa y oficialidad del III Ejército conseguiría ponerse a salvo; el resto, más de 80.000 hombres, murieron de sus heridas, de frío o de hambre.
Enver Pasha, líder de los Jóvenes Turcos
y responsable militar del Imperio
Otomano. Principal instigador del
Genocidio Armenio.
Enver Pasha, como máximo responsable militar del Imperio Otomano, tomo el mando directo de una operación que el había ordenado, con resultados desastrosos. Para alejar la culpabilidad del desastre de si mismo, arremetió sobre los voluntarios cristianos armenios, a los que culpabilizó de traición y, por tanto, de ser causantes de la masacre y la derrota.
Los Jóvenes Turcos, encabezados por Enver, decidieron el destino de la población turca, desencadenando el 24 de abril el que será conocido como el Genocidio Armenio, del que hablaremos más en detalle en la siguiente parte de esta entrada.
Durante el mes de febrero de 1.915, el General Yudenich, al mando de las tropas rusas en el Caúcaso, fue promocionado a Comandante en Jefe del Ejército del Caúcaso, como premio a su victoria. Los aliados de la Entente se consultaron entre si, ante la oportunidad abierta de poder causar un serio problema a las Potencias Centrales, concentrándose en atacar al Imperio Otomano; consecuencia de ello será la misión británica que acabará en el desastre de Gallipolli, pero también la implicación rusa de numerosas fuerzas que, bajo el mando de Yudenich, atacarán el Caúcaso turco.
Tras la sustitución de Hafiz Hakki al mando de los restos del III Ejército, tras morir de tifus, por el General de Brigada Mahmut Kamil, la situación pareció restablecerse. Durante el mes de marzo, el III Ejército recibió reemplazos para cubrir las enormes bajas sufridas, aunque la campaña aliada en Gallipolli impedía el envío de grandes fuerzas.  Con poco más de 15.000 hombres bajos sus órdenes, Kamil retrocedió para organizar una línea defensiva, cediendo a los rusos las ciudades de Eleskirt, Agri y Dogubeyazit, en la Anatolia Oriental.
Milicias armenias. 1.915.
El 20 de Abril, las tropas turcas sitiaron Van, la capital de la Armenia turca. Una milicia armenia defendía la población, repleta de refugiados, con poco más de 1.500 hombres, mal armados y dirigidos. El asedio se alargó tres semanas, hasta que el general Yudenich pasó a la ofensiva. La invasión de Turquía, se inició con una avanzada que se dirigió, con rapidez, en dirección al Lago Van, a fin de liberar a los armenios asediados, lo que conseguirían el 21 de mayo, un mes después del inicio del asedio. Con Van asegurado, Yudenich inició su ofensiva de verano.
La caída de Van hizo obvio para Yudenich la debilidad de su rival; de hecho, los otomanos defendían un frente de 600 km con tan sólo 50.000 hombres y 130 cañones. Les favorecía el terreno, extremadamente montañoso, lo que obligaba a los rusos a avanzar lentamente.
El Ejército del Caúcaso, bajo el mando de Yudenich, pasó
a la ofensiva en la primavera de 1.916.
A mediados de junio, Yudenich alcanzaba la línea que tenía prevista como punto de partida de su ofensiva; desde allí atacó en dirección Manzirkert, pero subestimaron la capacidad de las fuerzas otomanas desplegadas el el área. El 19 de junio lanzaron su ofensiva, avanzando desde Manzirkert a Mush, pero se encontraron la fiera resistencia del IX Cuerpo turco, que les contragolpeó, estabilizando el frente. Se estableció una línea defensiva sólida, que se preparó para contener los futuros ataques rusos.
Sin embargo, estos no se produjeron a lo largo del verano, cuando la mayoría de las fuerzas rusas disponibles tuvieron que desplazarse para contener la ofensiva de las Potencias Centrales en Polonia y Galitzia.
Nikolai Yudenich, general al mando del ejército imperial
ruso durante la Campaña del Caúcaso. Foto de 1.916.
No sería hasta septiembre, cuando el Gran Duque Nicolás alcanzó el mando general de la Stavka, siendo reemplazado al mando del frente del Caúcaso por el General Yudenich (quién había sido el jefe de facto, pero sometido a las directivas del Gran Duque), cuando se comenzaron a realizar planes para la reactivación del frente, que permanecería estático durante todo el invierno. La suicida misión de Enver Pasha del anterior invierno, había hecho comprender a ambos bandos que las campañas invernales no tenían posibilidades de triunfo; por tanto, ambos bandos aprovecharon lo que restaba del otoño y todo el invierno para reorganizarse y rearmarse, aunque la situación de ambos contendientes era realmente diferente.
Caballería kurdo-turca al servicio ruso.
Mientras que el Gran Duque dedicó sus esfuerzos, una vez contenida la marea de las Potencias Centrales en el Oriente europeo, a reforzar a Yudenich, enviando especialmente artillería y tropas de caballería cosaca, hasta elevar su fuerza hasta los 200.000 efectivos, en el bando otomano, las enormes bajas que había supuesto el esfuerzo defensivo en Gallipolli, imposibilitó a Enver Pasha a enviar grandes cantidades de refuerzos, ya que la falta de reemplazos comenzaba a ser notoria; aun así, proporcionó nuevos fusiles, ametralladoras y cañones, elevando la cifra de soldados otomanos en el Caúcaso hasta los 125.000, aunque sólo 78.000 de ellos eran tropas de infantería.
Caballería Otomana.
El mando otomano había asumido que cualquier operación en invierno era mera especulación, lo que aprovechó Yudenich. A comienzos de enero de 1.916, abandonó sus refugios y avanzó hacia Erzurum, la principal fortaleza otomana en la zona. Entre el 10 y el 18 de enero, el Ejército del Caúcaso atacó en enorme superioridad a la guarnición de Eruzum en Koprokoy, aniquilándola. El alto mando otomano, totalmente sorprendido por la acción rusa, fue incapaz de articular una respuesta eficiente. De hecho, el 16 de febrero, viendo su gran inferioridad numérica, Mahmut Kamil ordenó la retirada del III Ejército otomano de Erzurum, en un intento de salvar sus tropas.
Una vez conquistado Erzurum, Yudenich dio descanso a sus tropas. En abril de 1.916, una vez finalizado el crudo invierno, decidió dividir su ejército, avanzando desde Erzurum en dos direcciones; hacia el norte, para capturar el puerto de Trabzon, desde donde podía abastecerse por mar, y el resto hacia el oeste, hacia las ciudades de Mush y Bitlis, profundizando en la Anatolia turca.
La zona de Anatolia estaba defendida por el débil II Ejército otomano, que fue derrotado en las batallas de Mush y Bitlis, libradas durante la primavera y el verano, siendo empujado profundamente hacia el corazón de Anatolia y Mesopotamia, hacia el sur, donde no disponían de líneas de defensa preparadas.
Mientras, las unidades enviadas al norte derrotaban al III Ejército otomano en la batalla de Erzincan, librada entre el 2 y el 25 de julio, capturando la población, y dejando expedito el camino de Trabzon, aunque los otomanos consiguieron estabilizar las líneas y detener el avance ruso.
Mustafa Khemal. El posteriormente conocido como
Ätätürk, dirigió al II Ejército en Anatolia.
Tras su derrota en Anatolia, los turcos decidieron dar al enérgico y popular Mustafá Khemal, quién se había distinguido en la batalla de Gallipolli, la dirección del sector. Khemal se encontró con un frente derrumbado, donde los rusos avanzaban sin contención, y un II Ejército desmoralizado y en retirada. Lo primero que realizó fue una enérgica acción en el entorno del lago Van, a fin de contener el avance ruso hacia el sur. Posteriormente, procedió a la reorganización del ejército, y una vez reorganizado, ordenó el ataque. Entre el 2 y el 9 de agosto, Khemal hizo avanzar a sus fuerzas contra el ala sur del ejército ruso del Caúcaso. La lucha fue mal desde el primer momento para los intereses otomanos, superados ámpliamente en número por los rusos, y ante la participación de un destacamento de voluntarios armenios, quienes tomaban represalia de esta forma de la masacre a la que los otomanos les habían sometido durante el año anterior. Las tropas de Yudenich, mandadas en la zona por el general Tovmas Nazarbekian, rechazaron a los turcos, quienes siguieron atacando el área de Van durante lo que restaba del verano.
Para septiembre, Khemal registró la pérdida de casi la mitad de sus hombres, más de 30.000 efectivos. Los rusos, inmersos en las últimas fases de la ofensiva de Brusilov en el este de Europa, decidieron no malgastar recursos en el Caúcaso, y fortalecieron sus líneas de defensa a la espera de la llegada del invierno.
La situación otomana era desastrosa a finales de 1.916; con la flota rusa dominando el Mar Negro y los rusos firmemente afianzados en la Anatolia turca, sus fuerzas apenas daban para establecer una débil línea de defensa. Por suerte para ellos, el invierno de 1.917 sería extremadamente duro, lo que impidió los avances rusos.
Tropas caucásicas bajo mando ruso.
La situación no varió sustancialmente durante la primavera de 1.917. Los rusos habían realizado planes para renovar su asalto, pero la situación social y política en Rusia, próxima a la revolución, hicieron que Yudenich decidiese no arriesgarse a implementarlos. La revolución de marzo de 1.917, que provocó la abdicación del Zar Nicolás II y el ascenso de un gobierno provisional encarnado en la figura del socialista Kerensky, imperando un gigantesco caos social en Rusia, provocó que se detuviesen todas las operaciones militares en la zona; de hecho, Yudenich fue retirado para ocuparse de un ejército en Asia Central, mientras sus tropas comenzaron a ser retiradas, lentamente al principio, y de forma atropellada cuanto más se aproximaba la revolución de octubre. A ello colaboró el abandono que sufrieron los soldados del, hasta entonces victorioso, Ejército del Caúcaso; sin alimento ni suministros, los soldados rusos fueron presa de la enfermedad y el hambre.
Tropas otomanas en el frente de Mesopotamia.
Aun así, la situación de los otomanos no era mucho mejor. Presionados por la campaña de Edmund Allenby en Palestina y Mesopotamia, Enver se vió obligado a retirar cinco divisiones de la zona para reforzar los territorios de Medio Oriente. Por tanto, fueron incapaces de realizar ningún avance durante la primavera y el verano de 1.917.
Para septiembre, el ejército ruso ya se había desintegrado prácticamente por completo, y su comandante eventual, el general Przhevalskii intentó reforzar sus escasas fuerzas con milicias locales armenias y georgianas, a fin de relantizar el previsible avance turco. Para noviembre, la situación se había vuelto caótica, ya que con la llegada de la revolución bolchevique y la creación del Soviet Transcáucaso en Tiblisi, los suministros dejaron de llegar por completo.
Soldados rusos tras la captura de Erzurum.
Los armenios mandaron representantes para negociar con el gobierno del soviet transcaucásico, en un intento de buscar ayuda, mientras intentaban conformar por su cuenta un cuerpo de ejército que permitiese contener a los turcos si estos avanzaban sobre Van. En total movilizaron 32.000 hombres bajo el mando del general Nazarbekov. Junto a ellos actuarán entre cuarenta y cincuenta mil civiles armados, que lucharán por sus vidas. El único apoyo que mandarán los soviets será material, incluyendo 180 ametralladoras y más de 150 cañones. Sin embargo, el otoño pasó sin que ninguno de los bandos moviese ficha.
Tan sólo en el terreno diplomático comenzaron a moverse los papeles. El nuevo gobierno bolchevique quería a Rusia y sus soviets fuera de la guerra. El 5 de diciembre de 1.917, se selló en Erzincan un armisticio entre los rusos y el Imperio Otomano, que daba por finalizada la guerra entre ambos. Los regimientos rusos que restaban en el ejército armenio fueron retirados progresivamente, hasta que el 7 de febrero no quedó ningún soldado ruso en la línea de frente. Los soldados rusos dejaron a sus compañeros de armas el material que llevaban, en un intento por ayudarles.
Así las cosas, la resistencia final al Imperio Otomano la iban a presentar las minorías étnicas del caúcaso, encabezadas por los armenios, aunque también apoyados por cosacos, georgianos y cristianos coptos.
Thomas Nazarbekian, líder militar
armenio.
A finales de enero de 1.918, las fuerzas rebeldes dirigidas por Nazarbekian se habían estacionado en una línea de defensa que corría desde Yerevan hasta Erzinjan, apoyándose en Van. La ofensiva del III Ejército turco comenzó el 5 de febrero de 1.918, cuando las tropas otomanas avanzaron hacia el este, a través de la línea entre Tirebolu y Bitlis. El avance fue decisivo; las tropas armenias no eran rival para las curtidas unidades turcas, que fueron ocupando población tras población, recuperando el territorio armenio para la causa turca. Kelkit cayó el 7 de febrero; Erzincan el 13; Bayburt el 19 y Tercan el 22. El 24 de febrero los turcos recuperaban el puerto de Trabzon y comenzaban a recibir refuerzos y suministros por mar.
A pesar de la resistencia armenia, Erzurum también sería recuperado por el I Cuerpo Otomano del Caúcaso el 12 de marzo. La defensa se derrumbó y tras Erzurum cayeron Manzikert, Hinis, Oltu, Köprüköy y Tortum en menos de dos semanas.
El 3 de marzo de 1.918, las Potencias Centrales y Rusia, firman el Tratado de Paz de Brest-Litovsk, por el cual los rusos ceden Batum, Kars y Ardahan a los turcos. Una claúsula del acuerdo obliga a los rusos a desmovilizar el ejército armenio.
A partir de ese momento, se despliega un incesante movimiento diplomático, intentando un completo cese de las operaciones por parte de las nacionalidades del Caúcaso, que sólo se logró tras varias sangrientas batallas y varios acuerdos firmados, con la firma del Armisticio de Mudros, sellado el 30 de octubre de 1.918, pocos días antes del final total de las hostilidades.

LIMPIEZA ÉTNICA EN EL CAÚCASO. EL GENOCIDIO ARMENIO:
Mujeres armenias huyen de Van a su destierro y aniquilación.
Durante todo el conflicto mundial, el Imperio Otomano hizo mucho hincapié en la persecución de la comunidades cristianas que lo habitaban, como medio de impulsar sus llamamientos a la Guerra Santa, con los que esperaban atraer al mundo árabe al conflicto en su bando, así como medio para desviar la atención sobre los desastrosos resultados de sus campañas militares.
Como hemos visto previamente, a finales de 1.914, el Imperio Otomano atacó al ejército zarista en el Caúcaso, en el entorno de la ciudad de Kars, siendo derrotados en la posterior batalla de Serikamis. El resultado fue un duro golpe para uno de los líderes de los Jovenes Turcos, el ministro del Ejército, Enver Pasha, quién se había implicado en la dirección de la acción. La mayor parte del III Ejército Otomano había desaparecido, con cerca de 100.000 hombres.
Inicialmente, Enver Pasha intentó relajar las tensiones generadas por la derrota alabando a las minorías étnicas que habían combatido al lado de los turcos. El 26 de enero de 1.915, envío un telegrama al obispo armenio de Konja, Monseñor Khatchadurian, elogiando y agradeciendo la labor desempeñada por las tropas armenias. Sin embargo, sus palabras no corresponderían con sus hechos.
Cedvet Bey, gobernador turco
de Armenia.
Poco a poco fueron labrando un odio visceral hacia los cristianos armenios, acusándoles de haber permitido la entrada rusa en Turquía, y reprimiendo las protestas encabezadas por los líderes políticos e intelectuales armenios. La represión a la que el gobernador turco de Armenia, Cevdet Bey, sometió a la población civil armenia, provocó una revuelta en Van, la capital, que sería la escusa perfecta para que los Jóvenes Turcos desarrollasen un plan largamente preparado.
El 24 de abril de 1.915, cuatro días más tarde del estallido de la revuelta en Van, el gobierno acusó a los armenios de organizar una sublevación nacionalista, en apoyo a la invasión rusa del este de Anatolia; ordenó inicialmente el arresto de 250 intelectuales y políticos renombrados armenios, y, sin juicio previo, inicio su deportación y asesinato. Al final de los hechos, 650 intelectuales, políticos, militares de carrera, sacerdotes, etc… armenios, los principales dirigentes del pueblo armenio, habían sido asesinados.
Los principales líderes armenios son ahorcados...
El 11 de junio de 1.915, el gobierno otomano curso la orden que obligaba a la comunidad armenia, cientos de miles de personas, a abandonar sus casas y enseres, que serían requisados por el gobierno turco, e iniciar el camino para su deportación hacia Mesopotamina.
El gobierno turco no escatimó horrores a los cristianos armenios; aquellos que se negaban a abandonar sus enseres y sus casas, eran torturados, colgados, decapitados, desmembrados o, simplemente, asesinados; sus mujeres fueron violadas y asesinadas, y sus hijos asesinados y arrojados para alimentos de los perros delante de los ojos de sus padres.
...o crucificados.
El reclutamiento forzoso que impulsó el gobierno otomano a finales de 1.914, permitió que la mayor parte de los hombres armenios jóvenes estuviesen controlados, inscrito a unidades de combate armenias, por lo que se procedió a su detención y asesinato en masa. La población civil no fue protegida por el gobierno turco en su larga marcha, realizada fundamentalmente a pie; no se les proporcionó ni alimento, ni agua, ni protección, por lo cual, cientos de miles serían víctima de los grupos de turcos vengativos, que asaltaban la larga columna para matar, violar y saquear; de la hambruna que acabó con decenas de miles de niños y ancianos; del tifus y el cólera, que asolaron a los refugiados.
The Killing Fields armenios. El pueblo armenio fue masacrado
sin piedad en sus propias casas, o deportado para su muerte.
El gobierno turco dispuso 26 campos de concentración para la población armenia deportada, a lo largo de las fronteras del Imperio Otomano, en territorio de Siria e Iraq. De ellos, un importante número se convertiría exclusivamente en terreno de enterramiento de decenas de miles de personas en gigantescas fosas comunes, y otros fueron lugares de confinamiento, donde la falta de alimentos y medicinas llevaron a la muerte a cientos de miles de personas.
El Imperio Otomano persiguió y masacro a cientos de miles de cristianos armenios, ortodoxos coptos y de otras minorías, en una limpieza étnica en toda regla que se preocupó en ocultar. La Turquía moderna, encabezada por su fundador y máximo dirigente, Mustafa Khemal, Atätürk, negó desde el primer momento las masacres, aun cuando existían claras pruebas sobre las mismas; desde Henry Morgenthau, embajador de Estados Unidos en Constantinopla, hasta el mercenario venezolano Rafáel de Nogales, que luchó a favor del Imperio Otomano en Van, se registran datos exactos de las detenciones y masacres; como narró De Nogales en su libro “Cuatro Años bajo la Media Luna”, el gobernador militar de Van, Cevdet Bey, ordenó la muerte de todos los varones armenios de la ciudad.
Rafael de Nogales, venezolano bajo
servicio turco, dio testimonio del horror.
Aun hoy en día, el gobierno turco del islamista Recep Tayyip Erdogan se ofende cuando se oficializa la condena de la masacre, del genocidio, negándolo y protestando formalmente contra toda afirmación sobre el mismo. El Parlamento Europeo incluye entre sus exigencias al gobierno de Ankara para su adhesión a la Unión Europea (aun más difícil desde la represión y cambios políticos iniciados por Erdogan tras el golpe de estado del pasado verano de 2.016) un reconocimiento formal de la existencia del Genocidio Armenio, a lo que el ejecutivo turco se niega.
El asunto armenio ensombrece las relaciones entre Turquía y los países occidentales, aunque especialmente con Armenia, con quién sostiene un conflicto diplomático a raíz de la ocupación armenia del territorio de Nagorno-Karabaj (Azerbayan), en 1.994, poco después de su independencia de la extinta Unión Soviética. Aunque Armenia insiste en un restablecimiento de las relaciones entre ambos vecinos, la negativa turca a reconocer el genocidio es un obstáculo difícil de salvar.
Otro escollo que encuentra la comunidad internacional con la negativa turca del holocausto armenio, es la del conocimiento exacto de su tamaño. Alemania, quién se muestra normalmente belicosa con Turquía cuando se trata este extremo, apuntó, gracias a que numerosos de sus militares sirvieron en el ejército otomano durante la Primera Guerra Mundial, un primer registro de bajas. Según el informe alemán, en febrero de 1.916 la cifra de armenios asesinados era ya de un millón y medio. El dato fue ratificado por el director de Inteligencia de la oficina de asuntos exteriores alemana, Erzeberg, en mayo de ese mismo año.
Los cadáveres se acumulaban en el camino. Los niños eran
los primeros en morir de hambre o enfermedad.
La cifra sería rebajada a 1,2 millones de personas en 1.984, basándose en que la población armenia que vivía en Turquía en 1.915 era inferior a un millón y medio. Turquía reconoce por su parte que murieron por “enfermedad y hambre” entre 200.000 y 600.000 armenios, y hecha la culpa al ejército ruso y su invasión de territorio turco.
La realidad es que, acorde con los datos proporcionados por J. Rummel, uno de los principales estudiosos del asunto armenio, los cristianos asesinados por los turcos entre 1.914 y 1.917 fueron 1.883.000, incluyendo armenios, coptos, griegos y otras congregaciones. Cabe recordar, que también fueron muertos 128.000 turcos durante la campaña 1.914 y 1.915, muchos en combate, aunque también hubo casos de represalia por parte del ejército ruso y de las milicias armenias. Entre 1.917 y 1.918, 40.000 musulmanes turcos fueron asesinados por el ejército ruso.
Un turco se burla de los famélicos niños armenios. La limpieza
étnica estaba en marcha, y nada la detendría.
Muchos justificarán estas masacres con la manida frase de “la guerra es así”; pero la realidad es que la guerra no es así; los hombres en la cruenta Primera Guerra Mundial sucumbían bajo toneladas de metal, arrojadas por las piezas de artillería; morían de forma horrible, pero siempre en un campo de batalla o en un hospital de campaña. El Genocidio Armenio y las represalias, violaciones y ejecuciones sumarias están en otro punto; no son la guerra. Son una muestra de odio extremo y de cómo el hombre siempre será un lobo para el hombre.
El olvido y la negación es la garantía que la Historia se repitirá, cíclicamente… No serán armenios… serán bosnios (Srebrenica), serán tutsis (Ruanda), serán iraquíes o sirios (Daesh), … seremos nosotros mismos algún día si olvidamos.

Recordemos…