martes, 15 de noviembre de 2016

ARTÍCULO XXIX. (ESTANCAMIENTO). APOCALIPSIS. LA BATALLA DE VERDUN (PARTE II):

Preludio al Apocalipsis - Muerte en Verdún
Nadie podía esperarse un horror semejante; ni Falkenhayn, ni el Könprinz, ni el mismísimo Kaiser Guillermo, sabían a que iban a enfrentarse cuando decidieron abrir la caja de Pandora en Verdun. La Operación Geritch (Juicio o Lugar de Ejecución) fue diseñada como un medio de romper el empate técnico en que se encontraban los ejércitos enfrentados en el Frente Occidental, utilizando, por primera vez en la Historia, todo el potencial industrial de Alemania para sepultar al enemigo, permitiendo una cómoda y fácil victoria.
Sin embargo, Falkenhayn desató el Apocalipsis, abrió las puertas del infierno y dio a conocer un nuevo concepto de guerra, tan innovador como inútil, que llevaría a los hombres a una suerte de locura colectiva en la que el objetivo sería, única y exclusivamente, la aniquilación total del enemigo.
Mapa con las operaciones a lo largo de la batalla. El artículo trata las fases 3ª y 4ª alemanas y el contraataque francés.
La Operación Geritch, como recordaréis los que leísteis la anterior entrada sobre la primera parte de la Batalla de Verdun, se inició el 21 de febrero de 1.916, con un demoledor bombardeo artillero; durante diez horas seguidas, 1.300 piezas de artillería dispararon sin cesar más de un millón de proyectiles, sobre un frente de apenas 20 km de extensión… Un proyectil cada cinco metros cuadrados; nada podría sobrevivir. Pero el caso es que los franceses sobre los que cayó la lluvia de muerte desencadenada por la artillería alemana, sobrevivieron; la inmensa mayoría desaparecieron para siempre de la faz de la tierra, pero tropas como los cazadores del Coronel Driant, en el Bois des Caures, aguantaron el tipo, frenando el impacto inicial de los atacantes y rompiendo su estrategia. De los hombres de Driant, apenas sobreviviría una cuarta parte, muchos heridos graves y mutilados, los primeros de un enorme número de héroes anónimos que dejarán sus esperanzas y vidas sobre el más cruel terreno de batalla de la Historia.
Tropas bávaras atacan Fort Douaumont en febrero 1.916
A modo de resumen, antes de meternos en analizar la batalla desde donde la dejamos en nuestra anterior entrada, recordaremos que durante el mes de febrero, el ejército alemán, a costa de cuantiosas bajas, consiguió avanzar a lo largo de la orilla oriental del río Mosa; entre sus conquistas, la más brillante fue el emblema del sistema defensivo de Verdun, el Fuerte de Douaumont, que apenas le supuso la pérdida de un centenar de hombres, y que, como veremos, a los franceses les costaría perder mil veces más su recuperación. El avance alemán iba muy lento, no obstante, obstaculizado por el constante bombardeo de la artillería francesa ubicada en la orilla occidental del Mosa.
General Philippe Petain. Con 60 años fue elegido para mandar
el sector. Vividor, mujeriego y muy querido por sus subordinados
consiguió aunar las voluntades para crear un espíritu de resistencia
que permitiría al ejército francés aguantar en los peores momentos
de la Batalla de Verdún.
Por tanto, el Könprinz ordenó a sus generales cambiar de estrategia, avanzando en masa contra las colinas de la orilla occidental. El ataque alemán sorprendió a los franceses, masacrados en las alturas de las colinas 304 y Le-Mort-Homme, pero como en otras ocasiones, la batalla se estancó, y los refuerzos franceses contuvieron la marea, forzando a los alemanes a atrincherarse. Las bajas eran gigantescas en ambos bandos; los franceses, desmoralizados, estuvieron a punto de venirse abajo, pero la llegada de un nuevo comandante al sector, en la figura del apreciado general Philippe Petain, y su idea de hacer que todo soldado francés pasase por el frente de Verdun, en un sistema cíclico de reemplazos que permitió crear un sentimiento de sacrificio entorno al viaje por la Vié Sacrée que llevaba al campo de batalla, les permitió mantenerse en pie, creando un vínculo entre los soldados que les permitiría soportar los momentos más críticos, que estaban aun por llegar.
Rendición del fuerte de Vaux. 7 de Junio de 1.916.
La batalla se volvió desgaste total a partir de abril, con toneladas de acero cayendo sobre las cabezas de los hombres. Los franceses se negaban a ceder un metro de terreno sin hacer pagar a los alemanes un coste humano descomunal, pero acababan cediendo ante la dimensión de la tarea encomendada. Para mayo, los alemanes recibieron una gran cantidad de refuerzos, y renovaron el ataque, con una gigantesca ofensiva en todo el frente. Los hombres caían por millares cada día, en medio de sufrimientos inhumanos e injustificables. En junio, tras padecer un infierno inimaginable, el Fuerte de Vaux se rendía, abriendo una gran brecha en las líneas francesas y provocando el pánico entre la tropa. Todo indicaba que Verdun acabaría cediendo, cuando los alemanes avanzaban hacia la población de Fleury, donde no quedaría piedra sobre piedra.
Era la parte final de la tercera fase de la ofensiva alemana. El cuatro de junio, Brusilov desencadenaba su ofensiva en el este, provocando la retirada de refuerzos alemanes del frente de Verdun. El veinticuatro de junio los cañones británicos cubrían de acero el Somme, preparando la ofensiva aliada en la Picardía. Para entonces, 200.000 alemanes y 185.000 franceses habían caído en el infierno de Verdun. Restaba el Apocalipsis.
Contenido de la Entrada:
1.       La Tercera Fase. Parte final. El primer asalto a Fleury y Fuerte Souville.
2.       La Cuarta fase ofensiva alemana. La Batalla por Fuerte Souville y Fleury-Devant-Douaumont.
3.       La reconquista. La primera batalla ofensiva francesa en Verdun.
4.       El final. La segunda batalla ofensiva francesa en Verdún.
5.       Consecuencias de la batalla de Verdun.
6.       Apéndices II.
a.      No Woman’s Land. Nicole Gerard-Mangin.
b.      El Señor Diputado. Emilie Driant.
c.       El viajero de la Historia. El campo de batalla hoy.
LA TERCERA FASE. PARTE FINAL. EL PRIMER ASALTO A FLEURY Y FUERTE SOUVILLE:
Poilus franceses se refugian del bombardeo.
El horror había alcanzado sus cotas más elevadas y obscenas durante el mes de junio de 1.916. El espantoso combate que confrontaban los soldados de ambos bandos, con millones de proyectiles surcando el cielo y pulverizando la tierra, hacía absolutamente insoportable la existencia; nunca se habían producido tantos casos de suicidio en las trincheras, y sobre todo, de locura, que obligaba a retirar cientos de hombres a retaguardia, hombres que jamás volverían a ser los mismos.
El miércoles 21 de junio de 1.916, el mismo día que se cumplían los primeros cinco meses de combates, tres de los cuerpos de infantería del ejército dirigido por el heredero al trono alemán, 60.000 hombres, retomaron los combates, en preparación de la gran ofensiva de finales de junio, que debería comenzar el día 23. Como siempre, el ataque vino precedido de un voluminoso bombardeo preliminar, que no consiguió eliminar las defensas francesas; aun cuando en algunos puntos hubo rendición de los supervivientes, en la mayor parte del frente atacado, los franceses aguantaron la tormenta de fuego y esperaron a la infantería alemana con sus ametralladoras preparadas. El ataque fracasó prácticamente por completo, consiguiendo tan sólo algunos poco consistentes éxitos entre los fuertes de Vaux y Tavannes.
Restos de un soldado alemán en Fleury-Devants-Douaumont
Al día siguiente, hizo su debut un nuevo tipo de arma, la fosfina, fosfeno o fosfuro de hidrógeno, un gas venenoso cuyo efecto tardaba un par de días en desaparecer, y que resultaba mortal al ser respirado por cualquier ser vivo. Los alemanes esperaban que las máscaras de gas francesas, aun rudimentarias, fuesen ineficaces frente al fosfuro de hidrógeno, por lo que arrojaron sobre las líneas francesas nada menos que 110.000 proyectiles venenosos. Aunque la infantería consiguió evitar en su mayoría el gas, los artilleros de las baterías francesas, peor equipados para la guerra química, fueron sucumbiendo una tras otro a los efectos nocivos del gas fosfeno.
El viernes 23 de junio de 1.916, la infantería del Könprinz avanzó en masa, sin ser estorbada por los cañones franceses. Aun cuando los alemanes consiguieron ganancias importantes en algunos puntos, el avance sobre el objetivo principal del ataque, Fuerte de Souville, fracasó completamente. Únicamente la fortificación de Thiaumont cayó, permitiendo que la mitad nororiental de la población de Fleury-Devant-Douaumont fuese ocupada. Este último éxito permitía a los alemanes un punto importante para iniciar operaciones posteriores, creando una cuña en las defensas francesas.
Mediada la mañana del día 22, la artillería francesa comenzó a dar señales de vida. Sus proyectiles comenzaron a caer sobre Fleury, donde ambos bandos se encontraban enzarzados en un violento combate cuerpo a cuerpo, no distinguiendo entre amigos o enemigos a la hora de repartir metralla. El puesto de mando francés de Quatree Cheminees, en Fleury, fue conquistado por los alemanes a media tarde. Aunque la mayor parte de la población quedaba en sus manos, el alto mando alemán estaba disgustado; el ataque había fracasado nuevamente, y las tropas empleadas habían sufrido gravísimas pérdidas.
Restos de Fleury. La pequeña población fue aplastada por el
despliegue artillero de ambos bandos.
Sin embargo, no preveían el hecho que los franceses, habiendo perdido Vaux a primeros de junio, y con la amenaza que suponía la cuña de Fleury, a menos de 8 km de Verdun, para las esperanzas defensivas francesas, entrasen en pánico. Aunque la línea de defensa principal mantenía el tipo a pesar de las cuantiosas bajas que acumulaban, privadas muchas unidades de oficiales, en las calles de Verdun las tropas comenzaron a retirarse en desorden, y las órdenes de evacuación comenzaron a circular, ante las noticias no confirmadas de una profunda penetración alemana. Incluso el alto mando francés en Verdun, tras una reunión entre Nivelle y Petain, se mostró dispuesto a abandonar definitivamente la orilla derecha del Mosa, considerándola indefendible.
El pánico cundió entre las filas francesas. Retirada cerca de Vaux.
Petain, quién era conocido por ser un hombre cabal, no quería ser responsable de la inmensa sangría que calculaba podía suponer para el ejército francés sostenerse defensivamente en la orilla derecha, si las noticias de la ruptura definitiva del frente resultaban ciertas. Por tanto, solicitó permiso al Cuartel General francés para efectuar la retirada inmediata. Sin embargo, Joffré no estaba dispuesto a permitir la pérdida de tan incalculable símbolo; renunciando definitivamente a tener un papel más preponderante en la ofensiva que estaba por comenzar en la Picardía, a orillas del río Somme, prometió a Nivelle y Petain el envió urgente de cuatro divisiones adicionales, preparadas y equipadas para el combate. Además, hizo regresar al General Mangin, quién había sido apartado tras los desastrosos asaltos organizados contra Douaumont durante el mes de mayo.
A pesar del pánico, la llegada de las nuevas divisiones coincidió con noticias que indicaban que las unidades de la línea de frente habían contenido el avance alemán. Las unidades de primera línea, combatieron como leones; la mayoría de los oficiales habían muerto; desaparecidos estos, los suboficiales tomaron el mando, y cuando murieron, los soldados rasos decidieron aguantar el apocalipsis sin dar un paso atrás. La crisis había pasado.
El alto mando francés envió al General Mangin (de pie en la
trinchera) para estabilizar el frente.
Por su parte, Falkenhayn informó al mando del V Ejército que debía evitar a toda costa el gigantesco coste humano que habían supuesto los últimos asaltos frontales; el 24 de junio los cañones británicos y franceses iniciaron el bombardeo que abriría la caja de Pandora en el Somme, y Falkenhayn necesitaba hombres para repeler la esperada ofensiva aliada; además, el ataque ruso en el este, que se desarrollaba ya desde el 4 de junio, estaba reclamando cada vez más tropas alemanas, ante el fracaso de los austrohúngaros en defenderse por si mismos. Von Knobelsdorf, el comandante de las fuerzas alemanas en la orilla oriental, quería lanzar un último ataque contra Verdun, asegurando a sus superiores que las tropas francesas se encontraban al borde del colapso. A fin de preparar el ataque, obligó a las unidades más avanzadas a replegarse de los salientes más expuestos, que consideraba prescindibles. Esta retirada táctica no fue bien recibida por la tropa, que habían sufrido enormes sufrimientos y la pérdida de muchos miles de compañeros para conquistarlas, afectando seriamente a su moral. Además, los alemanes fueron sorprendidos por un potente contragolpe francés contra el reducto de Thiaumont, lanzado en la mañana del 25 de junio, que conseguiría apoderarse del mismo, retrasando seriamente los planes ofensivos de Knobelsdorf.
El combate en Fleury fue brutal, y no fue raro encontrar
junto los cuerpos de enemigos, que se habían aniquilado
en las sangrientas refriegas cuerpo a cuerpo.
Durante varios días, la batalla pareció reducirse a la población de Fleury, duramente bombardeada por ambos contendientes, y donde la infantería de los dos bandos se empleó con excepcional dureza. Los hombres de primera línea, apenas disponían de agua, viéndose obligados a beber la acumulada en los cráteres de las bombas tras el rocío nocturno, cuando no sus propios orines. La lucha fue tan feroz, que la población cambiaría de mano hasta dieciséis veces en las siguientes semanas, causando miles de muertos y heridos. La humedad nocturna, el infernal calor diurno, los piojos, las ratas, el dulzón hedor de los cuerpos insepultos en descomposición, mezclado con el olor constante a cordita y por las habituales nubes de gas nocivo, hacían la existencia de los hombres un infierno en medio de los combates por Fleury. La creencia general a primeros de julio era que ninguno de ellos saldría con vida de aquel infernal campo de batalla.
LA CUARTA FASE OFENSIVA ALEMANA: LA BATALLA POR EL FUERTE DE SOUVILLE Y FLEURY-DEVANT-DOUAUMONT:
El Fuerte de Souville sería el objetivo primordial del
último intento alemán por romper el estancamiento.
El primero de julio la atención de los cuarteles generales de ambos bandos se desplazó más al norte, a las orillas del río Somme, donde el mando británico lanzó una gran operación contra el II Ejército alemán. Aun cuando el alto mando germano decidió, de forma inmediata, detener el envío de refuerzos ofensivos al frente de Verdún, se autorizó a implementar los planes finales de von Knobelsdorf para tomar el Fuerte de Souville, a menos de cinco kilómetros de la ciudadela, lo que supondría el colapso completo del frente defensivo francés.
El plan de Knobelsdorf incluían una enorme concentración artillera y el empleo de más de 60.000 proyectiles de gases, en un frente muy estrecho, asaltando entre el Bois de Chapitre y Fleury, con dirección al Fuerte de Souville, apoyado por un ataque de diversión cuyo objetivo era aproximarse hacia el fuerte de Tavannes, al sureste.
El Fuerte Souville dominaba una cresta situada a un kilómetro al suroeste de Fleury, y estaba considerado un objetivo fundamental desde el comienzo de la Operación Gericht. La captura de esta vital posición, daría a los alemanes el control de las alturas sobre el Mosa y Verdún, permitiendo a la infantería atrincherarse en una posición elevada y a la artillería dominar todo el valle del Mosa, lo que tácticamente, supondría la rendición de la ciudad.
Tropas francesas esperan el asalto alemán cerca del Bois de
Chapitré. Los 300.000 proyectiles alemanes apenas consiguieron
resultados sobre los bien parapetados defensores.
Aunque el ataque estaba previsto que comenzase el 7 de julio, el mal tiempo obligaría a retrasarlo. El bombardeo previo alemán se iniciaría finalmente el 9 de julio. Durante dos días, la artillería despachó más de 300.000 proyectiles de todos los calibres, incluyendo 60.000 contenedores de gas venenoso, sobre los desafortunados soldados que defendían tan estrecha línea de frente. Los franceses habían comenzado a recibir las nuevas máscaras antigas M2, que mejorarían su eficacia ante el fosgeno, la fosfita y la clorita. Sobre el fuerte mismo se concentraron los calibres más gruesos de la artillería alemana, siendo alcanzado por no menos de quinientos proyectiles de 360 a 420 mm. Cuando la infantería del Könprinz inició su avance, el 11 de julio, se encontró enfrentada a una tenaz resistencia francesa , apoyada por su artillería, que apenas había resultado dañada por los proyectiles de gas; sobre la tropa alemana comenzó a caer una demoledora tormenta de fuego, que ralentizó el avance y masacró a los asaltantes. El ala izquierda del ataque fracasó claramente; el fuego era tan intenso que las tropas de refuerzo no podían ni abandonar el fuerte de Vaux, donde se habían refugiado.
Aun así, tropas del 140º regimiento de infantería consiguieron alcanzar la superestructura del fuerte de Souville, durante los combates del día 12; tan sólo treinta hombres, de los 200 que iniciaron el asalto, consiguieron escalar al techo, en un intento de enfrentarse con las casamatas que lo defendían, sólo para resultar exterminados por un decidido contraataque francés. La confusión reinaba entre los atacantes, que no esperaban tan fiera resistencia; los regimientos de cabeza se retiraban ante la imposibilidad de avanzar, mezclándose los heridos con los refuerzos que llegaban constantemente a la primera línea, creando un espectacular caos que perjudicaba seriamente las opciones de éxito del ataque.
El General Robert Nivelle, considerado el Héroe
de Verdun, prendió una frase en los corazones
de los defensores: "No pasarán".
Para motivar a los defensores, ese mismo día 12 de julio, enardecido por la defensa de Fuerte Souville, el General Robert Nivelle hizo llegar a sus tropas un comunicado que cerraba con una frase destinada a pasar a la Historia: “Ils ne passeront pas!”, “No pasarán”, eslogan que sería usado, veinte años más tarde, por los defensores de Madrid durante la guerra civil española, y que se convertiría en el lema de la defensa de Verdun.
Cuando el ataque se detuvo, el 15 de julio, tras un contraataque francés, dirigido por el enérgico general Mangin, que sólo sirvió para engordar la cuenta del carnicero, los alemanes apenas habían podido consolidar un avance de medio kilómetro en dirección al fuerte; las buenas noticias provenían de Fleury, que había sido ocupada completamente, y esperaba refuerzos procedentes del fuerte de Douaumont. Este éxito, aunque escaso, haría creer al mando alemán que la ruptura del frente aun era posible.
Sin embargo, la falta de refuerzos y suministros obligó a Knobelsdorf a acordar con el Könprinz una parada de las operaciones para reorganizar sus debilitadas unidades. El avance hacia Fuerte Souville no parecía posible en las actuales circunstancias, por lo que decidieron cambiar su línea de avance principal. Atacarían violentamente el ala izquierda, entre Fleury y el fuerte de Tavannes, lo que les permitiría recuperar el reducto de Thiaumont y ampliar su frente, para, en una segunda fase, atacar Souville desde el frente y el flanco.
Tropas de choque alemanas preparadas para el asalto.
El ataque comenzó el primero de agosto. El bombardeo previo tomó por sorpresa a las defensas francesas (el alto mando francés se había confiado, ya que estaba seguro que no llegaban refuerzos alemanes a la zona, concentrados como estaban en defender el Somme, por lo cual no preveían que las agotadas fuerzas alemanas fuesen capaces de lanzarse nuevamente a la ofensiva), aunque apenas si sirvió para que el ala izquierda del ataque consiguiese avanzar unos cientos de metros; en el flanco derecho, las tropas fueron rechazadas desde el primer momento. Durante más de diez días, la batalla se desarrolló violentamente en el entorno del reducto de Thiaumont, que cambiaría varias veces de mano, hasta que un esfuerzo adicional alemán consiguió consolidar la posición el 12 de agosto.
Para entonces, en el cuartel general alemán en Stenay, Falkenhayn valoraba suspender por completo la ofensiva de Verdún. No se observaban opciones de romper el estancamiento, y las tropas estaban escasas de artillería y munición, que era requerida por otros frentes. Además, los hombres estaban agotados, tras meses de combate constante, sometidos a graves privaciones y soportando un tipo de combate absolutamente infernal. Aun así, la batalla continuaba; el flanco derecho alemán, entre Fuerte Souville y el reducto de Froideterre, un área convertida en un barrizal por las constantes explosiones de la artillería y las lluvias de mediados de agosto, fue objeto de violentos contraataques de ambos bandos, que no llevaron más que a dejar el terreno cubierto de cadáveres insepultos y de hombres heridos que gemían de dolor sin que pudiesen ser atendidos. Muchos heridos morían de sed o desangrados tras días sin poder ser rescatados.
El contraataque francés de agosto fue tan desastroso como los
ataques alemanes. En la foto, tropas coloniales avanzan entre
explosiones de la artillería alemana.
El jueves, 17 de agosto, las tropas del general Mangin volvieron al asalto en el sector entre Fleury y el reducto de Thiaumont, sin conseguir ningún resultado, más allá de acumular unos cuantos cientos más de bajas. La actividad durante lo que restó de agosto se disminuyó al mínimo; el fuerte calor, la ausencia de agua, y el hastío de los hombres hicieron que, sin detener los combates, no se intentasen nuevas ofensivas. A comienzos de septiembre, los alemanes consiguieron doblegar la resistencia francesa en el entorno del Nez de Souville, pero apenas consiguieron avanzar unas decenas de metros, formando una inconsistente línea de defensa avanzada, que perderían pocos días después.
Paul von Hindemburg (izquierda) y Erich von
Ludendorff (derecha), sustituyeron en el mando
general del ejército alemán a Falkenhayn el
29 de agosto de 1.916
El 29 de agosto, el Kaiser cesaba a Falkenhayn como Jefe de Estado Mayor alemán, culpándolo de la situación que confrontaban tras la desastrosa ofensiva en Verdún; Falkenhayn sería reemplazado por el prestigioso general Paul von Hindemburg, siempre acompañado de su fiel escudero y verdadero cerebro militar, Erich von Ludendorff, quién ejercerá además como pseudo canciller, dominando la situación con mano de hierro. Los franceses no querían dejar pasar la oportunidad de saludar a los nuevos comandantes alemanes, por lo que organizaron contraataques relevantes entre el 9 y el 17 de septiembre, no consiguiendo grandes resultados y sufriendo pérdidas importantes. Durante estos combates se produjo en el sector de Tavannes un extraño accidente, cuando una de las mulas de carga francesas, que transportaba municiones a lo largo del túnel ferroviario de Tavannes, se encabritó y perdió su carga, que se incendió y estalló, inundando el túnel de fuego, acabando con la vida a 474 soldados franceses y dejando heridos a muchos más.
La ofensiva alemana había finalizado. Ludendorff cursó órdenes para suspender el envío de refuerzos ofensivos y limitar los suministros a la zona, dando por derrotado el esfuerzo que las tropas alemanas, a costa de más de 200.000 bajas, habían desarrollado en la Región Fortificada de Verdún, durante los últimos siete meses.
LA RECONQUISTA. LA PRIMERA BATALLA OFENSIVA FRANCESA EN VERDÚN:
Seis meses de batalla sólo habían servido para crear miles
de viudas y huérfanos. Los muertos eran tantos y estaban tan
maltrechos, que los capellanes franceses acababan bendiciendo
el terreno al no poder hacerlo con los restos.
El reemplazo del mando alemán se realizó de forma completa. No sólo Falkenhayn, quién sería destinado, a modo de represalia, al nuevo frente rumano, al frente del IX Ejército, lo que suponía de facto una degradación de su autoridad, si no que también el General Knobelsdorf, a quién el Könprinz culpaba del fracaso en el ataque sobre Verdún, fue relevado. El heredero al trono alemán también consiguió que su ejército dejase de desangrarse, al ejecutar Ludendorff su petición de paralizar la ofensiva alemana.
Sin embargo, los franceses no consideraban que la batalla hubiese finalizado. El orgullo herido por la pérdida de más de un cuarto de millón de hombres, y de símbolos tales como los fuertes de Douaumont y Vaux, eran auténticas bofetadas en el honor de Francia, que debían ser recuperadas a cualquier coste. Durante septiembre mantuvieron la presión, sin obtener resultados, como vimos anteriormente.
Tropas marroquíes en la estación de París. Las tropas coloniales
reforzarán el frente de Verdún para la ofensiva francesa.
70.000 musulmanes morirán en los combates.
El mando francés estaba determinado a golpear a los alemanes constantemente, impidiéndoles desviar refuerzos hacia el Somme, donde el ejército británico estaba desangrándose tras un verano terrorífico. Nivelle y Petain comenzaron a preparar un plan para retomar la ofensiva, que incluía la necesidad de realizar un gigantesco esfuerzo de ingeniería, mejorando las carreteras y las posiciones de la artillería, construyendo depósitos de municiones y rellenándolos hasta los topes. La Vía Sagrada se encontraba en plena ebullición; el general Petain había requisado prácticamente cualquier vehículo de motor existente en Francia, y los camiones recorrían la arteria que unía Verdún con el resto del país sin descanso; había conductores que podían pasarse sin dormir más de 48 horas.
El descanso vino bien a los contedientes.
Los franceses recibieron con alegría a las
tropas coloniales. En la imagen, con un
soldado senegalés.
Las fuerzas de asalto serían puestas bajo el mando del General Mangin, quién contaría inicialmente con un grueso de ocho divisiones, unos 90.000 hombres, que durante las semanas previas comenzaron a entrenar asaltos a fuertes. Además, el general Nivelle estaba desarrollando una nueva táctica de artillería, un nuevo giro de tuerca en esta guerra industrial: la barrera de artillería móvil. El objetivo de la nueva táctica era que la infantería avanzase protegida por una densa barrera artillera, que se movería en su frente, saltando unas decenas de metros tras cada andanada. Las fuerzas de asalto y el fuego artillero alcanzarían las líneas enemigas consecutivamente, no permitiendo a los defensores ocupar sus posiciones defensivas tras la lluvia de proyectiles. El problema estaba en que este nuevo método de ataque requería una perfecta coordinación entre los artilleros y la infantería avanzando, algo que, hasta ese momento, había resultado imposible de lograr. Para obtener éxito, se diseño una nueva red telefónica subterránea, que dificultase su reconocimiento por parte de los observadores de artillería enemigos, impidiendo que fuese cortada constantemente por el fuego enemigo.
Batería ultrapesada de 400 mm. francesa en acción.
Para apoyar la operación, Nivelle contaba con el uso de un par de nuevos cañones Saint-Chamond de 400 mm, gigantescas piezas de artillería instaladas sobre afustes ferroviarios, que disparaban enormes proyectiles de 900 kilos, con una gigantesca capacidad de penetración, con los que esperaban destruir los fuertes de Douaumont y Vaux antes que la infantería francesa avanzase.
Parecía que los generales de ambos bandos se ponían de acuerdo en el día, de forma macabra o ritual, ya que el 21 de octubre de 1.916, ocho meses después del inicio de la batalla, el ejército francés pasaba a la ofensiva. A primera hora de la mañana, varios aviones de observación surcaron el cielo sobre el frente de batalla. Entre los pilotos se encontraba el que más tarde sería reputado cineasta francés, Jean Renoir; desde estos aparatos, dirigirán el fuego de los enormes cañones ferroviarios sobre el Fuerte de Douaumont. Para los soldados alemanes que defendían la mole de hormigón, era como estar dentro de un gigantesco tambor; sólo existían estruendo y nervios constantes, un temor racional a que uno de esos enormes engendros explosivos perforase la mole defensiva, masacrándolos y sepultándolos para siempre. El día 24, la artillería francesa cesó su fuego repentinamente, lo que fue interpretado por los soldados alemanes como una señal que el avance de la infantería había comenzado. La artillería alemana, como había hecho en otras ocasiones, comenzó a bombardear las líneas de aproximación y refuerzo francesas, quedando al descubierto; era el momento que esperaban los artilleros franceses, que se cobraron buena pieza con su fuego contra batería, destruyendo o dañando más de la mitad de las baterías alemanas en el sector de Douaumont a Vaux.
Posición alemana. La mayor parte de los defensores fueron
dispersados por la artillería francesa. Donde aguantaron, las
bajas francesas fueron muy elevadas.
La artillería pesada francesa volvió a realizar su labor de demolición el 23 de octubre, obteniendo dos impactos directos que penetraron el grueso blindaje del fuerte, explotando en su interior y causando daños devastadores. La primera de las explosiones abrió un enorme boquete en la superestructura, pero la segunda fue aun más terrible; impactó en la zona del hospital militar, matando a todos los soldados, médicos y enfermeros que allí se encontraban, cerca de 400 hombres. La explosión, aun siendo menos grave que la sucedida el 8 de mayo de 1.916, cuando la explosión de los depósitos de combustible de los lanzallamas allí acumulados, acabó con la vida de 679 soldados alemanes, fue la demostración que necesitaba el comandante de la posición para determinar sus opciones defensivas.
Polius se preparan para el asalto. Por Francia!!!
Este impacto resultaría decisivo para el futuro de Fuerte Douaumont. Los proyectiles comenzaron a caer sobre la cáscara abierta del fuerte, y los gases venenosos comenzaron a afectar a sus defensores, muchos de ellos heridos por las explosiones internas. Por tanto, el comandante de la guarnición, decidió evacuar a sus hombres, dejando tan sólo una débil guarnición en defensa del fuerte, bajo el mando del capitán Soltau.
Soltau y sus hombres soportarían un terror indescriptible, bajo el constante fuego de los grandes obuses franceses, y de cientos de pequeños calibres que ahora tomaban la posición como objetivo principal. Durante la noche del 23 al 24 de octubre solicitó refuerzos, ya que su pequeña unidad, al borde de la locura, era inútil para mantener la posición por si misma; al no obtener respuesta, decidió abandonar el fuerte. Sin embargo, uno de los oficiales bajo su mando, el capitán Prollius, eligió regresar junto con una veintena de hombres, aprovechando que la artillería francesa había dejado de martillear la mole de hormigón.
Franceses al asalto.
El 24 de octubre, las tropas del general Mangin atacaron en masa. Coordinados perfectamente con la artillería para desarrollar la nueva estrategia ofensiva, aprovechándose de la niebla matutina, avanzaron sobre las posiciones alemanas. Sorprendidos dentro de sus refugios, muchos alemanes se rindieron o sucumbieron ante el ímpetu de los atacantes. Fleury fue recuperado; el Bois de Chapitré sería limpiado de enemigos tras una sangrienta refriega. El avance parecía imparable, tanto que las tropas francesas se colocaron en disposición de atacar el Reducto de Thiaumont y el Fuerte de Douaumont.
Tropas del Regimiento Colonial de Marruecos, tras recuperar
el Fuerte de Douaumont, 24 de octubre de 1.916.
A media mañana, el Regimiento de Infantería Colonial de Marruecos, mandado por el Comandante Nicoliaï, recibió órdenes de asaltar el fuerte de Douaumont. Sin apenas oposición los “polius” marroquís entraban en la mole de hormigón, capturando al capitán Prollius y sus hombres. Marruecos recuperaba el símbolo para Francia; sobre el Fuerte de Douaumont se volvió a erigir la bandera tricolor, para júbilo de los soldados que la observaban. Alemania perdía su principal bastión defensivo en Verdun.
El General Mangin contaba con millones de proyectiles para
apoyar a sus hombres. Aplicando la nueva táctica ideada por
Nivelle, consiguió importantes éxitos, aunque a un coste
humano descomunal.
Para los hombres de Prollius, su cautiverio fue una liberación. Sobre el fuerte habían caído en dos días y medio un total de 240.000 proyectiles de artillería, incluyendo 500 ultrapesados, una tasa de 100.000 proyectiles diarios. El Fuerte de Douaumont pasará a la Historia como el lugar más bombardeado de la historia de la Humanidad.
El ala izquierda del asalto francés encaró la más encarnizada resistencia alemana, entre Fuerte de Vaux y el Bois de Fumin; las bajas fueron terroríficas, aunque a última hora de la tarde la defensa alemana se quebró. Muchos soldados germanos se rindieron o se retiraron en desorden hacia el fuerte de Vaux, que sería el próximo objetivo del asalto.
Las tropas coloniales recibirán gran parte de las bajas de la
contraofensiva francesa.
El miércoles 25 de octubre de 1.916, el Fuerte de Vaux fue atacado por las tropas francesas. La primera oleada, sin apoyo artillero, fue aplastada por el demoledor fuego ligero alemán. Los oficiales franceses organizaron dos asaltos más, que resultaron en auténticas masacres; entre 800 y un millar de cadáveres franceses cubrían la llanura frente al fuerte, junto a un número indescriptible de heridos. La situación era tan terrible, que el comandante alemán sugirió, de forma excepcional en la lucha sin cuartel en que se había convertido Verdun, una tregua para atender a los heridos. El ataque sobre el fuerte de Vaux sería detenido indefinidamente.
A cambio, los franceses iniciaron una serie de violentos ataques sobre el flanco del mismo, sobre el Bois de la Caillette y Hardoumont, intentando separar a la guarnición de su línea de retaguardia. La lucha se prolongó varios días de forma sangrienta, sobre la inundada superficie lunar en que se había convertido el campo de batalla. Luddendorf, dando el fuerte por perdido, y siguiendo la nueva estrategia defensiva de evitar las bajas innecesarias, decidió evacuar el fuerte y destruirlo.
Al mediodía del 2 de noviembre de 1.916, los defensores abandonaron el fuerte tras minarlo. Una hora y media más tarde, lo volaban, destruyendo sus principales instalaciones. El día 3 de noviembre, con mucha cautela, tropas francesas entraban en los restos de fuerte sin efectuar un solo disparo. La bandera tricolor volvía a elevarse sobre los dos símbolos de su resistencia.
EL FINAL. LA SEGUNDA BATALLA OFENSIVA FRANCESA EN VERDÚN:
Soldados argelinos disfrutan del descanso en los combates.
Noviembre fue un mes excepcionalmente tranquilo en el frente de Verdun. Los estertores finales de la sangrienta ofensiva británica en el Somme lastraban los ánimos y voluntades de los soldados de ambos bandos, demasiado exhaustos para mantenerse en combate más tiempo. Los comandantes trataban de reunir tropas, de entre los escasos refuerzos disponibles, con vistas a una reanudación de la ofensiva (francesa) o reforzar las debilitadas líneas defensivas (alemana).
Este reposo en la campaña permitió al mando francés reorganizarse. El General Robert Nivelle, considerado por la mayoría el Héroe de Verdun, fue elevado al rango de comandante supremo del ejército francés, sólo por detrás en mando del generalísimo Joseph Joffré. El ínclito General Mangin ocuparía el puesto vacante como comandante general del frente de Verdun. Su primera decisión en este puesto fue la de organizar una nueva ofensiva que mandase a los alemanes hasta sus posiciones iniciales de la campaña.
Artillería francesa en acción.
Sin embargo, no había tiempo material de preparar una gran ofensiva antes de la llegada del crudo invierno, por lo que se precipitaron los preparativos para atacar antes de mediados de diciembre de 1.916. Contando con cuatro divisiones en vanguardia y otras cuatro en reserva, apoyadas por más de 700 cañones, Mangin esperaba desalojar a los alemanes de las tierras altas que aun controlaban.
El 11 de diciembre los proyectiles franceses comenzaron a triturar las posiciones alemanas; durante los siguientes nueve días, dispararán 1.169.000 proyectiles, que batirán el terreno hasta convertirlo en un mar de barro en el que los hombres se enterraban hasta las rodillas durante su avance. Tras varios días de preparación artillera, los soldados franceses abandonaron sus trincheras el 15 de diciembre, avanzando en toda la línea, desde Bezonvaux hasta Vaux. Desde el primer momento, la sangría es memorable; los alemanes, que permanecen impávidos en sus posiciones a pesar del letal fuego artillero francés, destrozan a las tropas francesas, que se quedan empantanadas en tierra de nadie.
Un soldado senegalés muerto en medio del campo de batalla.
Aun así, durante los días siguientes, la masa de soldados franceses conseguirá ir forzando las posiciones alemanas, que bajo las consignas de Ludendorff, ya no defienden hasta la muerte. A un coste sencillamente inexplicable de vidas humanas, las tropas de Mangin ocupan Bezonvaux, el Bois de Hassoule, el Bois de Chauffour y Louvemont. Los refuerzos alemanes poco a poco contienen la penetración francesa, apoyándose ya no en posiciones fortificadas o redes de trincheras, si no en los congelados cráteres que los millones de proyectiles caídos han provocado; cubiertos de barro, congelados por las bajas temperaturas, los alemanes se niegan a rendirse.
Será el 19 de diciembre de 1.916 cuando Ludendorff, que prepara ya una acción de repliegue a posiciones más sólidas en otros puntos del frente occidental, decide que el ejército alemán ya ha sufrido bastante en Verdun, y ordena a sus oficiales replegarse a las posiciones fortificadas próximas a aquellas desde las que partieron al combate el 21 de febrero de 1.916.
Está última acción provocó la rendición de 11.000 soldados alemanes, hartos de sufrir, que prefirieron el cautiverio a continuar la batalla unos kilómetros más atrás. La batalla de Verdun había finalizado.
CONSECUENCIAS DE LA BATALLA DE VERDUN:
Un soldado alemán yace inerte y sólo en medio del campo de
batalla. Verdun, Septiembre de 1.916.
La batalla de Verdun supuso un antes y un después en la historia de los conflictos bélicos que han asolado la Humanidad. Como la primera batalla puramente industrial de la Historia, puso sobre el tablero de juego unas cifras que, aun hoy en día, producen angustia.
Durante los 300 días que duró la batalla, la más larga de la Historia de la Humanidad, los ejércitos contendientes arrojaron sobre las desdichadas tierras de Verdun un total de cuarenta y siete millones de proyectiles de todos los calibres; serían los franceses, con cerca de treinta millones, quienes más metal despacharían sobre sus adversarios.
Verdun es parte de la “zona roja” establecida tras el conflicto, donde la vida resultaría difícil de recuperar debido a la gigantesca cantidad de productos químicos que la contaminaron. La cordita, el fosgeno, la clorita y el fosfeno hicieron una labor de contaminación que aun se extiende incluso hoy en día. Un total de nueve poblaciones del entorno de Verdun serían completamente destruidas por el horror de los constante bombardeos artilleros, demolidos hasta sus cimientos; serían consideradas “ciudades muertas” por Francia. Dichas poblaciones fueron:
·         Fleury-Devant-Douaumont, que hoy en día mantiene su espacio geográfico, aunque tan sólo exista en la forma de las señalizaciones de entrada y salida de la población, y por los monumentos conmemorativos que recuerdan su martirio.
·         Beaumont-en-Verdunois.
·         Bezonvaux.
·         Cumiéres-le-Mort-Homme.
·         Douaumont.
·         Haumont-prés-Samogneaux.
·         Louvemont-Côte-du-Poivre.
·         Orne.
·         Vaux-Devant-Damloup.
Los combates fueron salvajes. Muerte en la trinchera.
Un total de no menos de dos millones de hombres pasaron en algún momento por el terrorífico campo de batalla de Verdun. De ellos, los datos de pérdidas resultan escalofriantes; aunque no existe un conocimiento exacto de hasta que punto llegó realmente la sangría, debido a la terrorífica cantidad de desaparecidos que registró la batalla, las cifras que han sido aceptadas como “próximas” a la realidad son las de un total de 713.000 bajas totales, incluyendo 377.000 franceses  y 336.000 alemanes. Los muertos reconocidos por ambas naciones fueron 162.000 franceses y 146.000 alemanes. Sin embargo, estudios más recientes, basados en los porcentajes de heridos y desaparecidos sobre el número de muertos, elevan la cifra total hasta 950.000 hombres caídos durante la batalla.
El ejército alemán fracasó completamente en su gran ofensiva, destinada a finalizar la guerra en 1.916. El objetivo de Falkenhayn de consumir al ejército francés sin sufrir un número elevado de bajas se vio imposible desde los primeros instantes de la ofensiva; una semana de combates en febrero le supusieron al V Ejército alemán 25.000 bajas por 24.000 francesas, lo que mostraba bien a las claras cual sería la tendencia de la batalla. Únicamente las absurdas ofensivas finales francesas, que se enfrentaban a la tendencia alemana de no mantener posiciones difíciles para reducir sus bajas, incrementaron sobremanera las pérdidas francesas.
La acción demoledora de la artillería de ambos bandos provocó la desaparición de decenas de miles de hombres; muchos de ellos sepultados bajo las toneladas de barro y polvo que el bombardeo generaba, aunque otros muchos serían sencillamente pulverizados por los impactos directos de los proyectiles de artillería. La batalla sería un auténtico infierno para los hombres, incapaces de recoger los miles de cadáveres insepultos, sometidos a terribles condiciones de vida, entre el barro, la muerte, el hambre y la sed.
Verdun; restos en el campo de batalla.
Un tremendo retrato de las terribles condiciones que sufrieron los soldados en el campo de batalla de Verdun, nos la dejó reflejada para la Eternidad el literato francés Jean Geono, quién, en su novela “Le Grand Troupeau”, publicada en 1.931, narraba sus experiencias como soldado durante la Batalla de Verdun (donde combatió. Posteriormente, luchó también en la carnicería de Les Chemin des Dames, “El Camino de las Damas”, durante 1.917), donde nos contaba: “Somos nueve en este agujero. Nada va a hacernos salir de aquí, pero hemos comido y tenemos que aliviarnos. Uno de nosotros no aguanta más y sale de la zanja. Ya lleva hay dos días, a cinco metros, muerto con los pantalones bajados. Defecamos en un papel y lo tiramos fuera. Cuando no queda más papel lo hacemos en las mochilas. La Batalla de Verdun continúa. Lo hacemos en las manos, pero por culpa de la disentería, se nos escapa entre los dedos. Terminamos defecando sangre. Las llamas de la sed nos devoran y bebemos nuestra propia orina. Se seguimos en este campo de batalla es por que no nos dejan escapar.”
La batalla continuaría durante los dos siguientes años, ya no con la misma intensidad; durante 1.917 los franceses recuperarían las posiciones también en la orilla occidental del Mosa, y para 1.918, el ejército americano, prácticamente recién llegado, se desangraría más al sur en la ofensiva de Argonne-Mosa. En total, más de un millón de jóvenes soldados dejaría sus esperanzas abandonadas, unos muertos, otros heridos, muchos enloquecidos, todos con pesadillas durante el resto de sus vidas, sobre las alturas del Mosa, donde se desarrolló la tragedia que hemos narrado.
Sirva este artículo como homenaje a todos aquellos hombres que cayeron en aquel infame campo de batalla.
LA BATALLA DE VERDUN. APÉNDICES II:
I. HÉROES EN VERDUN. NO WOMANS LAND. DOCTORA NICOLE GERARD-MANGIN: La guerra había sido feudo exclusivo de los hombres a lo largo de la historia. Ellos sufrían en el frente, mientras que las mujeres sufrían su pérdida, desesperaban en la espera, y trabajaban por ellas mismas y por sus cónyuges alistados en los ejércitos, convirtiéndose en auténticas heroínas en la retaguardia.
El siglo XX trajo nuevos hábitos sociales, aun por afianzar en las retrógradas sociedades post-victorianas, en las que las mujeres comenzaban a luchar por sus derechos, por participar de los asuntos que, hasta entonces, habían sido considerados exclusivos de los hombres; una lucha por convertirse en ciudadanos de pleno derecho. Durante la Primera Guerra Mundial, las mujeres serían las responsables de mantener el esfuerzo industrial; privadas las fábricas de los trabajadores masculinos entre los 19 y los 45 años, la necesidad de mano de obra necesaria para mantener las líneas de producción a pleno rendimiento, vomitando continuamente proyectiles, obuses, cascos, uniformes, etc, obligó a los industriales a reclutar una legión de mujeres, que ocuparían puestos hasta entonces exclusivamente dedicados a los hombres. Su esfuerzo, trabajando jornadas de 12 a 16 horas diarias, en pésimas condiciones, teniendo que ocuparse luego de sus hijos y su casa, permitió que la producción no decayese.
Sin embargo, sus reclamaciones para poder estar junto a los suyos en el frente, caían en saco roto. Las mujeres podían haber parado la guerra de haber ido a la huelga, pero la responsabilidad que sentían hacia sus hombres, el conocimiento del horror indescriptible que sufrían, les impidió hacerlo. Sus deseos de estar cerca de sus varones, no se cumpliría.
Tan sólo una mujer se acercaría para trabajar al mismo frente de Verdun; tan sólo una mujer se alistaría en el ejército francés; tan sólo una mujer llegaría ante las mismas puertas del infierno durante aquellos tempranos años del siglo XX.
Nicole Gerard Mangin y Dun.
Nicole Girard-Mangin nació en París en 1.878. Tras trasladarse a la Champagne con su familia, decidió, al alcanzar la mayoría de edad, cursar estudios de medicina, trasladándose a la Universidad de la Sorbonne, en París entre 1.896 y 1.899. Sus estudios sufrieron una parada temporal al contraer matrimonio ese mismo año 1.899 con André Girard, propietario de una importante bodega en la Champagne. Fue madre en 1.900, divorciándose de Girard en 1.903, decidiendo retomar entonces sus estudios de medicina. Se doctoraría por la Sorbonne tras presentar una elaborada tesis sobre las toxinas cancerígenas, convirtiéndose en una reputada especialista en el tratamiento de las fiebres tifoideas (tifus). En 1.910 representó a Francia en el Congreso Médico de Viena, junto al prestigioso profesor Albert Robin.
Justo antes de comenzar la Primera Guerra Mundial, se encargó de la clínica del doctor Robin para tratar casos de tifus en Beajon, París. Sin embargo, su vida cambiaría al estallido del conflicto. El 2 de agoto de 1.914 fue movilizada por error, al equivocar el responsable de reclutamiento su apellido “Girard” con el nombre. Decidida a ayudar en lo que pudiese, aportando sus conocimientos para colaborar con el esfuerzo de guerra francés, decidió aceptar la movilización, presentándose de forma voluntaria en su lugar de destino, bajo el nombre de Doctor Girard Mangin. Destinada inicialmente al hospital para heridos de guerra de Beaujon, en París, el oficial médico encargado del mismo recibió a Nicole con furibundas palabras: “Pido refuerzos y me mandan una mujer”. Informadas las autoridades militares, decidieron acallar el error e intentar incorporar a Nicole al trabajo de campo, adaptando su uniforme para que no llevase uno de hombre. Aunque participó en la atención de heridos hasta pasada la crisis de El Marne (cita en sus cartas “el 9 de agosto (de 1.914) tuvimos que atender a 1.059 soldados heridos, no tenemos tiempo ni para dormir”), los mandos militares decidieron quitársela de en medio, siendo enviada al hospital militar del tranquilo sector de Verdún, pabellón 7, donde se trataban los casos de tifus y, especialmente, de disentería sanguinolenta, que los médicos varones se negaban a tratar y solían ceder a las enfermeras.
Nicole y Dun tras la guerra.
Con los soldados pasando eternas jornadas de tedio en la primera línea, su presencia durante las visitas al frente ocasionaba no pocos trastornos. Sería en esta época donde se haría acompañar de un magnífico ejemplar de pastor alemán, que llamaría “Dun”, como diminutivo de Verdun; el fiel animal le ayudaría a protegerse de los no pocos intentos de agresión que sufrió.
Su trabajo durante 1.915 salvaría la vida de muchos soldados, afectados de graves enfermedades tras su paso por las poco higiénicas trincheras del frente de batalla. El 21 de febrero de 1.916, todo cambió; el ejército alemán desencadenó una gigantesca ofensiva en el sector de Verdun. Durante el terrorífico bombardeo que abrió la ofensiva, Nicole encabezó un convoy de ambulancias que se dirigió al frente, resultando herida en la mejilla por una esquirla de metralla, pero consiguiendo rescatar a un importante número de soldados heridos. Durante día y noche condujo ella misma una de las ambulancias, evacuando heridos del Bois de Caures y otros puntos, ocupándose posteriormente de tratar las terribles heridas que muchos traían. Desde ese momento, y durante once meses, su labor permitió salvar la vida de miles de soldados heridos, pasando muchas jornadas sin apenas descanso, al igual que sus compañeros masculinos y que las enfermeras que los ayudaban.
En diciembre de 1.916, como premio a su esfuerzo, fue reconocida como oficial médico y se la concedió el rango de comandante médico, siendo trasladada a París, donde se hará cargo de la dirección del hospital Escuela Edith Cavell.
Al finalizar el conflicto bélico, Nicole Mangin comenzó a trabajar para la Cruz Roja, viajando para impartir conferencias sobre el papel de la mujer durante el conflicto y su experiencia personal. Nunca recibió el más mínimo reconocimiento a su labor por parte de las autoridades francesas.
Poco a poco, el cansancio comenzó a hacer presa de ella; tras unas pruebas médicas le fue diagnosticado un cáncer terminal. El 6 de junio de 1.919, su cuerpo dijo basta. Agotada física y mentalmente, perseguida por los fantasmas del pasado y convencida de no querer acabar como los millares de hombres a los que vió morir, en medio de terribles sufrimientos, decidió poner fin a su vida; fue encontrada muerta sobre la cama de su casa en París, junto al cadáver de su perro Dun, quién le siguió en este último paseo como le había seguido, fielmente, entre explosiones, cadáveres y heridos en vida. La doctora Nicole Girard-Mangin, la primera mujer alistada en el ejército francés, moría a causa de una sobredosis de medicamentos. Tenía 41 años. El ángel que salvó la vida de miles de soldados durante la batalla de Verdun partía hacia la eternidad.
II. HÉROES DE VERDUN. EL SEÑOR DIPUTADO. CORONEL ÉMILE DRIANT: Émile Augustine Cyprien Driant vino a la vida el 11 de septiembre de 1.855 en Neufchâtel-sur-Aisne, en plena Picardía. Desde muy joven mostró predilección por la carrera militar, graduándose en 1.877 en la academia de Saint-Cyr, donde obtuvo los galones de segundo teniente. Tras servir en diversos destinos en África, acabó mandando el 1.er batallón de Chasseurs (Cazadores) entre 1.899 y 1.905, decidiendo posteriormente abandonar el ejército para dedicarse al periodismo y la política. En 1.910 fue elegido como diputado por Nancy, formando parte de la Cámara de Representantes.
Desde 1.888, se dedicó a su pasión por la escritura, publicando diversos libros y artículos, relacionados con el mundo militar y la historia heroica de Francia.
Como otros 200 diputados franceses, fue alistado al comienzo de la Primera Guerra Mundial; los diputados estaban exentos de prestar servicio de armas, pero 200 de ellos elegirían defender a Francia desde las trincheras; 17 de ellos morirían en combate, al menos dos en Verdun, y más de la mitad resultarían heridos o mutilados.
Émile Driant y su estado mayor en las posiciones del bosque
Driant recibió el rango de capitán, aunque fue rápidamente ascendido a teniente coronel, asignándosele el mando de los regimientos de Chasseurs (Cazadores) 56 y 59, compuestos de hombres procedentes de la reserva. Como otros muchos diputados, no renunció a su cargo, y participó activamente de algunas discusiones políticas, como por ejemplo la creación de la condecoración de la Croix de Guerre. Firme impulsor de fortalecer las defensas francesas antes de la guerra, se indignó cuando el Jefe del Estado Mayor francés, el Generalísimo Joseph Joffré, ordenó retirar los cañones y guarniciones de las fortalezas de Toul y Verdún, para enviarlas a primera línea. Driant denunció ante la cámara la situación en diciembre de 1.915, recibiendo el apoyo del Ministro de la Guerra, Joseph Gallieni, aunque no conseguiría que ni una sóla pieza regresase a los fuertes.
Bunker de mando en el Bois des Caures. 2.016
Driant, indignado, y tras observar actividad sospechosa en el lugar donde se encontraban acantonadas sus unidades, el Bosque de Caures (Bois des Caures), próximos al Fuerte de Douaumont, en Verdún, volvió a desplazarse a la Cámara de Representantes, dando alerta sobre la amenaza que se cernía sobre el desprotegido sector.
Joffré montó en cólera, acusando a Driant de interferir en el mando. Contra un diputado no podía cargar, pero contra un oficial del ejército si, por lo cual le ordenó regresar a su puesto urgentemente, y dejó caer en el olvido sus demandas.
Teniente Coronel Driant. 1.916
La realidad haría que las advertencias del teniente coronel Driant se viesen ratificadas, cuando el 21 de febrero de 1.916, las baterías de artillería del V Ejército alemán trituraron el terreno durante horas, arrojando un millón de proyectiles sobre los pobres desdichados que habitaban la primera línea de trincheras francesa.
Allí, en el Bois des Caures, en sus posiciones reforzadas gracias a la previsión de Driant, se encontraban los dos regimientos de cazadores bajo su mando; 2.200 hombres dispuestos a luchar hasta la última bala, si fuese necesario. Las defensas fueron aplastadas bajo el peso gigantesco de los proyectiles alemanes; la tierra se levantaba varios metros para volver a caer, enterrando hombres y esparciendo cuerpos por el terreno. Cuando el fuego cesó, los supervivientes de la unidad de Driant organizaron, bajo su mando, una encarnizada defensa, intentando retrasar lo máximo posible el avance enemigo, dando tiempo a las defensas de segunda línea a prepararse. Los alemanes, abrumadoramente superiores en número, se vieron sorprendidos por la resistencia, y perdieron a muchos buenos soldados intentando tomar ese terreno baldío en que se había convertido el bosque. Durante todo el día 21, y la noche y buena parte del día del 22 de febrero, los escasos supervivientes combatieron como leones. Cuando fueron flanqueados por las superiores tropas alemanas, los cazadores se percataron que su situación era insostenible; o se retiraban, o acabarían aniquilados. Driant ordenó un último contraataque para restablecer la situación, y, al fracasar, decidió ordenar la retirada, sin grandes carreras, dando siempre la cara al enemigo.
Driant fue el último en retirarse, cubriendo a sus hombres. De los 2.200 defensores, cerca de 1.700 murieron, entre ellos el teniente coronel Émile Driant, quién recibió un disparo en la frente que lo mató instantáneamente. De los supervivientes que consiguieron retirarse, la inmensa mayoría se encontraban gravemente heridos.
Driant recibió a título póstumo la Legión de Honor, la máxima condecoración del ejército francés. Todos los 21 de febrero, se conmemora la resistencia de los Cazadores de Driant frente a su monumento, ubicado en el Bois des Caures, donde el señor Diputado prestó su último servicio a Francia.
III. EL CAMPO DE BATALLA HOY. EL TOUR DEL APOCALIPSIS:
Osario de Douaumont y Cementerio Nacional. 2.015.
Aun hoy en día, los acontecimientos acaecidos durante 1.916 están muy presentes en la región de Verdún. Son numerosos los cementerios y monumentos que se levantan en memoria de los hombres caídos y del espantoso terror que tuvieron que afrontar.
Verdun es una pequeña comuna francesa, ubicada en el departamento del Mosa, en la región de la Lorena. Cuenta hoy en día con menos de 20.000 habitantes, aunque se ha elevado para la historia como uno de las más impresionantes necrópolis del mundo; allí, repartidos a lo largo de una infinidad de camposantos, descansan los restos de más de 300.000 hombres, que sucumbieron, en su mayoría, entre febrero y diciembre de 1.916.
Fosa común dentro del Osario de Douaumont. Los restos de
130.000 soldados alemanes y franceses reposan allí.
El punto central de la visita que cualquier turista de la Historia quiera hacer al campo de batalla, es la monumental mole del Osario de Douaumont; el Osario es un enorme templo de 137 metros de largo, coronado por una torre de 46 metros de altura, que contiene en su interior 36 fosas comunes de 14 m2, y dos grandes fosas de más de 150 m2, donde se hallan los restos no identificados de más de 130.000 soldados alemanes y franceses. En su interior, realizado en piedra rosa, se encuentran inscritos los nombres de los soldados franceses desaparecidos en Verdun entre 1.914 y 1.918. Su construcción data de 1.920, aunque no sería hasta 1.932 cuando quedaría definitivamente inaugurado. Frente a el, se inauguró en 1.984 un impresionante camposanto, donde se encuentran enterrados los restos identificados de 15.000 soldados franceses, argelinos, marroquíes, senegaleses, y de otras nacionalidades que combatieron por Francia en aquel fatídico campo de batalla.
En su entorno se encuentran ubicados varios monumentos, recordando a los combatientes judíos durante la batalla (el Muro de los Israelitas), que se encuentra a muy pocos metros del Osario, o bien a los hombres caidos durante las sangrientas batallas por el reducto de Thiaumont.
A no mucha distancia de allí, se encuentran infinidad de vestigios de trincheras, que cruzan los densos bosques que han renacido donde el hombre dejó devastación, en un claro testimonio de las terribles heridas sufridas por la tierra. Las trincheras guían hasta el pueblo muerto de Fleury-Devant-Douaumont, donde aun hoy en día, se ven las calles trazadas, con lápidas que recuerdan las construcciones que se ubicaron junto a ellas. La única construcción que resta en la ciudad muerta, es la Capilla de San Nicolás de Fleury, que da testimonio del terror vivido y recuerda a la miríada de fallecidos en los terribles combates por el control de la población.
Poco más al sureste, a menos de medio kilómetro, está el Memorial de Verdún. Cerrado durante tiempo y reinagurado en febrero de 2.016, para celebrar el centenario de la batalla, se ha convertido en uno de los más impresionantes museos sobre el conflicto que existen en el mundo.
El Fuerte de Douaumont. Junio 2.015.
Siguiendo esta misma carretera, a un kilómetro de distancia, nos encontramos con la inerte mole del Fuerte de Douaumont; siendo el mejor conservado de los fuertes, junto al de Vaux, se ha convertido en lugar de peregrinaje para aquellos que quieren sentir de primera mano la Historia; y es que Douaumont respira miedo, dolor y desesperanza por los cuatro costados. Desde su techo podemos ver el entorno, aun despedazado como efecto del constante bombardeo a que fue sometido. Los cráteres, ahora cubiertos de hierba, se pierden en el horizonte hasta el linde del bosque; no es difícil de imaginar como se vería en 1.916, con los cráteres cubiertos de lodo, convertido en un paraje de pesadilla.
El interior del fuerte es un constante homenaje a los caídos en la batalla por su dominio. Las salas están en su estado original, por lo que sentimos la terrible humedad, el frío de la piedra; vemos las piezas de artillería y contemplamos los resultados de las explosiones internas. Y observamos como los enemigos de entonces, terminan descansando por siempre en la misma necrópolis, como a pocos metros de distancia, sendos altares recuerdan a alemanes y franceses.
La tierra destrozada. Cráteres entorno al Fuerte de Vaux.
Continuando la visita podemos llegar al segundo fuerte conquistado por los alemanes, el de Vaux. Mucho más pequeño que Douaumont, su historia te cautiva desde el primer momento; la lectura de mis narraciones sobre su defensa y martirio, son mucho más comprensibles al experimentar en primera persona la asfixiante sensación de estar entre sus muros, de imaginar la batalla cuerpo a cuerpo, de sentir la acuciante necesidad de beber de los defensores, privados de sus depósitos de agua. En el exterior, una lápida recuerda la epopeya de los defensores de Vaux, encabezados por el comandante Reynal; junto a ella, otra lápida más pequeña, recuerda al más pequeño héroe de Verdun, la paloma Vailant, que perdió la vida llevando el último mensaje de auxilio de la guarnición. Sobre su techo podemos observar los terroríficos efectos de los impactos directos de la artillería pesada, con los restos desventrados de la torreta principal, una gruesa coraza de acero de 10 cm, cuyos restos se encuentran esparcidos por el techo, alcanzado por un proyectil de 420 mm del Gran Bertha.
Fuerte de Vaux. Junio 2.015.
La piel se eriza por la humedad y el frío en su interior, aunque sobre todo se siente el peso terrible de la historia cuando ve una solitaria cruz, ubicada en un sótano cerrado, tétrica y demoledora, auténtico monumento a la muerte, solitaria, individual, privada de toda épica.
Los monumentos se nos aparecen a lo largo del campo de batalla. El Fuerte de Souville, ubicado al sur de Douaumont, también es visitable. Sufrió graves daños a lo largo de la batalla, pero fue reconstruido en 1.917; su actual estado no es tan bueno como el de los dos fuertes que anteriormente narramos, pero mantiene su enorme mole. Cerca de el, encontramos uno de los más hermosos monumentos de la batalla; el Memorial del León Herido de Souville. El monumento, dedicado a la memoria de los heróicos defensores de la 130ª división de infantería, conmemora a los caídos durante la épica resistencia entre las ruinas de la Capilla de Sainte-Fine, protagonizada por esta unidad el 12 de julio de 1.916.
Al norte, en el Bosque de Caures, encontramos el Memorial al Coronel y Diputado Émile Driant, que como vimos previamente, cayó en combate durante los feroces enfrentamientos del 22 de febrero de 1.916. En este punto, todos los 21 de febrero, se realiza un homenaje a la memoria de Driant y sus Cazadores.
Monumento de la Trinchera de las Bayonetas. Junio 2.015.
Mas al este, encontramos otro memorial dedicado a una unidad; la Trinchera de las Bayonetas (Trenchée des Baïonettes) está dedicado a los defensores del 137º Regimiento de infantería, aniquilado durante la ofensiva alemana del 12 de junio. El monumento, pagado por el estado americano, se erige como lugar de descanso póstumo de una docena de hombres del diezmado regimiento, quienes, según cuenta la leyenda, mantuvieron sus posiciones, siendo enterrados en vida. Cuando fueron rescatados, tan sólo doce bayonetas salían de la tierra, colocadas prácticamente en formación. Sobre el punto donde se encontró cada bayoneta, hoy en día se haya una cruz en la que puede leerse “Soldado francés desconocido”.
Memorial a Émile Driant y sus Chasseurs. Bois des Caures.
Otros diputados, a parte de Émile Driant, tienen su monumento. El diputado André Thomé, fallecido el 10 de marzo de 1.916, se presentó voluntario para acudir al frente, prestando su último servicio en Verdun. Una escultura, conocida como “El Soldado de la Justicia”, conmemora su sacrificio. Muy cerca del Osario de Douaumont, se encuentra el Memorial a André Maginot; Maginot había ocupado uno de los ministerios del gobierno antes de la guerra; alistado al comenzar esta como soldado raso, fue gravemente herido durante la batalla de Verdún. Sobrevivió a la guerra, volviendo a ocupar  cargos de importancia en los gobiernos posteriores al conflicto; su nombre está ligado a la construcción del complejo de fuertes que separó Alemania de Francia en el periodo de entre guerras, la “Línea Maginot”. La estatua de bronce que le conmemora representa a Maginot herido, ayudado por su compañero, el soldado Francois-Joseph Jolas.
El 25 de junio de 2.006, el Primer Ministro francés, Jacques Chirac, inauguró el Monumento a los Musulmanes, muy próximo al Osario y al Cementerio Nacional, donde reposan los restos de muchos de los 70.000 soldados musulmanes que perdieron sus vidas durante el curso de la batalla.
Memorial a los Hijos de Verdun.
En el lado izquierdo del Mosa, el número de memoriales se reduce, aunque hay alguno significativo. Cerca de Cumiéres se encuentra la cota de Le-Mort-Homme, donde se produjeron terroríficos combates durante la batalla. El monumento de Mort Homme está dedicado a los caídos de la 69ª división de infantería francesa, y muestra el esqueleto de un soldado cubierto por la bandera francesa. El esqueleto porta la llama de la victoria, y puede leerse una inscripción en la base que dice “Il’s n’ont pas passé” (No pasaron). A unos cien metros de distancia se encuentra el monumento memorial a los 10.000 soldados franceses muertos en defensa de la cota 304, y a su lado, un pequeño memorial dedicado a la 40ª división de infantería. Resulta llamativo el notar que la colina 304 (Côte 304) perdió casi cinco metro de altura debido a los demoledores bombardeos sufridos.
La misma población de Verdun alberga numerosos recuerdos de la batalla, incluyendo un pequeño Memorial a los hombres que mantuvieron abierta la Voie Sacrée (La Vía Sagrada); la Catedral de Verdun, completamente destruida por los bombardeos alemanes; el Monumento a los Hijos de Verdun, dedicado a los 518 habitantes (510 soldados y ocho civiles) de Verdun que dieron sus vidas en el curso de la guerra; el Cementerio Nacional de Verdun; o el Monumento a la Victoria.
Todo el terreno que recorramos estará cubierto de historia viva, una historia que conviene que no olvidemos jamás, una historia que hiela la sangre y ensombrece el alma, pero que no puede quedar en el olvido, una historia que jamás debe repetirse… el capítulo más oscuro de la Historia de la Humanidad.

Recordemos…