jueves, 18 de diciembre de 2014

Artículo XIII. (ESTANCAMIENTO). THE CHRISTMAS TRUCE*

*La Tregua de navidad, literalmente, es el acontecimiento que rompe con la monotonía de muerte y destrucción que supusieron los cinco meses de guerra que regaló 1914. Las monstruosas bajas que sufrieron los contendientes en los gigantescos choques frontales de Mons, Charleroi, Alsacia y Lorena, El Marne, Tannenberg, El Aisne, Lagos Masurianos, Galitzia o Ypres, pusieron bien a las claras que las tácticas militares habían quedado obsoletas y ya no servían en una guerra moderna que devoraba hombres y material a un ritmo jamás antes conocido.
Entre el 1 de Agosto y el 31 de diciembre de 1914, las naciones enfrentadas sufrieron unos 3.500.000 de bajas, incluyendo 1.000.000 de franceses y otro de alemanes. El BEF original se había desintegrado, de hecho sería retirado en 1915, poco tiempo después, con bajas próximas al 95%. Los Ejércitos Austrohúngaro y ruso se habían masacrado mutuamente de forma demoledora.
La situación era de una depresión absoluta tanto en el frente de batalla como en la retaguardia, ante la constatación que el sueño, la Gran Ilusión, el “volveremos antes que las hojas caigan”, la Gran Victoria en 1914, se había evaporado por completo.
En ese depresivo ambiente, con hombres enterrados a lo largo de cientos de kilómetros de trincheras infectas, llegó la Navidad de 1914…

LA VIDA EN LA TRINCHERA DE 1914:
Es importante, para entender los acontecimientos acaecidos durante la Nochebuena y Navidad de 1914, que nos pongamos en la situación que vivieron, para su infortunio, los soldados de todas las naciones que combatieron entre Octubre y Diciembre de 1914, último episodio de la Guerra de Movimientos y primero de la Guerra de Trincheras, especialmente en el Frente Occidental.

Imaginémonos a nosotros mismos en lugar de los hombres que sufrieron esos momentos. Los tremendos choques frontales que acabaron a mediados de noviembre, dieron paso a terroríficos bombardeos que buscaban desmoralizar y destruir la tropa, y obligaban a los hombres a cavar cada vez más profundo para salvar la vida.

A lo largo de 570 kilómetros, desde el Canal de la Mancha hasta Suiza, se escavaron rudimentarias trincheras, sin prácticamente preparación. Con el paso del tiempo, como ya veremos en artículos posteriores, las trincheras se convertirían en auténticas obras de ingeniería, buscando dar cierto nivel de confort y mayor grado de protección a las inclemencias, meteorológicas y militares, para los hombres que las habitaban, pero en 1914 no pasaban de ser excavaciones burdas, realizadas en el barrizal en que las lluvias de otoño convirtieron los campos de batalla europeos.

Estas rudimentarias trincheras contaban, a lo sumo, con refuerzos y suelos creados con tablas de madera, pero que se habían inundado con las lluvias de noviembre, para posteriormente congelarse con las heladas de diciembre. Era imposible permanecer limpio, seco y caliente en un lugar así.

La mayor parte de los hombres no visitaba desde hacía semanas, incluso meses, la retaguardia, por lo que estaban sin asear, rodeados de ratas, piojos y cadáveres insepultos que emergían ocasionalmente de sus tumbas de cieno.
Los piojos, la disentería, el pie de trinchera y enfermedades aun más graves causaban tantas bajas como los obuses enemigos. Además, la mayoría de los soldados carecía del equipo adecuado para enfrentarse al invierno. Las previsiones de todos los contendientes eran de una guerra corta, que no llegaría al otoño, lo que les había condicionado a la hora de prepararse para el crudo invierno, por lo que los hombres se protegían del frío con lo que podían.

Es el Frente Occidental, un lugar infecto con un hedor insoportable.

Muchos hombres no soportan la situación de vivir peor que las ratas, y prefieren herirse a sí mismos, o provocar a los francotiradores enemigos para que les hieran o, en casos extremos, maten. Los que se hieren o provocan que les hieran son perseguidos por sus oficiales, ajenos al drama personal que viven los soldados en la trinchera. Muchos son ejecutados por cobardía.

En un periodo en que la locura más absoluta parece haberse adueñado del mundo, cualquier novedad permite a los soldados salir de la monotonía de muerte y destrucción en que se han instalado. Acercándose el Adviento, esta novedad la suponen las cajas de regalos que se envían al frente desde la retaguardia. Estas cajas pueden salvar la cordura de un hombre, al darle un hálito de normalidad en medio del infierno.

Los británicos reciben las cajas “Princess Mary”, conteniendo pequeños regalos que ayudan a los hombres a recordar un tiempo mejor. El chocolate, los cigarrillos, y la felicitación del Rey Jorge V (“Que Dios os proteja y os traiga de vuelta a salvo”) son su tabla de salvación.

Los alemanes reciben la “Kaiserliche”, el regalo del Kaiser. Franceses y belgas, menos organizados, también recibieron obsequios. Y todos ellos recibieron lo que es más importante, ropa de abrigo, comida y cartas de casa. Un soplo de aire puro entre tanto sufrimiento.

El deseo de todos, el convencimiento moral, es que 1914 acabará y 1915 traerá la deseada victoria decisiva y el final de su sufrimiento, y el más anhelado objetivo, regresar vivo con tus seres queridos y vivir una larga vida en paz.


Llega la tarde de Nochebuena de 1914. Todo en calma en el Frente Occidental…



NOCHEBUENA DE 1914:
Los soldados se acurrucan bajos sus sucias mantas, intentando mantener el calor con una taza de café o té, o un poco de sopa caliente.

Han decorado las trincheras rudimentariamente, a fin de acercar el espíritu navideño y hacerlas más hogareñas. Los alemanes han plantado pequeños “Tannenbaum”, arbolillos de navidad, decorados con luces, en el borde de sus trincheras. Los ingleses y franceses las decoran con fotos y postales navideñas.

En la trinchera, los hombres charlan sobre sus familias, sobre las pasadas navidades en casa, sobre el incierto futuro… Y de pronto, alguien, en una de las trincheras, comienza a cantar un villancico…

El villancico es conocido para ambos bandos… En castellano sería “Noche de Paz”. En lengua inglesa es “Silent Night” y en alemana “Stille Natch, Heilige Natch”. Comienza a sonar en ambas trincheras enfrentadas. Cada cual quiere cantar mejor y más alto que sus contrincantes, en una lucha que nada tiene que ver con los sangrientos y brutales episodios vividos pocos días atrás. La canción navideña inunda sus corazones y gargantas, retumbando en la noche, elevando el ánimo de los hombres que, deshechos, reposan en las trincheras.

Así pasan varios minutos… Nochebuena de 1914. Los coros de voces, que suenan a gloria y a paz, comienzan a hacer olvidar el horror vivido. La armonía es tal que, de repente, lo imposible ocurre...

Representación del soldado
alemán con el Tannenbaum.
Film Feliz Navidad 2005
Según quién lo narre, ocurre de una manera u otra, pero el hecho es que sucede… Los alemanes contarán que un hombre, contra toda lógica, toma un Tannembaun, y con el en la mano, levantándolo, sale entre la niebla mientras pide que no le disparen. Los británicos contarán que un hombre se giró y antes que pudiesen detenerle, salió de la trinchera con un trapo a modo de bandera blanca, pidiendo a voces que no le disparen.

El caso es que no se produce el disparo que hubiese acabado la situación… El silencio se adueña del campo de batalla, mientras los hombres contienen la respiración, esperando que pase algo. Y algo pasa… Tras el primer hombre sale otro, y otro más, y otro, hasta que son decenas los que avanzan, brazos abiertos, desarmados, hacia sus enemigos, hacia la tierra de nadie donde tan brutal ha sido la carnicería. Y allí, en ese campo de honor sin gloria, los hombres, alemanes, ingleses, escoceses, franceses, belgas, comienzan a abrazarse, a charlar, a intercambiar obsequios, comida, cigarrillos y licor.

Puntos de color naranja brillan en la tierra de nadie. Son los cigarrillos que se encienden. Se escuchan risas donde siempre hay dolor, así que los hombres que aun no se han unido, hacen acopio de valor y salen de las trincheras a conocer a sus enemigos. Nochebuena de 1914. Noche de Paz.

LA TREGUA DE NAVIDAD:

El encuentro amistoso en la Tierra de Nadie de los campos de batalla del Frente Occidental en la Navidad de 1914, fue una experiencia única para miles de hombres, agotados y maltratados por cinco meses de sangriento conflicto. Aun hoy en día, 100 años después de los acontecimientos, se observa este hecho como un episodio puntual de cordura entre los terribles actos que la Primera Guerra Mundial escribió con la sangre de sus protagonistas; un esfuerzo espontáneo de los escalones inferiores de ambos ejércitos por alcanzar la paz.

Lo cierto es que la Tregua estaba predestinada a suceder. Aunque el odio acumulado entre las naciones era enorme, los hombres aun mantenían un halito de humanidad, y no podían más que sentir cierto grado de simpatía por sus enemigos. Al fin y al cabo, tenían la misma miserable existencia que ellos mismos. La civilización aun no había desaparecido por completo; a sus espaldas aun podían ver bosques y aldeas que no habían sido reducidas a campos lunares por la artillería, como ocurriría meses después.

Así que la Civilización se impuso a la Guerra; aun había esperanza, y esta impulsó a los hombres a conocer a sus enemigos. Cabe resaltar que la Tregua no tuvo el mismo seguimiento en todo el frente, ni mucho menos; en la mayor parte del mismo, se combatió duramente el día de Navidad; entre franceses y belgas, con sus naciones parcialmente ocupadas, los actos fueron menos usuales que entre los británicos. En cualquier caso, la experiencia marcaría decisivamente a aquellos que la vivieron.

A lo largo de la noche, el Alto Mando Británico –confortablemente instalado en un lujoso castillo a 30 kilómetros del frente- recibió informes acerca de la confraternización con los alemanes.

El Comandante del BEF, Sir John French, dictó órdenes estrictas en contra de tal comportamiento. A pesar de las amenazas de los oficiales de alto rango sobre las consecuencias que la confraternización podría tener, muchos oficiales adoptaron una postura sorprendentemente relajada ante la situación. Consideraban que la tregua haría bien a sus hombres, y les permitiría reforzar sus posiciones o espiar las trincheras enemigas.

Curiosamente, esta ambigua actitud se produjo también en el Mando alemán.

Los británicos ocupaban aun el área en el saliente de Ypres, donde tanta sangre se había derramado en los meses anteriores (y tanta, tantísima, correría en los años posteriores). Fue en este punto donde se inició la confraternización entre rivales aparentemente irreconciliables.

Película "Feliz Navidad". (2005)
La noche no se alargó mucho… Poco después de la medianoche, mientras las noticias ya volaban hacia el cuartel general de ambos bandos, los enemigos se dieron la mano, se desearon una feliz navidad y regresaron a sus trincheras; aunque esa noche no eran tan tristes… Hunos y Tommies habían conocido a sus rivales en su humanidad, y habían encontrado muchos más puntos en común con ellos que con los políticos y militares que les habían enviado al matadero.

La noche pasó, y el día de Navidad amaneció tranquilo. Frío y con niebla, hasta que el sol rompió el manto que había caído sobre la maltrecha tierra de Flandes… y la confraternización se reinicio. Uno tras otro, los soldados salieron de la trinchera, y como la noche anterior, se juntaron en la tierra de nadie, esta vez viendo más claramente los rostros sonrientes de sus enemigos.

Durante unas horas, la Tierra de Nadie en el Frente Occidental, el lugar más temible que probablemente haya dado la historia, un lugar de muerte, se convirtió en el mejor lugar del mundo.

Dos hombres que hablan distintos idiomas pueden entenderse perfectamente si lo desean… La prueba fue ese día. Primero comenzaron a intercambiar objetos, útiles militares y de su vida civil. Se mostraron fotos familiares, se compartió café y tabaco, y pronto comenzaron a inmortalizar el momento con cámaras de fotos.

Entre las primeras actividades que se desarrollaron estuvo el corte de pelo. Peluqueros en la vida civil de ambos bandos comenzaron a usar los útiles del oficio, cortando el pelo a los del otro bando de forma gratuita, mientras las risas de unos y otros llenaban el campo de “batalla”.

En algunos lugares de la línea de frente, la tregua se inicio de forma más solemne. La calma reinante impulsó a unos y otros a buscar los cuerpos de sus compatriotas, caídos en la Tierra de Nadie, y darles sepultura. Un gran ejemplo de camaradería se dio cuando el Regimiento de los Gordon Highlanders, dio sepultura a dos soldados franceses perdidos en la tierra de nadie, mientras numerosos alemanes (sajones) asistían con devoto silencio al entierro.

En cualquier caso, acabadas las honras a los caídos, la confraternización se inició en su forma más lúdica.

Cuentan los anales que se organizaron partidos de fútbol improvisados entre las diferentes nacionalidades. Incluso algún resultado llegó a ver la luz, cuando las cartas de los hombres implicados llegaron a sus casas, teniendo alguna de ellas divulgación en los diarios.

Las cartas y notas en los diarios de los soldados fueron muy importantes en el futuro para entender lo ocurrido. El silencio oficial sería roto por las letras escritas por los protagonistas. Muchas de ellas serían conocidas de forma póstuma, la inmensa mayoría.

Entre los textos más relevantes de los participantes en la tregua están las notaciones escritas en el diario del Capitán de los Guardias Escoceses Sir Edward Hulse. En ellas explicó cómo se inició la confraternización, como se reunió con los alemanes en la tierra de nadie. Explicó su preocupación por hacer cumplir las órdenes a sus soldados, y como compartió sus inquietudes con un oficial alemán, sin conseguir evitar la confraternización y participando, finalmente, de ella. Las notas de Hulse son vitales para comprender la Tregua de Navidad, así como sus consecuencias por su propia experiencia: Hulse moriría en los Campos de Flandes, apenas tres meses después, en la primavera de 1915, durante la Segunda Batalla de Ypres.

La mayoría de los implicados correría un destino similar: morir o caer gravemente herido en batalla, ya que su esfuerzo por la paz cayó en saco roto.

La Tregua duró todo el día. Incluso en algunos puntos del frente se prolongaría por varios días. El Capitán J. C. Dunn, Oficial Médico de los Reales Fusileros Galeses, nos cuenta cómo finalizó la tregua, cuando ambos bandos regresaron a sus trincheras. Narra: “A las 08:30 del día 26 de diciembre, disparé tres tiros al aire y colocamos una bandera en lo alto del parapeto con un Feliz Navidad escrito. Los alemanes colocaron un cartel de “Gracias”. Un oficial alemán subió al parapeto, nos saludamos y volvimos a la trinchera. Entonces sonaron dos disparos al aire desde la trinchera alemana. La Guerra volvía de nuevo”.

La Tregua de Navidad tuvo un impacto diminuto en la retaguardia. Los Políticos y Mandos Militares de ambos bandos se empeñaron en tapar la cuestión. Enviaron a las unidades implicadas a los puntos donde la carnicería sería mayor en los meses posteriores, y echaron tierra sobre el asunto. En esa tierra caerían muchos de unos hombres que buscaron encontrar la humanidad en sus enemigos, y la encontraron durante unas horas, un remanso de sensatez en medio de la más absoluta locura.

En años posteriores, los efectos devastadores de la guerra supusieron que este hermoso acontecimiento no se repitiese. Hubo intentos en diversos puntos, se realizó algún tipo de confraternización, pero más bien intercambio de suministros o treguas para recogida de heridos o caídos. Pero los sucesos que vinieron a continuación de la Tregua, tan trágicos como brutales, impidieron que los nuevos reclutas pudiesen llegar a ver con ojos limpios a sus enemigos; el odio inculcado en la retaguardia, las largas noches de bombardeos, los ataques con nuevas y brutales armas, los asaltos frontales, hicieron mella en la humanidad de aquellos hombres… Incluso el terreno cambió, convirtiendo el campo de batalla en un lugar inhabitable, cubierto de lodo, cráteres y cadáveres… sin árboles, sin casas, sin vida…



La Tregua de Navidad habría caído en el olvido de no haber sido por las notaciones de los soldados participantes, siendo posteriormente resucitada por la cultura actual. Nuestra sociedad tiende a creer en aquello que es bueno, y la Tregua fue un remanso de bondad en el peor momento de la Historia de la Humanidad, un soplo de aire fresco, un rayo de sol en la tormenta a la que el Mundo se enfrentaría durante cuatro terribles años.


Merry Christmas, Froehliche Weihnachten o Feliz Navidad a todos.

martes, 9 de diciembre de 2014

ARTÍCULO XII.- (MOVILIZACIÓN) RACE TO SEA*. LA PRIMERA BATALLA DE YPRES

*La Primera Batalla de Ypres o Primera Batalla de Flandes, sería el último episodio de la Guerra de Movimientos, y el último intento por parte de los contendientes de obtener una Victoria decisiva en 1914. De hecho, el fracaso del Plan Schlieffen tras las derrotas en El Marne y, días después, en el intento de contener a los aliados en El Aisne, supuso un cambio de estrategia alemán. Iniciaron el intento de tomar Boulogne-Sur-Mer y Calais, principales puertos de aprovisionamiento británico en el Canal de la Mancha, en lo que se conocería como la “Carrera hacia el Mar”.
Una vez derrotado el Plan Schlieffen, y aun ignorantes, a pesar de las gigantescas bajas acumuladas (unos 750.000 alemanes y 900.000 aliados), de la necesidad de detener los movimientos ofensivos para reorganizar las líneas y determinar la mejor estrategia para la victoria (o lo que era más obvio, plantear una paz negociada), ambos ejércitos se lanzaron a una serie de ofensivas y contraofensivas, cada cual buscando unos objetivos diferentes, y en algunos casos poco entendibles.
Mientras que los británicos pretendían asegurar sus líneas de suministro, y necesitaban mantener Ypres, el principal nudo de comunicación hacia el mar, los franceses pretendían con su defensa el evitar un flanqueo alemán desde el norte. Los alemanes veían Ypres como lo que era, el nudo vital para romper la unión de la línea entre franceses y británicos, y el camino más directo hacia su nuevo objetivo: los puertos del Canal.
El Primer Ypres sería la última gran batalla en la que participaría el BEF original, los “Old Contemptibles” (Viejos Gruñones), el pequeño ejército profesional británico, que acabaría deshecho tras las batallas de 1914 y tendría que ser reemplazado por soldados bisoños y reservistas.
Pero veamos paso a paso los acontecimientos de la última batalla de la Guerra de Movimientos.

Preparación para la Gran Batalla:
Muertos británicos entre el barro - Mediados de octubre 1914
Tras la derrota del Plan Schlieffen, su máximo defensor (y pésimo ejecutor), Helmuth von Moltke, fue destituido de su cargo de Jefe de Estado Mayor Alemán. Su expresión depresiva al Kaiser (“Majestad, la guerra se ha perdido”) tras El Marne, supuso la completa pérdida de confianza. Su puesto fue ocupado por Erik von Falkenhayn, cuyas innovadoras ideas llevarían al Ejército Alemán de Occidente a concentrarse en el norte de Bélgica.
El Ejército alemán había asumido enormes bajas en los primeros tres meses de guerra (tres cuartos de millón de hombres), pero había ido movilizando nuevas tropas, de tal forma que para Octubre disponía ya de un ejército compuesto por unos cinco millones de soldados.
Para la batalla, Falkenhayn contó con dos enormes unidades. El Cuarto (IV) Ejército, bajo el mando del General Albretch, Duque de Württemberg, contaba con cinco cuerpos y unos 250.000 hombres. El Sexto Ejército, bajo el mando de Ruppretch, Príncipe de Baviera, contaba con números similares.
Tropas francesas con "protección" anti gas
En cuanto al Ejército Francés, había resultado muy maltratado por las derrotas sufridas en la Batalla de las Fronteras, aunque las victorias en El Marne y, posteriormente, El Aisne, le habían permitido cobrar nuevo crédito y rearmarse. Sus bajas eran monstruosas (unos 800.000 hombres), por lo que necesitó movilizar una enorme cantidad de reservistas, hasta alcanzar más de tres millones movilizados en octubre. Además, el mando había sido reforzado. Joffré, quién sufrió tanto en su prestigio político como personalmente con el fallo de su Plan XVII, y fue incapaz de articular una respuesta a la ofensiva alemana hasta el Marne, decidió disponer de un Ayudante de Campo, una nueva visión que le ayudase a apaciguar a los británicos y reorganizar el mando general. Para el puesto seleccionó al General Ferdinand Foch, quién se había distinguido tanto en la defensa de Nancy, durante la Batalla de las Fronteras, como posteriormente en el Aisne, ya al mando del Noveno Ejército. A él le asigno el mando del Grupo de Ejércitos Norte, sobre el que recaería el peso de la batalla. El Destacamento de Ejército de Bélgica, cuyo mando ostentaría el General Victor Lucien d’Urbal contaba con seis cuerpos de ejército, unos 300.000 hombres.
Tropas británicas en el Puerto de Boulogne, 1914
Los británicos habían comenzado a recibir reservistas, pero el grueso de su ejército aun lo componían las fuerzas originales de Sir John French, el BEF que se habían distinguido en Mons o El Marne. Su fuerza había quedado mermada por el peso de las bajas, pero aun formaban una fuerza preparada con unos 150.000 hombres, integrados en los Cuerpos I (Douglas Haig), II (Smith-Dorrien), III (William Pulteney), IV (Henry Rawlinson), Caballería ( Edmund Allenby) y Cuerpo Hindú ( James Willcock).
Además, el Ejército Belga mantenía en la zona lo que le restaba, unos 50.000 hombres y 300 piezas de artillería.
Cuando Falkenhayn tomó el mando de las operaciones, estaba convencido que la batalla decisiva tan deseada aun era posible. Decidido a recomponer el plan de operaciones, desplazó al Sexto Ejército desde la región de Alsacia al flanco norte, entre Amberes y Compiegne, a fin de prevenir una penetración aliada. Luego redistribuyó sus fuerzas a lo largo de todo el frente y ordenó a sus mandos que mantuviesen la presión, a fin de evitar que el enemigo desplazase fuerzas hacia el norte. El Sexto Ejército avanzó su frente hasta Arras, y entonces, Falkenhayn decidió asegurar sus líneas de comunicación internas, tomando las fortalezas belgas de Amberes, Zeebrugge y Ostende, antes de lanzar su ofensiva hacia el oeste. El 10 de octubre alcanzó estos objetivos y solicitó a sus mandos que se preparasen para el ataque, a fin de obtener una ruptura lo antes posible.
Tropas francesas del VIII Ejército pasan al ataque
Por su parte, Joffré leyó bien las intenciones de Falkenhayn, por lo que ordenó a sus fuerzas retirarse al norte del Oise antes que recibiesen el asalto alemán. Desde allí, extendió su línea hacia el Somme, y solicitó a Sir John French que el BEF ocupase la región al norte de su posición, lo que suponía exponer el BEF al ataque alemán, a cambio de garantizarles los suministros y la retirada hacia los Puertos del Canal, que quedarían colapsados tras la caída de Lille (12 de octubre).
Sin embargo, el mando inglés tenía planes muy diferentes. Su intención era apoyar a los belgas, levantando el asedio de Amberes (Antwerp), principal puerto en la región, y defendiendo las poblaciones de Gante (Gent) y Brujas (Brugge). La retirada francesa provocó la caída de Amberes, lo que también originó que Sir John french estallase. No estaba dispuesto a seguir la directiva francesa de la guerra, por lo que ordenó a su cuarto cuerpo defender Gante y Brujas, para, posteriormente, retirarse a la línea DunquerqueSt. Omer.
En medio de esa línea se encontraba Ypres.
Ypres antes de la Guerra
El enconamiento en la relación entre los aliados, hizo que Joffré enviase a Foch a entrevistarse con French, buscando rebajar la tensión. La afabilidad de Foch con Sir John French, y su promesa acerca que la propuesta ofensiva británica sería apoyada por los franceses, basto para apaciguar los ánimos, aun cuando Joffré no tenía ninguna intención de involucrar fuerzas al norte de Arras. De hecho, sus planes ofensivos incluían que los británicos atacasen al Cuarto Ejército Alemán en la línea Nieuport-Ypres, desconociendo que las fuerzas alemanas eran muy superiores a las del BEF. Las fuerzas francesas avanzarían en la línea Brimont-Craonne, buscando coger en una pinza el saliente del Cuarto Ejército alemán, aislarlo y destruirlo.
Sir John French, Comandante Británico
Sin embargo, queriendo ocultar sus movimientos y objetivos, los aliados no realizaron un reconocimiento adecuado, por lo que desconocían la enorme fuerza que Falkenhayn estaba concentrando realmente contra los británicos.
La consecuencia sería que en los siguientes siete días, entre el 13 y el 20 de octubre de 1914, las maniobras ofensivas aliadas toparían con las fuerzas alemanas de vanguardia, produciéndose una serie de sangrientos ataques y contraataques en medio del barrizal que la lluvia de octubre había convertido los campos de Bélgica, en las cuales cada bando buscaba afianzar sus propios objetivos, con un coste muy alto en bajas, y que terminaría en un enfrentamiento amargo del que ningún bando obtendría un gran beneficio.
El 16 de octubre, French ya había abandonado cualquier idea de una ofensiva aliada conjunta ante las informaciones que le confirmaban la enorme concentración alemana que tenía delante, y comenzó a temer por la debilidad de su flanco izquierdo. Aunque los II y III cuerpos británicos combatían ya contra fuerzas superiores, la inteligencia militar estaba convencida que el IV Cuerpo, en la zona al sur de Ypres, era el más expuesto, en el nexo entre las fuerzas aliadas; una ruptura en ese punto del frente provocaría la división de las fuerzas aliadas en dos y un previsible desastre.
Aun así, el I Cuerpo de Haig fue enviado al norte a fin de capturar Brujas, pero la delicada situación de su flanco obligó a French a reclamarle y tomar posiciones defensivas.
La situación cambiaría drásticamente el 20 de octubre, cuando los Ejércitos Alemanes Sexto y Cuarto estuvieron completamente desplegados, y se lanzaron a la ofensiva al norte y sur de Ypres, esperando cercar al BEF.
El Ataque Alemán I. La Ofensiva Falkenhayn. Langemarck.
MAPA DE OPERACIONES EN YPRES
En la mañana del día 20 de octubre, los alemanes atacaron al BEF, cuando este aun no se encontraba completamente desplegado. Las fuerzas de Haig (I Cuerpo) se encontraban en camino hacia Ypres, así que el II Cuerpo de Smith Dorrien, situado al norte de la población, encaró en solitario el asalto de los cinco Cuerpos del Cuarto Ejército alemán. Los ingleses, enconados en proseguir la ofensiva durante demasiado tiempo, no habían preparado posiciones defensivas adecuadas, por lo que el ataque alemán les cogió en campo abierto, con terribles consecuencias. En Le Pilly, el 2º Regimiento Real Irlandés (2nd Royal Irish Regiment) fue rodeado y destruido. Las divisiones británicas y fueron las que más sufrieron intentando detener las fuerzas alemanas, provocando que el II Cuerpo tuvieses que retirarse de La Basse en dirección a Ypres.
La única buena noticia para el II Cuerpo fue la llegada al anochecer del I Cuerpo, uniéndoseles al norte para defender Ypres, en Langemark. Cerca de Ennetieres, el 2º Batallón de Forestales de Sherwood (2nd Sherwood Foresters), perteneciente a la 6ª división, también fue destruido durante la retirada de La Vallee. En un combate nocturno con dos divisiones de infantería alemanas del XII Cuerpo, fueron obligados a retirarse. En la confusión de la noche, el batallón fue interceptado y completamente destruido.
Artillería Británica
El día 21 de octubre, un nuevo ataque alemán cayó sobre la 3ª división británica. El ataque fue aun más intenso que el día anterior, así que se le ordenó retirarse a posiciones más seguras. La retirada a una línea defensiva precipitadamente preparada y situada unos 4 kms. en su retaguardia, les garantizaba un punto seguro para afianzar su defensa. La 5ª división también fracaso en su esfuerzo defensivo y se retiró, esta vez sin órdenes, teniendo que ser cubierta la brecha con la 3ª división de Lahore, perteneciente al cuerpo Hindú.
Al sur de Ypres, la cosa marchaba algo mejor para los británicos. El asalto alemán del 21 de octubre fue detenido por elementos de la 12ª Brigada británica, quién infringió fuertes bajas a la infantería alemana en la zona de Le Gheer. Para el anochecer, la posición estaba asegurada.
Aun así, en la zona de Le Maisnil, los alemanes si consiguieron flanquear a la 19ª Brigada Británica, aunque al igual que en Le Gheer, los ingleses aguantaron bien y cerraron la brecha hacia la medianoche del 21.
Al anochecer del día 21, por fin los británicos consiguieron formar una línea defensiva firme, que iba desde Langemark (I Cuerpo) al norte, hasta Armentieres (IV Cuerpo) al sur de Ypres.
La batalla se recrudecería el día 22 de octubre, cuando las fuerzas alemanas asaltaron ambos flancos británicos. La 7ª división, al sur de Langemark, y la 1ª división del I Cuerpo, se llevarían lo peor de los combates del día.
Soldados Británicos, los "Old Contemptibles"
Los alemanes avanzaron en masa, siendo repelidos numerosas veces por el eficiente fuego de fusilería británico. Aun así, la enorme fuerza alemana consiguió romper las filas del 1º Regimiento de los Cameron Highlanders, en el área de Kortekeer (I Cuerpo), obligando a la 1ª División británica a replegarse. En el curso de este día, ante la insistencia de los mandos y la tenacidad de la defensa británica, muchos miles de jóvenes soldados alemanes perecieron. Este día sería recordado posteriormente en el ideario nazi con el nombre de la “Kindermord” (la Matanza de niños), y utilizado dentro de su política de recuerdo constante de la herida provocada por la Gran Guerra en la sociedad alemana de los años treinta.
A pesar del peso del asalto alemán, y del repliegue de la 1ª División, los británicos aguantaron firmes, aunque sufrieron miles de bajas entre las fuerzas implicadas. La y 2ª divisiones sufrieron especialmente los aprietos del día, y fue un gran alivio el relevo de la por parte de una ayuda inesperada, la del IX Cuerpo francés, que llegó a la zona el día 23.
Al amanecer del día 23, los británicos retomaron su ofensiva, en un intento por retomar Kortekeer. La violencia de la batalla se recrudeció, con miles de bajas en ambos bandos. Pero al anochecer, los ingleses habían conseguido restablecer la línea. Las fuerzas alemanas, muy maltrechas y desmoralizadas, fueron incapaces de mantener la defensa.
Soldado británico en una de las primeras trincheras
No habiendo conseguido romper la defensa aliada en el área de Langemark, los alemanes dirigieron su impulso al sur de la posición. El objetivo para el 24 de octubre era la 7ª división del General Capper. Había sido probada su valía en los combates, durísimos, del día 22, en el área de Zandvoorde. Así que el día 24, sabiendo que la división se encontraba debilitada, los alemanes lanzaron al XXVII Cuerpo, descansado, a la batalla. El ataque en masa alemán rompió la línea de la división de Capper, llegando los alemanes a las puertas de Polygon Wood, muy cerca de Ypres. Sin embargo, la 2ª división, que se mantenía en reserva desde el día anterior, apoyó a la 7ª en un fuerte contraataque que selló la brecha.
Aprovechando el impulso, el IX Cuerpo francés inició un fuerte avance contra el debilitado asalto alemán. Los alemanes estaban alarmantemente cortos de munición, por lo que cuando la 2ª división británica y la 42ª francesa contactaron la línea alemana, estos sufrieron para detenerlos. Aun así, y a pesar de la brutal batalla cuerpo a cuerpo que siguió, los aliados fueron incapaces de recuperar el terreno perdido, aunque si consiguieron infligir tremendas bajas a las fuerzas alemanas situadas entre Langemarck y Passchendale.
La 7ª división británica había quedado tremendamente debilitada, con casi un 60% de su tropa perdida. Así que Haig decidió protegerla, colocándola en el flanco más protegido, con la 1ª y 2ª divisiones desplegadas entre Menin Road y Polygon Wood.
Finalmente, el día 27 de octubre el IV Ejército alemán decidió suspender su ofensiva de forma indefinida.
El Ataque Alemán II. El Punto Crítico.
Tropas británicas con máscaras anti gas, avanzan
Tras el costoso fracaso del IV Ejército en Langemarck, los alemanes decidieron deslizar su empuje al sector de Givenchy-Messines, donde se encontraban el Cuerpo de Caballería británico y el II Cuerpo de Infantería.
El día 28 de octubre, la caballería de Allenby rechazó los asaltos de los cuerpos alemanes XIX y VII, a costa de enormes bajas entre los jinetes británicos. El II Cuerpo, que se encontraba muy debilitado tras los primeros días de batalla, fue relevado por el Cuerpo Hindú, una unidad de dudosa fiabilidad combativa. También llegó a la zona el XIV Cuerpo francés, que relevó al destrozado IX, con órdenes de continuar la inútil ofensiva contra el IV Ejército Alemán.
El día 29, el IV Ejército alemán estaba preparándose para retomar la ofensiva. Se formó un pequeño Grupo de Combate bajo el mando del General von Fabeck, compuesto con unidades de la reserva, componiendo prácticamente dos cuerpos, al que se le asignó artillería del IV Ejército, y se le desplegó en el centro, entre el IV y el VI Ejército.
Sumergidos en el barro. Primer Ypres.
El 29 de octubre se lanzaría al asalto en el área entre el Bosque de Ploegsteert y Gheluvelt, apoyado por un asalto coordinado de todo el frente alemán. La primera unidad en atacar sería la 6ª división de Reserva (Bávara), que asaltó a la deshecha 7ª división británica. Durante todo el día 29 combatieron en el entorno de Gheluvelt, incluso en combate a la bayoneta, casa por casa. Sin embargo, los ingleses consiguieron, con sus últimas reservas, rechazar a los asaltantes, aunque sufrieron enormes bajas tanto asaltantes como defensores.
El asalto simplemente había sido un tanteo para ver la fortaleza de la línea británica. En la noche del 29 al 30, el Grupo von Fabeck reemplazó a parte del IV Ejército. Y al amanecer reanudó el asalto.  Toda el área quedó bajo ataque, un combate masivo que involucró a fuerzas inglesas y francesas, obligando a usar todas las reservas disponibles. La brecha en la 7ª división sólo fue contenida con la intervención de las unidades de reserva del I Cuerpo. El II Cuerpo sucumbió ante el ímpetu de los bávaros. Y los franceses consiguieron a duras penas y tras sufrir terribles bajas, frenar el avance en su sector. A pesar de contener nuevamente el asalto alemán, la debilidad del frente británico era tan notable que la preocupación de los mandos franceses se disparó. La situación era tremendamente delicada a ojos de Foch, aun cuando French garantizaba que sus hombres aguantarían. Para aquel momento, los británicos habían perdido la mitad de sus hombres, y divisiones, como la 7ª, estaban literalmente destrozadas.
Caballo de Batalla. Los caballos, útiles para todo
Por tanto, Foch prometió ayuda urgente en la noche del 30 de octubre. Sin embargo, antes que los movimientos franceses se hubiesen completado, los alemanes volvieron al asalto. Al alba del sábado 31 de octubre, el asalto sobre el Cuerpo de Caballería británico, ya muy dañado, produjo la caída de Messines. Sin embargo, French, lejos de aceptar la pérdida, ordenó que fuese retomada, lo que degeneró en una serie de ataques y contraataques costosísimos, tras los cuales consiguieron reconquistar la posición perdida.
Ese mismo día, el asalto alemán desalojó de sus posiciones a la 1ª División británica en Gheuvelt, rompiendo la línea. El camino a Ypres, a menos de cuatro millas de distancia (unos seis kilómetros), quedaba abierto. Los restos de la 7ª división estaban prácticamente rodeados, generando una situación de extrema gravedad para el mando aliado.
El Cuartel General de las divisiones 1ª y 2ª británicas fue destruido por un proyectil alemán, descabezando a ambas unidades. Así que uno de sus generales de brigada, Charles Fitzclarence, comandante del 1º de Guardias, tomó una medida desesperada. Por Gheuvelt se estaba colando todo el ejército alemán, por lo que debería ser reconquistado a cualquier coste. Así que mandó al 2º Batallón del Regimiento del Condado de Worcester (Worcestershire) a reconquistarlo. A las dos de la tarde, el pequeño batallón sorprendió a los alemanes, que ya no esperaban tropas enemigas en la población, consiguiendo frenar la sangría de tropas que se filtraban por la brecha. Tomaron el Castillo de Gheluvelt, asegurando la posición y amenazando el flanco alemán.
Este heroico acto, permitió a la 7ª división rehacerse, una vez más, y frenar el avance del XV Cuerpo alemán, lo que le permitía una ruta de retirada y evitaba su total aniquilación. Además, elementos de la caballería británica les apoyaron y la brecha fue sellada nuevamente.
Sin embargo, el I Cuerpo de Haig estaba tan debilitado, que temían lo que pudiese ocurrir el 1 de noviembre. Haig no creía que pudiese aguantar un asalto parecido un día más. Sin embargo, la fortuna sonrió a los británicos. Los alemanes, acuciados por la necesidad de obtener resultados inmediatos, cejaron en su esfuerzo en el sector, que consideraban demasiado fuerte, y desplazaron su dirección de ataque hacia el centro, donde los débiles II Cuerpo y Cuerpo de Caballería británico cubrían las defensas.
Prisioneros alemanes, llevados a retaguardia
Aunque la fortuna no fue completa. Con las divisiones del I Cuerpo aun colocadas para recibir el impacto, el desplazamiento hacia el sur hizo que los alemanes encontrasen un punto clave, entre el I Cuerpo y el de Caballería, donde infiltrarse. El Cuerpo de Caballería había defendido Messines durante todo el día y noche anterior, y se encontraba al límite de sus fuerzas. Hacia media mañana, dos divisiones alemanas iniciaron el avance, pero fueron rápidamente frenadas cuando los británicos y franceses iniciaron un vigoroso contraataque, que acabó obligando a la retirada alemana, permitiendo a los aliados ocupar las posiciones perdidas.
Nuevamente los aliados ganaban el día, aunque su fuerza disminuía a pasos agigantados. Para el día 2 de noviembre se repitió el patrón, con los alemanes atacando en fuerza el sector, aunque esta vez los aliados fueron incapaces de articular un contraataque. Al final del día, después de brutales combates, los alemanes ocuparon Wyschaete, desalojando a las fuerzas francesas que lo defendían, y que a duras penas consiguieron mantener un perímetro defensivo al oeste de la población. Este último asalto fue excesivo para ambos bandos, que decidieron tomarse un breve descanso para reorganizarse. Aunque la acción continuó a lo largo de los días siguientes, los combates no fueron tan salvajes como los precedentes.
Joffré, considerando la situación estabilizada, retiró su VIII Ejército. Los británicos dieron al final su merecido descanso a los supervivientes de la 7ª división, relevada por reservas del II Cuerpo.
La batalla se reactivo desde el 5 de noviembre, pero a lo largo de los días siguientes, con los aliados a la ofensiva, las ganancias fueron mínimas. De hecho, los ataques fueron locales y poco coordinados.
Por su parte los alemanes ya consideraban la batalla como un fracaso. Habían conseguido avances, pero estaban aún lejos de la ruptura necesaria para continuar su Carrera hacia el Mar. Querían evitar el estancamiento, por lo que Falkenhayn mostró su determinación a dar el golpe definitivo.
El Ataque Alemán III. Último esfuerzo.
Prisioneros y guardianes se protegen contra el Gas
Falkenhayn conformó una nueva unidad para impulsar la ruptura definitiva que permitiese continuar la carrera hacia el mar. Entorno al General von Linsigen creó una nueva unidad con elementos del VI Ejército y de la Reserva General, tropas frescas con las que lograr la deseada ruptura.
El asalto se fijó para el 11 de noviembre; se trazaron planes detallados para una ruptura en el área en Diskmuide y Polygon Wood. El asalto sería apoyado por las fuerzas que aún le quedaban a von Fabeck, quién protegería el flanco de avance.
En la mañana del 11 de noviembre, el infierno se desencadenó sobre la línea aliada. Tras dos horas de un intensísimo bombardeo, trece divisiones avanzaron en un frente de 10 millas (16 kms.), entre las localidades de Messines y Reutel, en dirección oeste, hacia Ypres. La niebla y el humo del intenso bombardeo ocultaron los movimientos alemanes. Aun así, los aliados repelieron el asalto alemán con un eficiente fuego de fusilería, que diezmó las líneas atacantes. El punto crítico se produjo cuando unidades de la Guardia Prusiana atacaron a bayoneta calada al 1º de Guardias Británicos, rompiendo su línea y abriendo una brecha de casi dos kilómetros de extensión en el sistema defensivo aliado, en las proximidades de Polygon Wood. Desde allí, las unidades alemanas penetraron profundamente, a través del Bosque de las Monjas (Nonne Bosschen). La 2ª división británica se encontraba en una delicadísima situación. Sólo la enérgica actuación de Douglas Haig, que a la desesperada arrojó a los 500 hombres del 2º Regimiento del Condado de Oxford (2nd Oxfordshire Regiment) a una heroica carga contra la vanguardia alemana, evitó el desastre. Sorprendidos por lo enérgico del ataque, los alemanes se retiraron desordenadamente, aun siendo muy superiores en número. Al anochecer, los supervivientes del regimiento, apoyados por la infantería ligera de Buckingham, retomaban el Nonne Bosschen.
Heroísmo. El contraataque del 2nd Oxfordshire Rgt.
En el resto de la línea, la ofensiva parecía condenada al fracaso. El ataque fue perdiendo vigor según avanzaba el día, con escasas ganancias para los alemanes.
En los días posteriores, se intentó romper la línea con fuertes bombardeos de artillería, aunque los contendientes ya se encontraban exhaustos, por lo que cualquier ataque o contraataque estaba condenado al fracaso.
Ante la ausencia de municiones de artillería, los aliados suspendieron las operaciones ofensivas el 15 de noviembre. Dos días después, los alemanes admitían su costoso fracaso y cesaban las operaciones.
Ypres tras la batalla. La ciudad fue arrasada.
Comparativa con la fotografía de antes de la batalla, más arriba.
Consecuencias de la 1ª Batalla de Ypres:
Un mes de intensos combates habían supuesto un costoso desgaste para los hombres de ambos contendientes.
Los franceses, que finalmente implicaron el VIII Ejército en la batalla, sufrieron cerca de 50.000 bajas.
El BEF, que sufrió el ímpetu inicial, sufrió 58.000 bajas, incluyendo unos 2.700 oficiales. Los “Old Comptentibles” fueron destruidos, teniendo que ser reemplazados en los meses posteriores por reclutas.
Los alemanes, a pesar de llevar la ofensiva, sufrieron unas 90.000 bajas, algo menos que sus rivales. Sin embargo, su escasa moral tras las derrotas de Septiembre, impidió que se aprovechasen las rupturas, e impidió el éxito de la operación.
Incluso los belgas, en las operaciones secundarias al norte, sufrieron cerca de 20.000 bajas.
No obstante, los estadillos de bajas son inexactos y cada autor da una opinión al respecto, elevando las bajas aliadas hasta las 160.000 y las alemanas a las 140.000.
El caso es que el esfuerzo desarrollado extinguió las ganas de batalla en lo que restaba de 1914.
Falkenhayn, tras su fracaso, expresó su opinión sobre que el fracaso en la Carrera hacia el Mar finalizaba las posibilidades de victoria alemana, y recomendaba al Kaiser que iniciase la búsqueda de una solución diplomática. Luddendorf y Hindemburg se mostraron en desacuerdo con esta opinión y acabarían sustituyendo a Falkenhayn en la dirección de la guerra.
Ypres vio inigualables actos de heroísmo, el ocaso de la Gran Ilusión, la finalización de la guerra de movilización y el inicio de la Guerra de Trincheras. Los contendientes, destrozados tras meses de soportar al raso los tremendos bombardeos, comenzaron a cavar trincheras a lo largo de todo el frente.
Ypres viviría en el futuro otros terribles combates, hasta tres batallas más, algunas incluso más sangrientas que esta primera, pero el frente permaneció estático en la zona hasta que en 1918 las Potencias Centrales se rindieron.
Pero aun restaban cuatro largos años de muerte, sufrimiento y destrucción.