martes, 30 de septiembre de 2014

ARTÍCULO 11.- (MOVILIZACIÓN) CLASH OF EMPIRES*. OFENSIVA EN GALITZIA

Prisioneros rusos tras los primeros enfrentamientos
*El título del artículo se refiere a lo que nos encontraremos en el mismo, un “choque de Imperios”… o más bien, deberíamos decir la lucha entre dos imperios en absoluta decadencia. El Imperio Austro-húngaro y el Imperio Ruso eran, con mucho, los peor preparados para sufrir un conflicto como el que enfrentaban; imperios sometidos a grandes desequilibrios sociales, con brotes revolucionarios, con economías de segunda línea, que necesitaban un conflicto para sobrevivir, un conflicto que no podían sostener. La guerra sería iniciada por el primero de ellos, en un acto irresponsable que pagarían, unos y otros, con muerte, destrucción, y su postrera desaparición.
Hasta ahora no hemos visto detalladamente los planes de uno y otro bando para enfrentar la Guerra, pero es que, realmente, su preparación era tan deficiente que los planes eran vagos esbozos con vistas a completarlos más adelante. Por ello, cuando el Jefe de Estado Mayor Austro-húngaro, el General Franz Graf Conrad von Hötzendorf, contempló un conflicto con Rusia como inevitable, estudió la situación y, conociendo que los planes de sus aliados alemanes no contemplaban una ofensiva en Oriente, si no el capear el temporal mientras se derrotaba a Francia, se dio cuenta que debía aprovechar la lentitud de la movilización rusa para ser el primero en atacar y buscar la victoria decisiva que obligase a la capitulación rusa.
Franz Graf Conrad von Hötzendorf
Teniendo grandes problemas para avanzar en el frente serbio, decidió concentrar su fuerza en atacar la Polonia rusa, a fin de desviar la atención del débil e importante sector de Galitzia (región de los Cárpatos ubicada en las actuales Polonia y Ucrania), provincia oriental del Imperio Austro-húngaro. Ese movimiento, ejecutado con dos ejércitos, le permitiría también reducir la presión sobre los alemanes en Prusia Oriental, atrayendo a los rusos a un saliente donde, una vez convenciese a su colega alemán, Helmuth von Moltke, podrían ser rodeados y destruidos. Un plan simple, surgido de la necesidad, que inmediatamente comenzó a implementar.
Sin embargo, la inmediata negativa de Moltke a variar su plan maestro, significó que el avance comenzase sin apoyos alemanes y en un clima de fuerte depresión en el mando. El día 23 de Agosto, los ejércitos Austro-húngaros Primero y Cuarto penetraron en Polonia, dirigiendo su camino hacia el norte.
Además, el movimiento sería apoyado por una ofensiva hacia el este en Galitzia, encabezada por el Tercer Ejército. Sin embargo, el eficiente Comandante del Sector Suroeste Ruso, el General Nikolai Ivanov, había previsto la posibilidad de un ataque austro-húngaro desde Lemberg, a lo largo de la frontera de Galitzia, y había iniciado su propio movimiento de avance con dos ejércitos, aun no completamente preparados.
Las piezas del tablero estaban colocadas. Comenzaba la partida.
La Batalla de Krasnik:
Tropas Austriacas descansando tras la batalla
El Primer Ejército Austrohúngaro, comandado por el General Viktr Dankl, atacó en dirección a la ciudad polaca de Lublin (Lvov). Para el día 20 de agosto, había hecho pequeños avances, ocupando la población de Miechów.
El objetivo fundamental era avanzar en una amplia zona, ocupando Lublin y Brest-Litovsk, a fin de cortar la carretera entre Varsovia y Minsk, y por tanto, la principal línea de comunicación de Rusia con la Polonia Rusa. Su línea de avance, paralela al río Vístula, estaba protegida en su flanco izquierdo por el Cuarto Ejército Austro-húngaro.
La reacción de Ivanov al movimiento austro-húngaro fue mandar a la zona al Cuarto y Quinto Ejércitos rusos, aun cortos de suministros. Fue el Cuarto Ejército ruso, mandado por el Baron Salza, quién contactó con el Primer Ejército en las proximidades de Krasnik. Los Austrohúngaros contaban con una gran superioridad de infantería y tenían un número parecido de caballería. El Mando Supremo austriaco ordenó iniciar el combate inmediatamente, al percatarse que había conseguido colocar hacia el noreste más tropas de las que Ivanov había calculado.
La batalla se inició el 22 de agosto. El Mando ruso cursó órdenes al Quinto Ejército para que protegiese el flanco del Ejército en batalla, previendo un movimiento de flanco que habría sido letal. El combate duró un par de días, en el que los enfrentamientos se parecieron más a los combates tradicionales del Siglo XIX que a los combates de trincheras que caracterizarían la Primera Guerra Mundial, con avances de batallón, cargas de caballería, etc. Para el 24 de agosto, las tropas del Cuarto Ejército ruso, exhaustas, se retiraron, dejando 6.000 prisioneros en manos austrohúngaras. Los rusos habían sufrido unas 20.000 bajas, por 15.000 austrohúngaras. El Comandante Austrohúngaro, General Dankl, sería tratado como un héroe, al haber logrado la primera victoria de la guerra, recibiendo la Cruz de la Orden Militar de Santa Teresa, la más alta condecoración austriaca.
Batalla de Komarow (Tomászow):
Avance ruso. Foto propagandística.
Más importante, con un número significativamente alto de bajas, sería el avance del Cuarto Ejército Austrohúngaro, mandado por el General Moritz von Auffenberg. Dirigió su línea de avance hacia Cholm, avanzando por la derecha del Primer Ejército, con una fuerza de más de 200.000 hombres.
Las fuerzas austrohúngaras reanudarían la marcha hacia el día 26 de agosto, dirigiendo sus pasos al noreste, aprovechando la derrota rusa del 24 en Krasnik. Encontrarían al Quinto Ejército ruso, mandado por el General Pavel von Plehve a la altura de la población de Komarow (Tomászow para los rusos), donde se enfrentarían sangrientamente. El Quinto Ejército, aun contando con efectivos que sumaban más de 200.000 hombres, se encontraba en una situación delicada, tras perder su flanco con la derrota del Cuarto Ejército ruso. Aunque aguantaron la batalla durante cinco días, para el 31 había sido derrotado, sufriendo graves pérdidas, incluidos 20.000 prisioneros. Sin embargo, consiguió evitar el movimiento de cerco austrohúngaro, que fue su mayor preocupación y escapar hacia el noreste.
El camino parecía despejado hacia el centro de Polonia, pero la inseguridad de los mandos austrohúngaros y el desastre en el este, causarían que estas tempranas victorias no se pudiesen aprovechar.
Batalla de Gnila Lipa:
Aleksei Brusilov, comandante del 8º Ej. ruso
Al amparo del triunfal avance de las fuerzas austrohúngaras a lo largo del frente norte, el Tercer Ejército Austro-húngaro, mandado por el General Rudolf von Brudermann, y el Grupo de Ejército Kovess (General Hermann Kövess von Kövesshaza) realizaron un avance simultáneo sobre el flanco izquierdo de las fuerzas de Nikolaj Ivanov. Los austrohúngaros contaban con una enorme fuerza de combate, con casi 300 batallones, y esperaban encontrar a fuerzas rusas debilitadas por el envío de unidades al norte.
Sin embargo, Ivanov no había desprotegido la zona. Al noreste había desplegado el Tercer Ejército ruso (General Nicolai Ruzsky) y al sureste el Octavo Ejército (General Aleksei Brusilov), quienes recibieron órdenes de avanzar al encuentro de las fuerzas austrohúngaras. Entre ambos ejércitos contaban con fuerzas muy superiores a las austriacas, quienes se percataron demasiado tarde del error de apreciación de su mando.
El 26 de agosto las fuerzas enfrentadas chocaban en la ribera del río Zlota Lipa, donde los rusos rápidamente pusieron en fuga al Tercer Ejército Austrohúngaro, que no esperaba encontrar tantas tropas enemigas. Más al sur, en la localidad de Brzezany, el Octavo Ejército de Brusilov derrotaba al Grupo Kövess, muy inferior en número.
Con sus ejércitos en retirada, Conrad establecía una nueva línea de defensa en la línea del río Gnila Lipa, donde esperaba detener la persecución rusa. Sin embargo, el pésimo estado de las carreteras hizo que la persecución fuese imposible. Los rusos tardaron dos días en reorganizarse, lo que permitió a los austrohúngaros ocupar sus nuevas posiciones defensivas. Sin embargo, no queriendo perder la iniciativa estratégica, Conrad cometió un grave error; ordenó atacar al Tercer Ejército la localidad de Peremyshliany. Las consecuencias fueron desastrosas. Contactando a fuerzas rusas que les duplicaban en número, las fuerzas austrohúngaras se desmoralizaron y huyeron, dejando más de 20.000 prisioneros en manos rusas.
Además, el Grupo Kövess falló su intento de detener a los rusos, y huyó también el 31 de agosto. Lemberg fue puesto en asedio y cayó el 3 de septiembre, significando un enorme desastre para las fuerzas del Imperio Austrohúngaro.
Todas las fuerzas austrohúngaras en la región de los Cárpatos estaban en retirada.
Batalla de Rawa-Ruska:
Artillería rusa apoyando un ataque en Galitzia
Con su flanco derecho desmoralizado y en huida, Conrad tomó una decisión altamente controvertida. Ante el riesgo que el Tercer Ejército fuese aplastado y la retaguardia de su avance al norte tomada, decidió desviar la línea de ataque del Cuarto Ejército hacia el sureste, a fin de apoyar al Tercero y enfrentar con ambas fuerzas el asalto ruso.
El hecho era que suponía que los ejércitos rusos en Polonia no suponían una potencial amenaza. Esto se demostraría absolutamente falso, y llevaría a las fuerzas austrohúngaras al desastre.
Al alejar su línea de avance del Primer Ejército, las fuerzas de Auffemberg dejaban desprotegido su flanco izquierdo. Ivanov ordenó al Quinto Ejército ruso, derrotado al inicio de la campaña, atacar antes que los austrohúngaros alcanzasen el sur de Galitzia, trabándose en batalla en Rawa-Ruska entre el 3 y el 11 de septiembre. Durante varios días las fuerzas de ambos bandos se enfrentaron sin sacar gran ventaja. Sin embargo, el fracaso del Tercer Ejército austrohúngaro en mantener su línea, expuso el flanco del Cuarto Ejército, que evitó su destrucción abandonando el campo de batalla. Aun así, dejaban sobre el terreno 120.000 bajas entre ambos ejércitos, contra 34.000 rusas.
Aunque se llamó urgentemente al Segundo Ejército Austriaco desde el Frente Serbio, llegó demasiado tarde para evitar el colapso del Ejército Austro-húngaro en Galitzia y que los rusos controlasen Lemberg.
Consecuencias:
El Ejército ruso avanza.
Resultado de la ofensiva rusa fue la deserción de muchos soldados austro-húngaros de origen eslavo. Muchos se rindieron, aunque otros muchos cambiaron de bando y pasaron a combatir a favor del ejército ruso.
Cuando la ofensiva finalizó, el 11 de septiembre de 1914, los austro-húngaros habían sufrido 324.000 bajas, incluyendo 130.000 prisioneros. Los rusos perdieron 225.000 hombres, incluyendo 40.000 prisioneros.
Los rusos habían penetrado 160 km. en territorio austro-húngaro a lo largo de los Cárpatos, completando el cerco de la fortaleza de Przemysl, que se rendiría tras 100 días de asedio. La campaña dañó decisivamente al Ejército Austro-húngaro, que sufrió enormes bajas en su oficialidad, así como en la credibilidad del ejército, que no se repondría hasta el envío de ayuda alemana en 1915.
Para los rusos supuso un respiro tras el desastre de Tannenberg, que igualaba la contienda en el este. Además, las batallas les habían permitido descubrir algunos buenos mandos, como Brusilov, que jugará un importante papel en el futuro.

Pronto se reanudarían los movimientos.

martes, 23 de septiembre de 2014

ARTÍCULO 10.- (MOVILIZACIÓN) EL FRENTE ORIENTAL. TANNENBERG Y LOS LAGOS MASURIANOS:

Hasta ahora, nuestros artículos se han centrado en mostraros la Primera Guerra Mundial en el Frente Occidental, tal vez el área más conocida de la misma. Los próximos artículos se centrarán en los frentes desconocidos. Este primero, nos permitirá narrar la ofensiva rusa y la defensa alemana en la región de Masuria y Prusia Oriental en agosto y septiembre de 1914, mientras que en el siguiente nos centraremos en ver a los Austrohúngaros por primera vez, enfrentando la Ofensiva rusa en Galitzia.

Tannenberg fue el enfrentamiento decisivo que los alemanes buscaron en Europa Occidental, y que encontraron en Europa Oriental, aunque fueron incapaces de aprovecharlo ante la falta de planificación para extraer los máximos rendimientos a una victoria en esta área… El Plan Schlieffen, la Biblia con que los alemanes fueron a la guerra, no preveía un éxito de esa magnitud.

Pero no adelantemos acontecimientos. Relatemos los hechos cronológicamente.

LA BATALLA DE TANNENBERG: 

Recreación de la Batalla de Tannenberg. Segundo Ej. ruso.
Hacia finales de agosto de 1914, cuando el Plan XVII francés se extinguía y los alemanes cruzaban el Aisné para amenazar París, el ejército ruso, tras un mes de lenta preparación y con su movilización sólo parcialmente finalizada, inició la incursión sobre Prusia Oriental.

El Comandante en Jefe de los ejércitos zaristas, Yakov Zhilinski, había preparado un plan que incluía el atacar con sus dos primeros ejércitos, los únicos preparados a esas alturas, con algo más de 350.000 hombres, en dos ejes de avance. El Segundo Ejército, mandado por el General Aleksander Samsonov, con 150.000 hombres, avanzaría desde Polonia hacia la frontera sudeste de Prusia Oriental, mientras el Primer Ejército, mandado por el General Paul von Rennenkampf, de origen alemán, avanzaría por la región de Masuria hacia el corazón mismo de Prusia Oriental, al noroeste. El objetivo era la aniquilación de las fuerzas alemanas que defendían Prusia Oriental, comandadas por el General Maximilian von Prittwitz, y la conquista de la plaza fuerte de la zona, la emblemática Königsberg.

Si el General Prittwitz presentaba batalla con su Octavo Ejército, Rennenkampf contendría a las fuerzas alemanas y Samsonov las envolvería por el flanco, forzando su rendición. La ocasión se presentó cuando las fuerzas alemanas presentaron batalla en Gumbinnen, donde Rennenkampf consiguió una costosa victoria, pero la exasperante falta de comunicaciones y lentitud de maniobra, permitió que el Octavo Ejército se retirase sin obstáculos. En cambio, el I Ejército Ruso, que ataco desorganizadamente, necesito detener su avance para recomponer sus líneas. No perseguir a los alemanes, que probablemente tendrían que haberse detenido para presentar nuevamente batalla, fue el primero de una cadena de muchos errores que llevarían a los rusos al desastre.

Hindemburg y Ludendorff, preparando el plan de batalla
Y fue un error, en primer lugar, porque, sin presión física, pero temeroso de quedar cercado, el General Prittwitz desobedeció las líneas maestras del Plan Schlieffen en el Este, que le solicitaban evitar la batalla y ceder terreno poco a poco, y se retiró más allá del Río Vístula, cediendo mucho territorio y creando en el Alto Mando alemán la sensación de ansiedad que tan mala resulta cuando hay que tomar decisiones decisivas. Inmediatamente, Helmuth von Moltke, el Comandante en Jefe alemán, llamó al General Prittwitz y a su ayudante, von Waldersee, a consultas a Berlín, y aprovechó su viaje para destituirlos. Para reemplazarlo, sacó de la reserva al carismático General Paul von Hindemburg, que a sus 66 años aceptó el cargo como servicio final a la patria, sin saber que aun le quedaría mucho camino que recorrer. Eligió como su Jefe de Estado Mayor a Erich Ludendorff, quién se había distinguido tomando Lieja a primeros de Agosto, y que resultaba una personalidad muy agresiva, que contrarrestaba la consabida sobriedad de Hindemburg. Ambos formarían, a lo largo de la Guerra, un dúo decisivo en las aspiraciones de victoria alemana.

El 23 de agosto, recién llegado a Prusia Oriental, Hindemburg anuló todas las órdenes cursadas por Prittwitz para la retirada, autorizando el plan de acción desarrollado por el Jefe de Operaciones del Octavo Ejército, Coronel Maximilian Hoffmann, y que había trazado una estrategia para cumplir con las líneas maestras del Plan Schlieffen, que Prittwitz rechazó aplicar en su momento. Este consistía en utilizar las unidades de caballería del Ejército para crear una diversión, una pantalla frente al Vístula, con la intención de confundir a Rennenkampf y retrasar el cruce del río por parte de las fuerzas rusas. El apantallamiento permitiría desplazar fuerzas hacia el sur, para enfrentar la penetración del Segundo Ejército ruso, y que había llegado a un punto en que su flanco derecho quedaba muy expuesto, ante la lejanía del avance con respecto al Primero.

Paul von Rennenkampf, Primer Ejercito
Se producía un hecho parecido al que, días más tarde, acontecería en la Batalla de El Marne, donde la separación entre los ejércitos atacantes permitía aprovechar a los defensores la debilidad en sus flancos y explotarlo. Además, en este caso concreto, Hoffmann contaba con información privilegiada; siendo un fanático de su trabajo, Hoffmann había requerido en el periodo previo a la guerra información sobre los generales zaristas, y había encontrado en el historial de Rennenkampf y de Samsonov una brecha emocional que habría de aprovechar. Ambos generales rusos mantenían una fuerte rivalidad personal que se aproximaba al odio mutuo, desde que, durante la batalla de Mukden, en la Guerra Ruso – japonesa de 1905, Samsonov había presentado una queja formal contra Rennenkampf, provocando la violentar reacción de este, y a una pelea a puñetazos entre ambos.

Hoffmann iba a jugar, por tanto, una arriesgada carta. Usar el enfrentamiento personal en su propio beneficio. Si fracasaba, Rennenkampf tendría camino libre hacia Königsberg, verdadero objetivo del ataque ruso.

Una de las principales ventajas de los alemanes era su excelente servicio ferroviario, dedicado al 100% al traslado de tropas. Dicho elemento había permitido su rápida movilización en los días previos a la Guerra, de tal suerte que en cuatro días fueron capaces de desplegar más de un millón de hombres en la frontera franco-belga. Nuevamente iban a utilizar el ferrocarril con gran éxito, al trasladar un cuerpo de ejército completo (el Primero, bajo el mando del General Hermann von Francois) hacia el sudeste, desplegándolo en pocas horas frente al ala izquierda del Segundo Ejército ruso.

Aleksandr Sansonov, Segundo Ejercito
Hindemburg prefirió mantenerse prudente y guardar dos de los tres cuerpos de ejército que le restaban al norte, en espera de resultados. Si estos eran positivos, marcharían a pie hacia el sur, apantallados por la caballería, y atacarían el ala derecha del Segundo Ejército. El cuarto cuerpo, estaba desplegado al sur, al otro lado del Vístula, frente a la línea de avance de Samsonov, esperando su asalto.

El mando ruso no tenía ni idea del peligro que se cernía sobre sus tropas. Zhilinski había ordenado silencio de radio para que el ataque fuese por sorpresa, pero tras Gumbinnen, se comprobó que los alemanes ya sabían lo que se les venía encima. Se intentó desde entonces el establecer una línea de contacto permanente entre los dos ejércitos, pero tenían graves problemas para establecer una comunicación cifrada correcta. De hecho, cuando el plan de Hoffmann empezó a cobrar forma, Samsonov aun desconocía que Rennenkampf había combatido con el Octavo Ejército alemán en Gumbinnen, y que había necesitado detenerse para reorganizar sus fuerzas.

Para incrementar sus problemas, el deficiente sistema logístico ruso, impedía que Samsonov pudiese garantizar los suministros de su ejército en la región por donde avanzaba. Sus órdenes le obligaban a situarse lo antes posible en la supuesta ruta de retirada del Octavo Ejército alemán, lo que le impedía el asegurar la ruta propia de retirada convenientemente. Así, mientras uno de sus cuerpos se dirigía hacia el norte para tomar Rastemburg, el resto de su Ejército, doce divisiones, avanzaban imprudentemente dentro de la trampa hábilmente tejida por Hoffmann.

Recreadores en plena batalla
El día 25 de agosto, las fuerzas del I Cuerpo Alemán ya se encontraban en posición, al sur del despliegue ruso, frente a la localidad de Usdau. Ludendorff mando órdenes a su comandante, von Francois, para que iniciase el asalto y retomase la ciudad, amenazando el flanco izquierdo ruso. Pero von Francois rehusó, argumentando que sus cañones aun no habían recibido proyectiles para apoyar la maniobra, y que prefería esperar al día 27 para atacar, cuando estuviese completamente preparado.

Sorprendido por la desobediencia de uno de sus generales, Hindemburg ordenó a Erich Ludendorff, quién se hizo acompañar por Hoffmann, visitar urgentemente a Francois y obligarlo a cumplir la orden de ataque. En pocas horas, los comandantes alemanes se presentaron en el Cuartel General del Primer Cuerpo, sólo para recibir de von Francois la afirmación que cumpliría las órdenes en cuanto estuviese preparado. Se le exigió que atacase esa misma tarde del día 25, pero a las ocho de la tarde aun no había iniciado el ataque.

Poco podían hacer Ludendorff y Hoffmann, en viaje de regreso hacia el Cuartel General. Fue durante este trayecto cuando se produjo el suceso que permitiría a los alemanes tomar una decisión definitiva sobre sus planes de batalla. Hoffman recibió dos transmisiones interceptadas por la inteligencia militar del Octavo Ejército. Estaban cruzadas sin cifrar entre los comandantes del Primer y Segundo Ejércitos rusos. En ellas, torpemente, Rennenkampf revelaba sus posiciones y líneas de avance, que le alejaban de la línea de ataque de Samsonov. Para completar la información, Samsonov detallaba su plan en el segundo mensaje. Habiendo topado con el XX Cuerpo Alemán en el Vístula, fuertemente atrincherado, fue rechazado el día 24 en la Batalla de Orlau-Frankenau; por ello, había decidido girar su ataque hacia el norte con el objetivo de cortar la retirada del Octavo Ejército Alemán en Tannenberg.

Con una idea clara de los planes rusos, al Estado Mayor del Octavo Ejército no le quedaba más que poner en marcha los suyos.

Tropas de la 36.ª División Rusa
Aun así, Ludendorff sospechaba de una trampa. Fue, por tanto, una decisión personal del General Hindemburg, atendiendo a los antecedentes de rivalidad de sus contendientes, adaptar sus planes a las noticias interceptadas, el enviar sus tropas al sur. Lo primero de todo, se curso mensaje a von Francois indicándole que podía retrasar el inicio de su ataque sobre Usdau al día 27, permitiéndole así contar con su artillería. Mientras, los dos cuerpos situados más al norte, avanzarían sobre Tannenberg, lo sobrepasarían hacia el este y atacarían el flanco derecho del Segundo Ejército ruso.

Finalmente, el I Cuerpo atacó Usdau al amanecer del día 27 de agosto. La sorpresa fue total, y el éxito rotundo; al atardecer sus tropas conquistaban Soldau, cerca de la frontera rusa, cortando las líneas de retirada y suministro del Segundo Ejército.

A pesar del éxito, Ludendorff seguía temiendo que Rennenkampf cambiase de opinión y dirigiese su ejército hacia el sur para ayudar a Samsonov, lo que dejaría en situación delicada al Octavo Ejército Alemán. En prevención de esta posibilidad, curso órdenes a von Francois para que, una vez había logrado sus objetivos principales, se dirigiese hacia el norte para contactar al Primer Ejército ruso. Pero von Francois, que veía que su rivalidad con Ludendorff le alejaba del éxito, desobedeció nuevamente una orden directa, y giró su cuerpo hacia el oeste para atacar directamente a Samsonov desde su retaguardia.

Mientras, los Junker prusianos, viendo que sus terrenos caían en manos rusas y viendo la gran amenaza que se cernía sobre Königsberg, elevaron sus voces sobre la delicada situación del frente. Moltke, siempre indeciso y temeroso, rompió nuevamente las líneas maestras del Plan Schlieffen, y mandó hacia el este una división de caballería y tres cuerpos de ejército adicionales. El envío era considerado innecesario por el mando del Octavo Ejército, que conocía los entresijos del Plan Schlieffen y sabían que estas tropas serían necesarias para conquistar París. Cursaron respuestas explicando que la situación estaba controlada, que no necesitaban esos refuerzos, pero ya era tarde.

De hecho, estas nuevas fuerzas no tendrían presencia en la Batalla que comenzaba. Los rusos profundizaron más en la trampa hábilmente tejida por Hoffmann; el Jefe de Estado mayor ruso, Zhilinski, recibió informes que le indicaban que una masa de soldados alemanes se dirigía al sur. Interpretó erróneamente los acontecimientos, y ordenó a Rennenkampf apresurar su ataque sobre Königsberg, informándole que había pocas tropas en su camino. Esta decisión impedía definitivamente cualquier posibilidad de reforzar a Samsonov. Y para rematar el error, y ante los problemas en la recepción de mensajes cifrados, emitió la orden sin cifrar, siendo interceptada el día 28 de agosto por Hoffmann.

Inmediatamente, Ludendorff cursó órdenes para que los dos cuerpos enviados desde el norte se trabasen en batalla con el VI Cuerpo ruso, que avanzaba hacia el norte. El choque ocurrió en Bichofsburg, resultando desastroso para los rusos, que se retiraron en desorden.

Con todos los datos sobre la mesa, Ludendorf envió al cuerpo de Mackensen desde Bichofsburg hacia el sur, para unirse al asalto desde la retaguardia del díscolo von Francois. El día 29 de agosto, los cuerpos alemanes chocaban con la retaguardia rusa en Willemberg, derrotándola y cercando al Segundo Ejército por completo.

Prisioneros Rusos
Cuando Samsonov tuvo constancia de los acontecimientos, ya era demasiado tarde. Dándose cuenta que su única posibilidad era romper el cerco retirándose hacia su línea de suministros, cursó órdenes el mismo día 29 a sus cuerpos de atacar en dirección a Willemberg. Pero sus fuerzas estaban demasiado dispersas y cortas de suministro y el VI cuerpo había sido destruido. Consecuencia de ello fue la rendición en masa de las fuerzas rusas. El 30 de agosto, tan sólo algunos contraataques locales consiguieron el objetivo de forzar la retirada. El resto fueron fracasados y, consecuentemente, el Segundo Ejército se rindió.

Las cifras del desastre fueron enormes. Sólo 10.000 rusos escaparon del desastre. Del resto, unos 35.000 murieron y el resto fueron capturados. A los alemanes tan sólo les costó 20.000 bajas la destrucción del Segundo Ejercito.

LA BATALLA DE LOS LAGOS MASURIANOS:

Tropas rusas en Prusia Oriental
Cuando Rennenkampf recibió las noticias del desastre del Segundo Ejército en Tannenberg, había avanzado su ejército por la región de Masuria hacia Königsberg, y se encontraba en una situación delicada. Había topado con las caballerías del Octavo Ejército y apenas había conseguido desalojarlas cuando observó que su situación podría tornarse dramática si seguía las órdenes de Zhilinski.
Inmediatamente, cursó órdenes para replegar su ejército a un punto más seguro, en dirección a los puertos del Báltico y Angerburg. Su objetivo era retirar su ejército en espera de refuerzos, aunque no había reservas rusas disponibles, ya que estaban implicadas en la Campaña de Galitzia.

Mientras, y destruido completamente el Segundo Ejército, Hindemburg ordenó a Ludendorff desplazar el Octavo Ejército alemán nuevamente al norte, lo más rápidamente posible. Para el día 7 de septiembre, las fuerzas alemanas ya estaban en disposición de ofender las fuerzas de retaguardia de Rennenkampf. Los combates empezaron de inmediato, pero las desmoralizadas unidades rusas no aguantaron y huyeron rápidamente.

Hindemburg y Ludendorff. Estado Mayor Alemán.
No obstante, no fue hasta el día 9 de septiembre cuando Rennenkampf, viendo que podía quedar completamente rodeado, ordenó la retirada a la línea Instenburg – Angerburg, cerca de la frontera. Para cubrirse, inició una serie de sangrientos contraataques locales, que retrasaron las alas del ejército alemán.

Ludendorff ordenó a sus generales de cuerpo acelerar la operación de cerco, pero las bajas sufridas en los combates y cierta lentitud en aplicar las órdenes permitió que el 11 de septiembre comenzase la retirada general rusa. El día 14, combatiendo a su retaguardia, los supervivientes del Primer Ejército abandonaban Prusia Oriental.

En una semana de combates habían dejado atrás a 125.000 camaradas, la mayoría prisioneros, y la mayor parte de su equipo pesado.

La aventura rusa en Prusia Oriental había durado tres semanas, con un coste enorme. Unos 50.000 rusos murieron y otros 175.000 resultaron capturados. Tan sólo unos 60.000 consiguieron alcanzar la seguridad de su frontera. Se perdieron unos 1.000 cañones, e infinidad de carros, caballos, etc. El General Samsonov murió el día 30 de agosto, al suicidarse tras el desastre acaecido. Su cuerpo, recuperado por los alemanes, sería enterrado con honores militares.


Ningún Ejército ruso volvería a entrar en suelo alemán hasta 1945.

miércoles, 17 de septiembre de 2014

ARTÍCULO 9.- (MOVILIZACIÓN) LA BATALLA DECISIVA: LA PRIMERA BATALLA DE EL MARNE

Movimientos en El Marne y posteriores
Como ya hemos hablado en artículos anteriores, ambos bandos iniciaron el conflicto con el objetivo de conseguir la Batalla Decisiva que les proporcionase una victoria rápida y contundente. Ninguno se percató que el rostro de la guerra había cambiado, y realizaron una guerra de movimientos, que según el bando resultó bien o desastrosamente.

Los movimientos franceses en la frontera alemana resultaron desastrosos, provocando que sus fuerzas fuesen vapuleadas y desmoralizadas. Los movimientos alemanes, con algunos problemas, resultaron exitosos, de tal suerte que a primeros de septiembre, cuando se cumplía el primer mes de la guerra, se encontraban situados con dos de sus ejércitos entre el grueso del Ejército Francés y la capital francesa: París.

Para contenerlos, el Comandante en Jefe francés, Joseph Joffré, sólo contaba los restos desorganizados del derrotado Quinto Ejército Francés y las escasas fuerzas del Sexto, que guarnecía la región de París… Todo planteaba que la Gran Batalla de su Era, la Batalla decisiva que decidiría la preponderancia Europea para los próximos decenios, estaba a punto de producirse, y que el resultado estaba ya decidido de antemano.

Tropas francesas en el sector de El Marne
El día 3 de septiembre, Alexander von Bluck, comandante del Primer Ejército alemán, recibió órdenes de girar hacia el oeste para rodear París desde el norte. Mientras, el Segundo Ejército alemán, del general Kärl von Bülow, presionaría a las fuerzas francesas desde el río Aisne, para cruzar el Marne y amenazar París directamente desde el este.





La situación era tan desesperada que el gobierno francés decidió trasladarse a Burdeos, en la esperanza de poder negociar desde allí las condiciones para un armisticio.

Joseph Gallieni - Gobernador Militar de París
Pero Joseph Joffré, que tan obcecado había sido en su defensa del Plan ofensivo XVII, se mostró decidido a no ceder la victoria a los alemanes fácilmente. Pensando, a pesar de los desastres acaecidos, que la ofensiva es la mejor forma de defender, atacar antes de que te ataquen, sin descanso, mandó órdenes y misivas decisivas el día 4 de septiembre.

La primera, dirigida al Gobernador Militar de París, General Josepf Gallieni, le ordenaba juntar las fuerzas disponibles, tomar el mando y atacar al segundo ejército alemán antes de que este desbaratase lo que quedaba delante de el.

La segunda, y no menos importante, fue la petición formal de ayuda a Lord Kitchener, Ministro de la Guerra británico, para que este presionase a Sir John French, el Comandante de la Fuerza Expedicionaria Británica, para que se uniese a los ataques desde el norte.

La tercera, al General Manoury, comandante del Sexto Ejército francés, que contaba con unos 150.000 hombres, para atacar el flanco derecho alemán.

Tropas Alemanas preparan un asalto
La batalla comenzó el día 6 de septiembre, cuando los soldados franceses avanzaron entre el primer y segundo ejércitos alemanes, abriendo entre ellos una brecha de unos 40 kilómetros.

Por dicha brecha, atacaron coordinadamente el BEF y el Sexto Ejército francés, quién se arrojó sobre el ala derecha del Segundo Ejército en el eje Nantouil-le-Haudouin a Meaux. El día 7 de septiembre, la batalla se tornó brutal, con las unidades alemanas asaltando las posiciones francesas, y estas contraatacando sin pausa. Más de una vez los alemanes estuvieron muy cerca de romper las defensas francesas; de hecho, sólo la intervención de la población parisina, en concreto de los taxistas de París, que se movilizaron para transportar reservas desde la Guarnición de la ciudad a la línea del frente, en un movimiento sin precedentes, evitó la ruptura definitiva.
Los refuerzos llegados fueron decisivos, no tanto por su número, sólo unos 6.000 soldados, como por el efecto moral que supuso su intervención.
Los Taxis de París - Héroes Populares
La derrota del Sexto Ejército llegó el día 9 de septiembre. Agotado, se retiró tras la línea del Río Marne, buscando algo de seguridad para sostenerse en batalla.

Al acudir en su persecución, von Kluge cometió un error fatal. La brecha entre su Ejército y el Primero creció, hasta una distancia de 50 kms. En ese momento, 9 de septiembre, el General Franchet D’Esperey, nuevo comandante del Quinto Ejército, vapuleado en la retirada desde Charleroi hacia el Aisne, inició el asalto contra el flanco alemán. La fuerza del ataque se fue diluyendo en los días posteriores, pero el Alto Mando alemán consideró los riesgos y ordenó el día 12 de septiembre la retirada del Segundo Ejército y el repliegue del Primero, para juntarse y volver a avanzar conjuntamente.

Llegando al frente
La retirada fue tan lenta como el avance aliado. Cuando los ejércitos alemanes consiguieron juntarse, cinco días más tarde, se habían retirado unos 50 kms. Iniciaron nuevos ataques sobre las fuerzas aliadas en persecución, pero fue ya imposible para ninguno de los bandos el romper las defensas de su rival.

Sometidos ambos bandos a intensos bombardeos artilleros que diezmaban sus filas, se vieron obligados, por primera vez, a cavar trincheras para guarnecerse del mal tiempo y de los bombardeos. No sabían aun que permanecerían en ellas durante cuatro largos años.

Aunque la victoria estratégica de la Primera Batalla del Marne correspondió a los aliados, no consiguieron, ni mucho menos, la victoria decisiva que anhelaban. El Plan Schlieffen había fracasado. El Plan XVII había fracasado. No existían planes de batalla alternativos en los Altos Mandos Militares de Francia, Inglaterra y Alemania. El futuro de la guerra se habría en un interrogante constante. ¿Qué hacer ahora?. ¿Aguantarían las maltrechas economías post victorianas el efecto de una larga guerra?.

Las bajas de la batalla fueron gigantescas. Los franceses, que implicaron en la batalla unos 450.000 hombres, sufrieron cerca de 250.000 bajas, incluyendo 80.000 muertos. La BEF sufrió casi 13.000 bajas, el 10% de su fuerza total. Los alemanes, con dos enormes ejércitos y 600.000 hombres en sus filas, sufrieron bajas similares a las francesas.



Con la Batalla del Marne acaba la guerra de movimientos, la Movilización en el Frente Occidental. A partir de entonces nació el estancamiento, las ofensivas por metros de terreno, las trincheras y las enfermedades. También las ideas geniales para romper el estancamiento, las armas de destrucción masiva, los tanques, … Después del Marne comenzó, realmente, la Primera Guerra Mundial.

viernes, 5 de septiembre de 2014

ARTÍCULO 8.- (MOVILIZACIÓN) OFFENSIVE AUTRANCE*. LA BATALLA DE LAS FRONTERAS:

Como vimos en anteriores artículos, el plan francés, ideado por el Mariscal Joseph Joffré, y denominado PLAN XVII, estaba basado en la idea de la preponderancia moral del soldado francés sobre el alemán.

La idea desarrollada por Joffré incluía el renunciar a una defensa intensa contra el ala derecha alemana, para concentrarse en una Ofensiva Constante* en el sector central (el Bosque de las Árdenas) y el ala derecha francesa, buscando el objetivo de expulsar a los alemanes de Lorena y Alsacia, las dos provincias perdidas en el curso de la Guerra franco-prusiana de 1870. Basándose en la idea del Elán, del espíritu de lucha intrínseco al soldado francés, que tanto había dado a Francia en otras épocas, ya lejanas, inflamado por el magnífico aspecto de sus hombres, embutidos en el clásico uniforme de Casaca azul y Pantalón rojo, tan característico de Francia y de su Ejército, Joffré ordenó el ataque a los ejércitos del frente.

Cuando la masa de fuerza alemana penetró en Bélgica, los franceses iniciaron sus movimientos para situarse en el área entre el Bosque de las Árdenas, en Bélgica, y a lo largo de toda la frontera de Alsacia y Lorena, hasta Suiza. Joffré jugaba con la creencia que los belgas lucharían, retrasando el avance alemán para permitir la llegada de los aliados británicos, mientras su ejército conseguía una victoria decisiva aplastando a los débiles ejércitos alemanes desplegados en estas Regiones.

Los primeros en penetrar en el Sagrado Suelo de La Alsacia fueron los hombres del VII Cuerpo francés, del General Louis Bonneau, quienes avanzaron el día 7 de agosto desde la frontera y tomaron sin oposición la Ciudad de Mulhouse. Este acontecimiento fue considerado un gran éxito; se acababa de conquistar la segunda población en tamaño de Alsacia, liberando a decenas de miles de ciudadanos franceses. La conquista fue celebrada tanto por el Estado Mayor como por la población y políticos parisinos, que veían en ella la primera piedra de un rápido y decisivo avance sobre los territorios perdidos.

Asalto de fuerzas francesas
Esta “celebración” fue el bosque que impidió ver a los mandos franceses la realidad. Las fuerzas del 8º Ejército Alemán se habían retirado siguiendo órdenes, a la espera de nuevos refuerzos. El día 8 recibieron órdenes de lanzar su contraataque, mientras los franceses se preparaban para girar su ataque hacia el norte, hacia la ciudad de Colmar, cerca del Rhin. El contraataque fue iniciado con tropas de refresco el día 9, y sorprendió a las fuerzas francesas, que se retiraron en desorden, perdiendo nuevamente Mulhouse, y sufriendo importantes bajas.

La pérdida de Mulhouse será considerada una humillación por el alto mando francés. Sin tener en cuenta el enorme riesgo de la estrategia seguida, Joffré sólo fue capaz de observar que la ciudad se había perdido y que las tropas del General Bonneau se habían retirado derrotadas, sin analizar las deficiencias que su propio mando había provocado, tales como la falta de reservas y refuerzos, o el retraso en enviarlos a la primera línea, podía haber supuesto el cerco y destrucción de las fuerzas francesas implicadas.

En consecuencia, Bonneau fue destituido del mando, que pasó a manos del General Paul Pau.

Días después, el ejército francés intentó forzar nuevamente los accesos a Mulhouse, pero la situación se había vuelto ya imposible. El 19 de agosto el asalto fracasó, y la falta de recursos, implicados en el resto de los frentes de la Batalla de las Fronteras, impidió más progresos.

La línea de ataque se desplazó a partir del día 14 de agosto hacia La Lorena, en la línea Saarburg-Morhange, más directa para alcanzar el verdadero objetivo: Strasbourg.

Dibujo idealizado de un asalto francés en Morhange
La Batalla de La Lorena fue el enfrentamiento principal de la Batalla de las Fronteras, y punto clave del Plan XVII francés. Se implicaron en los combates el I Ejército de Auguste Dubail, y el II Ejército de Noel de Castelnau, dos de los más prestigiosos generales franceses, dirigidos personalmente por Joseph Joffré. Casi cuatrocientos mil hombres que buscaban penetrar el corazón de la provincia emblema de las pérdidas francesas de 1870. Se valoraba que estas fuerzas serían suficientes, ante la supuesta debilidad del ala izquierda alemana… La perspectiva francesa era simple; si el ala derecha alemana tiene un millón de hombres, la izquierda debe estar prácticamente vacía, atendiendo a que preveían una movilización máxima de 1.200.000 alemanes.

La realidad era muy diferente. El Kaiser había insistido para que la defensa de esas emblemáticas provincias correspondiese a miembros de la nobleza imperial, demostrando así la importancia que le daba a la misma. De tal suerte, asignó dos ejércitos a la defensa de La Lorena, el VI y VII, bajo el mando del Príncipe Ruppretch de Baviera y del General Josias von Heeringen, con más de 300.000 hombres. Una fuerza muy superior a la que Joffré esperaba enfrentar.

El objetivo era avanzar desde la ciudad de Nancy, con el Primer Ejército Francés avanzando en fuerza hacia Saarburg, ciudad fuertemente defendida al este de Nancy, y con el Segundo Ejército Francés avanzando hacia Morhange.

Observador francés en Alsacia
El Príncipe Ruppretch preparó una estrategia muy hábil. Ocultó sus principales fuerzas, y simuló una retirada con la línea de vanguardia, a fin que Joffré pensase que la “Offensive Outrance” triunfaba, que su estrategia conseguía el éxito. Cuando los ejércitos franceses veían los objetivos a su alcance, Ruppretch ordenó contraatacar a sus fuerzas ocultas, apoyadas por ametralladoras y una gran cantidad de piezas de artillería, que descompuso las líneas francesas. Tal fue el éxito de Ruppretch, que solicitó autorización al Estado Mayor Alemán para lanzar una gran ofensiva en el sector. Implicar más tropas en la contraofensiva del Príncipe Ruppretch suponía retirar reservas del avance principal en el ala derecha, lo que contradecía las ideas planteadas en el Plan Schlieffen. Aun así, el Jefe de Estado Mayor Alemán, Moltke, autorizó la ofensiva. Ruppretch ordenó el día 20 iniciar un gran asalto que tomó por sorpresa a las fuerzas de Castelnau, que sin atrincheramientos ni apoyos, se retiraron en desorden hacia la frontera francesa. Nancy estaba seriamente amenazada.

Este ataque obligó al ejército de Dubail, el Primero, a retirarse de Sarrebourg hacia Nancy, dejando al XX Cuerpo del General Ferdinand Foch, futuro Generalísimo del Ejército Francés, para defender la ciudad y continuar la retirada.

El 22 de Agosto, sólo ocho días después de iniciar su ofensiva, los franceses se habían retirado a Francia, a la línea de fortalezas Belfort-Epinal-Tour. Desmoralizados, con una brecha enorme en sus líneas que Joffré intentaba sellar de cualquier forma posible, se enfrentaban a un ejército alemán enfervorecido, y a un comandante dispuesto.

El Príncipe Ruppretch solicitó nuevamente refuerzos para romper la línea del Epinal. Bajo presión imperial, Moltke retiró nuevas reservas del ala derecha, ignorando otra vez el Plan Schlieffen, para asignarlas a la gran ofensiva, iniciada el 26 de Agosto. Sin embargo, la defensa en un área densamente boscosa, resultó efectiva, y los alemanes apenas consiguieron ganancias territoriales a un alto coste humano. La ofensiva se detuvo el día 28, pero su peso resultaría vital en los acontecimientos que debían venir. Las 26 divisiones utilizadas en la contraofensiva por los alemanes serían vitales en la gran batalla que se vislumbraba en el avance del ala derecha.

Al mismo tiempo, en Bélgica, en el Bosque de las Ardenas, y con Joffré presionado por el desastre de sus ofensivas en Alsacia y Lorena, y en la creencia, nuevamente falsa, que si los alemanes habían concentrado sus ejércitos en los flancos derecho e izquierdo, en el centro deberían ser débiles, ordenó a los ejércitos Tercero y Cuarto avanzar por el Bosque de las Ardenas, en Bélgica, siguiendo la línea de avance entre Virton y Nefchateau. Nuevamente, a partir del día 21 de agosto, y mientras las fuerzas francesas se retiraban hacia Nancy en la Lorena, buscó la batalla decisiva.

Y nuevamente, de forma errónea, consideró débiles a las fuerzas situadas en la zona, los 4º y 5º Ejércitos Alemanes, bajo el mando de Alberto de Wüttemberg y del Príncipe Heredero de Prusia.

Como Joffré quería tener la sorpresa total en su asalto, prohibió los reconocimientos previos, lo que dejó a sus fuerzas completamente a ciegas. Para complicar más la situación, el avance se realizó en medio de una densa niebla, lo que provocó que ambos bandos se encontrasen de repente, ya que no sólo los franceses avanzaban, si no que los alemanes también habían comenzado a desplazarse. Sin saber que se enfrentaban a una fuerza superior, los franceses se dispusieron al combate. A lo largo de todo el día se produjeron escaramuzas entre las vanguardias de ambos ejércitos, sin que ninguno obtuviese una ventaja real.

Tiradores alemanes en el Bosque de las Ardenas
El 22 de agosto amaneció despejado. Sin niebla que las protegiese, las divisiones francesas se lanzaron al asalto, ignorando aun que se enfrentaban a fuerzas superiores. Mandados por el General Ruffey y embutidos en sus uniformes rojos y azules, los soldados franceses avanzaron por el Bosque de las Ardenas con valor y fueron destrozados con valor. En ninguno de los cuatro ejes de avance principales se consiguió ganancia alguna, y muchas unidades fueron aniquiladas por las ametralladoras y cañones alemanes. Las unidades francesas sufrieron ese día más de 35.000 bajas, con algunas divisiones, como la Sexta División de las Colonias, prácticamente destruidas por completo.

Los franceses estaban agotados y desmoralizados. Ruffey se encontraba enzarzado en una bronca constante con el Estado Mayor, que le ordenaba continuar el ataque, a lo que el, en buena lógica, se negaba, apostando por montar una línea defensiva para contener el previsible ataque alemán. Y en ese ambiente, el día 23, los alemanes atacaron con fuerzas muy superiores.

Las órdenes de Joffré indicaban que debían resistir a cualquier costa, pero las unidades se encontraban en muy mal estado y sin reservas estratégicas (el Quinto Ejército, reserva general, como ya vimos anteriormente, fue destrozado en Charleroi), fueron incapaces de confrontar el ataque alemán, retirándose en desorden hasta la línea segura del río Moselle.

La Batalla de las Fronteras había sido un fracaso absoluto de las fuerzas francesas, que siguiendo las directrices del Plan XVII, habían lanzado a la ofensiva a unos 750.000 hombres, asumiendo enormes bajas (sólo en el sector de las Ardenas sufrió 40.000 muertos y el doble de heridos) y dejando a sus fuerzas a merced del movimiento de pinza del ala derecha alemana.

La estrategia cuidadosamente planteada por Joffré había fracasado completamente, y ahora enfrentaba la destrucción de sus fuerzas. No parecía haber solución, la derrota asomaba pronta, con los alemanes a escasos kilómetros de la capital francesa, a punto de separar sus fuerzas de París. Pero aun tenían que cruzar el Río Marne


Batalla de Haelen
P. D.: Como referencia para el lector, se incluye también dentro de la Batalla de las Fronteras un enfrentamiento producido en la Ciudadela de Haelen entre la caballería belga y las fuerzas alemanas, que mostró el enorme valor de las pequeñas fuerzas armadas belgas, consiguiendo una sorprendente victoria. No obstante, este acontecimiento apenas tuvo peso específico en el grueso de la batalla, al ser un suceso independiente, y ante la magnitud del desastre francés.