miércoles, 23 de agosto de 2017

ARTICULO XXXIV.- ZIMMERMANN’S TELEGRAM*. LOS ESTADOS UNIDOS SE UNEN A LA ENTENTE

Postal de propaganda mostrando a las naciones de la Entente y sus aliados. Estados Unidos. 1.917.
*Bajo la presidencia del republicano Woodrow Wilson, el gigante aun dormido, que económicamente comenzaba a destacar entre las naciones mundiales, los Estados Unidos de América, había llegado al convencimiento que su neutralidad en el sangriento conflicto que se libraba en la vieja Europa, y que ya sacudía diversos rincones del planeta, le rendía mayores réditos que cualquier clase de intervención. Sin embargo, las naciones en guerra deseaban el poder industrial americano de su lado, y tanto la Entente como las Potencias Centrales movían sus propias marionetas, sus hilos ocultos que pretendían influir en la opinión pública estadounidense, así como en sus políticos y gobernantes, industriales y comerciantes, para atraerlos a su propio bando. Entre todos los movimientos estratégicos, de espionaje y contraespionaje, no hubo mayor error posible que el intento alemán por forzar una agresión mejicana sobre el sur de Estados Unidos, a fin de mantener entretenido al poder americano mientras los ejércitos del Kaiser finiquitaban a las potencias de la Entente en Europa. El plan, como veremos, sería descubierto, provocando la entrada americana en la guerra, cuando un telegrama enviado por el Ministro de Asuntos Exteriores alemán, Arthur Zimmermann, al gobierno mexicano, en el que les prometía importantes ganancias territoriales de unirse a la causa de las Potencias Centrales, fue interceptado por el Departamento de Inteligencia Británico, siendo publicado y conocido para siempre como el “Telegrama Zimmermann”. 

Veamos cómo se desarrollaron los acontecimientos.

Contenido de la Entrada:
1.       Estados Unidos, la Historia de una potencia  emergente.
2.       Estados Unidos frente al conflicto mundial. Preparación y pasos.
3.       El Telegrama Zimmermann. El gran error del Kaiser.
4.       Declaración de Guerra e intervención.


1.- ESTADOS UNIDOS, LA HISTORIA DE UNA POTENCIA EMERGENTE:
Patrick Henry (1.775) "dadme la libertad o dadme la muerte".
Cuando el 23 de marzo de 1.775, Patrick Henry realizaba su famoso discurso “Dadme la libertad o dadme la muerte”, nadie podía imaginar que Estados Unidos podía llegar a convertirse en la Potencia Mundial que es hoy en día en poco más de 150 años. Sin embargo, su caminar por los entresijos de la corta historia que los contemplan, han jalonado la misma de muerte, sangre y guerras. La que nos ocupa en la entrada de hoy, la Primera Guerra Mundial, está considerada una de las guerra americanas, pero no la única. Caminemos por esa historia brevemente, a fin de componer el lienzo que se llenaría de Barras y Estrellas.

Tras el descubrimiento de América, España, Francia e Inglaterra, principalmente, aunque también pequeñas naciones como Suecia, Holanda o Portugal, se lanzaron a la conquista de las nuevas posesiones de Ultramar. Francia e Inglaterra ocuparían la mayor parte del continente americano al norte de México, dominado por España, llevando sus conflictos continentales hasta sus colonias en América. A mediados del siglo XVIII, ambos Imperios llevaron a cabo una intensa campaña bélica para asegurar sus rutas comerciales y posesiones coloniales en el Canadá y la frontera con lo que serán los futuros Estados Unidos. Inglaterra poseía un total de trece colonias en América del norte, que eran: Carolina del Norte, Carolina del Sur, Connecticut, Delaware, Georgia, Maryland, Massachusetts, Nueva Jersey, Nueva York, Nuevo Hampshire, Pensilvania, Rhode Island y Virginia.

Línea de fuego francesa durante las luchas coloniales con
los británicos, en las que participó la milicia americana.
Las trece colonias aportaron su milicia colonial a fin de apoyar al ejército regular británico, resultando finalmente la guerra en una victoria, que llevo a Francia a renunciar a sus posesiones en América.

Los colonos, cuya milicia había sobrellevado gran parte del conflicto, sufriendo muchas bajas y perdiendo cosechas, comenzaron a solicitar a la Corona Británica un mayor grado de autogobierno, que fue rotundamente rechazado una y otra vez. Según fueron pasando los años del siglo XVIII, la situación fue tensándose, con actos de rebeldía de los colonos americanos, y sangrientas represalias británicas. Finalmente, el discurso de Patrick Henry ponía a los colonos en estado de total rebeldía, iniciándose un conflicto armado que, entre 1775 y 1783, sería conocido como la Revolución Americana. El 4 de julio de 1.776, la cámara estatal creada por las trece colonias, y reunida en Filadelfia, aprobó un manifiesto que, redactado por Thomas Jefferson bajo el título de “Declaración de Independencia”, creaba, tácitamente, los Estados Unidos de América.

George Washington, que acabaría siendo electo primer
presidente de la Unión de las colonias, y por tanto, de los
Estados Unidos, en una de las más famosas acciones del
conflicto, cruzando el río Delawere.
El consiguiente conflicto con la corona británica, degeneró en la creación del Ejército Continental americano, que, aun sufriendo algunas derrotas, conseguiría imponerse a los británicos, merced a la ayuda exterior de España y Francia. Tras la victoria de Yorktown, donde el ejército continental, liderado por el General George Washington, y apoyado por fuerzas francesas del Canadá, derrotó de forma decisiva al ejército británico, se forzó la firma del Tratado de Paz de París (3 de septiembre de 1.783) por el que la Corona Británica reconocía la independencia de sus colonias americanas, realizando importantes cesiones territoriales a Francia y España.

La batalla de Yorktown (1.781) finalizó la Guerra
de Independencia americana. En la imagen, el
Ejército Continental se prepara para el asalto.
George Washington sería elegido primer presidente de la nueva nación, en realidad una confederación de estados que, merced a la Constitución redactada y presentada al Congreso Continental el 17 de septiembre de 1.787, mantenían una suerte de independencia, sometida a un gobierno federal que era el encargado de hacer cumplir las leyes aprobadas en la nueva Constitución. Sin embargo, no sería hasta 1.812, cuando el destino de la incipiente nación comenzó a ser obvio. Durante el periodo que podríamos conocer como del “Destino Manifiesto”, frase acuñada por el periodista John L. O’Sullivan en 1.845, Estados Unidos determinó que la nación debía crecer, imponiendo su dominio sobre las posesiones europeas y la desconocida llanura existente entre el Océano Atlántico y el Pacífico. Tras derrotar nuevamente a los británicos en la guerra de 1.812, y renunciar al expansionismo hacia el norte, los americanos comenzaron una campaña por colonizar el lejano oeste y arrebatar a España y a sus vecinos mejicanos los territorios al norte del Rio Grande. Fruto de esta doctrina fueron los conflictos con México de 1.845 a 1.848, que acabó, tras el conocido sitio de la misión de El Álamo, y la derrota de las fuerzas mejicanas, con la creación de la República de Texas, y su integración en la confederación de estados americanos, así como la invasión del territorio español de La Florida (1.821). La doctrina sería adoptada y ampliada por el presidente Monroe en 1.817, bajo el concepto de “América para los americanos” e incorporada a la Constitución del país, permitiendo de esa forma la intervención del ejército americano en cualquier punto en que se considerase que sus intereses y seguridad eran amenazados.


Este periodo expansionista duró hasta que los estados comenzaron a tener problemas internos, con el tema de la esclavitud y la intención de los ricos estados del norte de imponer su modelo económico como telón de fondo. Estados Unidos estaba creciendo utilizando una cada vez más abundante inmigración europea; irlandeses, escoceses, alemanes, italianos, españoles, … emigraban a Estados Unidos, con la esperanza de ser propietarios de esas tierras ricas en oro que se prometían en el oeste. El ferrocarril comenzaba a vertebrar la nación, pero el asunto de la esclavitud amenazaba con romper la armonía reinante.

Abraham Lincoln lideró a los partidarios de la emancipación
de los hombres de color, que acabaría ocasionando el
conflicto civil entre el Norte industrial y el agrario Sur.
En 1.860, los republicanos, que dominaban las cámaras de representantes, liderados por Abraham Lincoln, lanzaron una campaña en apoyo de la idea que promulgaba la prohibición de la esclavitud en los treinta y cuatro estados que, en aquellos momentos, componían la Unión. Si la emancipación de los esclavos se llevaba a cabo, las economías agrarias de los estados más sureños, dedicados al cultivo de hortalizas y, especialmente, a la exportación de algodón a las naciones europeas, se vendrían abajo. Por tanto, cuando los candidatos republicanos fueron elegidos con el 82% de los votos, siendo nombrado presidente Lincoln, siete de los estados sureños decidieron emprender el camino por su cuenta, votando la secesión de la Unión, agrupándose en la Confederación de los Estados del Sur, negando la legalidad del gobierno federal y nombrando a sus propios representantes. El presidente saliente, James Buchanan, y el entrante, Abraham Lincoln, declararon ilegal la secesión, pero los estados del Sur se reafirmaron en la misma. Seguros del apoyo de sus clientes, las naciones europeas, y especialmente, Francia e Inglaterra, los confederados reclutaron un ejército y asaltaron el Fuerte Sumter el 12 de abril de 1.861. Así comenzaba la sangrienta Guerra Civil Americana, que se alargaría durante cinco costosos y sangrientos años.

La Guerra Civil Americana (1861-1865), también llamada de Secesión, enfrentó a los estados en un sangriento conflicto.
El poderoso norte se había industrializado rápidamente, iniciando técnicas de producción en masa, y tenía mano de obra de sobra, contando con los miles de inmigrantes que, día a día, llegaban a la Isla de Elis, en Nueva York. Sin embargo, los oficiales del ejército de la Unión eran, en muchos casos, políticos elevados al rango de general por adquisición del mismo, como el lamentable general Georges B. MacClellan. Aun cuando la potencia de las armas dio las victorias iniciales a los federales, llevándoles a las puertas de la capital de la Confederación, Atlanta, el electo presidente confederado Jefferson Davis, decidió dar un giro a la confrontación, eligiendo como General al Mando de los ejércitos de Virginia al veterano Robert E. Lee. La inteligencia de Lee, le permitió seleccionar a los más valiosos y mejores oficiales para dirigir a sus hombres. Militares profesionales, como Thomas Jackson, que será conocido como “Stonewall”, dirigirán al Ejército de Virginia a una sucesión de victorias camino del norte, preservando su pequeño y bien preparado ejército, hasta que entre el 1 y el 4 de Julio de 1.863, un error de cálculo de Lee le obligaría a presentar batalla junto a la pequeña localidad de Gettysburg. La consiguiente carnicería, la escasez de municiones de artillería y la pérdida de oficiales, obligaría al Ejército de Virginia a replegarse. Desde ese momento, una serie de sangrientas batallas, ya vestidas de modernidad, donde la artillería y los rifles marcarán el devenir de una nueva guerra que los generales europeos negarán hasta el conflicto mundial que nos ocupa. En cinco años de conflicto, que acabaran con la rendición de la Confederación y la reintegración de los estados a la Unión, perecerán más de un millón de hombres.

La Batalla de Gettysburg cambió el rumbo de la guerra.
En la imagen, el General Armistead (muerto en la acción)
encabeza el asalto del cuerpo de Pickett al centro federal,
en una de las más famosas acciones de la guerra (3 julio 1863)

Consecuencia de estos largos y duros años de conflicto, será una nación que crecerá con fuerza sobre las cenizas de la guerra; la industrialización, auspiciada por el norte de la Unión, cobrará una gran energía, y la flota y ejército americanos se desarrollarán rápidamente. Derrotada la rebelión, el gobierno americano miró nuevamente al oeste, volviendo a la doctrina del Destino Manifiesto; se establecieron rutas comerciales entre el este y el oeste, vertebrando el país con una densa red ferroviaria; se exterminó a los indígenas, ocupando sus tierras y confinándolos a reservas donde no estorbasen el progreso; se emancipó a los esclavos negros, aunque seguirían siendo ciudadanos de segunda categoría durante muchas décadas. Se crearon grandes urbes en el oeste, al estilo de Boston, Atlanta, Nueva York, Washington y Filadelfia.

Tropas americanas durante la guerra con España. Cuba 1.898
Cuando el país estuvo estabilizado internamente, el gobierno decidió proceder a aplicar la Doctrina Monroe, y establecer su lugar en el mundo, al estilo de los imperios colonialistas europeos de finales de siglo XIX. Bajo la presidencia de William McKinley, Estados Unidos inicia su primer gran conflicto contra un poder extranjero. El hundimiento, aparentemente accidental, pero atribuido al ejército español, del buque de guerra americano Maine, permite a McKinley declararle la guerra a España; según la Doctrina Monroe, que exponen como bandera, Estados Unidos tiene derecho a intervenir en las áreas que considere de su influencia, y ataca a España en Cuba y Filipinas, derrotándola rápidamente y estableciendo protectorados sobre las posesiones españolas. Estados Unidos cobra su lugar en el mundo como un poder emergente, ampliando sus miras con los movimientos colonialistas del sucesor de McKinley, asesinado en 1.901. Theodore Roosevelt buscará afianzar la posición de Estados Unidos, participando activamente de los movimientos colonialistas en África, América y Asia. Desarrollaría el comercio, construyendo el Canal de Panamá y garantizando su explotación por parte americana. Su estatus mundial quedaría reflejado al ser la parte negociadora de las condiciones de paz de la guerra ruso-japonesa de 1.905.

Theodore Roosevelt, tras impulsar el
peso internacional de Estados Unidos,
perdería su reelección con Woodrow Wilson
Estados Unidos volvería a asegurar sus fronteras, invadiendo México dos veces más en 1.914 y 1.916. El nuevo presidente Woodrow Wilson (28º presidente de los Estados Unidos), estaba decidido a mantener a los estadounidenses alejados del conflicto europeo, por lo que decidió mirar hacia el interior y asegurar sus fronteras. Ordenó al ejército americano, dirigido por el General Pershing, realizar expediciones de castigo, primero en 1.914 para ocupar Veracruz y evitar así la entrega de armas al ejército mejicano, y, posteriormente, en 1.916, persiguiendo al bandido Pancho Villa.

Sin embargo, era cuestión de tiempo que la guerra europea tocase a Estados Unidos, tiempo y ganar unas elecciones.









2.- ESTADOS UNIDOS FRENTE AL CONFLICTO MUNDIAL. PREPARACIÓN Y PASOS:

El 28º presidente de los Estados Unidos, Woodrow Wilson.
Se vería obligado a afrontar el conflicto mundial tras el
Affaire Zimmermann.
Desde el comienzo de la guerra en Europa, en agosto de 1.914, los Estados Unidos comenzaron una lenta pero segura carrera hacia su ingreso en el conflicto, a pesar que el presidente Woodrow Wilson, elegido meses antes del estallido del mismo, aseguró la estricta neutralidad de los Estados Unidos, manteniendo a un lado su abierta antipatía por el Kaiser Guillermo (algo a lo que no eran ajenos gran parte de los líderes mundiales, para los que el emperador alemán era un auténtico problema).

Estados Unidos mantenía acuerdos de comercio con ambos contendientes, la Entente y las Potencias Centrales, por lo que el choque entre ambas inversiones era obvio y pronto se vio reflejado en los esfuerzos diplomáticos americanos. El primer enfrentamiento importante se produjo cuando el Imperio Británico decidió imponer un bloqueo naval completo a las importaciones y exportaciones alemanas, lo que originó las protestas americanas, cuyas empresas mantenían negocios con Alemania. Las protestas acabarían con garantías de mayores inversiones británicas en los negocios perjudicados, lo que derivaría en un incremento de la ayuda americana a las naciones de la Entente y, especialmente, en el Imperio Británico.

El hundimiento del RMS Lusitania por parte del submarino
U-20 alemán, el 7 de mayo de 1.915, volcó a la opinión
pública americana contra Alemania. Aun así, estaban
lejos de unirse al conflicto.
Este camino llevó a que la delegación diplomática alemana expresase su malestar a través de duras quejas diplomáticas, acudiendo también a los diarios, en un intento de manipular a la opinión pública americana. Este movimiento alemán causaría que el gobierno Wilson prohibiese las acciones comerciales con ambos bandos, intentando respetar de esta forma el Statu Quo adquirido por los Estados Unidos. Sin embargo, la ayuda siguió llegando a Reino Unido, oculta en buques de recreo y otros medios.

Cuando el Almirantazgo alemán declaró la guerra submarina sin restricciones, a comienzo de 1.915, los buques de recreo comenzaron a ser atacados. El hundimiento del RSM Lusitania, un trasatlántico británico de lujo, cerca de las costas inglesas, el 7 de mayo de 1.915, supuso un punto de inflexión en la posición americana hacia el conflicto. En el mismo, murieron 128 ciudadanos americanos, lo que suponía un atentado directo sobre los Estados Unidos.

Los submarinos del Kaiser harían una labor que sería
vista como piratería por muchos convencidos belicistas
en los Estados Unidos.
El presidente Wilson tenía próximas las elecciones presidenciales, apenas a un año y medio de distancia, y estaba afianzando su posición para renovar su cargo utilizando la neutralidad como bandera. Por tanto, en su discurso de condena estableció que “América es demasiado orgullosa para combatir”, y decidió exigir, blandiendo la amenaza de la guerra, a Alemania el final de la guerra submarina sin restricción. El Kaiser, en un acto de prudencia, decidió ordenar la finalización de estos ataques, aun cuando su alto mando clamó en contra de esta decisión. Para fortalecer su amenaza, Wilson aviso que no permitiría una violación de la ley internacional ni el uso de una guerra submarina sin restricción. El gobierno británico decidido tensar la cuerda, presionó al gobierno americano con delegaciones diplomáticas clamando justa venganza, y se reunió con los rivales de Woodrow Wilson en las futuras presidenciales, proponiendo que estos hablasen abiertamente a favor de un enfrentamiento con Alemania. El ex presidente y candidato Theodore Roosevelt, habló en sus discursos abiertamente de “piratería internacional llevada a cabo por los hunos”.

Todo era un juego para intentar atraer a la opinión pública norteamericana hacia las posiciones de neutralidad, por un lado, o intervención a favor de la Entente, por el otro. Pesarían mucho en este aspecto ciertos incidentes que se produjeron durante 1.916, como las explosiones accidentales en instalaciones en Jersey City y New Jersey, de las que se sospechaba que eran acciones de sabotaje alemán. Consecuencia de ello sería un gradual cambio de actitud de una sociedad americana, abiertamente anti militarista a comienzos de 1.914, y que comenzaba a ver con buenos ojos el detener al “huno” en 1.916.

El movimiento feminista se opuso fieramente a enviar a sus
varones al conflicto. Desfile de 1.912.
Sin embargo, la opinión pública aun no era mayoritariamente favorable a la entrada de Estados Unidos en un conflicto que estaba originando millones de muertos y mutilados. De hecho, la posición británica sobre Irlanda, incluyendo la brutal represión a que sometían al pueblo irlandés, hacía que el poderoso lobby irlandés estuviese abiertamente en contra de ayudar a los británicos; tampoco ayudaba la fortaleza del movimiento feminista, que también se posicionaba abiertamente en contra del conflicto. Algo debía pasar para unificar a la opinión pública a favor del conflicto, pero ese algo aun tardaría en llegar.

Roosevelt (Theodore) participó en la creación de un
grupo de partidarios de la preparación para la guerra.
La situación fue hábilmente manejada por Wilson, para
reducir el impacto del ex presidente.
No obstante, Estados Unidos comenzó a prepararse para el mismo en un momento tan temprano como fue mayo de 1.915. Tras el hundimiento del Lusitania, se hizo obvio para la administración Wilson que, tarde o temprano, medirían sus fuerzas con Alemania. Diversos miembros del Partido Republicano, encabezados por Theodore Roosevelt y el General Leonard Wood, iniciaron el reclutamiento de banqueros, industriales, abogados y miembros de la Jet Set americana, a fin de formar un frente fuerte de “intervencionistas”. Basaban su estrategia para una pronta preparación de Estados Unidos en varios preceptos, aunque principalmente argumentaban que la escasez de fuerzas del ejército americano (apenas 100.000 soldados regulares, que podrían aumentar hasta los 200.000 incorporando a los escasamente entrenados voluntarios de la Guardia Nacional) era un hándicap si se quería derrotar en algún momento a Alemania, cuyas fuerzas eran al menos veinte veces superiores. Además, la flota había quedado obsoleta y necesitaba de una rápida modernización. Solicitaban la implantación del servicio militar obligatorio y el reclutamiento de una fuerza de 600.000 hombres, que deberían comenzar a entrenarse para estar preparados para incorporarse rápidamente a las operaciones de la Entente en Europa.

El ejército americano apenas estaba preparado para una
guerra moderna. En la foto, el General Pershing pasa
revista a las tropas.
Sin embargo, estos movimientos se realizaron demasiado pronto para tener una gran influencia, y la opinión pública los rechazó ampliamente, especialmente cuando el bando demócrata comenzó a utilizar los ataques a la escasa instrucción de la Guardia Nacional por parte republicana, para atraer a sus teorías de neutralidad a las zonas rurales donde el cariño hacia esta fuerza de protección estaba bien enraizado. Igualmente, Wilson inició una campaña para defender la preparación de las fuerzas terrestres y navales americanas, algo que caló en la opinión pública aun siendo una mentira; nadie en el Ejército y Gobierno americanos se hacía ilusiones sobre las posibilidades del ejército americano en la demoledora guerra de trincheras del Frente Occidental. Dedicado principalmente a salvaguardar la frontera con México, apenas mantenía fuerzas suficientes para poder responder, como ocurriría en 1.914 y 1.916, a acciones hostiles por parte mejicana. Además, las tripulaciones de los nuevos buques de guerra, como los acorazados Texas y Nueva York, tenían poca experiencia en el manejo de los enormes cañones navales. La fuerza aérea era muy escasa, y carecían de tanques ni gases venenosos.

Inteligentemente, Wilson decidió, según avanzaba el tiempo y la opinión pública comenzaba a cambiar su opinión, adoptar algunas de las medidas propuestas por el bando republicano, incrementando las reservas del Banco Federal, e iniciando un programa para la intensificación de la fabricación de municiones, lo que despertaría fieras críticas desde el bando de los antibelicistas. El debate nacional estaba abierto.

Muchos materiales fundamentales para armar al ejército americano en caso de conflicto bélico, fueron adquiridos subrepticiamente por la administración americana, ocultando la operación usando a contratistas civiles. Miles de uniformes, caballos, carromatos y camiones, fueron comprados, mientras públicamente el gobierno Wilson clamaba por el mantenimiento de la neutralidad. La oposición a cualquier medida de los líderes pacifistas, Jane Addams y David Starr Jordan, sirvieron para que las clases trabajadoras y las zonas rurales mantuviesen una firme oposición a romper el estatus de neutralidad que los Estados Unidos mantenían.

Woodrow Wilson usó con inteligencia sus armas, quitando
argumentos a los partidarios de la preparación, y asegurando
así su reelección. Sólo el Telegrama Zimmermann le haría
cambiar su postura de "América es demasiado orgullosa para luchar".
Consecuencia directa de esta oposición fue el rechazo de la Cámara de Representantes, el Congreso de los Estados Unidos, al incremento del presupuesto con vistas a un futuro conflicto. Wilson actúo sustituyendo al Secretario de Estado, y nombrando como tal a Newton Baker, alcalde demócrata de Cleveland, abiertamente contrario a la teoría de la Preparación para el conflicto. Aun así, en esos años el tamaño del ejército americano se había incrementado hasta los 200.000 combatientes, lo que al menos permitiría enviar personal cualificado en caso que la guerra fuese finalmente inevitable. También se incrementó la dotación para la Guardia Nacional, algo bien recibido en general, que pasó a mantener a un total de 440.000 reservistas, lo que, técnicamente, cumplía con las expectativas de los partidarios de la preparación; sin embargo, la preparación de estos últimos era muy deficiente.

Wilson afrontaba el año decisivo para su reelección, 1.917, sin tener garantizada la misma; sus planes y apuesta por la neutralidad iban a sufrir una durísima prueba en enero de ese año. Alemania decidió reanudar la guerra submarina sin restricciones, forzando la airada respuesta americana. La situación se tensó hasta el máximo, la neutralidad pendía de un hilo, que se rompería con fuerza cuando el Caso Zimmerman vio la luz.


3.- EL TELEGRAMA ZIMMERMANN. EL GRAN ERROR DEL KAISER:

El original que llegó a la embajada
alemana en México. El Telegrama
Zimmermann.
El Kaiser estaba preocupado. Su nuevo binomio al mando de Alemania, ya que actuaban técnicamente como gobernantes y no sólo como Jefes de Estado Mayor, Paul von Hindemburg y Erich von Ludendorff, habían decidido reanudar la lucha submarina sin restricciones, como medio de romper el terrorífico bloqueo al que los británicos sometían al pueblo alemán. Alemania estaba al borde del colapso, no porque su ejército no estuviese logrando sus objetivos, que estaban cerca de cumplirse en el este, si no por que la población civil estaba sufriendo enormemente con el conflicto; la ausencia de alimentos fundamentales estaba pasando factura con una hambruna demoledora.
Por ello, el Kaiser decidió mover ficha, ordenando a su oficina de asuntos exteriores, a cuyo cargo se encontraba Arthur Zimmermann, secretario de estado para asuntos internacionales, iniciar una serie de movimientos que sirviesen para provocar la intervención del ejército mexicano, cuyo gobierno estaba abiertamente enfrentado con el americano, y que había visto su nación invadida por dos veces en los últimos años, sobre los Estados Unidos de América, lo que les obligaría a mantener su ejército alejado de la guerra europea al menos durante un año, tiempo que estimaba necesario para finalizar el conflicto a favor de Alemania.

A tal efecto, Zimmermann envió en enero de 1.917 una comunicación secreta al gobierno mexicano, proponiéndoles una alianza militar en el caso que Estados Unidos entrase en el conflicto en contra de Alemania, y garantizándoles, como pago por la ayuda, los territorios americanos de Texas, Arizona y Nuevo México.

Hindemburg tenía pensado reanudar la Guerra Submarina sin Restricción el primer día de febrero de 1.917. Por tanto, siguiendo el plan del Kaiser, el 19 de enero Zimmermann envió un telegrama codificado al embajador alemán en México, Heinrich von Eckardt. El telegrama contenía las siguientes instrucciones que Eckardt debía hacer llegar gobierno mejicano:

                “Alemania reanudará la guerra submarina sin restricciones el primero de febrero. Tenemos la tarea de mantener la neutralidad de los Estados Unidos. En el caso que esto no ocurriese, harems a México una proposición de alianza con las siguientes bases: Hacer la guerra conjuntamente, firmar la paz conjuntamente, una generosa ayuda financiera y hacerles comprender que por nuestra parte México puede reconquistar los territorios perdidos de Texas, Nuevo México y Arizona. Otros detalles corren de su cargo. Informará al Presidente de la información proporcionada de forma secreta en el momento que la entrada en guerra de los Estados Unidos de América sea cierta, y añada la sugerencia de que se podría, por su propia iniciativa, invitar a Japón a adherirse al acuerdo de forma inmediata y al mismo tiempo que mediase entre Japón y Alemania. Por favor, haga notar al Presidente que el hecho de emplear con dureza nuestros submarinos nos ofrece la posibilidad de obligar a Inglaterra a pedir la para en pocos meses.
Firmado: Zimmermann”.

Arthur Zimmermann. Ministro de Asuntos
Exteriores alemán en 1.917
La idea de forzar la entrada del México del Presidente Vetustiano Carranza en la guerra a favor de las Potencias Centrales chocaba frontalmente con la realidad. El ejército mexicano se encontraba en lamentables condiciones, mal armado e instruido, y con un tamaño diminuto comparado con el gigante del norte; de hecho, apenas había sido capaz de enfrentarse a la toma de Veracruz en 1.914, o a la acción de castigo contra Pancho Villa el año anterior. Aun cuando Alemania pudieses proporcionar ayuda financiera que llenase las mermadas arcas del Banco Central Mexicano, el equipo y armas necesarias para combatir a los Estados Unidos deberían ser adquiridos a los grandes comerciantes del cono sur, Brasil, Argentina y Chile, con los que México mantenía una espinosa relación que complicarían cualquier adquisición. Por tanto, una comisión de militares mexicanos informó de la imposibilidad de entrar en guerra al Presidente Carranza, quién haría oídos sordos a cualquier petición. De hecho, acabaría firmando un acuerdo con los Estados Unidos, el 31 de agosto de 1.917, en el cual garantizaba su neutralidad.

Para dar mayor secretismo al mensaje, Zimmermann decidió enviarlo evitando las rutas regulares, y tratando de confundir a los espías internacionales, al hablar públicamente de una transmisión a través de tres rutas. La realidad es que se usaría el cable diplomático, a través de las embajadas en Copenhague y Londres, para llegar a la embajada alemana en Washington. El telegrama sería interceptado por el servicio de espionaje británico.  Se hizo saber que este mensaje contendría material relativo a una propuesta de paz para el Presidente Wilson. Durante el paso de la transmisión por Inglaterra, esta fue interceptada por la Inteligencia Británica, siendo puesto en manos de los analistas de códigos del servicio de espionaje de la Armada británica, denominado con el nombre clave “Room 40”, para intentar descodificarlo.

Cuando Zimmermann conoció que su conexión de cable había sido suspendida, recurrió a los americanos, solicitándoles utilizar su línea de cable diplomático, lo que permitirían a condición que los mensajes no fuesen codificados. Esta situación no interesaba especialmente a los planes de Zimmermann, quién, alegando problemas de seguridad, conseguiría convencer al embajador americano en Berlín, James W. Gerard, de realizar al menos una transmisión codificada, que acabaría realizándose el 16 de enero.

El 17 de enero, el “Room 40”, encabezado por Nigel de Grey, ya había conseguido descodificar parcialmente el mensaje, usando el conocimiento de la clave alemana obtenido tras descodificar positivamente parte de los documentos cifrados capturados durante la campaña de Allenby en Mesopotamia, y usando parte del cifrado obtenido de los restos del SMS Magdebourg, hundido por los rusos. El contenido del mensaje hizo ver claramente a De Grey que su publicación podría volver a la opinión pública americana contra Alemania, si conseguían convencer a los americanos de que el telegrama era auténtico.

La noticia fue entregada a los medios por el Gabinete
Presidencial de Wilson el 28 de febrero de 1.917, provocando
la reacción airada de la opinión pública americana y,
posteriormente, la declaración de guerra a Alemania.
Hacia finales de enero, el Telegrama Zimmermann había sido completamente descodificado por los analistas del “Room 40”. El 1 de febrero, tal y como indicaba el telegrama, Alemania reiniciaba la guerra submarina sin restricciones contra el Imperio Británico, provocando la ruptura de relaciones diplomáticas con Estados Unidos el 3 de febrero de 1.917. El Telegrama Zimmermann fue puesto a disposición del Ministerio de Asuntos Exteriores británico el 5 de febrero, quién decidió esperar un tiempo para utilizarlo, mientras trabajaban la forma de explicar a sus futuros aliados como habían conseguido el telegrama y como lo habían descodificado, a fin de que la historia fuese creíble a ojos del gobierno y la opinión pública americana, creando un entramado entorno a un personaje ficticio en México que denominarían Mr. H, y que les había permitido obtener las claves. Los británicos sabían que deberían enviar a los americanos los cifrados para que los comprobasen.

El 19 de febrero de 1.917, el telegrama fue entregado a Edward Bell, secretario de la Embajada Americana en Londres. Tras un periodo de incredulidad, Bell se convenció de la autenticidad del documento y permitió su tramitación. El 20 de febrero, el documento llegaba al embajador Walter Hines Page, que se reuniría con el Ministro de Asuntos Exteriores británico, Arthur Balfour, el día 23, solicitándole el cifrado para su comprobación, tanto el original en alemán como su traducción al inglés. Page comunicó directamente con el gabinete del Presidente Wilson, enviándole urgentemente toda la documentación relevante, incluyendo los detalles que había usado Bell para verificar la autenticidad del mensaje.

El famoso cartel del "Tío Sam" que llamaría
a los jóvenes americanos al alistamiento.
Woodrow Wilson montó en cólera. El 28 de febrero su gabinete de prensa enviaba los detalles del Telegrama Zimmermann a la prensa americana, quién lo abría a la prensa mundial. Alemania, sorprendida que su maniobra secreta hubiese sido descubierta, culpó al embajador Eckardt de traición, acusándole de ser Mr. H. En Estados Unidos, los sentimientos de la opinión pública cambiaron rápidamente; abiertamente hostil a los mexicanos (habían aplaudido las acciones llevadas a cabo por el General John J. Pershing contra Veracruz, primero, y contra el bandido Pancho Villa, después) se tornaron claramente hostiles a Alemania. Ni la oposición de los lobbies irlandeses, hostiles al Imperio Británico, y que inicialmente rechazaron el telegrama, creyéndolo falso, fueron capaces de rehusar la cantidad abrumadora de pruebas sobre su autenticidad. Y cualquier duda quedó eliminada cuando el 29 de marzo de 1.917, el propio Zimmermann, en un discurso en el Reichstag, admitía su autenticidad.

Nada impedía ya al presidente Wilson romper la promesa a sus electores de neutralidad; nada podía oponerse a que los Estados Unidos se uniesen a la sangría que estaba suponiendo la Primera Guerra Mundial.


4. DECLARACIÓN DE GUERRA E INTERVENCIÓN:

El presidente Wilson no tenía otra posibilidad. Sus intentos por mantener la neutralidad americana en el conflicto europeo, que ya había degenerado en una auténtica guerra mundial, habían fracasado; o mejor dicho, los esfuerzos británicos por añadir a sus antiguas colonias a la guerra en su favor, habían fructificado. La colaboración del torpe servicio de inteligencia alemán había sido fundamental, pero el objetivo estaba logrado; Wilson estaba entre la espada y la pared, Estados Unidos tenía un Casus Belli contra Alemania y la opinión pública reclamaba su ejecución.

Las oficinas de reclutamiento vieron superadas las expectativas.
Cuatro millones de voluntarios debían ser entrenados en un
tiempo record.
En cualquier caso, Wilson no quería ejecutar esta decisión sin la aprobación completa de las cámaras, por lo que decidió tomar medidas previas, armando los mercantes y prestando escoltas contra la guerra submarina alemana. Sin embargo, los expertos marinos alemanes burlaron cualquier defensa, hundiendo en poco tiempo siete grandes mercantes con bandera americana, lo que supuso una agresión en toda regla. Por tanto, el 6 de abril de 1.917, Wilson daba un discurso ante el Congreso, solicitando la aprobación de presupuestos especiales y la instauración del estado de guerra con Alemania (no a otros miembros de la alianza de los Poderes Centrales, lo que limitaría su apoyo a Francia), siendo aprobado por amplia mayoría.

Estados Unidos, en cualquier caso, se unía a la Entente en el peor momento posible. La revolución de febrero había supuesto el ocaso del Zar en Rusia, que amenazaba con dejar la guerra si los bolcheviques alcanzaban el poder. Las ofensivas italianas habían fracasado estrepitosamente, y las ofensivas aliadas en Francia lo harían pocas semanas después, convirtiendo la primavera de 1.917 en una pesadilla para las armas de la Entente. Además, las fuerzas de la armada y ejército americano apenas sumaban 250.000 hombres, una cifra ridícula para un conflicto que consumía a los seres humanos por centenares de miles; sólo en la Ofensiva Nivelle, los aliados perderían cerca de 400.000 hombres en poco más de 4 semanas.

Por ello, se llamó rápidamente a una rápida movilización de la Guardia Nacional, y a la presentación de voluntarios que permitiesen al ejército alcanzar el medio millón de hombres.

El General John J. Pershing llega a Francia.
El dirigirá a los más de dos millones de
soldados americanos que cambiarán la faz
del conflicto.
Sin embargo, la primera guerra que debía librar el gobierno Wilson era contra la propia ineficacia de la administración americana para enfrentarse al conflicto. A pesar de haber seguido parte de las líneas de actuación de los partidarios de la “Preparación para el conflicto”, los primeros meses de guerra fueron un auténtico caos. Era necesario reorganizar la industria y el ejército desde los cimientos. Se contrataron cerca de un millón de nuevos trabajadores para las industrias armamentísticas, de alimentación y textiles, que comenzaron a producir, gradualmente, material para equipar al ejército. El proceso fue costos y plagado de problemas, hasta que, ya entrado 1.918, el sistema productivo se había vuelto extremadamente eficiente, permitiendo producir millones de toneladas municiones y comida que acabarían cambiando el rumbo del conflicto.

Se creó un departamento para el control de la comida, bajo la tutela de Herbert Hoover, quién lanzaría una masiva campaña a favor de la economía de guerra, organizando todo el sistema productivo y distributivo de alimentos en Estados Unidos. También se inició un lento programa de propaganda, en un intento de convencer a la población americana de alistarse en el ejército. El Comité de Información Pública, bajo la supervisión de George Creel, reclutó a miles de líderes comunales, importantes industriales, deportistas y políticos, que iniciaron una campaña de discursos y captación de financiación y alistamiento. Se realizaron carteles publicitarios que llamaban a la movilización, y se usó ampliamente el cinematógrafo para transmitir la angustia de los aliados y la necesidad de frenar a los alemanes.

Entrenamiento del cuerpo de Marines. Francia 1.918.
Por su parte, el ejército y la marina, poco preparados aun para desplazarse a Europa, comenzaron un proceso de rápida mejora y crecimiento. Durante 1.917, se presentaron cerca de cuatro millones de voluntarios para el servicio, que necesitaban de un amplio entrenamiento y equipamiento, pero que acabaría permitiendo que dos millones de ellos se uniesen hacia mediados de 1.918 a la guerra en Europa, permitiendo cambiar el rumbo de la misma. De hecho, el día del armisticio, el 11 de noviembre de 1.918, cerca de diez mil soldados americanos llegaban a Europa cada día. En cuanto a la flota, rápidamente envío sus modernos acorazados, que se unieron a la flota británica en la base de Scapa Flow, al norte de las islas británicas. Aunque no participarían en acciones de relevancia, el gobierno americano vería una oportunidad para modernizar su flota, construyendo nuevos y mejores buques.

A las fuerzas del ejército americano, que serían dirigidas por el general John J. Pershing, se unirían varios regimientos de marines, fuerzas de élite de la Marina, que serían las únicas unidades americanas veteranas en el primer envío de fuerzas, y que se batirían duramente en lugares que pasarían a la historia, como Château-Thierry, Belleau Wood o Séchault.

Soldado americano.
116.000 de ellos murieron en combate.
El impacto de las fuerzas estadounidenses sería decisivo para la resolución del conflicto; aun cuando apenas pudieron estar operativos en la primavera de 1.918, y en un número muy limitado, su llegada sirvió para aliviar las enormes pérdidas sufridas tras las ofensivas de 1.917 (la Ofensiva Nivelle y la devastadora ofensiva de Haig en Flandes, la denominada Tercera Batalla de Yprés o Passchendaele), así como contener las ofensivas alemanas de la Kaiserslacht, que devastaron las ya mermadas unidades aliadas. Las fuerzas americanas encabezarían buena parte de las ofensivas de pacificación realizadas en el verano y otoño de 1.918, y que conducirían, decididamente, al final del conflicto. Cuando el armisticio entró en vigor, a las 11 horas del día 11 de noviembre de 1.918, 116.000 soldados americanos habían perdido sus vidas, y otros 204.000 habían resultado heridos, un total de un 20% del total de tropas empleadas por los Estados Unidos en el conflicto. Su sacrificio permitió poner fin a la sinrazón de la Primera Guerra Mundial.

Y para Estados Unidos fue el resurgir. De las cenizas de la Primera Guerra Mundial, surgía un nuevo poder mundial.