Como vimos en anteriores artículos, el plan francés, ideado
por el Mariscal Joseph Joffré, y denominado PLAN XVII, estaba basado en la idea
de la preponderancia moral del soldado francés sobre el alemán.
La idea desarrollada por Joffré incluía el renunciar a una
defensa intensa contra el ala derecha alemana, para concentrarse en una
Ofensiva Constante* en el sector central (el Bosque de las Árdenas) y el ala
derecha francesa, buscando el objetivo de expulsar a los alemanes de Lorena y
Alsacia, las dos provincias perdidas en el curso de la Guerra franco-prusiana
de 1870. Basándose en la idea del Elán, del espíritu de lucha intrínseco al
soldado francés, que tanto había dado a Francia en otras épocas, ya lejanas,
inflamado por el magnífico aspecto de sus hombres, embutidos en el clásico
uniforme de Casaca azul y Pantalón rojo, tan característico de Francia y de su
Ejército, Joffré ordenó el ataque a los ejércitos del frente.
Cuando la masa de fuerza alemana penetró en Bélgica, los
franceses iniciaron sus movimientos para situarse en el área entre el Bosque de
las Árdenas, en Bélgica, y a lo largo de toda la frontera de Alsacia y Lorena, hasta
Suiza. Joffré jugaba con la creencia que los belgas lucharían, retrasando el
avance alemán para permitir la llegada de los aliados británicos, mientras su
ejército conseguía una victoria decisiva aplastando a los débiles ejércitos
alemanes desplegados en estas Regiones.
Los primeros en penetrar en el Sagrado Suelo de La Alsacia
fueron los hombres del VII Cuerpo francés, del General Louis Bonneau, quienes
avanzaron el día 7 de agosto desde la frontera y tomaron sin oposición la
Ciudad de Mulhouse. Este acontecimiento fue considerado un gran éxito; se
acababa de conquistar la segunda población en tamaño de Alsacia, liberando a
decenas de miles de ciudadanos franceses. La conquista fue celebrada tanto por
el Estado Mayor como por la población y políticos parisinos, que veían en ella
la primera piedra de un rápido y decisivo avance sobre los territorios
perdidos.
Asalto de fuerzas francesas |
Esta “celebración” fue el bosque que impidió ver a los
mandos franceses la realidad. Las fuerzas del 8º Ejército Alemán se habían
retirado siguiendo órdenes, a la espera de nuevos refuerzos. El día 8 recibieron
órdenes de lanzar su contraataque, mientras los franceses se preparaban para
girar su ataque hacia el norte, hacia la ciudad de Colmar, cerca del Rhin. El
contraataque fue iniciado con tropas de refresco el día 9, y sorprendió a las fuerzas
francesas, que se retiraron en desorden, perdiendo nuevamente Mulhouse, y sufriendo
importantes bajas.
La pérdida de Mulhouse será considerada una humillación por
el alto mando francés. Sin tener en cuenta el enorme riesgo de la estrategia
seguida, Joffré sólo fue capaz de observar que la ciudad se había perdido y que
las tropas del General Bonneau se habían retirado derrotadas, sin analizar las
deficiencias que su propio mando había provocado, tales como la falta de reservas
y refuerzos, o el retraso en enviarlos a la primera línea, podía haber supuesto
el cerco y destrucción de las fuerzas francesas implicadas.
En consecuencia, Bonneau fue destituido del mando, que pasó
a manos del General Paul Pau.
Días después, el ejército francés intentó forzar nuevamente
los accesos a Mulhouse, pero la situación se había vuelto ya imposible. El 19
de agosto el asalto fracasó, y la falta de recursos, implicados en el resto de
los frentes de la Batalla de las Fronteras, impidió más progresos.
La línea de ataque se desplazó a partir del día 14 de agosto
hacia La Lorena, en la línea Saarburg-Morhange, más directa para alcanzar el
verdadero objetivo: Strasbourg.
Dibujo idealizado de un asalto francés en Morhange |
La Batalla de La Lorena fue el enfrentamiento principal de
la Batalla de las Fronteras, y punto clave del Plan XVII francés. Se implicaron
en los combates el I Ejército de Auguste Dubail, y el II Ejército de Noel de
Castelnau, dos de los más prestigiosos generales franceses, dirigidos
personalmente por Joseph Joffré. Casi cuatrocientos mil hombres que buscaban penetrar
el corazón de la provincia emblema de las pérdidas francesas de 1870. Se
valoraba que estas fuerzas serían suficientes, ante la supuesta debilidad del
ala izquierda alemana… La perspectiva francesa era simple; si el ala derecha
alemana tiene un millón de hombres, la izquierda debe estar prácticamente
vacía, atendiendo a que preveían una movilización máxima de 1.200.000 alemanes.
La realidad era muy diferente. El Kaiser había insistido
para que la defensa de esas emblemáticas provincias correspondiese a miembros
de la nobleza imperial, demostrando así la importancia que le daba a la misma.
De tal suerte, asignó dos ejércitos a la defensa de La Lorena, el VI y VII,
bajo el mando del Príncipe Ruppretch de Baviera y del General Josias von
Heeringen, con más de 300.000 hombres. Una fuerza muy superior a la que Joffré
esperaba enfrentar.
El objetivo era avanzar desde la ciudad de Nancy, con el
Primer Ejército Francés avanzando en fuerza hacia Saarburg, ciudad fuertemente
defendida al este de Nancy, y con el Segundo Ejército Francés avanzando hacia
Morhange.
Observador francés en Alsacia |
El Príncipe Ruppretch preparó una estrategia muy hábil.
Ocultó sus principales fuerzas, y simuló una retirada con la línea de
vanguardia, a fin que Joffré pensase que la “Offensive Outrance” triunfaba, que
su estrategia conseguía el éxito. Cuando los ejércitos franceses veían los
objetivos a su alcance, Ruppretch ordenó contraatacar a sus fuerzas ocultas,
apoyadas por ametralladoras y una gran cantidad de piezas de artillería, que
descompuso las líneas francesas. Tal fue el éxito de Ruppretch, que solicitó
autorización al Estado Mayor Alemán para lanzar una gran ofensiva en el sector.
Implicar más tropas en la contraofensiva del Príncipe Ruppretch suponía retirar
reservas del avance principal en el ala derecha, lo que contradecía las ideas
planteadas en el Plan Schlieffen. Aun así, el Jefe de Estado Mayor Alemán,
Moltke, autorizó la ofensiva. Ruppretch ordenó el día 20 iniciar un gran asalto
que tomó por sorpresa a las fuerzas de Castelnau, que sin atrincheramientos ni
apoyos, se retiraron en desorden hacia la frontera francesa. Nancy estaba
seriamente amenazada.
Este ataque obligó al ejército de Dubail, el Primero, a
retirarse de Sarrebourg hacia Nancy, dejando al XX Cuerpo del General Ferdinand
Foch, futuro Generalísimo del Ejército Francés, para defender la ciudad y
continuar la retirada.
El 22 de Agosto, sólo ocho días después de iniciar su
ofensiva, los franceses se habían retirado a Francia, a la línea de fortalezas
Belfort-Epinal-Tour. Desmoralizados, con una brecha enorme en sus líneas que
Joffré intentaba sellar de cualquier forma posible, se enfrentaban a un
ejército alemán enfervorecido, y a un comandante dispuesto.
El Príncipe Ruppretch solicitó nuevamente refuerzos para
romper la línea del Epinal. Bajo presión imperial, Moltke retiró nuevas reservas
del ala derecha, ignorando otra vez el Plan Schlieffen, para asignarlas a la
gran ofensiva, iniciada el 26 de Agosto. Sin embargo, la defensa en un área
densamente boscosa, resultó efectiva, y los alemanes apenas consiguieron
ganancias territoriales a un alto coste humano. La ofensiva se detuvo el día
28, pero su peso resultaría vital en los acontecimientos que debían venir. Las
26 divisiones utilizadas en la contraofensiva por los alemanes serían vitales
en la gran batalla que se vislumbraba en el avance del ala derecha.
Al mismo tiempo, en Bélgica, en el Bosque de las Ardenas, y
con Joffré presionado por el desastre de sus ofensivas en Alsacia y Lorena, y
en la creencia, nuevamente falsa, que si los alemanes habían concentrado sus
ejércitos en los flancos derecho e izquierdo, en el centro deberían ser
débiles, ordenó a los ejércitos Tercero y Cuarto avanzar por el Bosque de las
Ardenas, en Bélgica, siguiendo la línea de avance entre Virton y Nefchateau.
Nuevamente, a partir del día 21 de agosto, y mientras las fuerzas francesas se
retiraban hacia Nancy en la Lorena, buscó la batalla decisiva.
Y nuevamente, de forma errónea, consideró débiles a las
fuerzas situadas en la zona, los 4º y 5º Ejércitos Alemanes, bajo el mando de
Alberto de Wüttemberg y del Príncipe Heredero de Prusia.
Como Joffré quería tener la sorpresa total en su asalto,
prohibió los reconocimientos previos, lo que dejó a sus fuerzas completamente a
ciegas. Para complicar más la situación, el avance se realizó en medio de una
densa niebla, lo que provocó que ambos bandos se encontrasen de repente, ya que
no sólo los franceses avanzaban, si no que los alemanes también habían
comenzado a desplazarse. Sin saber que se enfrentaban a una fuerza superior,
los franceses se dispusieron al combate. A lo largo de todo el día se
produjeron escaramuzas entre las vanguardias de ambos ejércitos, sin que
ninguno obtuviese una ventaja real.
Tiradores alemanes en el Bosque de las Ardenas |
El 22 de agosto amaneció despejado. Sin niebla que las
protegiese, las divisiones francesas se lanzaron al asalto, ignorando aun que
se enfrentaban a fuerzas superiores. Mandados por el General Ruffey y embutidos
en sus uniformes rojos y azules, los soldados franceses avanzaron por el Bosque
de las Ardenas con valor y fueron destrozados con valor. En ninguno de los
cuatro ejes de avance principales se consiguió ganancia alguna, y muchas
unidades fueron aniquiladas por las ametralladoras y cañones alemanes. Las
unidades francesas sufrieron ese día más de 35.000 bajas, con algunas
divisiones, como la Sexta División de las Colonias, prácticamente destruidas
por completo.
Los franceses estaban agotados y desmoralizados. Ruffey se
encontraba enzarzado en una bronca constante con el Estado Mayor, que le
ordenaba continuar el ataque, a lo que el, en buena lógica, se negaba,
apostando por montar una línea defensiva para contener el previsible ataque
alemán. Y en ese ambiente, el día 23, los alemanes atacaron con fuerzas muy
superiores.
Las órdenes de Joffré indicaban que debían resistir a
cualquier costa, pero las unidades se encontraban en muy mal estado y sin
reservas estratégicas (el Quinto Ejército, reserva general, como ya vimos
anteriormente, fue destrozado en Charleroi), fueron incapaces de confrontar el
ataque alemán, retirándose en desorden hasta la línea segura del río Moselle.
La Batalla de las Fronteras había sido un fracaso absoluto
de las fuerzas francesas, que siguiendo las directrices del Plan XVII, habían
lanzado a la ofensiva a unos 750.000 hombres, asumiendo enormes bajas (sólo en
el sector de las Ardenas sufrió 40.000 muertos y el doble de heridos) y dejando
a sus fuerzas a merced del movimiento de pinza del ala derecha alemana.
La estrategia cuidadosamente planteada por Joffré había
fracasado completamente, y ahora enfrentaba la destrucción de sus fuerzas. No
parecía haber solución, la derrota asomaba pronta, con los alemanes a escasos
kilómetros de la capital francesa, a punto de separar sus fuerzas de París. Pero aun tenían
que cruzar el Río Marne…
Batalla de Haelen |
P. D.: Como referencia para el lector, se incluye también
dentro de la Batalla de las Fronteras un enfrentamiento producido en la
Ciudadela de Haelen entre la caballería belga y las fuerzas alemanas, que
mostró el enorme valor de las pequeñas fuerzas armadas belgas, consiguiendo una
sorprendente victoria. No obstante, este acontecimiento apenas tuvo peso
específico en el grueso de la batalla, al ser un suceso independiente, y ante
la magnitud del desastre francés.
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