jueves, 18 de diciembre de 2014

Artículo XIII. (ESTANCAMIENTO). THE CHRISTMAS TRUCE*

*La Tregua de navidad, literalmente, es el acontecimiento que rompe con la monotonía de muerte y destrucción que supusieron los cinco meses de guerra que regaló 1914. Las monstruosas bajas que sufrieron los contendientes en los gigantescos choques frontales de Mons, Charleroi, Alsacia y Lorena, El Marne, Tannenberg, El Aisne, Lagos Masurianos, Galitzia o Ypres, pusieron bien a las claras que las tácticas militares habían quedado obsoletas y ya no servían en una guerra moderna que devoraba hombres y material a un ritmo jamás antes conocido.
Entre el 1 de Agosto y el 31 de diciembre de 1914, las naciones enfrentadas sufrieron unos 3.500.000 de bajas, incluyendo 1.000.000 de franceses y otro de alemanes. El BEF original se había desintegrado, de hecho sería retirado en 1915, poco tiempo después, con bajas próximas al 95%. Los Ejércitos Austrohúngaro y ruso se habían masacrado mutuamente de forma demoledora.
La situación era de una depresión absoluta tanto en el frente de batalla como en la retaguardia, ante la constatación que el sueño, la Gran Ilusión, el “volveremos antes que las hojas caigan”, la Gran Victoria en 1914, se había evaporado por completo.
En ese depresivo ambiente, con hombres enterrados a lo largo de cientos de kilómetros de trincheras infectas, llegó la Navidad de 1914…

LA VIDA EN LA TRINCHERA DE 1914:
Es importante, para entender los acontecimientos acaecidos durante la Nochebuena y Navidad de 1914, que nos pongamos en la situación que vivieron, para su infortunio, los soldados de todas las naciones que combatieron entre Octubre y Diciembre de 1914, último episodio de la Guerra de Movimientos y primero de la Guerra de Trincheras, especialmente en el Frente Occidental.

Imaginémonos a nosotros mismos en lugar de los hombres que sufrieron esos momentos. Los tremendos choques frontales que acabaron a mediados de noviembre, dieron paso a terroríficos bombardeos que buscaban desmoralizar y destruir la tropa, y obligaban a los hombres a cavar cada vez más profundo para salvar la vida.

A lo largo de 570 kilómetros, desde el Canal de la Mancha hasta Suiza, se escavaron rudimentarias trincheras, sin prácticamente preparación. Con el paso del tiempo, como ya veremos en artículos posteriores, las trincheras se convertirían en auténticas obras de ingeniería, buscando dar cierto nivel de confort y mayor grado de protección a las inclemencias, meteorológicas y militares, para los hombres que las habitaban, pero en 1914 no pasaban de ser excavaciones burdas, realizadas en el barrizal en que las lluvias de otoño convirtieron los campos de batalla europeos.

Estas rudimentarias trincheras contaban, a lo sumo, con refuerzos y suelos creados con tablas de madera, pero que se habían inundado con las lluvias de noviembre, para posteriormente congelarse con las heladas de diciembre. Era imposible permanecer limpio, seco y caliente en un lugar así.

La mayor parte de los hombres no visitaba desde hacía semanas, incluso meses, la retaguardia, por lo que estaban sin asear, rodeados de ratas, piojos y cadáveres insepultos que emergían ocasionalmente de sus tumbas de cieno.
Los piojos, la disentería, el pie de trinchera y enfermedades aun más graves causaban tantas bajas como los obuses enemigos. Además, la mayoría de los soldados carecía del equipo adecuado para enfrentarse al invierno. Las previsiones de todos los contendientes eran de una guerra corta, que no llegaría al otoño, lo que les había condicionado a la hora de prepararse para el crudo invierno, por lo que los hombres se protegían del frío con lo que podían.

Es el Frente Occidental, un lugar infecto con un hedor insoportable.

Muchos hombres no soportan la situación de vivir peor que las ratas, y prefieren herirse a sí mismos, o provocar a los francotiradores enemigos para que les hieran o, en casos extremos, maten. Los que se hieren o provocan que les hieran son perseguidos por sus oficiales, ajenos al drama personal que viven los soldados en la trinchera. Muchos son ejecutados por cobardía.

En un periodo en que la locura más absoluta parece haberse adueñado del mundo, cualquier novedad permite a los soldados salir de la monotonía de muerte y destrucción en que se han instalado. Acercándose el Adviento, esta novedad la suponen las cajas de regalos que se envían al frente desde la retaguardia. Estas cajas pueden salvar la cordura de un hombre, al darle un hálito de normalidad en medio del infierno.

Los británicos reciben las cajas “Princess Mary”, conteniendo pequeños regalos que ayudan a los hombres a recordar un tiempo mejor. El chocolate, los cigarrillos, y la felicitación del Rey Jorge V (“Que Dios os proteja y os traiga de vuelta a salvo”) son su tabla de salvación.

Los alemanes reciben la “Kaiserliche”, el regalo del Kaiser. Franceses y belgas, menos organizados, también recibieron obsequios. Y todos ellos recibieron lo que es más importante, ropa de abrigo, comida y cartas de casa. Un soplo de aire puro entre tanto sufrimiento.

El deseo de todos, el convencimiento moral, es que 1914 acabará y 1915 traerá la deseada victoria decisiva y el final de su sufrimiento, y el más anhelado objetivo, regresar vivo con tus seres queridos y vivir una larga vida en paz.


Llega la tarde de Nochebuena de 1914. Todo en calma en el Frente Occidental…



NOCHEBUENA DE 1914:
Los soldados se acurrucan bajos sus sucias mantas, intentando mantener el calor con una taza de café o té, o un poco de sopa caliente.

Han decorado las trincheras rudimentariamente, a fin de acercar el espíritu navideño y hacerlas más hogareñas. Los alemanes han plantado pequeños “Tannenbaum”, arbolillos de navidad, decorados con luces, en el borde de sus trincheras. Los ingleses y franceses las decoran con fotos y postales navideñas.

En la trinchera, los hombres charlan sobre sus familias, sobre las pasadas navidades en casa, sobre el incierto futuro… Y de pronto, alguien, en una de las trincheras, comienza a cantar un villancico…

El villancico es conocido para ambos bandos… En castellano sería “Noche de Paz”. En lengua inglesa es “Silent Night” y en alemana “Stille Natch, Heilige Natch”. Comienza a sonar en ambas trincheras enfrentadas. Cada cual quiere cantar mejor y más alto que sus contrincantes, en una lucha que nada tiene que ver con los sangrientos y brutales episodios vividos pocos días atrás. La canción navideña inunda sus corazones y gargantas, retumbando en la noche, elevando el ánimo de los hombres que, deshechos, reposan en las trincheras.

Así pasan varios minutos… Nochebuena de 1914. Los coros de voces, que suenan a gloria y a paz, comienzan a hacer olvidar el horror vivido. La armonía es tal que, de repente, lo imposible ocurre...

Representación del soldado
alemán con el Tannenbaum.
Film Feliz Navidad 2005
Según quién lo narre, ocurre de una manera u otra, pero el hecho es que sucede… Los alemanes contarán que un hombre, contra toda lógica, toma un Tannembaun, y con el en la mano, levantándolo, sale entre la niebla mientras pide que no le disparen. Los británicos contarán que un hombre se giró y antes que pudiesen detenerle, salió de la trinchera con un trapo a modo de bandera blanca, pidiendo a voces que no le disparen.

El caso es que no se produce el disparo que hubiese acabado la situación… El silencio se adueña del campo de batalla, mientras los hombres contienen la respiración, esperando que pase algo. Y algo pasa… Tras el primer hombre sale otro, y otro más, y otro, hasta que son decenas los que avanzan, brazos abiertos, desarmados, hacia sus enemigos, hacia la tierra de nadie donde tan brutal ha sido la carnicería. Y allí, en ese campo de honor sin gloria, los hombres, alemanes, ingleses, escoceses, franceses, belgas, comienzan a abrazarse, a charlar, a intercambiar obsequios, comida, cigarrillos y licor.

Puntos de color naranja brillan en la tierra de nadie. Son los cigarrillos que se encienden. Se escuchan risas donde siempre hay dolor, así que los hombres que aun no se han unido, hacen acopio de valor y salen de las trincheras a conocer a sus enemigos. Nochebuena de 1914. Noche de Paz.

LA TREGUA DE NAVIDAD:

El encuentro amistoso en la Tierra de Nadie de los campos de batalla del Frente Occidental en la Navidad de 1914, fue una experiencia única para miles de hombres, agotados y maltratados por cinco meses de sangriento conflicto. Aun hoy en día, 100 años después de los acontecimientos, se observa este hecho como un episodio puntual de cordura entre los terribles actos que la Primera Guerra Mundial escribió con la sangre de sus protagonistas; un esfuerzo espontáneo de los escalones inferiores de ambos ejércitos por alcanzar la paz.

Lo cierto es que la Tregua estaba predestinada a suceder. Aunque el odio acumulado entre las naciones era enorme, los hombres aun mantenían un halito de humanidad, y no podían más que sentir cierto grado de simpatía por sus enemigos. Al fin y al cabo, tenían la misma miserable existencia que ellos mismos. La civilización aun no había desaparecido por completo; a sus espaldas aun podían ver bosques y aldeas que no habían sido reducidas a campos lunares por la artillería, como ocurriría meses después.

Así que la Civilización se impuso a la Guerra; aun había esperanza, y esta impulsó a los hombres a conocer a sus enemigos. Cabe resaltar que la Tregua no tuvo el mismo seguimiento en todo el frente, ni mucho menos; en la mayor parte del mismo, se combatió duramente el día de Navidad; entre franceses y belgas, con sus naciones parcialmente ocupadas, los actos fueron menos usuales que entre los británicos. En cualquier caso, la experiencia marcaría decisivamente a aquellos que la vivieron.

A lo largo de la noche, el Alto Mando Británico –confortablemente instalado en un lujoso castillo a 30 kilómetros del frente- recibió informes acerca de la confraternización con los alemanes.

El Comandante del BEF, Sir John French, dictó órdenes estrictas en contra de tal comportamiento. A pesar de las amenazas de los oficiales de alto rango sobre las consecuencias que la confraternización podría tener, muchos oficiales adoptaron una postura sorprendentemente relajada ante la situación. Consideraban que la tregua haría bien a sus hombres, y les permitiría reforzar sus posiciones o espiar las trincheras enemigas.

Curiosamente, esta ambigua actitud se produjo también en el Mando alemán.

Los británicos ocupaban aun el área en el saliente de Ypres, donde tanta sangre se había derramado en los meses anteriores (y tanta, tantísima, correría en los años posteriores). Fue en este punto donde se inició la confraternización entre rivales aparentemente irreconciliables.

Película "Feliz Navidad". (2005)
La noche no se alargó mucho… Poco después de la medianoche, mientras las noticias ya volaban hacia el cuartel general de ambos bandos, los enemigos se dieron la mano, se desearon una feliz navidad y regresaron a sus trincheras; aunque esa noche no eran tan tristes… Hunos y Tommies habían conocido a sus rivales en su humanidad, y habían encontrado muchos más puntos en común con ellos que con los políticos y militares que les habían enviado al matadero.

La noche pasó, y el día de Navidad amaneció tranquilo. Frío y con niebla, hasta que el sol rompió el manto que había caído sobre la maltrecha tierra de Flandes… y la confraternización se reinicio. Uno tras otro, los soldados salieron de la trinchera, y como la noche anterior, se juntaron en la tierra de nadie, esta vez viendo más claramente los rostros sonrientes de sus enemigos.

Durante unas horas, la Tierra de Nadie en el Frente Occidental, el lugar más temible que probablemente haya dado la historia, un lugar de muerte, se convirtió en el mejor lugar del mundo.

Dos hombres que hablan distintos idiomas pueden entenderse perfectamente si lo desean… La prueba fue ese día. Primero comenzaron a intercambiar objetos, útiles militares y de su vida civil. Se mostraron fotos familiares, se compartió café y tabaco, y pronto comenzaron a inmortalizar el momento con cámaras de fotos.

Entre las primeras actividades que se desarrollaron estuvo el corte de pelo. Peluqueros en la vida civil de ambos bandos comenzaron a usar los útiles del oficio, cortando el pelo a los del otro bando de forma gratuita, mientras las risas de unos y otros llenaban el campo de “batalla”.

En algunos lugares de la línea de frente, la tregua se inicio de forma más solemne. La calma reinante impulsó a unos y otros a buscar los cuerpos de sus compatriotas, caídos en la Tierra de Nadie, y darles sepultura. Un gran ejemplo de camaradería se dio cuando el Regimiento de los Gordon Highlanders, dio sepultura a dos soldados franceses perdidos en la tierra de nadie, mientras numerosos alemanes (sajones) asistían con devoto silencio al entierro.

En cualquier caso, acabadas las honras a los caídos, la confraternización se inició en su forma más lúdica.

Cuentan los anales que se organizaron partidos de fútbol improvisados entre las diferentes nacionalidades. Incluso algún resultado llegó a ver la luz, cuando las cartas de los hombres implicados llegaron a sus casas, teniendo alguna de ellas divulgación en los diarios.

Las cartas y notas en los diarios de los soldados fueron muy importantes en el futuro para entender lo ocurrido. El silencio oficial sería roto por las letras escritas por los protagonistas. Muchas de ellas serían conocidas de forma póstuma, la inmensa mayoría.

Entre los textos más relevantes de los participantes en la tregua están las notaciones escritas en el diario del Capitán de los Guardias Escoceses Sir Edward Hulse. En ellas explicó cómo se inició la confraternización, como se reunió con los alemanes en la tierra de nadie. Explicó su preocupación por hacer cumplir las órdenes a sus soldados, y como compartió sus inquietudes con un oficial alemán, sin conseguir evitar la confraternización y participando, finalmente, de ella. Las notas de Hulse son vitales para comprender la Tregua de Navidad, así como sus consecuencias por su propia experiencia: Hulse moriría en los Campos de Flandes, apenas tres meses después, en la primavera de 1915, durante la Segunda Batalla de Ypres.

La mayoría de los implicados correría un destino similar: morir o caer gravemente herido en batalla, ya que su esfuerzo por la paz cayó en saco roto.

La Tregua duró todo el día. Incluso en algunos puntos del frente se prolongaría por varios días. El Capitán J. C. Dunn, Oficial Médico de los Reales Fusileros Galeses, nos cuenta cómo finalizó la tregua, cuando ambos bandos regresaron a sus trincheras. Narra: “A las 08:30 del día 26 de diciembre, disparé tres tiros al aire y colocamos una bandera en lo alto del parapeto con un Feliz Navidad escrito. Los alemanes colocaron un cartel de “Gracias”. Un oficial alemán subió al parapeto, nos saludamos y volvimos a la trinchera. Entonces sonaron dos disparos al aire desde la trinchera alemana. La Guerra volvía de nuevo”.

La Tregua de Navidad tuvo un impacto diminuto en la retaguardia. Los Políticos y Mandos Militares de ambos bandos se empeñaron en tapar la cuestión. Enviaron a las unidades implicadas a los puntos donde la carnicería sería mayor en los meses posteriores, y echaron tierra sobre el asunto. En esa tierra caerían muchos de unos hombres que buscaron encontrar la humanidad en sus enemigos, y la encontraron durante unas horas, un remanso de sensatez en medio de la más absoluta locura.

En años posteriores, los efectos devastadores de la guerra supusieron que este hermoso acontecimiento no se repitiese. Hubo intentos en diversos puntos, se realizó algún tipo de confraternización, pero más bien intercambio de suministros o treguas para recogida de heridos o caídos. Pero los sucesos que vinieron a continuación de la Tregua, tan trágicos como brutales, impidieron que los nuevos reclutas pudiesen llegar a ver con ojos limpios a sus enemigos; el odio inculcado en la retaguardia, las largas noches de bombardeos, los ataques con nuevas y brutales armas, los asaltos frontales, hicieron mella en la humanidad de aquellos hombres… Incluso el terreno cambió, convirtiendo el campo de batalla en un lugar inhabitable, cubierto de lodo, cráteres y cadáveres… sin árboles, sin casas, sin vida…



La Tregua de Navidad habría caído en el olvido de no haber sido por las notaciones de los soldados participantes, siendo posteriormente resucitada por la cultura actual. Nuestra sociedad tiende a creer en aquello que es bueno, y la Tregua fue un remanso de bondad en el peor momento de la Historia de la Humanidad, un soplo de aire fresco, un rayo de sol en la tormenta a la que el Mundo se enfrentaría durante cuatro terribles años.


Merry Christmas, Froehliche Weihnachten o Feliz Navidad a todos.

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