lunes, 30 de marzo de 2015

ARTÍCULO XVI. (LA PRIMERA GUERRA MODERNA). ARMAS QUÍMICAS

Con este artículo inauguramos una nueva sección del Blog, en la cual iremos mostrando, una por una, las mejoras (por llamarlas de alguna manera) tecnológicas que introdujeron nuevas y terribles formas de destrucción, cambiando para siempre el sentido de la palabra “Guerra” y convirtiendo los campos de batalla en lugares cada vez menos habitables, más inseguros.
La primera de las “Nuevas Armas” que presentaremos serán las armas químicas. Hoy tristemente conocidas por la constante amenaza de su uso por parte de organizaciones terroristas, han sido ampliamente usadas en la Historia por dictadores durante Genocidios y represiones sangrientas (Saddam Hussein en el Genocidio Kurdo [Gas Mostaza], Adolf Hitler en los Campos de Exterminio [Gas Zyklon B], …) o Guerras cruentas (Saddam Hussein en la Guerra Irán-Iraq, o recientemente, Bashar Al-Asad en la Guerra Civil Siria); se han iniciado conflictos armados e invasiones para eliminar supuestos arsenales (Segunda Guerra del Golfo contra Saddam Hussein), etc. Han estado mucho más presentes en nuestras vidas de lo que hubiésemos querido, y, lamentablemente, lo seguirán estando mientras exista alguien dispuesto a utilizarlas.
Pero hubo una época en la que, aunque se conocía la posibilidad de utilizar determinados gases nerviosos, nunca se habían usado en combate; de hecho, había sido terminantemente prohibido su uso en convenciones y leyes internacionales (en 1899, se prohibió el uso tácito de ese tipo de armas en la Convención de La Haya). Ambos bandos estaban desarrollando arsenales de armas venenosas, de gases químicos que se negaban a usar… algunos habían sido experimentados en animales, con terribles resultados, por lo que se desaconsejaba su uso; otros no habían sido probados aun, por lo cual se desconocía su resultado. Pero el conflicto se enquistó...
Las enormes matanzas causadas en los primeros cinco meses de conflicto, con terribles masacres que causaron cerca de dos millones de bajas combinadas, o lo que es lo mismo, tasas de bajas diarias de unos 13.000 seres humanos, situaron a los ejércitos contendientes al borde de su resistencia. El enorme poder destructor de la artillería, de las ametralladoras, etc… obligó a los ejércitos a enterrarse en una vasta red de trincheras de más de 500 kms. de largo, desde la frontera Suiza hasta el Canal de la Mancha.
Enterrados los ejércitos, la guerra se estancó. Nadie sacaba ventaja ante la imposibilidad de romper las defensas con los medios conocidos… Los asaltos masivos de infantería precedidos de horas de bombardeo artillero no conseguían el esperado resultado de una ruptura, de una victoria decisiva y de un fin pronto a la guerra. En este ambiente, los comandantes alemanes encontraron el caldo de cultivo necesario para utilizar nuevas armas que desequilibrasen la contienda a su favor. El uso de Submarinos y Dirigibles, de la Aviación como arma ofensiva, comenzó a hacerse habitual (como ya veremos posteriormente)… Pero el arma definitiva, el arma que cambiaría la faz de la guerra, sería el arma química, los gases venenosos. Pero el problema era que nadie sabía que efectos reales tendrían; se tenía miedo a que los gases lanzados con artillería dispersasen su carga mortal e, impulsada por el viento, acabase eliminando a las tropas propias, o que fuesen inefectivos y las tropas que seguían a su uso fuesen masacradas por los defensores.
Por tanto, el primer uso documentado de gases químicos fue mediante el bombardeo con obuses de largo alcance sobre las posiciones rusas en el Río Rawka, cerca de Varsovia, el día 31 de enero de 1915. Pero el ataque fue un fiasco… Los obuses, rellenos de Bromuro de xilio líquido, al estallar liberaron la sustancia, pero esta se congeló y no consiguiendo expandir su nube mortal.
Fritz Haber, Padre de la Guerra Química
Sin embargo, ese uso estaba prohibido por las Convenciones internacionales. Alemania se salvó de una denuncia internacional debido al fallo en su uso. La amenaza de una acción internacional en su contra invitó a los desarrolladores alemanes a investigar en la dirección de una artimaña legal para saltarse la Convención, evitando el uso de proyectiles.
Por tanto, se decidió desarrollar el arma encapsulada e impulsada hacia el enemigo utilizando el aire favorable. Se prepararon cerca de seis mil contenedores con 168 toneladas de Gas de Cloro (descubierto por Fritz Haber*) que serían enviados al Frente Occidental, donde, el 22 de abril de 1915, serían utilizados en la apertura de la Segunda Batalla de Yprès. El Gas de Cloro era un gas devastador, con forma de una nube gris-verdosa, especialmente cuando era enfrentado a soldados inexpertos en la Guerra Química… Quemaba las membranas blandas, obstruyendo las vías respiratorias y los pulmones, lo que provocaba que los afectados muriesen asfixiados a los pocos minutos (debido a la creación de ácido clorhídrico en los pulmones). Muchos hombres trataban de huir de la muerte arrojándose al suelo, pero al ser más pesado el gas que el aire, esto sólo servía para que muriesen de cara al barro.
Sin embargo, rápidamente se descubrió que era fácil reducir los efectos, cuando algunos oficiales británicos indicaron a sus hombres que orinasen sobre pañuelos, piezas de tela o de uniformes y lo colocasen sobre la boca;  al reaccionar el cloro con el ácido úrico, se eliminaban sus características dañinas.
La nube venenosa se extiende en Yprès el 22 de abril de 1915
Aun así, su primer uso fue un éxito. Los alemanes utilizaron miles de contenedores para cubrir el asalto de la infantería sobre las trincheras de la 45.º división de infantería argelina (ejército francés) y de la 1.ª división de infantería canadiense. Los argelinos fueron sorprendidos por la nueva arma, abandonando sus trincheras, que fueron temporalmente ocupadas por los alemanes con pocas bajas. Se realizaron varios ataques a lo largo de la batalla utilizando Gas Cloro, aunque los aliados pronto desarrollaron primitivas máscaras anti gas (en ocasiones apenas unos trapos húmedos que reducían los efectos), evitando un mayor éxito de esta nueva arma.
En el curso del primer operativo con gases, el éxito no fue completo al sorprender el resultado a los propios organizadores alemanes, quienes no habían previsto reservas para explotar la brecha, por lo que finalmente las cosas volverían a su sitio.
Aun así, en el curso de la Segunda Batalla de Yprès, los ataques con gas de cloro causarían 5.000 muertos y cerca de 60.000 heridos. Aunque su efecto fue realmente doble, ya que fue mayor la conmoción y el miedo que provocó que el resultado final en muerte…
LA CAJA DE PANDORA. LA ESCALADA ARMAMENTÍSTICA QUÍMICA:
El uso de Gas Cloro por parte de Alemania sólo sirvió para que las acusaciones de uso de un arma ilegal de las naciones aliadas, acabase impulsando el desarrollo de armas y contramedidas por parte de todos los contendientes. Alemania utilizaría el Gas Cloro, ya sin tapujos, utilizando proyectiles de artillería, contra los rusos en el Río Rawka.
Se inició una carrera armamentística buscando quién de los contendientes conseguiría el mayor horror, una forma de hacer la guerra poco honorable y decorosa, pero eficiente por el pánico causado. Pocos meses después ambos bandos ya estaban usando gas, sin respetar ningún tipo de convención, llevando la muerte a las posiciones enemigas con proyectiles de artillería o contenedores químicos.
Los franceses introducirán un nuevo tipo de gas, el Fosgeno, incoloro e inodoro, que llevaba la muerte de forma silenciosa a las filas enemigas. Se comenzó a usar en el verano de 1915 por todas las nacionalidades; los alemanes lo añadieron a sus reservas de Gas de Cloro para incrementar su efecto, mientras británicos y franceses lo utilizarían puro. El Fosgeno tenía características similares al Cloro, aunque sus efectos se retrasaban en el tiempo en 24 horas, lo que hacía que no fuese efectivo en el momento. Sin embargo, garantizaba que los soldados que lo aspiraban, estarían muertos o heridos al día siguiente.
El primer ataque con Gas Fosgeno llevado a cabo por los británicos fue un auténtico desastre. Copiando la técnica utilizada por los alemanes, a fin de cumplir con las convenciones internacionales, lanzaron toneladas de Fosgeno desde contenedores, aprovechando la brisa favorable. Sin embargo, esta cambio repentinamente, y el gas acabó sobre sus propias trincheras. Fue a raíz de este incidente en que la escalada armamentística dio otro paso adelante, ignorando ya las convenciones internacionales y pasando a utilizar proyectiles todos los bandos.
Uso de lanzallamas alemanes en 1917
También fue en 1915 cuando apareció una nueva arma, en este caso terrible por las consecuencias de su uso: El Lanzallamas. Fue el 30 de julio de 1915, cuando los alemanes, aprovechando un ataque con gases, lanzaron tras ellos a un grupo de soldados portando esta innovadora arma. El Lanzallamas consiste en una mochila repleta de gases inflamables, unidos a un tubo lanzador con una espita que es abierta por el manejador para lanzar gas ardiendo a cierta distancia. El ataque cayó sobre los británicos en el área de Hooge, cerca de Yprès, con resultados demoledores. Los soldados británicos vieron acercarse sobre ellos un muro de fuego; muchos resultaron abrasados, y el resto, aterrorizados, huyeron, abandonando las trincheras en manos alemanas.
El lanzallamas es un arma destinada a sembrar el terror, el dragón escupefuego medieval pasado al siglo XX, pero que, como aquel, tenía sus puntos flacos. Los soldados británicos, indignados por el uso de un arma tan brutal, giraron las armas y comenzaron a disparar sobre los responsables de su sufrimiento, descubriendo la vulnerabilidad del arma: cualquier impacto en la mochila convertía al portador del lanzallamas y aquellos que le rodeaban en una bola de fuego, al estallar los gases que el contenedor transportaba.
Esta vulnerabilidad haría su uso peligroso, reduciendo su impacto en el resto de la guerra.
Un nuevo giro en la guerra se dio con la evolución del fosgeno por parte de Alemania. Fritz Haber desarrolló una mejora del gas, llamado Bifosgeno, que producía un efecto adicional, al destruir los filtros de las máscaras anti-gas convencionales, extendiendo su efecto lesivo. El gas sería empleado por primera vez en el curso de la demoledora batalla de Verdún, cuando Falkenheyn ordenó el bombardeo de las líneas francesas con 116.000 obuses de gas bifosgeno. Ocurrió el 22 de junio de 1916, y su efecto no fue más que limitado.
Parecía que la Guerra Química, aunque hubiese cambiado el rostro de la guerra, tampoco sería el arma decisiva para romper el estancamiento y lograr la Victoria Final.
CONTRAMEDIDAS Y EL APOCALIPSIS: LA MÁSCARA ANTIGAS Y EL GAS MOSTAZA:
Cuando se produjo el primer ataque con gases venenosos en el Frente Occidental, en abril de 1915, hubo oficiales que, sobre el terreno, rápidamente se percataron de lo que confrontaban. Como hemos contado anteriormente, colocaron sobre sus vías respiratorias (y ordenaron a sus soldados proceder igualmente) paños húmedos para evitar o reducir los efectos dañinos del gas.
A partir de ese momento, se comenzaron a desarrollar contramedidas, inicialmente poco más que capas de tela humedecida con ácido úrico, sobre la boca y nariz, y, posteriormente, dando lugar a elaboradas máscaras anti-gas, que no abandonarían a los soldados hasta acabada la Segunda Guerra Mundial, en 1945.
Los británicos fueron los que realizaron mayores avances en estas contramedidas, diseñando una máscara que se ajustaba perfectamente a la cara, cubriéndola completamente, incorporando una boquilla que el soldado sujetaba en su boca, y que, mediante un largo tubo que llegaba a una bolsa que el soldado portaba, y que contenía los filtros, purificar el aire.
Los alemanes, por su parte, desarrollaron un sistema similar, pero con los filtros incorporados en un pequeño contenedor al final de un corto tubo. La máscara era transportada en un contenedor redondo metálico, que se haría una visión habitual en la Segunda Guerra Mundial.
Los franceses desarrollaron sus propias máscaras, inspiradas en las británicas.
Los filtros de las máscaras también evolucionaron, junto con su diseño. Si al principio se utilizaba tela humedecida con ácido úrico, rápidamente pasaron a usarse tiosulfato de Sodio, fenato hexamina y hexametilentetramina, siempre buscando una protección adicional a las mejoras del fosgeno.
Herido por Gas Mostaza
Sin embargo, todos los avances en las contramedidas quedaron en la nada con la aparición del arma definitiva, un arma tan brutal y demoledora que actualmente sigue nutriendo los arsenales químicos de la mayor parte de las naciones que incumplen la normativa sobre armas de destrucción masiva. El gas Mostaza (Senfgas en alemán) fue desarrollado por los equipos de Fritz Haber, y utilizado para responder al inicio de la 3ª Batalla de Yprès por parte de los británicos, en julio de 1917.
El gas Mostaza es un agente químico vesicante, en la forma de un líquido viscoso marrón que se deposita sobre el terreno contaminándolo durante días. No está diseñada como un arma letal, si no incapacitante, al provocar quemaduras y ampollas graves en la piel, especialmente en las zonas blandas, axilas e ingles, conjuntivitis grave e incluso ceguera (temporal o permanente). En altas concentraciones puede resultar letal, aunque lo realmente terrible son las graves heridas que causa.
Británicos cegados por el Gas Mostaza
Durante la Passchendaele (la Tercera Batalla de Yprès) los alemanes prepararon y utilizaron 50.000 proyectiles de Gas Mostaza, marcados para su identificación con cruces de color amarillo. Su resultado fue demoledor, frenando el ímpetu ofensivo de canadienses, australianos y británicos, sufriendo cientos de soldados terribles heridas.
En enero de 1918, se utilizó gas mostaza contra tropas americanas. Aun no enfrentados al gas venenoso, los americanos, sin protecciones adecuadas, sufrieron cerca de 70.000 bajas.
Para el final de la guerra, 90.000 hombres habían muerto por la acción directa de los gases venenosos, y cerca de 1.000.000 habían sido heridos. Los muertos apenas suponen un 3% del total de caídos en la Primera Guerra Mundial; sin embargo, el resultado real de las armas químicas es mucho más inquietante, implantando el terror sobre el terreno, terror a padecer terribles heridas difícilmente curables, terror a morir asfixiado, terror a las siguientes evoluciones en la escalada de muerte abierta.
Para evitarla, las naciones firmaron la Convención de Ginebra en 1929, que prohibía tácitamente el uso de armas químicas.
La Segunda Guerra Mundial, que vería horrores inimaginables entre 1939 y 1945, incluido el primer (y único) uso de armas nucleares, se salvó de ver el uso de armas químicas (con excepción del Fósforo Blanco, utilizado por Estados Unidos) “gracias” a las heridas sufridas por Adolf Hitler mientras era cabo del Ejército Alemán, siendo gaseado con fosgeno en 1918 (durante las ofensivas de pacificación). Ordenó no usar armas químicas en el campo de batalla, aunque uso letalmente las mismas en los campos de exterminio.
Imagen del Horror en Vietnam. Población civil atacada con Napalm
Posteriormente, las armas químicas han estado muy instaladas, de forma contenida o desproporcionada, en numerosos conflictos de los Siglos XX y XXI. Estados Unidos hizo uso de Fósforo Blanco en Corea y Vietnam, utilizando en este último conflicto armas demoledoras, como el Napalm, defoliantes y herbicidas como el Agente Naranja, etc. En 1981 Iraq resucitó el Gas Mostaza durante la guerra con Irán, para utilizarlo posteriormente para reprimir a la población kurda, causando un auténtico genocidio; la eliminación de los arsenales de armas químicas fue el principal argumento utilizado por Estados Unidos para atacar Iraq en 2003.
También se acusó a la Unión Soviética de utilizarlo en Afganistán, y a Rusia en su guerra latente en Chechenia. El último uso documentado fue en 2014, por parte de Siria en Damasco.
El mayor riesgo en la actualidad es su uso por parte de organizaciones terroristas contra la población civil. Pasados cien años de su primer uso, ya va siendo hora que las naciones se planteen la eliminación de los arsenales químicos y su erradicación de la faz de la tierra.
Tropas con equipo químico
Nota*: Fritz Haber, padre de la Guerra Química, obtendría el Premio Nobel de Química en 1918, por su desarrollo de la síntesis del amoniaco, importante para el desarrollo de fertilizantes y explosivos. Haber, junto con Max Born, propuso el Ciclo de Born-Haber como un método para evaluar la energía reticular de un sólido iónico. Su esposa, Clara Immerwahr, se suicidó en 1915 tras comprobar personalmente los efectos de la Guerra Química desencadenada por su esposo. Su hijo Hermann, también se suicidaría por la vergüenza del legado químico de su padre.

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