En 1914 Italia era un país joven; aun teniendo
siglos de historia a sus espaldas, Italia había nacido como nación hacía
escasamente unos años. Fue en 1861 cuando se fundó el Reino de Italia, tras los
movimientos nacionalistas impulsados por el Conde de Cavour y Giusseppe
Garibaldi, entre otros, movimientos que serían conocidos como el Risorgimento Italiano.
Su alianza
con el Reino de Prusia de 1866, que acabó con la independencia del norte de
Italia y su anexión al Reino, llevó a que Italia se sintiese muy próxima al
Imperio Alemán, aun más joven que ella, ya que fue declarado en 1971. Esta sintonía
con la joven nación alemana, llevó al gobierno italiano a aventurarse a firmar
una serie de acuerdos de colaboración a tres bandas con Alemania y el antiguo
enemigo, Austrohungría, firmando la denominada “Triple Alianza”.
Sin
embargo, la desconfianza existente entre la opinión pública y el gobierno italiano
hacia el Imperio Austrohúngaro convertía el pacto en “antinatura”; dicha
desconfianza sería aprovechada por otro rival tradicional, Gran Bretaña, para
comenzar a tantear a Italia con vistas a mantenerla alejada de Alemania ante un
futuro y previsible conflicto bélico. Los cantos de sirena que emitieron los
miembros de la futura Entente sobre
Italia, ofreciendo territorios (reclamados a Austrohungría por el gobierno
italiano; Trieste, Istria, Zara y Dalmacia, entre otros) en pago a su
neutralidad o apoyo, dieron lugar a que, en una fecha tan temprana como fue
1902, se cerrase un pacto secreto
entre Italia, Francia y Gran Bretaña, que los ligaba de forma común ante un
futuro conflicto con las Potencias Centrales.
Antonio Salandra, Presidente Italiano |
El pacto
permanecería en secreto, con Italia bailando sobre la cuerda del difícil
equilibrio de su pacto público (La
Triple Alianza) y su acuerdo con las naciones de la Entente. El 3 de agosto de 1914, siendo ya la guerra inevitable, el
presidente italiano, Antonio Salandra,
mostraba sus cartas (marcadas), y declaraba la neutralidad de Italia, argumentando que la Triple Alianza era un
pacto defensivo y Austrohungría era el agresor, lo que eliminaba cualquier
obligación italiana.
A pesar de
las presiones y reclamaciones de Alemania para que cumpliesen con la Triple
Alianza lo antes posible, el gobierno conservador italiano inició una
investigación sobre cual de las opciones que se le planteaban, la intervención
a favor de la Triple Alianza o el cumplimiento de su pacto secreto con Francia
y Gran Bretaña, les repercutía mayores beneficios. Con el Ministro de Asuntos
Exteriores, Sidney Sonnino, a la
cabeza, comenzaron a realizar una serie de reuniones de alto nivel a fin de
asegurarse que los miembros de la Entente estaban dispuestos a cumplir la
palabra dada.
Benito Mussolini |
Según la
guerra avanzaba y el estancamiento en los frentes de guerra era más obvio,
nació entre grupos de intelectuales de la izquierda
italiana una disposición favorable a una intervención armada. El principal
impulsor de los movimientos intervencionistas sería el Partido Socialista Italiano, especialmente mediante la presión de
figuras notables como las de Leonida
Bessolati y Benito Mussolini. Aunque
dicha posición belicista fue rápidamente apoyada por los nacionalistas de
derecha italiano y por el Partido
Liberal, en la oposición, las verdaderas intenciones que buscaba la entrada
en guerra de Italia para los socialistas pasaba por armar al pueblo buscando la
revolución, haciendo caer al gobierno conservador y poniendo en el gobierno al
Partido Socialista, con poderes plenipotenciarios.
Conocedor
de estos acontecimientos, y manteniéndose firme a las presiones de la
oposición, el gobierno italiano no tenía intención de consultar con su
parlamento sobre el futuro de Italia en la guerra, ya que, probablemente, la
unión de partidos de la oposición podría obligarles a tomar decisiones que no deseaban
aplicar. Siguió, por tanto, con sus negociaciones secretas, mostrando a sus
conciudadanos un rostro de neutralidad que estaba convencido de cambiar pronto.
Sydney Sonnino - Ministro de Asuntos Exteriores |
La
investigación iniciada por el Ministerio de Asuntos Exteriores llevó a
determinar que la oferta de los aliados de la Entente era mejor que la de la
Triple Alianza. El Pacto secreto fue hecho público cuando, el 26 de abril de
1915, se selló el Tratado de Londres,
aun cuando sus términos finales seguirían secretos hasta el final de la guerra.
El Tratado de Londres sería firmado entre
el Gobierno Italiano, representado
por el Ministro Sonnino, y los representantes de la Triple Entente, Reino Unido, Rusia y Francia. Según el acuerdo
firmado, al finalizar la guerra con la victoria de la Entente, Italia obtendría
el Trentino y el Sud Tirol, el litoral austriaco, incluyendo Trieste, Gorizia y
Gradisca, así como Istria, Idrija y el noroeste de Dalmacia (Zara). También
obtendría réditos en la provincia turca de Antalya y en las colonias alemanas
de África.
Vittorio Emmanuelle III Rey de Italia |
Italia se comprometía a declarar la guerra a los Poderes Centrales, aunque se mostraría
reacia a una declaración de Guerra a Alemania, a la que seguía considerando
como una nación amiga. Como paso previo, el 3 de mayo de 1915, Italia revocaba
el pacto de la Triple Alianza. A raíz de esta revocación, la decisión de entrar
en guerra parecía obvia para la opinión pública italiana. Se inició un fuerte
debate en el Parlamento Italiano, en la que los partidarios del Acta de
Neutralidad, muchos de ellos dentro del mismo gobierno, como era el Primer Ministro Giolitti, se mostraron
muy activos. El gobierno italiano intento retrasar lo máximo posible la
aplicación de su acuerdo secreto, permaneciendo neutral, pero la presión
de los nacionalistas y socialistas, convocando
protestas y revueltas callejeras a favor de la entrada de Italia en el
conflicto bélico, provocó que el presidente Salandra presentara su dimisión al rey Vittorio Emmanuelle III, intentando eludir la responsabilidad de la
entrada en Guerra de Italia. Sin embargo, el rey rehusó la dimisión, y Salandra
se vió obligado a actuar.
Finalmente,
el 23 de mayo de 1915, Italia
declaraba formalmente la guerra al Imperio Austrohúngaro. Ante las enormes
dudas que generaba el conflicto en el Gobierno Italiano, conocedor de la
debilidad demostrada en los años anteriores al conflicto por el ejército, no
sería hasta agosto de 1915 cuando se declaraba la guerra al Imperio Otomano, mientras
que a Alemania no se declararía hasta el 28 de agosto de 1916.
Formalmente,
Italia estaba en guerra. Cosa diferente es que estuviese preparada para ella.
EL EJÉRCITO ITALIANO AL COMIENZO DE LA GRAN
GUERRA:
El Ejército Real Italiano se fundó hacia
finales del siglo XIX, como una fuerza de defensa y con capacidad para apoyar a
la nación en sus aventuras colonialistas. Sin embargo, era una fuerza pequeña,
por lo que, viendo la degradación de la situación europea, el Gobierno Italiano
declaró el Servicio Militar Obligatorio
en 1907, a fin de crear un cuerpo de reclutas que ayudase a cubrir las
necesidades del ejército regular. Sin embargo, la burocracia y los retrasos en
la implantación de la norma, provocaron que, para 1912, apenas un 25% de los
reclutas, hubiese recibido el oportuno entrenamiento.
Tropas italianas desplazándose al frente |
Además, el
tamaño y formación del Ejército era tremendamente deficiente. En 1912, apenas
contaba con 300.000 hombres, entre los cuales había un enorme déficit de oficiales
y suboficiales competentes y entrenados.
En estas
circunstancias, el Ejército Italiano invadió Libia, provocando un sangriento conflicto con el Imperio Otomano que duraría un año
(entre septiembre de 1911 y octubre de 1912). Durante el conflicto, aunque los
soldados italianos dieron muestras de gran valentía, se descubrieron graves
deficiencias a la hora de cubrir las líneas de comunicación, en la dirección de
guerra, en el equipamiento y suministros, etc… Además, incapaces de hacer
frente a una guerra irregular, mostraron una cara extremadamente cruel con los
civiles, lo que les granjearía un odio creciente en la región. La guerra
finalizaría con el Tratado de Lausanne
(Ouchy) sin un ganador claro, pero dejando dos tercios de bajas italianas sobre
el terreno, muchos de ellos por enfermedad, ante la deficiente capacidad
logística y sanitaria italiana.
La pésima
dirección de la Guerra Turco-Italiana,
y la proximidad de un conflicto bélico europeo hicieron que en Julio de 1914
fuese nombrado como Jefe de Estado Mayor el General Luigi Cadorna, quien, a pesar de la anunciada neutralidad
alemana, y sin conocer las acciones secretas del Gobierno, esperaba la entrada
en guerra de Italia. A fin de prepararse para esta eventualidad, tomó la
determinación de reconstruir el ejército, convirtiéndolo en una fuerza de
combate “moderna”, mientras concentraba las fuerzas ya existentes en las
fronteras con el Imperio Austrohúngaro, que prevía como posible contendiente.
General Luigi Cadorna |
Mientras
el Gobierno Italiano avanzaba en sus negociaciones secretas, Cadorna lo hacía en la creación de un
ejército competente, pero sin demasiado éxito. Para la primavera de 1915,
contaba con una fuerza de 25 divisiones de infantería y 4 de caballería, cerca
de 400.000 hombres. Pero apenas contaba con artillería, sólo 120 piezas de
grueso calibre, y muy escasas municiones. Tampoco tenía suficientes
ametralladoras (700) para equipar a todas las unidades convenientemente.
Sus
peticiones al Gobierno para la adquisición de nuevos cañones pesados eran
retrasadas, mientras inexorablemente, se avanzaba hacia la guerra. Así en mayo
de 1914, Cadorna apenas disponía de fuerzas relevantes para entrar en el
conflicto, sobre todo cuando el Gobierno le exigiría una ofensiva rápida que
demostrase a la Entente el compromiso de Italia con la victoria final.
Pero esta
situación era imposible sin inversiones en nuevo material y un reclutamiento y
entrenamiento eficiente. Y aunque este se lograse, se carecían de mandos
intermedios de calidad para cubrir todas las unidades. De hecho, cuando el 26
de mayo fue declarada la guerra, Cadorna había conseguido reformar el Ejército,
incluyendo 35 divisiones regulares y 12 de Reservistas, cuatro de caballería,
una de Bersagleri y dos grupos con 52 batallones de Cazadores Alpinos (Alpini),
con cerca de 900.000 hombres, aunque tan sólo contaba con 23.000 oficiales y
suboficiales. Tampoco disponía de suficientes cañones, contando con sólo 2.000,
entre obuses y cañones de todos los calibres. Tenía escasos medios en cuanto a
ametralladoras, morteros y aviones.
Con todas
sus deficiencias, Cadorna se vió obligado a elegir un punto para su ofensiva.
Teniendo que enfrentarse a los austriacos en una zona extremadamente montañosa,
se fijó en la única área que veía factible romper al Ejército enemigo: la región de Gorizia, junto al río Isonzo.
PRIMERA OFENSIVA ITALIANA: LA PRIMERA BATALLA DEL
ISONZO.
Campo de Batalla del Isonzo - 11 batallas lo contemplarán |
En este
lugar de la tierra es donde, a lo largo de los siguientes dos años,
austrohúngaros, alemanes e italianos, iban a despedazarse en una serie de
inútiles ofensivas, y a desangrarse en una esteril lucha de trincheras. Pero
esta primera ofensiva, libre de las cadenas del aprendizaje de las tropas del
Frente Occidental, que Cadorna había preferido ignorar (al igual que otros
generales en su situación habían ignorado en situaciones prevías), iba a servir
para que las tropas italianas se fogueasen y avanzasen al desastre.
Cuando se cumplía el primer mes de guerra sin que las tropas italianas hubiesen visto
acción, más que por una serie de movimientos menores en el área del Trentino y en
los Alpes, el 23 de junio de 1915,
Cadorna ordenaba a las fuerzas acantonadas en la línea del Río Isonzo que iniciasen las operaciones contra los austriacos.
Estos, habían tenido tiempo de sobra para prepararse, habían cavado posiciones
fortificadas entre los riscos y preparado su artillería.
Los
italianos contaban con una gran superioridad numérica; los ejércitos 2º y 3º habían reunido a cerca de
200.000 hombres para la operación, una proporción de 2:1 sobre el V Ejército austrohúngaro. Sin embargo,
las erráticas tácticas utilizadas por Cadorna, los tradicionales y desastrosos
asaltos frontales, supondrían una sangría para los italianos.
Artillería Austrohúngara en el frente del Isonzo |
Se habían
desplazado a la zona 200 cañones pesados, que realizaron un bombardeo de una
semana sobre las posiciones austriacas; sin embargo, lo escarpado del terreno,
y la necesidad de ahorrar municiones para apoyar los ataques de la infantería,
hicieron que el fuego fuese poco efectivo. Cuando la infantería avanzó, las
posiciones austriacas continuaban indennes.
Además,
los austriacos ocupaban posiciones fortificadas en tierras altas, lo que ponía
todo el despliegue de asalto italiano en el punto de mira de la artillería y
ametralladoras austriacas. Aun cuando los italianos darían muestras de valor,
consiguiendo algunos avances en las proximidades de la ciudad de Gorizia, los
contraataques del V Ejército austriaco, mandado por el General Svetozar Boroevic, expulsaron a los italianos de las
posiciones conquistadas, poniendo fin al ímpetu de los asaltos iniciales. La
línea quedaría pronto restablecida, con muy escasas ganancias para los
italianos, que perderían un 40% de su fuerza, 60.000 hombres (15.000 muertos),
durante la batalla; las operaciones se dieron por finalizadas el 7 de julio.
LA SEGUNDA BATALLA DEL RÍO ISONZO.
Bajas italianas tras el primer Isonzo |
La necesidad
de aliviar la presión sobre el ejército ruso, que estaba siendo vapuleado por
las Potencias Centrales en Galitzia y Polonia (según vimos en la anterior entrada de este blog), hizo que
las potencias de la Entente solicitasen un mayor compromiso militar a Italia, que comprmetiese las
posibilidades defensivas de Austrohungría.
Consecuencia
directa de las presiones fue que, pocos días después del fracaso de la primera
ofensiva italiana, aprovechando su clara ventaja numérica, incrementada con la
finalización de la movilización italiana, Cadorna volvía a la ofensiva. El 18 de julio de 1915, lanzó un nuevo
intento de ruptura de las (aun) débiles líneas austriacas. Para conseguirlo, necesitaba
incrementar el apoyo artillero. Al reducir la actividad durante las dos semanas
anteriores, y con la recepción de nuevos cañones y municiones, disponía de
suficiente apoyo para el ataque inicial, aunque la deficiente capacidad
logística del Ejército Italiano, impedía garantizar un apoyo completo a lo
largo de toda la batalla.
Caos logístico italiano camino del frente del Isonzo |
El final de
la movilización había permitido la llegada de un refuerzo de más de un cuarto
de millón de soldados italianos. Para Cadorna, su peso numérico desequilibraría
la balanza a su favor, por lo que la táctica que emplearía no sería novedosa:
un gran bombardeo artillero seguido de un asalto frontal de la masa de tropas
italiana contra las trincheras austriacas, superando las largas líneas de
alambre de espino y la temida tierra de nadie para conquistarlas.
Sin embargo,
los fríos números ocultaban una oscura realidad. Sobre el terreno, Cadorna
había incrementado su fuerza en un 150%, recibiendo numerosos suministros; sim
embargo, la realidad era que muchas de las nuevas tropas carecián de equipo, al
ser enviadas con premura a la primera línea, incluso muchas unidades carecían
de rifles o no habían recibido municiones para los mismos. Escaseaban las
ametralladoras, y el almacenamiento de munición de artillería seguía siendo
insuficiente, lo que limitaba drásticamente las posibilidades de reducir la
resistencia austriaca bajo el peso del fuego artillero.
Alpinos austriacos escalan uno de los montes en los Alpes |
En la
madrugada del 18 de julio de 1915,
los cañones italianos machacaron un frente de 36 km. El principal objetivo de
la nueva operación era el Monte San
Michele, situado en la llanura de Karst,
al sur de Gorizia. Tras el
bombardeo, la zona de Karstse cubrío con la masa de tropas italianas al asalto
de las alturas en las que se encontraban las trincheras austriacas. La zona se
encontraba defendida por la 20ª División
de Infantería Húngara, del V Ejército, que aguantó estoicamente la posición
durante varias horas, aunque tras los terribles combates a bayoneta que
sucedieron, y la continuación constante de los ataques italianos, perdió más
del 60% de su tropa y se vió obligada a retirarse en desorden.
La batalla
continúo durante días. El 20 de julio, la presión italiana les permitió ocupar
el Bosque de Cappuccio, en la ladera
sur del Monte Sant Michele, y comenzaron a subirlo, amenazando todo el despliegue
austriaco en la zona, ya que desde el monte se controlaban la zona de Gorizia y
los pasos sobre el río Isonzo utilizados por los refuerzos austriacos. El alto
riesgo de perder una posición tan estratégica, obligó al General Boroevic, comandante en jefe del V Ejército, a organizar un
contraataque a la desesperada con tropas de montaña, la élite del ejército
austrohúngaro. Comandados por el Coronel
Richter, el contraataque resultó exitoso, y las posiciones fueron retomadas
a lo largo del día 21.
Italia se prepara para el ataque |
Más al sur,
en el entorno de Monfalcone, el Tercer Ejército Italiano sufrío graves bajas
cuando intentaba conquistar el Monte
Cosich. Sin apoyo artillero efectivo, las tropas fueron enviadas contra las
posiciones austriacas, fortificadas y equipadas con suficientes ametralladoras
y cañones. Mismo destino correrían los asaltantes en el área de Gorizia, que
intentaron conquistar Monte Sabotino
y la Cota 383, fracasando por
completo.
En la zona de
los Alpes Julianos, el ejército
italiano lanzó diversos ataques con el objetivo de conquistar el Monte Batognica, que cubría la ciudad
de Caporetto, punto estratégico en
los siguientes enfrentamientos. Sin embargo, la velocidad en la que se consumía
la munición y las crecientes bajas, impidieron a los italianos alcanzar sus objetivos.
La ofensiva
se detuvo tres semanas más tarde, sin importantes ganancias italianas, y con
unas bajas elevadísimas; cerca de 45.000 italianos y 50.000 austriacos, de los
que aproximadamente un tercio serían fallecidos.
LA TERCERA
BATALLA DEL RÍO ISONZO. REPITIENDO ERRORES:
Observatorio de artillería austriaco entre los riscos |
Las dos
primeras batallas del Isonzo habían obtenido muy pocos éxitos, mucho menos de
los esperados por Cadorna y el Gobierno italiano. Se había observado la
absoluta falta de preparación del Ejército italiano para confrontar una guerra
como la que enfrentaban, una guerra de posiciones que no iba a durar poco
tiempo. La frustración y la preocupación habían comenzado a calar en Cadorna y
el Estado Mayor italiano, ante la imposibilidad de conseguir cumplir en el
corto plazo asignado con sus objetivos.
Por tanto,
con vistas a las nuevas ofensivas que habían de venir, Cadorna decidió
reorganizar sus fuerzas, dándoles un descanso que permitiese reequiparlas con
material adecuado y suficiente. Durante el mes de septiembre la actividad fue
escasa en el frente principal, más allá de acciones puntuales para probar la
resistencia enemiga. Si se insistió más en la zona de Trieste, aunque con
resultados desalentadores.
Con vistas a
la nueva operación en el río Isonzo, se detuvieron finalmente todas las
operaciones a finales de septiembre, y comenzó a perfilarse la nueva estrategia
italiana. Habiendo fracasado en ocupar las alturas entorno a Gorizia, Cadorna decidió
marcar como nuevos objetivos las cabezas de puente austriacas sobre el río
Isonzo, en Plezzo (Bovec) y Tolmin, aprovechando el previsible
éxito de atacar a lo largo de la llanura de Karst para tomar la misma ciudad de
Gorizia.
General Svetozar Boroevic, jefe del V Ejército Austriaco |
Cadorna
conseguiría reunir 1.300 piezas de artillería para la acción, esta vez con
municiones suficientes para prestar un amplio apoyo artillero. El 18 de octubre, la tercera batalla del
Isonzo comenzaba con el tronar de los cañones, que comenzaron un intenso
bombardeo de las líneas austriacas a lo largo de un frente de 50 km., desde los
Alpes Julianos a Monfacone. Aunque
el ataque implicaba una amplia área, los objetivos se encontraban dentro de un
estrecho perímetro, lo que iba a favorecer las opciones de defensa de los
austriacos.
A pesar de
los éxitos iniciales en los ataques entre los Montes Mrzli y San Michele,
los feroces contraataques de las fuerzas húngaras y dálmatas que se encontraban
en el área de Gorizia, detuvieron el
ímpetu italiano y obligaron a las divisiones italianas a retornar a sus
posiciones de partida.
La misma
situación se viviría en el resto de zonas implicadas en la acción, en los
ataques sobre la llanura de Karst,
desde Monte Calvario hasta Monfalcone; el único éxito consolidado
a un enorme coste humano, fue la conquista de algunas trincheras austrohúngaras
en Monte Sai Busi. Sin embargo, diez
días de sangrienta batalla no dieron mayores resultados, frustrando
intensamente al Alto Mando Italiano, especialmente por la elevadísima cifra de
bajas: 67.000 soldados italianos, con 11.000 muertos, frente a los 40.000
austriacos (9.000 muertos).
Unidades
completas habían sido exterminadas, como le pasó al Batallón Cantazaro en su asalto frente a Monte San Michele. El día
4 de noviembre, con el suelo ya embarrado por las lluvias y comenzando a
congelarse, la tercera batalla del Isonzo se daba por finalizada.
LA CUARTA
BATALLA DEL ISONZO. OBSTINACIÓN:
Destrucción de Bovec |
La enorme
frustración que sufría Cadorna y su Estado Mayor ante la ineficacia de sus
operaciones, dio como consecuencia una obstinación que rozaba lo absurdo. Nuevamente,
comenzó a preparar planes de urgencia que aliviasen la premiante necesidad de
obtener resultados positivos que mostrar al Gobierno italiano y a sus aliados
de la Entente.
Cadorna,
instalado comodamente en su residencia de Udine, a muchos kilómetros del
frente, era incapaz de tener una visión real de la situación en las trincheras
del Isonzo. El Estado Mayor estaba convencido que las crecientes bajas estaban
a punto de desmoralizar al V Ejército
Austrohúngaro, quién recibia refuerzos muy limitadamente, ante las
operaciones austriacas en otros frentes (la gran retirada rusa estaba en su
fase final, y los ejércitos de las Potencias Centrales estaban conquistando
enormes cantidades de terreno que era necesario guarnecer) y había asumido
enormes bajas en las tres batallas anteriores.
Sin embargo,
la realidad era que los soldados húngaros y dálmatas que componían el V
Ejército, habían construido refugios y fortificaciones, habían recibido
raciones para el invierno y mantenían una moral alta, bien preparados para el
inminente invierno alpino, mientras que los soldados italianos se encontraban
desmoralizados por las continuadas y elevadísimas bajas, por la falta de éxitos
notables en sus operaciones y, lo que es peor, por la situación en las
trincheras.
Gorizia y el Isonzo |
Construidas como
refugios temporales, ya que se esperaba un rápido avance a través del Isonzo y los Alpes Julianos, se asemejaban a las trincheras de la primera fase
de la guerra en el Frente Occidental, agujeros gigantescos que se inundaban con
las lluvias del otoño y se congelaban con las primeras heladas, repletos de
piojos y ratas, donde la enfermedad se extendía como una plaga bíblica. Los
primeros hielos incrementaron el malestar de los soldados italianos, carentes
de refugios adecuados para soportar temperaturas de muchos grados bajo cero.
Las manos y pies se les congelaban, y muchos se encontraban con los miembros
entumecidos antes de los ataques, lo que les limitaba en batalla; eso cuando no
eran víctimas de congelaciones graves que les causaban amputaciones.
La nieve llega al frente |
Ignorando las
penurias de sus hombres, como otros altos mandos harían una y otra vez en esta
guerra, Cadorna ordenó reanudar las operaciones el 11 de noviembre de 1915. Prácticamente, puede considerarse una
continuación de la tercera batalla, ya que no se cambio nada estratégicamente,
simplemente se dio un descanso a las tropas, buscando que se recuperasen para
tomar impulso y lograr los objetivos antes de la llegada de lo más crudo del
invierno, aunque el resultado fue completamente adverso.
El asalto se
concentró principalmente en dirección a Gorizia,
sobre la llanura de Karst, aunque a
fin de cubrir el principal movimiento, se atacó todo el frente del Isonzo. El 2º Ejército italiano, avanzó hacia los
objetivos principales, siendo capaz, a costa de graves pérdidas, las
elevaciones de terreno en la zona de Oslavia
y San Floriano del Collio, lo que le
permitía alcanzar la orilla derecha del río Isonzo y tener una completa visión
de Gorizia y los pasos del Isonzo.
Sin embargo,
el 3º Ejército Italiano no consiguió
avances significativos a pesar de librar las más sangrientas contiendas. En Monte Sei Busi, que ya había visto
algunos de los más terribles combates de la campaña, se intentó profundizar en
las líneas austrohúngaras, pero todos los asaltos que se lanzaron fracasaron,
convirtiéndose en un baño de sangre.
Destrucción de Gorizia, la Niza del Isonzo |
Las
operaciones se alargarían durante todo el mes de noviembre, de forma cada vez
más cruenta; la cabeza de puente de Tolmino
fue escenario de terribles combates, que únicamente servirían para incrementar
la factura del carnicero. Además, el 18
de noviembre se produjo uno de los acontecimientos más polémicos de la
campaña cuando, instigado por el Comnadante Supremo Francés, Joseph Joffré, Cadorna ordenó el
bombardeo de Gorizia, considerada la
Niza del Isonzo. La espléndida
ciudad sufrío enormes desperfectos entre sus bellísimos edificios, aunque las
bajas humanas fueron limitadas al haberse evacuado a la población. Además, el
resultado estratégico fue insignificante, lo que hace la medida aun más
controvertida.
Continua la matanza |
La llegada de
las heladas más fuertes fue reduciendo la actividad hasta que la llegada de
refuerzos austriacos (12 nuevas divisiones), la falta de suministros y, sobre
todo, las intensas heladas, hicieron que estas se suspendiesen completamente el
día 5 de diciembre de 1915.
La cuarta
batalla del Río Isonzo les había costado a los italianos cerca de 50.000 bajas
y 8.000 muertos, mientras los austriacos habían perdido unos 30.000 hombres
(5.000 muertos).
UNA SANGRÍA
INÚTIL. CONSECUENCIAS:
Muerte en la trinchera |
Para ganar
unas pocas millas de terreno, Luigi
Cadorna había sacrificado una enorme cantidad de tropas y suministros.
Durante las cuatro primeras batallas del Río Isonzo, los ejércitos italianos 2º
y 3º habían sufrido la escalofriante cifra de 235.000 bajas, con cerca de
55.000 muertos, más de un tercio de las fuerzas implicadas. De ellas, más de la
mitad habían en las batallas del otoño, lo que provocó una ola de indignación entre
las tropas y la opinión pública italiana, que empezó a respirar un ambiente de
insurrección muy preocupante.
Las bajas
austrohúngaras no fueron tan grandes, unos 130.000 hombres, aunque si
enormemente preocupantes para el Estado Mayor Austriaco. Conrad, ante las bajas, se vió obligado a enviar 12 nuevas
divisiones para cubrir el área, unas reservas con las que contaba en otros
frentes. No obstante, la derrota de Serbia
aliviaba su situación, eran más necesarios los refuerzos entre las dañadas
tropas que se enfrentaban a los rusos que en el frente italiano. Presionado por
la escasez de fuerzas, Conrad solicitó ayuda a los alemanes, con los que
colaboraban en otros frentes de forma abierta. Sin embargo, como ya vimos, la
situación era diferente… Alemania
seguía en paz con Italia, lo que hizo
que el Estado Mayor alemán evitase el envío de fuerzas a este frente hasta la 11ª Batalla del río Isonzo, conocida
como la batalla de Capporeto, y que
veremos en su momento.
La situación
era de estancamiento total, pero, lejos de cambiar su estrategia hacia otros
frentes, el General Cadorna estaba obcecado en provocar la ruptura en el frente
del Río Isonzo, lo que llevaría a que este escenario viese siete ofensivas más,
que estudiaremos en posteriores entradas de este blog.
Ahora caia el
invierno sobre los Alpes. Tocaba curar las heridas y prepararse para las
futuras sangrías.
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