*La
Tregua de navidad, literalmente, es el acontecimiento que rompe con la
monotonía de muerte y destrucción que supusieron los cinco meses de guerra que regaló
1914. Las monstruosas bajas que sufrieron los contendientes en los gigantescos
choques frontales de Mons, Charleroi, Alsacia y Lorena, El Marne, Tannenberg,
El Aisne, Lagos Masurianos, Galitzia o Ypres, pusieron bien a las claras que
las tácticas militares habían quedado obsoletas y ya no servían en una guerra moderna
que devoraba hombres y material a un ritmo jamás antes conocido.
Entre
el 1 de Agosto y el 31 de diciembre de 1914, las naciones enfrentadas sufrieron
unos 3.500.000 de bajas, incluyendo 1.000.000 de franceses y otro de alemanes.
El BEF original se había desintegrado, de hecho sería retirado en 1915, poco
tiempo después, con bajas próximas al 95%. Los Ejércitos Austrohúngaro y ruso
se habían masacrado mutuamente de forma demoledora.
La
situación era de una depresión absoluta tanto en el frente de batalla como en
la retaguardia, ante la constatación que el sueño, la Gran Ilusión, el
“volveremos antes que las hojas caigan”, la Gran Victoria en 1914, se había
evaporado por completo.
En
ese depresivo ambiente, con hombres enterrados a lo largo de cientos de
kilómetros de trincheras infectas, llegó la Navidad de 1914…
LA
VIDA EN LA TRINCHERA DE 1914:
Es
importante, para entender los acontecimientos acaecidos durante la Nochebuena y
Navidad de 1914, que nos pongamos en la situación que vivieron, para su
infortunio, los soldados de todas las naciones que combatieron entre Octubre y
Diciembre de 1914, último episodio de la Guerra de Movimientos y primero de la
Guerra de Trincheras, especialmente en el Frente Occidental.
Imaginémonos
a nosotros mismos en lugar de los hombres que sufrieron esos momentos. Los
tremendos choques frontales que acabaron a mediados de noviembre, dieron paso a
terroríficos bombardeos que buscaban desmoralizar y destruir la tropa, y obligaban
a los hombres a cavar cada vez más profundo para salvar la vida.
A
lo largo de 570 kilómetros, desde el Canal de la Mancha hasta Suiza, se
escavaron rudimentarias trincheras, sin prácticamente preparación. Con el paso
del tiempo, como ya veremos en artículos posteriores, las trincheras se
convertirían en auténticas obras de ingeniería, buscando dar cierto nivel de
confort y mayor grado de protección a las inclemencias, meteorológicas y
militares, para los hombres que las habitaban, pero en 1914 no pasaban de ser
excavaciones burdas, realizadas en el barrizal en que las lluvias de otoño
convirtieron los campos de batalla europeos.
Estas
rudimentarias trincheras contaban, a lo sumo, con refuerzos y suelos creados
con tablas de madera, pero que se habían inundado con las lluvias de noviembre,
para posteriormente congelarse con las heladas de diciembre. Era imposible
permanecer limpio, seco y caliente en un lugar así.
La
mayor parte de los hombres no visitaba desde hacía semanas, incluso meses, la
retaguardia, por lo que estaban sin asear, rodeados de ratas, piojos y
cadáveres insepultos que emergían ocasionalmente de sus tumbas de cieno.
Los
piojos, la disentería, el pie de trinchera y enfermedades aun más graves
causaban tantas bajas como los obuses enemigos. Además, la mayoría de los
soldados carecía del equipo adecuado para enfrentarse al invierno. Las
previsiones de todos los contendientes eran de una guerra corta, que no
llegaría al otoño, lo que les había condicionado a la hora de prepararse para
el crudo invierno, por lo que los hombres se protegían del frío con lo que
podían.
Es
el Frente Occidental, un lugar infecto con un hedor insoportable.
Muchos
hombres no soportan la situación de vivir peor que las ratas, y prefieren
herirse a sí mismos, o provocar a los francotiradores enemigos para que les
hieran o, en casos extremos, maten. Los que se hieren o provocan que les hieran
son perseguidos por sus oficiales, ajenos al drama personal que viven los
soldados en la trinchera. Muchos son ejecutados por cobardía.
En
un periodo en que la locura más absoluta parece haberse adueñado del mundo, cualquier
novedad permite a los soldados salir de la monotonía de muerte y destrucción en
que se han instalado. Acercándose el Adviento, esta novedad la suponen las
cajas de regalos que se envían al frente desde la retaguardia. Estas cajas
pueden salvar la cordura de un hombre, al darle un hálito de normalidad en
medio del infierno.
Los
británicos reciben las cajas “Princess Mary”, conteniendo pequeños regalos que
ayudan a los hombres a recordar un tiempo mejor. El chocolate, los cigarrillos,
y la felicitación del Rey Jorge V (“Que Dios os proteja y os traiga de vuelta a
salvo”) son su tabla de salvación.
Los
alemanes reciben la “Kaiserliche”, el regalo del Kaiser. Franceses y belgas,
menos organizados, también recibieron obsequios. Y todos ellos recibieron lo
que es más importante, ropa de abrigo, comida y cartas de casa. Un soplo de
aire puro entre tanto sufrimiento.
El
deseo de todos, el convencimiento moral, es que 1914 acabará y 1915 traerá la deseada
victoria decisiva y el final de su sufrimiento, y el más anhelado objetivo,
regresar vivo con tus seres queridos y vivir una larga vida en paz.
Llega
la tarde de Nochebuena de 1914. Todo en calma en el Frente Occidental…
NOCHEBUENA
DE 1914:
Los
soldados se acurrucan bajos sus sucias mantas, intentando mantener el calor con
una taza de café o té, o un poco de sopa caliente.
Han
decorado las trincheras rudimentariamente, a fin de acercar el espíritu
navideño y hacerlas más hogareñas. Los alemanes han plantado pequeños
“Tannenbaum”, arbolillos de navidad, decorados con luces, en el borde de sus
trincheras. Los ingleses y franceses las decoran con fotos y postales navideñas.
En
la trinchera, los hombres charlan sobre sus familias, sobre las pasadas
navidades en casa, sobre el incierto futuro… Y de pronto, alguien, en una de
las trincheras, comienza a cantar un villancico…
El
villancico es conocido para ambos bandos… En castellano sería “Noche
de Paz”. En lengua inglesa es “Silent Night” y en alemana “Stille
Natch, Heilige Natch”. Comienza a sonar en ambas trincheras
enfrentadas. Cada cual quiere cantar mejor y más alto que sus contrincantes, en
una lucha que nada tiene que ver con los sangrientos y brutales episodios
vividos pocos días atrás. La canción navideña inunda sus corazones y gargantas,
retumbando en la noche, elevando el ánimo de los hombres que, deshechos,
reposan en las trincheras.
Así
pasan varios minutos… Nochebuena de 1914. Los coros de voces, que suenan a
gloria y a paz, comienzan a hacer olvidar el horror vivido. La armonía es tal
que, de repente, lo imposible ocurre...
Representación del soldado alemán con el Tannenbaum. Film Feliz Navidad 2005 |
Según
quién lo narre, ocurre de una manera u otra, pero el hecho es que sucede… Los
alemanes contarán que un hombre, contra toda lógica, toma un Tannembaun, y con
el en la mano, levantándolo, sale entre la niebla mientras pide que no le
disparen. Los británicos contarán que un hombre se giró y antes que pudiesen
detenerle, salió de la trinchera con un trapo a modo de bandera blanca,
pidiendo a voces que no le disparen.
El
caso es que no se produce el disparo que hubiese acabado la situación… El
silencio se adueña del campo de batalla, mientras los hombres contienen la
respiración, esperando que pase algo. Y algo pasa… Tras el primer hombre sale
otro, y otro más, y otro, hasta que son decenas los que avanzan, brazos
abiertos, desarmados, hacia sus enemigos, hacia la tierra de nadie donde tan
brutal ha sido la carnicería. Y allí, en ese campo de honor sin gloria, los
hombres, alemanes, ingleses, escoceses, franceses, belgas, comienzan a
abrazarse, a charlar, a intercambiar obsequios, comida, cigarrillos y licor.
Puntos
de color naranja brillan en la tierra de nadie. Son los cigarrillos que se
encienden. Se escuchan risas donde siempre hay dolor, así que los hombres que
aun no se han unido, hacen acopio de valor y salen de las trincheras a conocer
a sus enemigos. Nochebuena de 1914. Noche de Paz.
LA
TREGUA DE NAVIDAD:
El
encuentro amistoso en la Tierra de Nadie de los campos de batalla del Frente
Occidental en la Navidad de 1914, fue una experiencia única para miles de
hombres, agotados y maltratados por cinco meses de sangriento conflicto. Aun
hoy en día, 100 años después de los acontecimientos, se observa este hecho como
un episodio puntual de cordura entre los terribles actos que la Primera Guerra
Mundial escribió con la sangre de sus protagonistas; un esfuerzo espontáneo de
los escalones inferiores de ambos ejércitos por alcanzar la paz.
Lo
cierto es que la Tregua estaba predestinada a suceder. Aunque el odio acumulado
entre las naciones era enorme, los hombres aun mantenían un halito de
humanidad, y no podían más que sentir cierto grado de simpatía por sus
enemigos. Al fin y al cabo, tenían la misma miserable existencia que ellos
mismos. La civilización aun no había desaparecido por completo; a sus espaldas
aun podían ver bosques y aldeas que no habían sido reducidas a campos lunares
por la artillería, como ocurriría meses después.
Así
que la Civilización se impuso a la Guerra; aun había esperanza, y esta impulsó
a los hombres a conocer a sus enemigos. Cabe resaltar que la Tregua no tuvo el
mismo seguimiento en todo el frente, ni mucho menos; en la mayor parte del
mismo, se combatió duramente el día de Navidad; entre franceses y belgas, con
sus naciones parcialmente ocupadas, los actos fueron menos usuales que entre
los británicos. En cualquier caso, la experiencia marcaría decisivamente a
aquellos que la vivieron.
A
lo largo de la noche, el Alto Mando Británico –confortablemente instalado en un
lujoso castillo a 30
kilómetros del frente- recibió informes acerca de la
confraternización con los alemanes.
El
Comandante del BEF, Sir John French,
dictó órdenes estrictas en contra de tal comportamiento. A pesar de las
amenazas de los oficiales de alto rango sobre las consecuencias que la
confraternización podría tener, muchos oficiales adoptaron una postura sorprendentemente
relajada ante la situación. Consideraban que la tregua haría bien a sus
hombres, y les permitiría reforzar sus posiciones o espiar las trincheras
enemigas.
Curiosamente,
esta ambigua actitud se produjo también en el Mando alemán.
Los
británicos ocupaban aun el área en el saliente de Ypres, donde tanta sangre se
había derramado en los meses anteriores (y tanta, tantísima, correría en los
años posteriores). Fue en este punto donde se inició la confraternización entre
rivales aparentemente irreconciliables.
Película "Feliz Navidad". (2005) |
La
noche no se alargó mucho… Poco después de la medianoche, mientras las noticias
ya volaban hacia el cuartel general de ambos bandos, los enemigos se dieron la
mano, se desearon una feliz navidad y regresaron a sus trincheras; aunque esa
noche no eran tan tristes… Hunos y Tommies habían conocido a sus rivales en su
humanidad, y habían encontrado muchos más puntos en común con ellos que con los
políticos y militares que les habían enviado al matadero.
La
noche pasó, y el día de Navidad amaneció tranquilo. Frío y con niebla, hasta
que el sol rompió el manto que había caído sobre la maltrecha tierra de
Flandes… y la confraternización se reinicio. Uno tras otro, los soldados
salieron de la trinchera, y como la noche anterior, se juntaron en la tierra de
nadie, esta vez viendo más claramente los rostros sonrientes de sus enemigos.
Durante
unas horas, la Tierra de Nadie en el Frente Occidental, el lugar más temible
que probablemente haya dado la historia, un lugar de muerte, se convirtió en el
mejor lugar del mundo.
Dos
hombres que hablan distintos idiomas pueden entenderse perfectamente si lo
desean… La prueba fue ese día. Primero comenzaron a intercambiar objetos,
útiles militares y de su vida civil. Se mostraron fotos familiares, se
compartió café y tabaco, y pronto comenzaron a inmortalizar el momento con
cámaras de fotos.
Entre
las primeras actividades que se desarrollaron estuvo el corte de pelo.
Peluqueros en la vida civil de ambos bandos comenzaron a usar los útiles del
oficio, cortando el pelo a los del otro bando de forma gratuita, mientras las
risas de unos y otros llenaban el campo de “batalla”.
En
algunos lugares de la línea de frente, la tregua se inicio de forma más
solemne. La calma reinante impulsó a unos y otros a buscar los cuerpos de sus
compatriotas, caídos en la Tierra de Nadie, y darles sepultura. Un gran ejemplo
de camaradería se dio cuando el Regimiento de los Gordon Highlanders, dio
sepultura a dos soldados franceses perdidos en la tierra de nadie, mientras
numerosos alemanes (sajones) asistían con devoto silencio al entierro.
En
cualquier caso, acabadas las honras a los caídos, la confraternización se
inició en su forma más lúdica.
Cuentan
los anales que se organizaron partidos de fútbol improvisados entre las
diferentes nacionalidades. Incluso algún resultado llegó a ver la luz, cuando
las cartas de los hombres implicados llegaron a sus casas, teniendo alguna de
ellas divulgación en los diarios.
Las
cartas y notas en los diarios de los soldados fueron muy importantes en el
futuro para entender lo ocurrido. El silencio oficial sería roto por las letras
escritas por los protagonistas. Muchas de ellas serían conocidas de forma
póstuma, la inmensa mayoría.
Entre
los textos más relevantes de los participantes en la tregua están las notaciones
escritas en el diario del Capitán de los Guardias Escoceses Sir Edward Hulse. En
ellas explicó cómo se inició la confraternización, como se reunió con los
alemanes en la tierra de nadie. Explicó su preocupación por hacer cumplir las
órdenes a sus soldados, y como compartió sus inquietudes con un oficial alemán,
sin conseguir evitar la confraternización y participando, finalmente, de ella.
Las notas de Hulse son vitales para comprender la Tregua de Navidad, así como
sus consecuencias por su propia experiencia: Hulse moriría en los Campos de
Flandes, apenas tres meses después, en la primavera de 1915, durante la Segunda
Batalla de Ypres.
La
mayoría de los implicados correría un destino similar: morir o caer gravemente
herido en batalla, ya que su esfuerzo por la paz cayó en saco roto.
La
Tregua duró todo el día. Incluso en algunos puntos del frente se prolongaría
por varios días. El Capitán J. C. Dunn, Oficial Médico de los Reales Fusileros
Galeses, nos cuenta cómo finalizó la tregua, cuando ambos bandos regresaron a
sus trincheras. Narra: “A las 08:30 del día 26 de diciembre, disparé tres tiros
al aire y colocamos una bandera en lo alto del parapeto con un Feliz Navidad
escrito. Los alemanes colocaron un cartel de “Gracias”. Un oficial alemán subió
al parapeto, nos saludamos y volvimos a la trinchera. Entonces sonaron dos
disparos al aire desde la trinchera alemana. La Guerra volvía de nuevo”.
La
Tregua de Navidad tuvo un impacto diminuto en la retaguardia. Los Políticos y
Mandos Militares de ambos bandos se empeñaron en tapar la cuestión. Enviaron a
las unidades implicadas a los puntos donde la carnicería sería mayor en los
meses posteriores, y echaron tierra sobre el asunto. En esa tierra caerían
muchos de unos hombres que buscaron encontrar la humanidad en sus enemigos, y
la encontraron durante unas horas, un remanso de sensatez en medio de la más
absoluta locura.
En
años posteriores, los efectos devastadores de la guerra supusieron que este hermoso
acontecimiento no se repitiese. Hubo intentos en diversos puntos, se realizó
algún tipo de confraternización, pero más bien intercambio de suministros o
treguas para recogida de heridos o caídos. Pero los sucesos que vinieron a
continuación de la Tregua, tan trágicos como brutales, impidieron que los
nuevos reclutas pudiesen llegar a ver con ojos limpios a sus enemigos; el odio
inculcado en la retaguardia, las largas noches de bombardeos, los ataques con
nuevas y brutales armas, los asaltos frontales, hicieron mella en la humanidad
de aquellos hombres… Incluso el terreno cambió, convirtiendo el campo de
batalla en un lugar inhabitable, cubierto de lodo, cráteres y cadáveres… sin
árboles, sin casas, sin vida…
La
Tregua de Navidad habría caído en el olvido de no haber sido por las notaciones
de los soldados participantes, siendo posteriormente resucitada por la cultura
actual. Nuestra sociedad tiende a creer en aquello que es bueno, y la Tregua
fue un remanso de bondad en el peor momento de la Historia de la Humanidad, un
soplo de aire fresco, un rayo de sol en la tormenta a la que el Mundo se
enfrentaría durante cuatro terribles años.
Merry
Christmas, Froehliche Weihnachten o Feliz Navidad a
todos.