1918. Undécimo día del undécimo mes. Onceava hora. La guerra
ha finalizado. Repican las campanas. Callan las armas.
Atrás quedan más de cuatro años de un horror inimaginable,
de una bajada a los infiernos que la Humanidad, a pesar de los peores
presagios, ha soportado. Atrás quedan más de setenta millones de soldados cuyas
vidas se verán marcadas, de forma irremediable, por el infierno que han vivido.

El once de noviembre de 1918 llevo la esperanza a millones
de europeos, ahítos de tanta muerte y destrucción, de un hambre indecente que
asoló las naciones combatientes, especialmente a las continentales; de la
enfermedad que se extendió por la tierra, y seguirá haciéndolo con epidemias
terribles, como la gripe española de 1.918, que segará unos cincuenta millones
de almas en todo el mundo, epidemias derivadas de la falta de higiene y
alimento que la guerra trajo consigo.
Poco queda ya de aquellos años de esperanza, de Belle Epoque
previos a la guerra; las bondades que había traído la Revolución Industrial a
la burguesía urbana habían sido arrasadas; los Imperios europeos sucumbieron al
conflicto, despedazándose en pequeñas naciones, eliminando emperadores o sumergiéndose
en los riesgos de la revolución y el conflicto civil; en Rusia, la Revolución
de Octubre llevo consigo la instauración de un régimen de terror encabezado por
los bolcheviques de Vladimir Lenin, y perpetuado por su sucesor, Josef Stalin,
que supondrá a los exhaustos y hambrientos habitantes de Rusia, sufrir nuevas
penalidades, guerra y muerte; se estima que veinte millones morirán durante la
sangrienta represión bolchevique y posterior guerra civil.
El once de noviembre de 1918, a las once horas, en cualquier
caso, renacía la esperanza; esperanza en que los gobernantes comprendiesen la
futilidad de la guerra, aparcasen sus rivalidades y pactasen una paz universal
que durase por siempre. El nacimiento de una nueva esperanza, basada en una
Liga de Naciones que debería ser vigilante, e impedir que el infierno volviese
a abrir sus puertas, para que el diablo engullese a millones de almas, en las
llamas de tan gigantesco conflicto.
Repicaron las campanas, y los pájaros regresaron a la
devastada tierra. Y lloraron al ver los bosques destruidos, las colinas
hundidas, los pueblos desaparecidos, el nauseabundo olor a cordita, a
descomposición, a muerte; pero se quedaron, convirtiendo sus lloros en cantos
que animaron a los pobres diablos que aun habitaban las trincheras, esas
horrendas llagas que el hombre había excavado sobre la tierra.
Repicaron las campanas, como en 1914, pero su sonido fue
diferente… En 1914, tronaron con alegría, para acompañar a los inconscientes hombres
que, contemplando la guerra como un hecho heroico, patriótico, glorioso,
partieron a dejarse la piel, la vida, la salud en los campos de batalla de la
Primera Guerra Mundial; ahora sonaban a muerte, a silencio, a recuerdo, como el
llanto de una plañidera en un velatorio. Un sonido triste, un recuerdo a los
millones de víctimas de un brutal conflicto, de la primera guerra moderna.
Pero tañeron también con esperanza en la paz, una esperanza
que, un año más tarde, caería hecha añicos cuando el presidente de la República
francesa, Georges Clemenceau, imponía sus tesis vengativas sobre las potencias
derrotadas, sembrando, con la firma del Tratado de Versalles, el germen de una
guerra peor, aun más brutal, demoledora, violenta e impúdica que la que
finalizaba.
Hoy, onceavo día del onceavo mes de 2018, celebramos el
centenario del final de aquel conflicto terrible, del que, por desgracia, tan
poco hemos aprendido.
Desde este blog un recuerdo para los más de diez millones de
soldados caídos combatiendo con las naciones participantes en la Primera Guerra
Mundial:
11.
Australia: 61.928 vidas.
22.
Canadá: 64.944 vidas.
33.
India: 74.187 vidas.
44.
Nueva Zelanda: 18.050 vidas.
55.
Dominio de Terranova: 1.204 vidas.
66.
Sudáfrica: 9.463 vidas.
77.
Reino Unido: 885.138 vidas.
a.
Total, Imperio Británico: 1.114.914 vidas.
88.
Bélgica: 58.637 vidas.
99.
Francia: 1.397.800 vidas.
110.
Grecia: 26.000 vidas.
111.
Italia: 651.000 vidas.
112.
Imperio de Japón: 415 vidas.
113.
Montenegro: 3.000 vidas.
114.
Portugal: 7.222 vidas.
115.
Rumanía: 250.000 vidas.
116.
Imperio Ruso: 1.811.000 vidas.
117.
Serbia: 275.000 vidas.
118.
Estados Unidos: 116.708 vidas.
a.
Total, Naciones de la Entente: 5.711.696 vidas.
119.
Imperio Austrohúngaro: 1.100.000 vidas.
220.
Bulgaria: 87.500 vidas.
221.
Imperio Alemán: 2.050.897 vidas.
222.
Imperio Otomano: 771.844 vidas.
a.
Total, Potencias Centrales: 4.010.241 vidas.
223.
A ellos hay que sumar las pérdidas sufridas por
tropas irregulares en Oriente Medio y África.
224.
Y a los no menos de diez millones de civiles
fallecidos por acción directa o indirecta del conflicto.
Datos obtenidos del Centro Europeo Robert Schuman.
“NO OLVIDEMOS, MANTENGAMOS EL RECUERDO”.
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