miércoles, 16 de julio de 2014

Artículo 4.- LOS EJÉRCITOS ENFRENTADOS. MOVILIZACIÓN.

Antes del inicio de la I Guerra Mundial, los ejércitos de los diferentes contendientes habían evolucionado tanto organizativa como tecnológicamente, basándose en las experiencias extraídas de los conflictos de la segunda mitad del siglo XIX. No obstante, distaba una gran distancia que ninguno de ellos estuviese realmente preparado para lo que había que venir.

Tropas rusas son enviadas a pie al frente
A continuación os presento una descripción de los contendientes, viéndolos desde los diferentes puntos de vista, es decir, tecnológico, organizativo, logístico y moral.
El título del artículo (Movilización), hace referencia al periodo de tiempo que fue conocido de esta forma, y que abarcó desde el inicio del conflicto al estancamiento en la guerra de trincheras en diciembre de 1914. Será el periodo que abarquen nuestros próximos artículos, así que sirva este como preámbulo.



LOS EJÉRCITOS ENFRENTADOS. TECNOLOGÍA SOBRE PREPARACIÓN; MORAL SOBRE EVALUACIÓN DE RIESGOS: Desde el final de las guerras napoleónicas, se hizo obvio para las naciones europeas que la época de las cargas gloriosas, de los jinetes avanzando con estandartes al viento, había finalizado para dar paso a la reina del campo de batalla, el arma preferida de Napoleón: La Artillería. Todos los ejércitos desarrollaron cañones y armas ligeras cada vez más eficaces y rápidas.

Ametralladora británica Vickers
A las armas ligeras de avancarga de comienzos del siglo XIX, siguieron las primeras carabinas de retrocarga y repetición, que tanto daño hicieron en la Guerra Civil Americana. Durante la Guerra Franco-prusiana de 1870, los fusiles Chassepot franceses destrozaron las filas de la Guardia Prusiana, disparando eficazmente a distancias de 400 metros. Y durante las aventuras coloniales británicas, las armas ligeras y ametralladoras Gatling, deshicieron de forma continuada las masivas cargas de zulúes, sudaneses o hindúes. De hecho, experimentaron en sus carnes el devastador fuego que las armas ligeras podían implementar en la Guerra Anglo-Boer de finales de siglo. Todas las naciones pudieron contemplar como la evolución de estas armas pasaba una grave factura a su desdichada infantería y trasnochada caballería.

Para el comienzo de la I Guerra Mundial, cada nación entró en batalla con lo último en armamento ligero. Las armas ligeras más conocidas al inicio de la contienda serían:
·         Imperio Alemán: Fusil de cerrojo Mauser 98 (http://es.wikipedia.org/wiki/Mauser_98); Ametralladora Maschinegewehr 08 (http://es.wikipedia.org/wiki/MG_08).
·         Imperio Austrohúngaro: Fusil de cerrojo Steyr-Mannlicher M1895 (http://es.wikipedia.org/wiki/Steyr-Mannlicher_M1895); Ametralladora Schwarzlose M 1907 (http://es.wikipedia.org/wiki/Schwarzlose_MG_M.07/12).
·         Imperio Ruso: Fusil de cerrojo Mosin-Nagant (http://es.wikipedia.org/wiki/Mosin-Nagant); Ametralladora Maxim 1910 (http://es.wikipedia.org/wiki/Maxim_M1910).
·         Imperio Británico: Fusil de cerrojo Lee-Enfield (http://es.wikipedia.org/wiki/Lee-Enfield); Ametralladora Vickers 7,70 (http://es.wikipedia.org/wiki/Ametralladora_Vickers).
·         Francia: Fusil de cerrojo Lebel M1886 (http://es.wikipedia.org/wiki/Fusil_Lebel_Modelo_1886); Ametralladora Hotchkiss M1914 (http://es.wikipedia.org/wiki/Hotchkiss_M1914).

La Reina del campo de Batalla
En cuanto a la Artillería, que sería la gran destructora de vidas durante la guerra (junto a la ametralladora) había evolucionado de forma devastadora. Ya en la Guerra Civil Americana, los contendientes llegaron a utilizar en asedios y guerra de trincheras, enormes trenes de artillería, que incluían enormes piezas pesadas que destrozaban lo que alcanzaban. Sin embargo, aquellos cañones carecían aun de lo que los nuevos, desarrollados en la última parte del siglo XIX y comienzos del XX si tenían: velocidad de disparo.

Piezas como el cañón francés modelo 1897 (http://en.wikipedia.org/wiki/Canon_de_75_mod%C3%A8le_1897) de 75 mm. eran capaces de realizar una cadencia de 15 disparos por minuto, lo que permitía saturar con fuego un área concreta, con los obvios riesgos para los seres humanos que habitasen esa zona.

Además, los contendientes habían tenido en cuenta las evoluciones de calibre, adoptando los cañones medios de entre 65 y 75 mm. como cañones de campo, pero llevando a la batalla calibres mucho más gruesos, obuses y artillería ferroviaria, capaz de disparar sus proyectiles a larguísimas distancias. Pioneros en el desarrollo de enormes trenes artilleros fueron los austrohúngaros, cuyas piezas pesadas fueron empleadas por los alemanes en los asaltos a las fortalezas belgas de Lieja y Namur.

Uniforme Alemán
Uniforme
Austro-húngaro
Pero a pesar de desarrollar estas destructivas armas, los oficiales quedaban ciegos a la hora de aceptar el terrible efecto que estas tendrían sobre los soldados, quienes al final, se verían obligados a sepultarse bajo tierra para evitar perecer en los campos lunares de la Primera Guerra Mundial.

Además, la guerra traería evoluciones en otros campos armamentísticos, que iremos analizando detalladamente en su momento, aunque venga aquí el aclarar que la mayor parte de los ejércitos enfrentados contaba ya con aviones de observación, en su mayoría ligeramente artillados, y cuyas funciones irían ampliándose (así como su poder destructor) a lo largo de la guerra. Nuevas armas, como los submarinos, las armas de destrucción masiva (químicas) o los tanques, verán la luz a lo largo del conflicto.

Uniforme
británico
Uniforme ruso
El desarrollo de uniformes que limitasen la capacidad de visión del enemigo en entornos de humo y caos en el campo de batalla fue una prioridad para la mayoría de los ejércitos. Alemania adoptó el Feldgrau (Gris alemán) como uniforme básico; Austro Hungría el gris pálido; los británicos el marrón; los rusos el marrón verdoso y casacas blancas en invierno (aunque muchas unidades carecían de uniformidad); y Francia… Francia fue la única que al comienzo de la guerra daría prioridad a componentes de carácter moral sobre la seguridad de sus hombres. Hacia principios de siglo, y viendo lo que se venía encima, el ministerio del ejército, bajo el mando del Ministro Messimy, desarrolló un uniforme azul grisáceo, que reducía bastante la visibilidad en el campo de batalla; sin embargo, los nacionalistas franceses y sectores del ejército, protestaron de forma abierta al grito de “El Pantalón Rojo es Francia”. Messimy recibió tal cantidad de presiones que acabó anulando sus directivas para el cambio de la uniformología, por lo que el soldado francés comenzó el conflicto europeo poniendo por delante el “Elán” (como ya vimos en el artículo anterior, “Planes Enfrentados”) y un blanco perfecto, en un llamativo rojo francés, por detrás.

El Pantalón rojo es Francia. Uniforme
francés de 1914
Pero como dijimos anteriormente, salva la deshonrosa excepción de Francia, el uniforme fue la única concesión de los líderes a los hombres que afrontarían la batalla.

Y ello porque ninguno de los contendientes fue capaz de prever lo que las huellas de la historia habían dejado bien claro; los campos de batalla de la futura guerra se convertirían en enormes mataderos de hombres, lo que obligaría a levantar enormes cantidades de soldados para cubrir tan extraordinarias pérdidas.

Alemania tuvo que desplegar a medio millón de reservistas para poder cumplir las expectativas del alto mando para la implementación del Plan Schlieffen, número que se quedaría corto en cuanto se estancó la guerra.

El Imperio Austrohúngaro comenzó la guerra con un centenar de regimientos, y medio millón de hombres… Sólo en el choque con Rusia en Galitzia a finales de 1914 sufrió más de 250.000 bajas, aprendiendo a las bravas que no habían calculado bien las proporciones, y necesitando reclutar urgentemente tropas para la sangría.

Francia inició la guerra con unos 700.000 hombres, número absolutamente insuficiente, a la vista del enorme movimiento de tropas alemán en su flanco izquierdo (el derecho alemán). Se salvó por la llegada de los primeros reservistas al Marne (como veremos más adelante), lo que le hizo iniciar rápidamente planes de movilización extraordinaria.

Rusia movilizó un ejército gigantesco. El más grande en época de paz, con más de un millón de soldados, fue incapaz de hacer frente a sus rivales (como Japón) en los conflictos de finales de siglo y comienzos del XX. Cuando se inició la guerra, movilizó su grueso de más de cinco millones de hombres, pero carecía de infraestructuras y comunicaciones para poder de hacer del ejército zarista un arma eficiente. Muchas unidades tardaron meses en recibir uniformes y armas, otras carecían de artillería suficiente y otras muchas de instrucción. Aunque consiguió algunos éxitos, como veremos en futuros artículos, su falta de comunicación, la constante amenaza de una rebelión bolchevique en el interior del ejército, y, sobre todo, la ineficacia de los mandos, impidió sacarles rentabilidad.

Y finalmente, el ejército británico, el único verdaderamente profesional. Con una logística excelente y una cultura militar elevada, inculcada en los enfrentamientos coloniales victorianos, contaba con un ejército regular de más de cien mil hombres (más los batallones basados en los territorios de Ultramar), que sería enviado a Francia y Bélgica. El número, obviamente, resultaría absolutamente insuficiente, y el BEF (British Expeditionary Force) como veremos posteriormente, cumpliría diligentemente con su labor, hasta ser prácticamente exterminado en sólo unos meses de guerra. Obviamente, los británicos se vieron obligados a realizar reclutamientos urgentes en todas las provincias del Imperio, desde Nueva Zelanda y Australia (ANZAC) hasta Canadá; desde la lejana Sudáfrica hasta Irlanda. Cabe decir que al final tuvo tantos hombres en el frente que, sólo en el primer día de la batalla del Somme, fue capaz de sostener 70.000 bajas y aun así mantener la línea de frente.

En resumen, los ejércitos que se desplegaron para la Gran Guerra eran un auténtico monumento a la inconsciencia, a la falta de escrúpulos de sus comandantes, a la ceguera de las lecciones del pasado; un fiasco en toda regla, como la ley de la guerra se encargaría de demostrar en pocas semanas.

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